África
Más allá del ‘yihadismo’: El caso del Ejército de Resistencia del Señor y la religión como pretexto

A menudo se recurre a motivos religiosos para explicar los conflictos, con especial énfasis en el ‘yihadismo’. Sin embargo, ni el islam es la única religión utilizada para justificar la violencia, ni los conflictos se explican por razones religiosas.
Joseph Kony
Joseph Kony. Foto: African Union
6 abr 2025 07:57

Era un día cualquiera, cotidiano, un jueves en un centro comercial de la ciudad de Atiak, Uganda. Los adultos paseaban atendiendo a los distintos puestos de madera mientras los niños correteaban por el mercado. De pronto irrumpieron unos hombres armados disparando al ejército ugandés. Muchos de los civiles quedaron atrapados en el fuego cruzado, entre tanto los rebeldes incendiaban las chozas de alrededor. Cuando el ejército no pudo contener la ofensiva, los insurgentes se hicieron con el poder de la zona. Pero no era suficiente. Así que capturaron a un grupo numeroso de civiles, y el jefe Vicent Otti exclamó: “ustedes los acholi se han negado a apoyarnos. Ahora les daremos una lección”. Acto seguido, los apresaron y seleccionaron a varios para ingresar en la guerrilla y, al resto, los condujeron hacia un río próximo al poblado. En ese lugar, tras una variedad de insultos por su supuesta colaboración con el gobierno, separaron a los niños y hombres en un costado de la orilla y el jefe de la guerrilla ordenó ejecutarlos mientras obligaban a las mujeres a aplaudir efusivamente. Corría la mañana del 20 de abril de 1995, y esa masacre era un episodio del terrorismo bajo discurso religioso que se repetiría en Uganda durante las siguientes décadas.

Pero la firma de la Masacre de Atiak no tenía la forma de la media luna con su estrella, sino la de la cruz católica. Y los versículos que justificaban sus acciones no eran las aleyas reveladas a Mahoma, sino las palabras de Cristo como “Cuanto a esos mis enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y delante de mí, degolladlos” (Lucas XIX, 27). Sin embargo, parece que el islam es la única religión donde se pueden encontrar pasajes que animan a la violencia. Y, bajo esta falsa premisa, cada vez es más frecuentes encontrarnos declaraciones como las del vicepresidente de Aragón Alejandro Nolasco que expresó que “En el Corán está implícita la yihad, la guerra santa”, sin atender a la existencia de distintas escuelas de interpretación (madhab), a la capacidad que ha demostrado la religión coránica para integrarse en los diferentes trasfondos culturales, o a la existencia de fragmentos similares en la tradición de otras religiones. El terrorismo adopta determinados ropajes para lograr resultados políticos que, en ocasiones, benefician a personas que viven muy lejos del teatro de operaciones. También la cruz y la sotana.

Estamos hablando del Ejército de Resistencia del Señor (ERS), un grupo que pretende instaurar el Reinado de Dios en La Tierra. Paradójicamente, fue financiado por Sudán —el mismo país que había cobijado la agenda fundamentalista de Bin Laden— para debilitar a Uganda como respuesta a su apoyo al Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán en la parte sur del país. Su líder político, que pasó de monaguillo a médium espiritual, Joseph Kony, perseguido por la Corte Internacional, defiende que del mismo modo que Moisés fue elegido por Dios para entregar la ley escrita, él ha recibido el encargo de erigir una teocracia en Uganda regida por los 10 Mandamientos Bíblicos.

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¿Qué es el ERS y cuál es su relación con los acholi?

En origen, el ERS surge como una forma de autodefensa de una parte de los acholi tras el derrocamiento del presidente del mismo pueblo, Tito Okello, por parte de Museveni. Cuando este llegó al poder desencadenó una ola de represión contra los acholi al considerarlos parte del gobierno anterior. Ante ese ataque, primero surge el Movimiento del Espíritu Santo, al que pertenecía Joseph Kony, que bajo el mando de Alice Auma comenzó la primera rebelión, que, adornada con terminología religiosa, no logró su objetivo. Como consecuencia del fracaso, Joseph Kony tomó el relevo presentándose como su primo y fundando el Ejército de Resistencia del Señor en 1987.

Sin embargo, con el paso de los años, sus ataques comenzaron a volverse contra los acholi. La razón es que Josep Kony considera que les habían fallado y, por tanto, había que limpiar a ese pueblo de pecadores. Tan es así que pasaron de ser el sujeto de liberación al blanco principal de su brutalidad. Por tanto, muchos expertos convienen en hablar de doble conflicto: primero entre ERS contra el Gobierno de Uganda, pero también como una guerra civil entre acholi — aunque no se dan los parámetros para hablar de guerra civil, pues no existen dos ejércitos en combate —. Y, tristemente, se da la circunstancia de que son percibidos por otras etnias como verdugos cuando son los principales perjudicados, hasta el punto de que se ha hablado de autogenocidio y algunos autores han establecido analogías con los jemeres rojos.

