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Nigeria
Claves para entender las elecciones en el país más grande de África
Las elecciones presidenciales previstas para el sábado 25 de febrero en Nigeria marcarán los destinos de más de doscientos millones de personas en los próximos cuatro años y son, sin lugar a dudas, unos comicios marcados, al mismo tiempo, por la incertidumbre y por la esperanza. Idayat Hassan, directora de Center for Democracy & Development (CDD West Africa) resume estos comicios a través de tres claves determinantes y tres condicionantes identitarios. Las tres claves, para esta analista, son la inseguridad, la economía y la corrupción. Los tres condicionantes son la etnicidad, la religión y la generación. Este último, según Hassan será más determinante que nunca y puede ser la explicación del rumbo futuro del país.
La incertidumbre que marca los comicios empieza, antes incluso del resultado de las votaciones, por la propia celebración. La anterior cita en 2019 tuvo que ser pospuesta in extremis por la INEC (el órgano independiente encargado de la organización de las elecciones) apenas unas horas antes de la apertura de los colegios, por la imposibilidad de distribuir el material electoral debido a diversos incidentes. La semana pasada, siete días antes de la fecha marcada, los representantes de la INEC aseguraron que no piensan repetir la operación de aplazamiento a pesar de que en los últimos días se han multiplicado los disturbios en el país por la escasez de papeletas.
Las elecciones en Nigeria son una cita ineludible de la vida política, no solo africana, sino global. Se trata del país más poblado de África y el sexto más populoso del mundo, la primera economía del continente y uno de los principales productores de petróleo y gas
La esperanza que tiñe fuertemente estas elecciones tiene que ver con las sólidas posibilidades de cambio de estos comicios. Tantas expectativas han despertado que no solo el número de ciudadanas y ciudadanos inscritos se ha elevado considerablemente, sino que además se ha disparado el número de registrados que han retirado su carnet de elector (PVC). La cifra de ciudadanos registrados supera los 93 millones, lo que supone 11 millones de electores más que en los comicios de 2019. La escasa participación que marcó las votaciones de 2015 y, sobre todo, las de 2019, cuando no llegó al 35%, podría superarse en la cita actual, teniendo en cuenta el interés por formalizar el registro y por retirar los carnets de electores, que ha alcanzado cotas imprevistas, rondando el 97%, según algunas fuentes.
Las elecciones en Nigeria son una cita ineludible de la vida política, no solo africana, sino global, a pesar del desinterés generalizado en el Norte global. Se trata de la votación para elegir al presidente del país más poblado de África y el sexto más populoso del mundo, la primera economía del continente y uno de los principales productores de petróleo y gas, especialmente codiciado en esta época. Por cierto, en 2021, Nigeria fue el país del que más petróleo importó España y el quinto en la procedencia de gas licuado. Más allá de la magnitud demográfica y económica, Nigeria es fundamental en la estabilidad de África Occidental y esa estabilidad depende, en gran medida, del curso de esta cita electoral. Las actuales elecciones se desarrollan en un clima marcado por las dificultades económicas, por la crisis de confianza en las instituciones y por un creciente descontento social. Los comicios responden a una serie de claves fundamentales.
El reto de una transferencia pacífica del poder
Las elecciones previstas en Nigeria conducirán a un cambio en el poder, necesariamente. Muhammadu Buhari, que ha ocupado la villa presidencial de Aso Rock (residencia oficial de la presidencia del país) durante los últimos ocho años, no se ha presentado a las elecciones cumpliendo con la limitación a dos mandatos consecutivos establecida por la Constitución. Este es un punto de partida positivo que se orienta en el camino de respeto a las reglas del juego democrático en el que intenta afianzarse la trayectoria del país. Buhari no ha hecho ni el más mínimo amago de intentar esquivar esta prohibición, como si ha ocurrido con otros líderes de la región.
