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Obituario
Jesús Santos, el basurero que se ganó el corazón de Alcorcón

Le gustaba recordarnos que él no era un político, sino un basurero haciendo política. Por eso, cuando Jesús Santos falleció por culpa de un terrible cáncer, sus compañeras y compañeros de recogida de basuras desviaron su ruta hacia el tanatorio para darle un sentido minuto de silencio, un aplauso cargado de cariño y una despedida a golpe de claxon.
Padre, alcorconero de toda la vida y teniente de alcalde. También un activista social indomable y el sindicalista que lideró la mayor huelga de basuras de la historia de su municipio, evitando la privatización de la empresa pública, ESMASA, de la que años más tarde acabaría siendo presidente. Incombustible, cariñoso y generoso. Nos abandona a los 43 años, pero exprimió cada segundo para vivir con plenitud, entrega y compromiso.
Jesús era un buen tío. De esos que se hacen querer, que dan todo por los demás y que te abría las puertas de su casa. Acompañarle por Alcorcón era un espectáculo. Un paseo de quince minutos por la calle Mayor o Las Retamas se convertía en hora y media porque se paraba con cualquiera que tuviera algo que decirle. No sólo escuchaba, también dialogaba mientras tramaba soluciones al problema que le estaban contando. Cuando le liabas un poco, te daba su teléfono. Si medio Alcorcón no tiene su número, no lo tiene nadie.
Esta cercanía explica por qué tantas personas se volcaron con él para arroparle en diferentes momentos de su vida. También cómo triunfó en política, porque quien tiene claro lo que quiere no tiene miedo a confiar.
Era un municipalista convencido, dispuesto a trabajar con quien fuera necesario para hacer su pueblo y sus barrios mejores
Jesús quería un Alcorcón del que nos sintiéramos orgullosas y orgullosas. Una ciudad para vivir que disfrutaran nuestras hijas, hijos, nietas y nietos. Como solía decir, Alcorcón le corría por las venas. Era un municipalista convencido, dispuesto a trabajar con quien fuera necesario para hacer su pueblo y sus barrios mejores.
Imaginaba Alcorcón a dos, cinco, diez o quince años. Tenía visión, algo que en política es poco frecuente. Diseñó grandes proyectos, muchos de los cuales logró poner en marcha o dejó encauzados. Pero Jesús también era pragmático. Sabía que para llegar a la meta primero hay que recorrer el camino y que el camino se compone de una infinidad de pasos que no se andan solos.
Pensaba a lo grande, pero trabajaba desde lo cercano
Cuando entró a gobernar se comprometió a resolver el enorme problema de basuras que tenía Alcorcón y por eso se pateó barrio a barrio, calle a calle y esquina a esquina hasta que consiguió devolverle la normalidad al servicio.
Se propuso iluminar la ciudad, y por eso batalló contra viento, marea y burocracia hasta que remunicipalizó el alumbrado público solo para, acto seguido, pasarse meses revisando farola a farola, asegurándose de que se cambiaban las bombillas a tecnología LED.
Quiso convertir Alcorcón en la Capital del Reciclaje y por eso, con una carpa a cuestas, se recorrió cada rincón de la ciudad para explicarles a decenas de miles de vecinos qué era eso del contenedor marrón (el de orgánica), cómo debían separar los residuos y cómo funcionaba la tarjetita-llave. Llegó a repetirlo tantas veces que bromeábamos con que lo recitaba en sueños.
No existía problema pequeño, si le importaba a un vecino era importante. Vivía para los demás
Y así podríamos seguir hasta el infinito: ¿un problema con las cacas de los perros?, a los barrios a repartir kits de limpieza y concienciar. ¿Las familias le pedían alternativas al calor? Montaba parques de agua para las niñas y niños en los barrios. ¿Los vecinos le decían que la plaza necesitaba un lavado de cara? Aparecía con los pintores. ¿Filomena enterraba la ciudad bajo toneladas de nieve? Ahí estaba sobre el terreno para coordinar el rescate. No existía problema pequeño, si le importaba a un vecino era importante. Vivía para los demás. Trabajo de hormiga, sueños de gigante. Así se fraguó la leyenda: en lo concreto, con las ideas claras y echándole más horas que un reloj. Porque cuando vienes de abajo, nadie te regala nada.
Jesús nos cambió la vida. Quienes le acompañamos en esta aventura nos ilusionamos con la política en un periodo donde todo se tornaba en decepción, comprobamos en carne propia que el trabajo hecho con cabeza, alma y corazón acaba dando resultados, y llegamos a sentir las alegrías y tristezas ajenas como propias.
Descubrimos que la esperanza es el motor de todo lo bello de este mundo, que el orgullo es el pegamento de lo colectivo y que la sonrisa es un patrimonio de los de abajo. Aprendimos que la vida es injusta, pero que, aún con todo, merece la pena luchar por ella.
Cuando los camiones de basura desfilaban frente al tanatorio y sus compañeros de ESMASA, enfundados en sus uniformes amarillos, le despedían a toque de bocina, creo que todos los presentes nos reencontramos con él. Yo me sentí enormemente agradecido de que me hubiera dejado formar parte de su historia y sentí un enorme orgullo por su legado.
Gracias por enseñarnos tanto, amigo.
Descansa en paz, porque ya eres leyenda.
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Una historia conmovedora, pero llena de esperanza. La política no debería ser una carrera, este es un claro ejemplo del porqué. Gracias a Jesús por dejar esta huella tan brillante.