Prueba de esta desafección de los acholi hacia el ERS fue el linchamiento de Gulu Town. Que tuvo lugar cuando la población civil asesinó a golpes a tres miembros de la guerrilla entregados por la Cuarta División del ejército de Uganda. Fue el producto de una indignación larvada durante años por los fuertes ataques hacia ellos, incluso a los propios símbolos que aseguran venerar —como atestigua la quema de iglesias locales en Bereamburu en 2009— por su escaso apoyo al ERS. Por ese motivo, es un error identificar a los acholi con ERS. Y esto es extensible a otras formas de terrorismo bajo discurso religioso. Pues sería, asimismo, un error identificar musulmán con yihadista. Son numerosos los ejemplos de cómo estos grupos terroristas se ensañan contra aquellos que pretenden representar como, por ejemplo, el asesinato de 300 miembros de las tribus sunnitas iraquíes por no plegarse ante el DAESH.

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Estado actual del ERS

Desde los años 90 hasta la actualidad, la actividad del ERS ha disminuido considerablemente. Las últimas noticias de atentados por parte de este grupo datan de 2016 cuando secuestraron en La República Centroafricana a una docena de personas y asesinaron a un aldeano. Pero desde entonces parece que permanecen en relativa calma, aunque continúan organizados y armados. No obstante, poseen tras de sí un historial criminal vastísimo, especialmente contra la infancia: desde el secuestro de más de 8.000 niños la mayoría utilizados como soldados y como esclavos sexuales, el asesinato masivo o el fenómeno de los caminantes nocturnos que son aldeanos que, aunque en menor medida, actualmente siguen desplazándose cada noche hacia ciudades o centros de refugiados internos por temor al secuestro del ERS. A partir de 2005, y la firma de los Acuerdos de Nairobi entre Sudán y Uganda, Sudán dejó de financiar al ERS, aunque excombatientes han afirmado haber recibido ciertos suministros años más tarde. A pesar de su relativa inactividad, Joseph Kony sigue oculto y los intentos de captura, incluso las misiones estadounidense de Barack Obama impulsadas por la ONG Invisible Children para capturarlo en la zona selvática de RCA —con el nombre Ley de Desarme del Ejército de Resistencia del Señor y Recuperación del Norte de Uganda— que aterrizaron en el país en diciembre de 2011 han resultado infructuosas.

A parte del saqueo a civiles, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas señala que el grupo se financia mediante la caza furtiva, el tráfico de colmillos de elefantes y marfil. Además, su actividad tiene lugar en el Este de la República Centroafricana donde hay grandes minas que exportan diamantes y oro para trasladarlo luego a Sudán. Por esta razón, es plausible que los diamantes de sangre —los diamantes obtenidos en zona de conflictos que emplean guerrillas o ejércitos regulares para sufragar y prolongar el conflicto — tengan algún papel en la pervivencia del grupo. Según aseguró ante la BBC un antiguo guardaespaldas de Kony llamado Kidega, que ejerció durante los años 2014 hasta 2016, la actividad de la organización consiste únicamente en robar vivienda a civiles y traficar con diamantes, dinero, y oro en la RCA.

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El caso de Invisible Children y la intervención estadounidense

Parte de la notoriedad internacional de Joseph Kony y el ERS se debe a la ONG Invisible Children. Esta organización fue creada en San Diego en 2004 después de que varios de sus fundadores viajaran a Uganda. Aunque su idea inicial era grabar un documental sobre el conflicto de Darfur en el vecino Sudán, cuando se encontraron con el horror del ERS cambiaron de planes. Dar con este grupo fue interpretado por uno de ellos, Russell, un miembro activo de la evangélica Iglesia Emergente, como una epifanía, como el momento en que Dios le estaba desvelando su propósito vital. Desde entonces, han organizado acampadas como Displace Me que congregó a 67.000 activistas en Portland o la elaboración de documentales como Kony 2012. Incluso organizó una campaña política para que Obama interviniera en el país — aunque el mando africano de Estados Unidos AFRICOM ya había participado anteriormente en varias operaciones para terminar con el ERS — obteniendo cierta presencia en la sociedad civil estadounidense.