Después de casi cuatro décadas desde la independencia, en las que el país fue escenario de una cruenta guerra civil, una sucesión de golpes de estado, un protagonismo del poder militar y apenas algunas ventanas testimoniales de calma institucional frustrada por otros sobresaltos, desde 1999 los presidentes nigerianos han sido escogidos mediante elecciones. Es cierto que los primeros comicios de este regreso al poder civil estuvieron marcados con el descrédito de las sospechas de fraude electoral, sin embargo, desde las elecciones de 2011, las votaciones se han celebrado con imperfecciones, pero con un elevado nivel de limpieza. De esta manera, Muhammadu Buhari tiene el reto de entregar pacíficamente a su sucesor una presidencia que recibió también pacíficamente de manos de Goodluck Jonathan. En este caso, además, las últimas encuestas dan forma a la posibilidad de que el presidente tenga que ser elegido en una segunda vuelta, contemplada por el sistema electoral, pero que no ha sido necesaria desde el final del gobierno militar en 1999. Y, esas mismas encuestas señalan que Peter Obi podría resultar ganador. Se trata del candidato de Labour Party (LP) lo que supondría el final de una larga trayectoria bipartidistas con el All Progressives Congress (APC) y el Peoples Democratic Party (PDP).
Todas las zonas geopolíticas del país sufren algún tipo de violencia, desde la de los grupos fundamentalistas hasta los separatistas, pasando por bandas armadas de delincuentes comunes que han hecho del asalto y el secuestro un lucrativo negocio
La plaga de la violencia asola el país
La violencia ha sido una de las claves recurrentes de las elecciones nigerianas. En la última época, la amenaza de desestabilización que suponía la rebelión de Boko Haram ha sido una constante, tanto en los programas electorales, como en los balances de los mandatos. Vincent Foucher, investigador experto en política africana y en particular en los movimientos yihadistas de África Occidental, llama la atención sobre el particular recorrido de la lucha contra Boko Haram. Y recuerda un matiz fundamental: Abubakar Shekau, líder histórico del movimiento, fue asesinado en mayo de 2021, por una facción escindida, ISWAP (por sus siglas en inglés), afiliada al Estado Islámico. No fue el ejército nigeriano el que obtuvo esta victoria”. La importancia de este detalle es que la desaparición de Shekau supuso un retroceso real de Boko Haram, pero fue un espacio que fue ocupado por ISWAP, “que se hizo con el control de gran parte del territorio que controlaba Shekau”. Foucher recuerda que “es cierto que el ejército nigeriano se ha reforzado e ISWAP no puede tener los grandes éxitos que tuvo en 2018 y 2019, cuando los yihadistas reunían a cientos de hombres”. El conflicto ha recuperado un formato de “guerra de guerrillas más discreta, con emboscadas, infiltraciones y artefactos explosivos improvisados”, según Foucher, pero “decir que las autoridades nigerianas han ganado la guerra es más que cuestionable”.
El análisis de este experto coincide con la sensación de activistas como Chioma Agwuegbo, directora ejecutiva de TechHerNG, o Rinu Oduala, una abogada y defensora de derechos humanos muy activa en las recientes protestas de EndSARS. Oduala reprocha a Buhari que “prometió con vehemencia que acabaría con Boko Haram en tres meses”, y asegura que “todos los indicadores señalan que el nivel de inseguridad en Nigeria ha aumentado más allá de la insurgencia de Boko Haram, y todo el país se enfrenta actualmente a algún tipo de crisis de seguridad”. Agwuegbo señala que “es difícil cuantificar el éxito de Nigeria contra Boko Haram debido a los nuevos focos de violencia” y toma como ejemplo una violencia contra líderes religiosos cristianos sin precedentes. Idayat Hassan refuerza esta misma idea aseverando que todas las zonas geopolíticas del país sufren algún tipo de violencia, desde la de los grupos fundamentalistas hasta los separatistas, pasando por bandas armadas de delincuentes comunes que han hecho del asalto y el secuestro un lucrativo negocio.
