Literatura
Munir Hachemi: “Eliminaría de raíz la norma lingüística”

En su nueva novela, ‘El árbol viene’, el escritor Munir Hachemi propone una utopía lingüística, aunque él prefiere hablar de heterotopía.
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‘El árbol viene’ es la nueva novela firmada por Munir Hachemi. David F. Sabadell

Fingir que esto es una entrevista normal sería tratar de mantener una impostura imposible. Conozco a Munir Hachemi desde niños, desde que una vez en el autobús del colegio, en primaria, se sentó a mi lado y me dijo, un poco preocupado, que yo le intrigaba mucho porque él enseguida encontraba un defecto y una virtud en la gente cuando la observaba y que en mí no conseguía encontrar ni lo uno ni lo otro. Por aquel entonces no sabíamos que soy escorpio. Yo no me acuerdo de qué contesté, pero hasta aquí seguimos. Ha publicado una nueva novela, El árbol viene, (Periférica, 2023), y mi madre me ha vuelto a escribir un whatsapp para preguntarme que a ver cuándo escribo yo algo, porque los artículos de El Salto “están bien, pero no es lo mismo”.

Munir es un amigo, así que esto no puede ser una entrevista al uso. Pero puedo contar que cuando entró al instituto (íbamos al mismo, uno concertado en Lacoma) se presentó a las elecciones como representante de los alumnos con el lema “El colegio es de todos, quema tu parte”. Los profesores prohibieron su candidatura, aun así hubo chavales mayores que escribieron su nombre en su papeleta y cuando salieron los resultados hubo gente corriendo por los pasillos gritando “tongo, tongo”.

Para entender la literatura de Munir hay que entender cómo era nuestro barrio. Sin centros sociales cerca, una especie de proto PAU atravesado por chabolas que fuimos viendo desaparecer según crecimos. La de la familia de nuestro colega W sigue en pie resistiendo el empuje de las piscinas. Solo teníamos los parques con sus bancos y sus mesas. Munir ha pasado más tiempo sentado en los bancos del parque del Jericó que en todas las bibliotecas juntas en las que haya estado. Como le gustaba la poesía, diseñó un juego de rol para escribir poemas con los colegas en el parque. Cuando lo bajó para probarlo a los minutos acabó bañado en kalimotxo.

Después de dos libros autopublicados y algunos fanzines, Munir se estrenó con la novela Cosas Vivas en 2018 con la editorial Periférica, la misma con la que ahora publica El árbol viene, una heterotopía sobre los mulai.

“Los mulai viven en comunidad en un domo en el centro de lo que llaman ‘la zona habitable’. Solo comen comida deshidratada. No tienen un sistema de sexo/género, aunque aquellos mulais con pene cubren con vergüenza ‘esa cosa inútil’. Por lo demás, van desnudos. Para reproducirse viajan a lo que llaman ‘el templo’, donde son inseminados por una máquina en el altar de la reproducción. No tienen tabúes sexuales, pero consideran que cualquier otra forma de inseminación es antinatural. Los mulai solo son capaces de transmitir información mediante historias. En su lengua, la escritura fija la oralidad, y no al revés. El fin de la lengua mulai es la propia lengua, no la comunicación. Al hablar, siempre se acompañan de pases de manos. El verdadero autor del libro, Nahum Cordovero o ‘el arqueólogo’, ha sido mulai, y por eso El árbol viene está hecho de historias, historias de los mulai o del diario del propio arqueólogo”. Así lo resume el propio autor en Twitter.

Bueno, ¿qué es lo primero de todo?
Lo primero de todo es cómo están los máquinas.

Hace poco, alguien me dijo que cada vez que se presenta y empieza a hablar de su trabajo se imaginaba una reunión de esclavos en la que todos están enseñándose las marcas de sus amos y hablando sobre ellas. Me molaría que te presentases tú, ¿cómo te gusta definirte?
Como un humilde hiperpollo de provincia.