Sin embargo, tras la incursión de la administración de Obama en África Central para, presuntamente, acabar con Kony comenzaron a florecer las críticas hacia la ONG y al propio gobierno, especialmente con la declaración de Obama de que la incursión respondía a los intereses de seguridad nacional y de la política exterior de los Estados Unidos cuando ERS nunca había atacado a los estadounidenses. De modo que muchos analistas lo interpretaron como una retribución por el apoyo del gobierno de Uganda a la independencia de Sudán del Sur y la importante colaboración en la Misión de la Unión Africana en Somalia contra Al-Shabaab. Otros también lo interpretaron en relación con los descubrimientos de petróleo en el lago Alberto, al oeste de Uganda. Y eso unido al trabajo de Invisible Children produjo, según un artículo de Foreign Affairs de 2011, «que los intereses internos al menos no entrarán en conflicto con los altos intereses estratégicos de Estados Unidos». No obstante, el trabajo de Foreign Affairs, que es la revista oficial del Council of Foreign Relations — uno de los think thanks más relevante en materia de política exterior estadounidense—, acusase a Invisible Children de “manipular hechos con fines estratégicos, exagerando la escala de los secuestros y asesinatos del LRA”  o de que “raramente se refieren a las atrocidades de Uganda o las del Ejército Popular de Liberación de Sudán”, acusación rechazada por la organización Resolve, vinculada a Save The Children, también señalada por el Council of Foreign Relations. Resolve afirmaba haber reportado abusos militares en la zona o presionar en las conversaciones de Paz en Juba para que Estados Unidos responda a las atrocidades del gobierno ugandés.

En la misma línea, Michael Deibert, un periodista que escribió el libro República del Congo entre la esperanza y la desolación expone que al respaldar leyes como a Ley de Desarme y Recuperación del Norte de Uganda del ERS, se fortalecen y legitiman las atrocidades de un presidente, que, según ha declarado, ha cometido asimismo crímenes contra los derechos humanos, incluyendo el uso de niños soldados para tomar el poder. Entre otras polémicas de Invisible Children se encuentra la foto de tres fundadores en las negociaciones de Juba en 2008 posando junto a miembros armados del SPLA, la filtración de documentos por parte de Wikileaks que señalan que habían proporcionado información del paradero del niño soldado Patrik Komakech al gobierno de Uganda o el hecho de que la cofundadora Laureen Pole habría participado en la compra de servicios de contratistas privadas como Eeben Barlow  — al que la comisión de Verdad y Reconciliación consideró culpable de asesinatos durante al apartheid sudafricano — para entrenar a las fuerzas armadas ugandesas.

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¿Un verdadero conflicto religioso?

En efecto, cuando se aborda África persiste el imaginario de conflictos étnicos o religiosos, especialmente de grupos salafistas. Sin embargo, este imaginario es muy limitado. Fuera de casos brutalmente violentos como Boko Haram o El Estado Islámico del Gran Sahara, observamos como, en otras latitudes como Sri Lanka, la mayoría étnica cingalesa empleó el budismo — una religión que nos costaría asociar con la violencia — como justificación ideológica de la lucha contra Los Tigres de Liberación de Tamil Eelem que es un pueblo mayoritariamente hindú. En este marco se generaron las condiciones para la fundación de la organización política ultranacionalista Bodu Bala Sena que defiende como pilar fundamental la protección del budismo Theraveda, y para esta presunta defensa han llamado a la violencia contra los musulmanes. Ejemplo de ellos fueron las protestas de 2014 contra la certificación de la comida halal — lo que puede tener un componente económico — al considerar que la violencia es un mal menor para la preservación del budismo y que las víctimas poseen un karma negativo, o justificando mediante la figura del rey justo (Dharmaraja) que aplica la violencia para salvaguardar el bien común o también a través de las Jātaka, que incluyen relatos de sacrificio y guerra.

Además, no se puede ignorar que estos conflictos religiosos suelen ser avivados, en ocasiones hasta fabricados, por intereses foráneos. A este respecto tenemos la noticia de la multinacional cementera francesa Lafarge que fue condenada en 2022 por la justicia americana por financiar a grupos tafkiristas como el Estado Islámico o al Frente Al Nusra. Otro ejemplo es la ruptura de relaciones diplomáticas con Ucrania por parte de Malí y Níger tras señalar su supuesta implicación en un ataque a los mercenarios rusos de Wagner. Estas acusaciones se sustentaron en la propia declaración de Andriy Yusov, portavoz de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa, quien afirmó que los atacantes “recibieron la información necesaria que hizo posible llevar a cabo una exitosa operación militar contra los criminales de guerra rusos”. Las fotografías de los rebeldes tuareg sosteniendo la bandera ucraniana se suman a la evidencia. También se ha especulado —a raíz de la filtración de los correos electrónicos de Podesta en 2014 — que varios países del Golfo podrían haber patrocinado a grupos como el Estado islámico.

Todos estos episodios deberían conducirnos a una reflexión a la hora de analizar la violencia religiosa. Tal vez la causa no esté tanto en el más allá, sino en el inmediato más acá: lugar donde las relaciones internacionales y los intereses políticos organizan y administran los conflictos religiosos en función de sus beneficios, lo que explica que el terrorista de hoy pueda ser el socio estratégico del mañana. Por tanto, quizás antes que seleccionar versículos para entender el terrorismo bajo discurso religioso es más conveniente obedecer los consejos de Garganta Profunda en Todos los hombres del presidente: si quieres saber qué es lo que está detrás sigue el rastro del dinero.

Artículo realizado en el marco del curso África: temas, enfoques y narrativas periodísticas, de la escuela de periodismo crítico de El Salto Diario.

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