Actualidad africana
Actualidad africana Las expectativas de cambio conviven con las consecuencias del mal gobierno
La amenaza de una frágil convivencia
Nigeria es uno de los principales escenarios de un fenómeno que muchos analistas han considerado la principal amenaza para la región. Se trata de la violencia comunitaria. El conflicto aparece cruzado por un considerable número de factores que incrementan su complejidad. Confluyen cuestiones económicas y de explotación de los recursos limitados que genera fricciones continuas entre grupos de pastores y colectivos de agricultores; con diferencias étnicas y religiosas alimentadas por los resquemores entre vecinos, que además en los últimos años se han visto empañadas por las narrativas relacionadas con la crisis de seguridad. Pastores, fulanis y musulmanes han sido gravemente estigmatizados por las acciones de los grupos armados. Unos y otros acumulan agravios que acostumbran a desembocar en estallidos de violencia instrumentalizados, que únicamente aumentan los recelos e intensifican las afrentas. Esa forma particular de violencia aparece en todas las advertencias realizadas por analistas y activistas, en cuanto a los factores de inestabilidad, que además tiene el potencial de contagiarse a otros lugares de la región y que se hace especialmente sensible en época electoral.
Una crisis económica cada vez más profunda
Nigeria es la primera economía del continente africano y parece contar con un potencial difícil de limitar por el momento. Es el mayor productor de petróleo y el tercero en extracción de gas del continente. Pero además de estas industrias extractivas cuenta con una sólida industria agroalimentaria y más allá de estos sectores más tradicionales, tiene una economía digital desbordante con un ecosistema de startups que ha llamado poderosamente la atención de los inversores globales y unas innovadoras industrias culturales desde la música hasta el cine. Y a pesar de todo este potencial, el 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. “Tenemos un 33 por ciento de desempleo”, se lamenta incrédula Idayat Hassan que asegura que hay preocupantes espacios de inseguridad alimentaria en el país que se unen a los problemas generados por la inflación. Todo eso ha hecho que la economía ocupe un lugar protagonista en estas elecciones.
Como si el destino quisiese dar la razón a los críticos, el país se encuentra inmerso en una inesperada crisis de efectivo. Precisamente el gobierno anunció una serie de medidas para hacer frente a prácticamente un año de aumento ininterrumpido de los precios. Entre esas medidas estaba el cambio de los billetes, sin embargo, el resultado ha sido una insuficiencia de papel moneda que ha hecho que los tribunales reviertan parcialmente las medidas del gobierno y, sobre todo, que han alimentado una ola de descontento social. Oluseun Onigbinde, un activista con un amplio expediente en la promoción de la participación ciudadana y en la exigencia de transparencia hace su particular esbozo: “La economía ha sufrido mucho, con una inflación de dos dígitos y una caída significativa de los tipos de cambio, lo que ha repercutido negativamente en el valor del naira, el nivel de vida de la ciudadanía y los índices de pobreza”. Pero además añade una cierta proyección de futuro: “La actual administración ha realizado importantes avances en infraestructuras, pero también ha dejado una deuda sustancial que se estima en 50 billones de nairas (más de 100.000 millones de euros). Los costes del servicio de la deuda son preocupantes y podrían aumentar antes de que finalice este mandato si no se controla su acumulación. Parece que las promesas hechas por esta administración no se han cumplido, lo que nos deja ante un futuro incierto”.
