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Memoria histórica
Buscan a nueve represaliados por el franquismo bajo la tumba del primer fascista del país
Sobre las 8:30 de la mañana de ayer los arqueólogos de la Asociación científica Arqueo Antro comenzaron en el cementerio de Enguera (València) el proceso de exhumación de José María Albiñana, presidente y fundador del Partido Nacionalista Español (PNE), con el objetivo de dar con los restos de nueve personas, autoridades locales del gobierno republicano fusiladas al caer el pueblo en manos del bando sublevado, que fueron sepultadas en una fosa común bajo la que posteriormente se construyó el monumento en honor del político ultraderechista.
Los técnicos precisaron la ayuda de una grúa para levantar la enorme losa de piedra que cubría la última sepultura de las tres en las que había sido inhumado el doctor y político español nacido en Enguera. Tras más de una hora, los restos del que fuera el “primer fascista” español, según algunos historiadores, fueron cuidadosamente exhumados y depositados en un pequeño ataúd que fue trasladado a un nicho propiedad del Ayuntamiento de Enguera.
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En el proceso de recuperación de los restos, el director antropológico de Arqueo Antro, Javier Iglesias, señaló que no se aprecia en el estado de las vértebras de Albiñana “ninguna evidencia” que apunte a la decapitación del doctor, tal y como se afirmó en 1936 tras su violento asesinato en la cárcel Modelo de Madrid. Este comentario cobró relevancia al descubrirse que Albiñana, en su juventud, supuestamente fue masón, y que pudo deberse a un rito habitual en la masonería para castigar a aquellos que habían sido infieles, el cual consistía en decapitarlos, según indicó el investigador memorialista local Alfredo Barberá Cerdán, presente en los trabajos de exhumación.
El mausoleo, al igual que una calle dedicada a Albiñana en Enguera, incumplen con el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, que obliga a las administraciones públicas a la retirada de “escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones de conmemoración”
El mausoleo, al igual que una calle dedicada a Albiñana en Enguera, incumplen con el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, que obliga a las administraciones públicas a la retirada de “escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones de conmemoración”, lo que incluye las calles y monumentos franquistas. El presidente del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica en la Comunidad Valenciana (GRMH), Matías Alonso Blasco, también estuvo siguiendo los trabajos e insistió en que la ley debe “actuar por sí sola” puesto que existen “pruebas suficientes” para, a su juicio, tildar el mausoleo de “monumento frontalmente opuesto a la ley de la Memoria Histórica” por exaltación del fascismo.
José María Albiñana
José María Albiñana participó en los tres golpes de Estado contra el Gobierno de la II República: el de abril de 1936, el del General SanJurjo y el del 18 de julio. Este último que sí surte efecto le sorprende en Madrid, hasta donde se había desplazado por orden del General Mola para dar instrucciones sobre la sublevación al estamento militar. Según cuenta Barberá Cerdán, Albiñana era una figura pública muy conocida en España, “al comienzo de la guerra se refugia en casa de un amigo cura, pero en aquellos momentos por el anticlericalismo de la época no era una buena opción, así que para que no le reconocieran y poder moverse salía a la calle simulando ser una persona invidente”, apunta el investigador.
De esta forma consigue llegar hasta el Congreso de los Diputados y encerrarse en un despacho, un hecho que fundamenta en su “inmunidad política por ser diputado”, indica Barberá, quien comenta que finalmente consiguen llevárselo. “El vicepresidente de las cortes negocia con él por miedo a que los milicianos asalten el Congreso y se produzca una situación catastrófica”, señala el investigador memorialista, añadiendo que como consecuencia del acuerdo “un coche oficial del Gobierno de la II República lo traslada a la cárcel Modelo de Madrid”. Una vez en el penal, ante las noticias sobre la represión que se estaba ejerciendo en las zonas donde sí había prosperado el golpe de Estado, los milicianos anarquistas, como venganza, se hacen con el poder de la cárcel y tras “unos juicios populares rápidos” lo condenan a muerte y ejecutan “por fascista”, indica Barberá Cerdán.
Eventualmente, por su condición de diputado a José María Albiñana lo entierran en el Cementerio del Este de Madrid, a cargo del Gobierno de la II República. Días más tarde, la familia traslada el cuerpo a un nicho aparte dentro del mismo cementerio. Finalmente, después de la guerra en 1941, la familia transporta los restos al cementerio de su pueblo natal, Enguera, donde se construye el mausoleo en recuerdo al primer fascista español gracias a la recaudación a nivel nacional que el dictador Francisco Franco comienza en el año 40, según las investigaciones de Alfredo Barberá Cerdán.
Una fosa común bajo la tumba del primer fascista español
El 28 de marzo de 1939 el bando sublevado tomó el pueblo de Enguera, municipio ubicado al suroeste de València. A pesar de que en el pueblo no se había producido ninguna ejecución durante la guerra puesto que el gobierno local bajo control republicano trató de mantener el orden, la represión franquista no actuaría de la misma forma. Como prueba, en abril de 1939 detienen en Enguera a nueve autoridades republicanas: un guardia de asalto, dos alcaldes, tres concejales y tres integrantes del Comité Ejecutivo Popular. Los detenidos, tras un proceso judicial sin garantías, son condenados a pena de muerte por adhesión a la rebelión, la sentencia más común entre los ejecutados por el franquismo.
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Posteriormente se celebraron en los juzgados de Enguera los juicios sumarísimos que acabaron condenando a los detenidos a pena de muerte y sus cuerpos arrojados a una fosa común sobre la que dos años después se construiría el mausoleo en honor a Albiñana “con dinero de todos”, según destacó Matias Alonso Blasco, quien definió esta superposición de enterramientos como “una atrocidad, no ya por la personalidad del propio personaje, sino por como el Ayuntamiento y las fuerzas vivas lo utilizaron para ofender gravemente la moral de las familias de los fusilados” sepultados debajo, “es un gesto cruel donde los haya usar este tipo de monumentos para continuar aplastando la memoria de los vencidos”, sentenció el presidente del colectivo memorialista.
Para el presidente del colectivo memorialista se trata de “un gesto cruel donde los haya usar este tipo de monumentos para continuar aplastando la memoria de los vencidos”
Ante la necesidad de los familiares de recuperar los restos de sus seres queridos y la posibilidad de que la fosa se ubicara bajo el mausoleo, la familia pidió, en el mes de julio, un estudio con georradar en la zona sobre la que ahora se trabaja. Los hallazgos más relevantes, según los técnicos de la firma Gzone que llevaron a cabo la prospección, se fundamentan en la existencia de “suficientes elementos” indicativos de que en la zona ha habido un movimiento de tierras coincidente con el lugar donde los testimonios señalan la ubicación de las fosas.
El proyecto, financiado con 57.471 euros por la Conselleria de Participació, Transparencia, Cooperaciò i Qualitat Democràtica, forma parte de una primera fase que culminará en 2022 con la excavación de la fosa en la que, según los testimonios recabados, se encuentran nueve represaliados del franquismo fusilados en distintas fechas entre mayo y junio de 1939. “Le prometí a las familias que lograríamos recuperar los restos y aquí estamos”, manifestó el investigador local Barberá Cerdán visiblemente emocionado ante la ejecución de una actuación tan significativa en este largo proceso de reparación de la memoria de las víctimas.