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Memoria histórica
Marcelino Massana, genio y figura hasta la sepultura
Saludos cuadrilla, aquí estamos una vez más en nuestra cita mensual. Después de la avalancha de datos que fueron las cuatro entradas del “censo de libertarios españoles en la Resistencia francesa y las redes de evasión”, hoy cambiamos de tercio y nos vamos con un tema más digerible y fácil de leer. Estuve pensándo si meterme con el tema de los riojanos que participaron en las diversas columnas que combatieron en la Guerra Civil, pero al final me he decantado por un anecdotario suculento, alrededor de la figura del guerrillero catalán Marcelino Massana.
Siempre he tenido una especial debilidad por este hombre. Por un lado, había nacido en el mismo pueblo que yo, en Berga, y sobre todo, que yo sepa fue el único encargado de grupo que no perdió a ninguno de sus hombres durante los años que estuvo actuando, entre 1944 y 1951. Si tenemos en cuenta la cantidad de bajas que tuvieron las partidas entre guerrilleros muertos y otros detenidos y encarcelados, lo del grupo de Massana es algo inédito y sobresaliente.
Pero además, Massana, también conocido con los apodos de “Pancho”, “Gordo” o “Gros”, era un tipo de lo más peculiar. Se movía por valles y montañas como si de su casa se tratara, lo cual no está mal, pensando que pesaba más de 100 kilos, lo que nunca fue un impedimento ni para sus labores de guía, ni de guerrillero. Era de buen comer y de buen beber, y como se dice en Cataluña, era mucho “de la broma”, pues le encantaba tirar de humor e ironía. Durante la guerra civil fue uno de los milicianos del alto Llobregat que se enrolaron en la “Columna Tierra y Libertad”, para posteriormente pasar a la “Carod y Castán”. Una vez terminada la contienda, tras sufris campos de concentración y prisiones, para conseguir evitar la presión de las fuerzas de seguridad, empezó a realizar trabajos en el monte y posteriormente a hacer el contrabando desde Andorra. Para dicha labor, contó con la inestimable ayuda de “el Borni de Peguera”, junto al que aprendió los caminos que luego recorrería como guerrillero.
Pero hoy, mas que relatar sus azañas guerrilleras, le vamos a dedicar el espacio a sus jugosas anécdotas... pues eso... al turrón!!!
Massana, con su carácter socarrón, fanfarroneaba de que a él siempre le habían gustado mucho las faldas, y siempre andaba, durante su juventud, persiguiendo muchachas. Comentaba que a su tío también le gustaban mucho las faldas, pero las negras, y que por eso se había hecho sacerdote. Como él se negó a ponerse la sotana, tuvo serios problemas con la familia. Entre risas y chanzas reconocía, que no habría sido muy buen cura, con la afición que tenía por el sexo opuesto.
De su etapa de contrabandista, primero con el “Borni de Peguera” y luego con Francesc Comardons y Artur Perpiñá, sabemos de una de sus historias. Se cuenta de esta época, que el grupo fue sorprendido mientras pasaba de Andorra hacia Berga. Tras el “alto a la guardia civil”, el acto reflejo era tirar “el paquete” y salir corriendo en diversas direcciones. Uno de ellos, de constitución fuerte, salió corriendo con paquete y todo, siendo el único que salvó la carga. No era otro que Massana. No solo se acostumbró a salvar la carga, después se encargó de pasar y salvar tanto a los miembros de su grupo como a diversas personas en sus múltiples pasos fronterizos.
Llegó su fama a extenderse de tal manera por la Cataluña central, que uno de sus enlaces, Josep Piñol, escuchó una vez por Manresa como una madre le decía a su hijo pequeño “Mira, como no te portes bien, se lo diré a Massana”.
El guerrillero siempre se jactó de su buena estrella con respecto a la guardia civil, y de que solo lo habían arrestado una vez, por suerte para él, fue cuando tenía 10 años y la causa fue armar follón en el cine de Solsona.
Y es que sus historias con los civiles dieron para mucho. En la calle Mayor de Berga pidió lumbre a un teniente de la benemérita, poco después de una acción. Dicho oficial, o desconocía realmente a Massana en persona, o prefirió hacerse el loco y ahorrarse un problema. En el pueblecito minero de Figols, cenó mezclado con contrabandistas, mineros y guardias civiles, la mayoría de ellos almerienses. Como almeriense era el guerrillero Antonio Torres Molina “Gachas”, amigo de varios de los mineros y contrabandistas de los que se sentaron a la mesa aquella noche junto a Massana y su compañero. La velada transcurrió animada y sin problemas.
Si tomamos el testimonio de Jesús Martínez Maluenda “el Maño”, buen amigo de Massana, guía libertario, y tan prudente y escurridizo como él, a quien llamaba cariñosamente “el Gordo”, nos encontramos con otra sabrosa historia que hace referencia a los picoletos.