Además de petróleo, gas y una sólida industria agroalimentaria, Nigeria tiene una economía digital desbordante y unas innovadoras industrias culturales desde la música hasta el cine. Y a pesar de todo este potencial, el 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza
La corrupción persistente
Buhari se presentó ante el electorado nigeriano como el campeón contra la corrupción. El gobierno de su predecesor, Goodluck Jonathan naufragó en 2015 entre los escándalos de desvío de fondos, lo que hizo que el presidente que está cerrando su mandato convirtiese en su bandera, la lucha contra el nepotismo. Teniendo en cuenta que se considera que este dosier ha resultado un completo fracaso, el combate a la corrupción continúa siendo una de las claves de las elecciones nigerianas. El propio Onigbinde pone especial acento en las consecuencias de esta corrupción. “No se han tomado medidas proactivas para rastrear y combatir eficazmente la corrupción, que creo que es el principal reto”, afirma este activista vinculando directamente esa corrupción a la mala marcha de la economía.
Por su parte, Rinu Oduala es mucho más vehemente y afirma que “muchos de los funcionarios públicos elegidos y nombrados por el gobierno de Buhari han robado a la nación y han destrozado la economía” y son los responsables de que el índice de percepción de la corrupción haya empeorado. La lectura de Chioma Agwuegbo no es más benévola. “El fraude con el cambio de divisas, la empresa criminal que engorda en nombre de las subvenciones a los carburantes, y la deuda anulan cualquier mito que existiera sobre los planes de ‘lucha’ contra la corrupción”, se lamenta esta activista.
El riesgo de la desinformación
La sombra de la manipulación, de la desinformación y de las noticias falsas planea sobre las elecciones nigerianas, especialmente, desde que los canales digitales de comunicación se han extendido. Lo cierto es que el resto de factores, las tensiones comunitarias, los recelos identitarios, la corrupción o la violencia, son el caldo de cultivo perfecto para las estrategias de manipulación a gran escala. Si a eso se une la importancia y el poder que confiere ocupar los máximos cargos políticos de un país como Nigeria, ese clima se alimenta de los intereses.
En las últimas citas los principales partidos habían organizado células de comunicación que se encargaban de distribuir mensajes dándoles apariencia de informalidad, para hacerlos más creíbles. En estos comicios, además, se ha roto la lógica de bipartidismo y hay más candidatos con posibilidades reales de ganar la contienda lo que ha complicado la situación. “A diferencia de las elecciones anteriores, que eran carreras de dos caballos, en estas elecciones hay tres o cuatro candidatos presidenciales con posibilidades de ganar. Como resultado, la estrategia de desinformación de cada bando es multidimensional”, advierte David Ajikobi, editor en Nigeria de AfricaCheck. A las campañas orquestadas en WhatsApp para difundir discursos políticos y, sobre todo, para desacreditar adversarios de otras ediciones, en esta ocasión se unen como herramientas de manipulación los Twitter Spaces a los que se da apariencia de debates sinceros para después compartirlos como podcast, los retos de TikTok que con apariencia inocente hacen pasar mensajes o los grupos de Telegram desde los que se opera con absoluta impunidad. Todas esas herramientas, todas esas estrategias sirven para manipular y dar forma a las voluntades de la ciudadanía. Además del propio impacto que tienen en el propio proceso democrático, no hay que olvidar el contexto de precario equilibrio en el que este peligroso juego se produce.
Nigeria
La lucha de Nigeria por acabar con la brutalidad policial
La alargada sombra de EndSARS
En octubre de 2020, Nigeria se movilizó en una protesta sin precedentes contra la brutalidad policial. En realidad, eran los frutos tardíos de una dinámica concienciación ciudadana que tenía el precedente más claro una década antes en Occupy Nigeria. En todo caso, la energía desplegada en el marco de EndSARS hace poco más de dos años, ha dejado huella en toda una generación de jóvenes nigerianos, precisamente esas y esos que este año se han inscrito y han recogido masivamente su carnet de votantes con sed de acabar lo que se comenzó en las calles de las principales ciudades del país, cuestionando el régimen.