¿Cuándo surgió la primera semilla de El árbol viene?
No sé exactamente cuándo. Sé cuándo empecé a escribirlo, hace unos tres años. Y la primera semilla es que leí un artículo, que no sé el rigor científico que tendrá ni me importa, que decía que el viaje a Marte ya es posible a nivel tecnológico, que de hecho en 2033 sería cuando más cerca iban a estar la Tierra y Marte. Pero se habían hecho ensayos y el problema es que duraría como seis meses en el mejor de los casos. Y esos ensayos de aislar a gente durante seis meses siempre habían acabado en problemas, conflictos o derivas psicológicas que no eran lo que se esperaba. Y ahí se me ocurrió qué pasaría con la psicología de los tripulantes de la nave. Me llamó mucho la atención que tecnológicamente seamos capaces de hacer algo como especie, pero en lo que podríamos llamar tecnologías del sujeto no lo tengamos tan dominado.

En la novela desarrollas un sistema de escritura muy particular, en el que las frases o palabras parecen dibujos. ¿Lo creaste en estos tres años de trabajo?
Esto viene de hace muchísimo. De hace unos quince años. Cuando estaba en primero de carrera me puse a diseñar un sistema de comunicación que me pareciese estético y a la vez fuese capaz de comunicar mucha información en poco espacio. Muy orientado a escribir literatura. Que no hubiese un solo significado de ‘el árbol viene’, que fuese muy interpretable. Era un juego, lo diseñé para escribir poemas con eso.

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Escribir tiene mucho de juego con la máquina para Munir Hachemi. David F. Sabadell


Señalas las voces en las que te has inspirado para seguir el camino que recorres en El árbol viene. Yo personalmente lo que más he visto es Los Desposeídos de Ursula K. Le Guin y Plop de Rafael Pinedo, dos novelas que exploran la viabilidad de sociedades humanas muy otras. ¿Cómo dirías que dialogan con tu texto en cuanto a esbozo de una sociedad?
Las citas del principio apuntan a un género literario que no tiene nombre, en el que se inscribiría El árbol viene. ¿Qué tienen en común El árbol de Saussure de Héctor Libertella y Los Desposeídos? En un principio nada, pero yo veo algo ahí en común. Aunque no sé explicarlo muy bien. Las citas pretenden ser una constelación en la que se pueda ver El árbol viene.

Los Desposeídos es el libro que me enseñó que la literatura tiene mucho que decir a la hora de pensar una sociedad o comunidad otra. No solo la filosofía, la sociología, la psicología. Hay algo en Los Desposeídos netamente literario que me voló la cabeza. El hecho de cómo la literatura sirve de especulación. Hace que una comunidad dentro de la ficción eche a andar. Es un poder muy fuerte de la literatura que yo nunca le había concedido quizá y que Úrsula me enseñó que tiene.

De Plop me sorprendió la lucidez de pensar desde la literatura que una comunidad otra necesariamente conlleva un lenguaje otro y que ese lenguaje tiene que impregnar lo que tú escribes. A la vez que va contando las ruinas de una civilización, está escrito, para mí, en un castellano postapocalíptico. La propia lengua de Plop es distópica. Es lo que más me falla de Los Desposeídos personalmente, que está contado como una novela muy tradicional, con un protagonista, una trama, que no lo sé, pero igual era un recurso para adaptarse al dispositivo editorial. Tenía que publicarse, tenía que venderse, etc. Pero al final, aparte de su tema, es una novela de aventuras bastante tradicional.

¿Cuánto has tenido que cambiar tú El árbol viene para adaptarlo a ese dispositivo editorial? ¿Ha influido tu editorial?
En realidad ese ha sido el gran trabajo con El árbol viene desde la primera versión hasta ahora. Hacerlo más legible. En la primera versión no importaba tanto qué pasaba. Casi no había anécdota. Y luego he intentado no dar mucha más importancia a la anécdota porque es que no es lo que me interesa, pero el gran cambio que ha habido es que todo el libro era un informe del arqueólogo que enviaba a una especie de Naciones Unidas del futuro. Un informe sobre los mulai. Buena parte de ese informe la convertí en un diario. La información es la misma pero está escrita de otra manera. De hecho, ahora acompañamos al arqueólogo en sus descubrimientos. No es un informe ya pensado. El propio arqueólogo se equivoca, va descubriendo, va especulando. Pero esto no ha tenido nada que ver con la editorial, ha sido un proceso mío y de las personas que lo habéis leído y sugerido cambios antes de publicarlo. 

