We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La mirada rosa
Faltan activistas
“¿Creéis que aumentarán los matrimonios entre personas del mismo sexo si gobiernan Feijóo y Abascal, por miedo a que lo deroguen?”, pregunté, cuando, con las cañas y los refrescos mediados, un momento de silencio interrumpió la conversación.
—No, —respondió tajante Ignacio Paredero, que conoce muy bien los datos— ahora mismo se mantiene el número año tras año y ha subido hasta el máximo. Aunque hubiera un aumento, apenas se notaría.
—Pero, a ver, yo no creo que puedan hacerlo —decía Ramón López, recién incorporado oficialmente a las filas de nuestro movimiento social—. El matrimonio es algo que ya tiene asumido todo el mundo y contra eso es difícil luchar. Nunca se atreverían a derogarlo y, si lo hicieran, muchísima gente protestaría, más que nunca.
“Basta con que empiecen diciendo que se mantendrán los mismos derechos, pero que el nombre no será “matrimonio”. Con eso tal vez la gente ni se inmute y, llegado el momento, solo tienen que empezar a limitar esos derechos”
—Es que no tienen por qué derogarlo, pueden hacer otras muchas cosas. —Emilio de Benito, que, como se decía antes, ha librado ya mil batallas, tanto por sus derechos como por su propia vida, lo tenía muy claro—. Basta con que empiecen diciendo que se mantendrán los mismos derechos, pero que el nombre no será “matrimonio”. Con eso tal vez la gente ni se inmute y, llegado el momento, solo tienen que empezar a limitar esos derechos. Se puede hacer de mil maneras.
—Pero la gente se echaría a la calle —decía Ramón—. Ese debate lo tenemos totalmente superado y no colaría la manipulación.
—También salimos en masa cuando mataron a Samuel —le respondí— y pocos días después parecía que nadie recordaba lo que había ocurrido.
—Pero la militancia gay del PP presionaría para impedirlo.
—Bueno, eso llevan diciéndonoslo años y mira el resultado. Además, les bastaría con dar por amortizada esa parte de su militancia y centrarse en el resto, en toda esa gente que lleva mucho tiempo sin poder decir públicamente lo que piensa en realidad.
Puede que Magnus Hirschfeld, rodeado por sus compañeros del Comité Científico-Humanitario, también creyera que el ascenso al poder del NSDAP no iba a suponer un cambio radical
Yo no dejaba de pensar que en la Alemania de hace casi cien años quizá se produjera una conversación similar. Puede que Magnus Hirschfeld, rodeado por sus compañeros del Comité Científico-Humanitario, también creyera que el ascenso al poder del NSDAP no iba a suponer un cambio radical. No sabían aún que Hitler comenzaría muy pronto la persecución, ni que el propio Magnus moriría en el exilio poco después. Emilio, Ignacio, Ramón y yo, junto a Ronny y Oliver, en aquella charla amistosa el pasado viernes, cuando conmemorábamos el Día Internacional contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia, tampoco sabíamos que horas antes había muerto Roberta Marrero.
Sí sabíamos que tres mujeres lesbianas habían sido asesinadas en Argentina. Algunos de mis compañeros se acercarían después al memorial frente a la embajada, que, al margen de nuestro duelo, se preparaba para recibir a Javier Milei, recién llegado a España para apoyar el pandemónium que la extrema derecha europea celebraba ese fin de semana.
Nos faltan activistas; nos sobran fascistas. El amor que defendía Roberta en su última nota —“I love you all”— corre un serio peligro, aunque aún no queramos admitirlo. Nosotros salíamos de la presentación del último libro de Gustavo Pecoraro, donde habla del VIH y la visibilidad, de que no es necesario convertirse en un activista de nuestras causas, pero sigue siendo necesario, de que Alguien tendrá que serlo. Anímate, comprométete, porque nos haces falta.