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La mirada rosa
Leer a cara des-cubierta
Siempre que le hablo de la portada de un libro, mi amiga Miren, en la trastienda de la fantástica librería Mujeres y Compañía donde trabaja, me recuerda con vehemencia que ese trozo de cartón que envuelve las tripas de cualquier volumen realmente se llama “cubierta”. El lado posterior, como es lógico, tiene por nombre “contracubierta”. Son datos técnicos que tal vez solo interesen a quienes acostumbramos pasearnos por los bosques de la literatura, pero hace pocos días, visitando Berkana —la otra librería donde paso varias horas a la semana—, el nombre de esa parte de los libros ha cobrado una importancia especial.
Hace tiempo era realmente complicado identificar esa literatura que hoy llamamos “LGTBI”. Cuando un libro había sido publicado por una gran editorial resultaba prácticamente imposible saber a primera vista si entre sus páginas aparecería alguna referencia a la realidad de lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales. Incluso las obras de autores visiblemente LGTBI presentaban sus tramas con un pudor extremado, de suerte que, como mucho, solo a través de ciertos códigos muy particulares podía comprenderse qué tipo de texto ofrecían.
Hemos leído muchas novelas donde el protagonista “explora su identidad”, “descubre una forma diferente de vivir” o “debe enfrentarse a sus secretos”, que es lo que aparecía en aquellas misteriosas contracubiertas, o mejor “encubiertas”
Creo que es una experiencia compartida: hemos leído muchas novelas donde el protagonista “explora su identidad”, “descubre una forma diferente de vivir” o “debe enfrentarse a sus secretos”, que es lo que aparecía en aquellas misteriosas contracubiertas, o mejor “encubiertas”, porque con esos textos ambiguos pretendían ocultar la verdadera naturaleza del libro que abrazaban.
Con el tiempo nuevas editoriales visibles y valientes comenzaron a publicar sin esos melindres. Por fin las traseras ofrecían los argumentos con claridad y ya no era necesario aprender a leer entre líneas. La oferta literaria empezaba a parecerse a la vida real: cada vez eran menos las personas que encubrían su verdadera forma de ser y también los libros podían salir de sus armarios de cartón.
En los últimos años un gran número de editoriales generalistas se han ido sumando a publicar sin remilgos literatura LGTBI visible y “des-cubierta”, pero, aunque siempre es motivo de celebración disponer de más publicaciones sobre las cuestiones que históricamente han sido relegadas a un segundo plano o, peor aún, al espinoso campo de la denominada “subliteratura”; surge ahora el problema de que no toda visibilidad debe considerarse positiva, más aún cuando esa supuesta visibilidad no aparece por ningún sitio.
Hace unos días llegó a Berkana ‘’A la sombra de un laurel de indias’, escrita por Jesús Nadador y publicada por la editorial Roca, en cuya contracubierta no aparece ni una sola mención a que la homosexualidad del hijo del protagonista es el centro de la trama
Hace unos días llegó a Berkana A la sombra de un laurel de indias, escrita por Jesús Nadador y publicada por la editorial Roca, en cuya contracubierta no aparece ni una sola mención a que la homosexualidad del hijo del protagonista es el centro de la trama. Por eso Mili Hernández, que a estas alturas ya ha tenido que aguantar demasiados silencios, decidió añadir a la estantería donde descansa el libro un pequeño cartel donde puede leerse Este libro tiene temática LGTBIQ+, pero Roca Editorial no quiere que lo sepas y, a continuación, un resumen de cuál es el verdadero argumento de la novela.
Aún no la he leído, pero se agradece que, frente a quienes deciden invadir un género literario por intereses comerciales —pese a que les gusta tan poco como para pretender borrar sus huellas y las tramas de sus publicaciones—, haya quien siga protegiendo las lecturas de quienes siempre hemos querido leer a cara “des-cubierta”.