No quiero que el lector esté cómodo leyendo. No quiero que piense “esto es una distopía” ni quiero que piense “esto es una utopía”

¿Es una utopía? ¿Te gustaría ser un mulai?
Bueno sí, en algunos sentidos sí. Yo solo puedo pensar la utopía desde lo que soy yo ahora. Quizá en esa supuesta utopía podrían darse cosas que ahora mismo nos parecieran negativas, como por ejemplo el incesto. O las relaciones sexuales con menores. En la novela no hay relaciones sexuales con menores como tal, pero no hay un concepto de mayor de edad. Y hay momentos en que se masturba une niñe mulai. En ese sentido yo no estoy proponiendo eso como una utopía, la cuestión es que una comunidad se adapta a sus condiciones materiales de vida y lo que pasa ahí es impredecible y además nos puede parecer terrorífico cuando en alguna medida es utópico. Entonces no lo sé.

No quiero que el lector esté cómodo leyendo. No quiero que piense “esto es una distopía” ni quiero que piense “esto es una utopía”. La utopía necesita un sujeto utópico, nosotros no somos ese sujeto utópico así que no podemos acceder a su experiencia. Lo que para nosotros es aberrante puede ser utópico para el sujeto utópico.

Mientras pensaba esta entrevista estaba leyendo Utopías Digitales de Ekaitz Cancela. Creo que dialoga muy bien con tu novela. Ekaitz reflexiona sobre el rol que tiene la tecnología como una base física y material que nos impide pensar en otras formas de organizarnos y existir en el mundo. Si pensamos el lenguaje como tecnología, tú nos propones una inversión radical de la misma. La oralidad del lenguaje, con todas sus fluctuaciones, es la que fija el lenguaje escrito y no viceversa. Esto convierte el lenguaje en un juego, ya que deja de ser preciso para ser operativo para la organización del trabajo y aflora su naturaleza lúdica. ¿Qué consecuencias tiene esto en la sociedad mulai?
Este es el sentido en el que el libro puede ser leído como utopía del lenguaje. Una de las cosas que propone uno de los pioneros mulai... Una, Fluke. Bueno, yo les pongo género porque el arqueólogo es hispanohablante, pero no tienen un sistema de sexo género. Pero bueno, Fluke propone algo que se considera bastante radical, que los robots que realizan tareas por el domo a lo mejor son de naturaleza distinta a las culebras o los alacranes que hay en el desierto. Eso a los mulai les parece casi herético. No hay diferencia entre lo natural y lo tecnológico. La naturaleza es tecnológica en un punto.

El arqueólogo tiene serios problemas de comunicación con los mulai. En un momento les quiere contar historias de la Tierra. Se pone muy contento porque los mulai al principio le prestan muchísima atención. Pero luego se da cuenta de que esas narraciones se van replicando por la comunidad y acaban derivando en puras historias que no implican un correlato con la realidad. Solo les interesa el lenguaje en este sentido de juego. Entonces el arqueólogo se pone triste porque se da cuenta de que lo que el pensaba que les estaba transmitiendo, nuestra historia, ellos se lo estaban tomando como historias que van derivando hasta que se convierten en meros cuentos. Y este es un poco el funcionamiento mulai. Y esta forma lúdica del lenguaje también tiene relación con su manera de pensar el trabajo por ejemplo.

El objetivo del lenguaje mulai es el propio lenguaje. No hay otro. Solo sirve para hablar. La lengua es un pretexto para sí misma. Es una sociedad en la que no es importante la función. No es importante el rendimiento o los resultados.