En el pueblo de Balsareny, había un café al que nuestro personaje solía acudir. Tenía muy buena relación con el dueño del establecimiento, quien además solía pasarle informes sobre policías y civilones. Estando un día Massana tomando café con otras tres o cuatro personas en dicho local, entró un paisano desconocido, aunque pronto le advirtieron sus contertulios de que este era uno de los guardias que habían llegado recientemente al pueblo. Dicho y hecho, poco después el desconocido se acerca a la mesa y empieza a pedir información sobre “Panxo”. La conversación no tiene desperdicio:
GC- ¿Es verdad que por aquí pasa un individuo que se llama Massana?
M- Perdone. ¿Como es que viene aquí a informarse de este Massana o de quien sea? ¿Usted quien es? Si es policía necesita enseñar la autorización de sus superiores. ¿Verdad que no lleva pistola? ¿Y si se encuentra con el Massana o con alguno de su grupo, que le harán, si saben que es usted policía? Porque usted es policía.
GC- Soy guardia civil.
M- Pues mire, usted no tiene derecho a presentarse de esta manera. Si el Massana estuviese aquí, le pegaría un tiro. Pero no para matarlo, le dispararía en una pierna y a usted le harían ir a un juzgado militar por dejarse herir por un maqui.
M- ¿Ya está satisfecho? ¿Ya tiene los informes que quería?
GC- Pero si no me he informado de nada.
M- Pues cuando vaya al cuartel, ya le informará el oficial.
El guardia, nervioso, se dio media vuelta y salió a la calle, seguido por “el Gordo”.
M- Escuche, tengo que decirle una cosa. Sabe con quien ha estado charlando? ¡¡Ha estado hablando con el Massana!!
GC- Si hombre, no se ría de mi, el Massana me habría querido matar.
M- Se equivoca, porque el Massana soy yo.
GC- Venga ya, usted me quiere tomar el pelo, porque si fuera el Massana no me lo habría venido a decir, o me lo habría dicho de otra manera.
Así se quedaron las cosas y cada uno siguió su dirección. Cuando el guardia llegó al cuartelillo, se lo comentó a su oficial, y este le preguntó como era aquel hombre. El guardia respondió que era alto y fuerte, y que hablaba medio en catlán medio en castellano. La respuesta de su jefe lo dejó atónito:
“Era el Massana. Me cago en la hóstia, era el Massana de verdad”
Aunque la más conocida de sus anécdotas civilonas le pasó en Berga. Un nuevo capitán de la Guardia Civil llega al puesto de Berga, capital de la comarca. Entre sus misiones: acabar con la guerrilla y con el famoso Massana.
Un día, en el café Colón, tras tomar café y copa, se acerca a pagar lo consumido. Entonces, el camarero dice que al capitán le han invitado. Sorprendido, pregunta quién. El dueño responde que un hombre robusto que acaba de irse; que decía llamarse Marcelino Massana y que le ha dicho que ya lo conoce usted. El oficial monta en cólera y jura y perjura que atrapará a aquel desvergonzado malhechor. No acaba aquí la cosa. La gente de las comarcas cercanas a Andorra tiene durante esos años la costumbre de escuchar Radio Andorra.
Un par de días más tarde de la invitación al capitán: sorpresa y risas entre los oyentes. No de todos, claro. El locutor dedica una canción al comandante de la Guardia Civil de Berga. Espérame en el cielo de Antonio Machín, de parte de un tal Massana.
Las anécdotas sobre el guerrillero son numerosas, que si lo han visto en las cercanías de Sallent vestido de cura, que si en el Quer Foradat ayudó a decir misa a un “mossén” amigo suyo, que si consiguió una mula gratís para un pobre campesino, pues le había dado dinero para adquirirla, pero luego “Panxo” se lo robó al tratante, que si hizo desfilar en calzoncillos a un empresario que abusaba de sus obreras en La Plana... en fin, que podríamos seguir y seguir.
Para ir terminando, y ya muchos años después de que Marcelino colgara las armas, vemos que Massana no había perdido el humor. Cuando Josep María Reguant escribió el libro sobre las memorias del guerrillero, en el año 79, desde la editorial invitaron a ambos a la fiesta de los premios literarios Mundo. Una vez allí, les tocó en la mesa junto a personajes como Manuel Cruells o Heriberto Barrera. Un famoso fotógrafo se acercó entonces a Massana para pedirle una foto. “Señor Massana, me gustaría hacerle una foto dándole la mano al presidente”. A lo que Panxo respondió “Disculpe joven, tanta distancia hay de aquí al presidente, como del presidente aquí”, dejando claro que no estaba dispuesto a levantarse para saludar al “president” que estaba en la mesa de al lado.
Fuentes: El maquis anarquista (Ferrán Sánchez), Marcelino Massana. ¿Terrorismo o resistencia? (Josep Mª Reguant), L´ombra del maquis (Jaume Serra), Marcel.lí Massana. L´home més buscat (Josep Clara) y https://blocs.mesvilaweb.cat/txemabofill/entrevista-a-josep-maria-reguant-lescrivent-del-massana/