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Memoria histórica
El Patronato de la Mujer, el centro donde encerraban a las mujeres que desconoce la ministra de Igualdad

Nancy Shannon recordaba en una entrevista cómo las monjas le robaron el dinero que su hermano le dio la Navidad que pasó interna en los asilos de las Lavanderías de la Magdalena. Pilar Dasí vivió algo muy parecido cuando la trasladaron de un centro del Patronato a otro para que pudiera ir a trabajar. “El dinero que yo ganaba se lo quedaban las monjas”, recuerda esta psicoanalista. Afortunadamente, su historia no fue como la de sus compañeras y Pilar estuvo poco tiempo institucionalizada. “Yo me salvé gracias al Partido Comunista, al amor y a la suerte”.
Alrededor de 30.000 niñas y mujeres sufrieron el abuso de la Iglesia católica en las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda, mientras que en España, el Patronato de Protección a la Mujer se encargó durante el franquismo de dar forma a un modelo muy similar de violencia institucional que permaneció en funcionamiento hasta 1985.
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El objetivo de las dos instituciones fue reeducar a quienes se atrevían a desafiar el modelo de mujer ejemplar impuesto por la Iglesia católica. “Había chicas que no habían hecho nada, es que nadie había hecho nada, pero se había considerado que no estábamos en el buen camino”, dice Mariona Roca Tort en Els buits (2024), el mediometraje documental que cuenta su historia como superviviente del Patronato. Una mujer “caída” o “descarriada” podía ser cualquiera. Los motivos eran diversos, aunque la finalidad siempre era perseguir los comportamientos que pusieran en peligro el arquetipo de la mujer madre y esposa. Asistir a manifestaciones en contra del régimen franquista, ser víctima de abuso sexual o madre soltera eran razones suficientes para ser internada en uno de los centros dependientes del Ministerio de Justicia. “Leía mucho, iba al cine y llevaba minifalda, eso fue todo lo que hice cuando me metieron en las Adoratrices en 1970. Lo recuerdo perfectamente porque tenía una libreta en la que anotaba las películas que veía y por eso sé la fecha exacta”, dice Dasí.
“Leía mucho, iba al cine y llevaba minifalda, eso fue todo lo que hice cuando me metieron en las Adoratrices en 1970", cuenta Pilar Dasí, víctima del Patronato de la Mujer
El aislamiento jugaba un papel fundamental en las dinámicas de represión y punición de estos centros. “Lo que hacían era desvincularte del lugar en el que vivías, llevarte a la otra punta de España para que en caso de fuga, que ya contaban con eso, no tuvieras a nadie”, dice Consuelo García del Cid, investigadora, escritora y superviviente. El silencio, la explotación laboral en los talleres y la vergüenza se convirtieron en el día a día de las mujeres y niñas que pasaron por las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda y los centros del Patronato de Protección a la Mujer de España. “No era solo una represión moral, era anulación de la personalidad, malos tratos físicos y psicológicos, adoctrinamiento religioso y trabajos forzados”, concluye García del Cid.
Un pacto de silencio que se está rompiendo
En ambos países se dio una alianza entre Iglesia y Estado, que, junto a la complicidad de la sociedad, permitió a las órdenes religiosas imponer su férreo control. “El caso de Irlanda tiene un paralelismo absoluto con España”, dice Pilar Iglesias, autora de Políticas de represión y punición de las mujeres: Las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda y el Patronato de Protección a la Mujer de España (Círculo Rojo). Las investigadoras y supervivientes reclaman una comisión de investigación oficial que no se limite únicamente al perdón público de la Iglesia. En este sentido, Iglesias exige al Estado “dotar de recursos públicos a las comisiones de investigación” y garantizar que estas puedan acceder a los archivos de las órdenes o “investigar a las empresas que se aprovecharon del trabajo realizado en los supuestos talleres formativos”. No obstante, la autora insiste: “La asunción de responsabilidades y la reparación son cuestiones que competen a las órdenes religiosas”. Se cumplen 40 años del fin del Patronato y desde la Conferencia Española de Religiosos (Confer) confirman la apertura de canales de escucha y la creación de un grupo de trabajo encargado de recopilar la información, aunque la investigación se encuentra en su fase inicial.
El miedo y la desconfianza son inevitables entre las supervivientes y las investigadoras. Durante muchos años han luchado en la sombra por la reparación pública. En privado, las religiosas han reconocido sus actos en numerosas ocasiones. “A lo mejor es gracias al testimonio de las monjas que se puede iniciar este proceso de perdón”, reconoce María Palau, periodista. Sin el testimonio de esas monjas, “la Confer podría decir que aquí no ha pasado nada porque nadie recuerda nada”, lamenta la autora de Indignas hijas de su patria. Crónicas del Patronato de Protección a la Mujer en el País Valencià (2023).
Memoria histórica
Memoria Olvidadas por la historia: las mujeres del Patronato
Aunque la incidencia política empieza a dar sus frutos, por el momento sólo se ha llevado a cabo un proceso individual al que se han sumado voces desde la investigación, la literatura, el cine y el periodismo.
En una reunión celebrada recientemente con la ministra de Igualdad, Ana Redondo, el grupo de investigadoras y supervivientes pidió la puesta en marcha de esquemas de reparación siguiendo el modelo de Irlanda y la necesidad de incluir a las supervivientes del Patronato en los supuestos de víctima del artículo 3 de la ley de memoria democrática, del que quedaron excluidas. Después de mucho tiempo, Consuelo García del Cid parece ver la luz por fin y se muestra esperanzada y con ilusión. “La ministra no tenía ni idea de la existencia del Patronato, pero ha sido muy colaborativa y se ha comprometido con nosotras”, cuenta. Asimismo, se reclamó una reunión con los ministros de Justicia, Política Territorial y Memoria Histórica, y Juventud e Infancia. La periodista María Palau Galdón, presente en la reunión, recuerda que “el objetivo ahora mismo es seguir ocupando espacios: el espacio mediático y el espacio de la incidencia política” para poder llegar a iniciar un proceso institucional.
“La ministra no tenía ni idea de la existencia del Patronato, pero ha sido muy colaborativa y se ha comprometido con nosotras”, cuenta Consuelo García del Cid, víctima de esta institución
Gracias a la movilización de la sociedad civil irlandesa, el Estado reconoció en 2013 la violación sistemática de derechos humanos en los asilos de las Lavanderías de la Magdalena, e inició un proceso de reparación que se extiende hasta hoy. En España, aunque tímidamente, cada vez estamos más cerca de saldar una deuda con nuestra memoria democrática. “El perdón público es una manera de reconocer lo que sucedió en los centros del Patronato y un mecanismo para que la vergüenza cambie de bando”, dice Consuelo García del Cid. “Significaría dar un paso hacia delante en la lucha por conseguir que las mujeres pierdan el miedo a contar sus testimonios”.
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Sin duda, tenemos a la gente más preparada en los puestos de responsabilidad :/