Rinu Oduala fue una de las activistas que despuntó en aquella movilización y hoy está segura de que “la movilización ciudadana influirá en las elecciones; en realidad, ya ha influido en las elecciones. Según los datos, este año ha habido un aumento del censo electoral, fundamentalmente entre los jóvenes el grupo demográfico impulsor. Estos jóvenes también participaron en las protestas de EndSARS, que dieron lugar a una concienciación política”. Esta defensora de los derechos humanos lanza una advertencia: “Un votante consciente es consciente de las cuestiones que están en juego y comprende la posición de cada candidato. Me atrevo a decir que muchos candidatos de los dos grandes partidos no van a conservar sus escaños este año (porque también hay elecciones legislativas). Por supuesto, los principales factores que siempre han influido en nuestras elecciones siguen existiendo. Con un aumento aterrador de los niveles de pobreza, inflación y tasas de desempleo, la compra de votos ya está en marcha. Sin embargo, la demografía de los nuevos votantes planteará un desafío a las viejas estructuras y creará un cambio”.
Agwuegbo, por su parte, prevé un cierto ánimo de respuesta: “La represión de las protestas por parte del Presidente fue la peor manera posible de tratar un agravio”. Esta activista además recuerda que después de la movilización se han seguido produciendo abusos de poder por parte de la policía. “En 2023, la policía sigue asesinando a jóvenes sin que se haga justicia ni para ellos ni para sus familias. Los jóvenes están buscando empatía y emitirán su voto 2023 con los recuerdos de #EndSARS en mente, y la respuesta que los dos principales partidos políticos dieron también muy presente”.
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La conciencia ciudadana convertida en vigilancia
Una parte de aquella conciencia ciudadana despertada por las movilizaciones de Occupy Nigeria se dispersó por diferentes ámbitos de la sociedad civil y de esas semillas surgieron iniciativas de fiscalización de la acción pública, organizaciones de promoción de nuevas formas de participación política, toda una constelación de colectivos, grupos, movimientos y estructuras que pretendían una reforma profunda del sistema exigiendo formas de democracia más representativas, más transparencia y más rendición de cuentas y asumiendo mayores niveles de responsabilidad cívica en las transformaciones. Oluseun Onigbinde que representa ese espíritu y esa estrategia observa un nuevo paso en esa conciencia ciudadana: “Observamos una nueva oleada de compromiso por parte de los jóvenes de todo el país. Tras EndSARS han comprendido que las manifestaciones públicas por sí solas no pueden provocar un cambio significativo. Por ello, muchos han recurrido a la tecnología y a las redes sociales como herramientas para organizar una acción colectiva en favor de la reforma del sistema y la participación en el proceso electoral”.
“Las próximas elecciones son un momento emocionante para el país, y es esencial que los ciudadanos tengan acceso a información fiable sobre sus candidatos, para garantizar que todo el mundo disponga de datos precisos antes de las elecciones”, exige Onigbinde y con esa tarea en mente, su organización ha puesto en marcha un laboratorio de innovación cívica al que han bautizado Civic Hive. “Nuestra plataforma permite seguir las promesas de los cargos públicos, ordenar los debates sobre estos temas, seguir los resultados electorales en tiempo real y validarlos con las firmas de nigerianos de todo el país. Además, ofrecemos un análisis de los discursos para que la gente pueda tener más contexto sobre los temas importantes que se discuten durante las campañas y los debates previos al día de las votaciones”, explica este veterano activista y emprendedor social. Sin embargo, ese espíritu colaborativo se pone de manifiesto cuanto el propio Onigbinde recuerda las herramientas digitales que diferentes organizaciones de la sociedad civil han desarrollado para la ocasión: la plataforma Roadmap to 2023 Election propuesta por Civic Hive; la empresa Stears ha adaptado su conocimiento del análisis de datos a una herramienta electoral; Uzabe, un instrumento de monitorización desarrollado por Connected Development; o los esfuerzos en campañas para promover la participación desplegados por Enough Is Enough (EiE Nigeria) o la simple plataforma Encuentra tu Centro de Voto. Todo para dificultar el fraude electoral y devolver a la ciudadanía el protagonismo en el proceso electoral.