La organización de la vida se hace mediante la imitación de los cuerpos.
Sí. De hecho es lo que hacen también cuando un mulai muere. Los mulai se organizan en trinomios, no es obligatorio pero tienden a vivir en triejas. Entonces cuando una muere, normalmente hay dos que han estado con ella el día anterior, entonces esas dos relatan a la comunidad lo que hizo la persona muerta el día anterior y toda la comunidad pasa ese día repitiendo el día del muerto. Los mulai son unas personas en las que la individualización no importa tanto. De alguna manera, repetir lo que hace alguien es devenir ese alguien. Uno pasa a formar parte de una comunidad como una célula pasa a formar parte de un cultivo.

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Munir Hachemi, escritor y humilde hiperpollo de provincia. David F. Sabadell


Vamos a despegarnos un poco de la novela, aunque luego volveremos a ella. Me gustaría preguntarte un poco sobre tu trayectoria literaria. ¿Qué son los escritores bárbaros y por qué organizaron una falsa firma de libros de Vargas Llosa en Granada hace unos años?
[Risas] Eso fue puro terrorismo literario. Y no hables en tercera persona como si no hubieras tenido nada que ver.

El siguiente libro en el que estoy trabajando trata de eso. Paso ya de hablar de novelas porque si El árbol viene es muy discutible que sea una novela, lo que estoy trabajando ahora más. Lleva mucho tiempo en el cajón, pero leyendo a Pablo Katchadjian, que es un escritor que me flipa, me he encontrado con algo que demuestra que es posible hacer algo que quizá tú querías hacer. Y estoy trabajando en un texto que se llama los escritores bárbaros que habla de unos nómadas que viajan por el desierto y su relación con la ciudad.

Los escritores bárbaros es un grupo de inconscientes que organizamos hace años. Y organizamos esa firma de libros de Vargas Llosa para poner de relieve la ambigüedad intolerable de la preposición “de” en castellano. Porque cuando uno dice “una firma de libros de Vargas Llosa” sin Vargas Llosa no está engañando a nadie. Así que la RAE tiene que hacer algo ya respecto a eso. Pérez Reverte, Vargas Llosa, poneos las pilas y cambiad “de” por dos preposiciones que aclaren el malentendido.

Vamos un poco más atrás. Creo que empezaste escribiendo fan fictions sobre Star Wars, y también historias de mundos y personajes vinculados a los juegos de rol antes de empezar con lo que desde la academia se llama literatura seria, ¿puede ser? ¿qué te parece el fan fiction ahora?
Me parece una maravilla. De hecho ahí en China es ultra importante. La verdad que lo de los juegos de rol no lo había pensado nunca. El fanfic sí lo había pensado como un acercamiento bastante gozoso a la literatura. Cuando lo has mencionado me ha recordado a la traducción, que se parecen en un punto. Estás escribiendo pero el original ya está. Tienes casi solo que disfrutar del propio uso del lenguaje. Y con el fanfic pasa igual. Es como que buena parte del trabajo ya está hecha. Y con el juego de rol no lo había pensado pero es 100% así, cuando uno escribe una campaña, que por desgracia es algo que hace muchísimo que no hago. Estás escribiendo una ficción también.

Acabas de terminar de escribir una pseudobiografía o falsa biografía sobre Gonzalo Torente Malvido, una figura bastante desconocida que fue crucial para tu formación literaria. Si tuvieras que presentar a Gonzalo en una anécdota, ¿cuál sería?
Claramente una de las anécdotas que nos contaba que no nos creíamos y luego resultaba que eran verdad. Como que había estado casado con Marisol o que era amigo de Leopoldo María Panero. De lo que más me acuerdo es de lo de Bolaño. Nosotros estábamos obsesionados con Bolaño. Yo le preguntaba por él mucho, esperando que me diese su opinión y él solo me decía que sí, que lo conocía. Y ya después de muchas me gritó “¡que sí lo he leído, coño!”.

¿Quién es Malvido para ti?
Un amigo.

Intento que me preocupe lo menos posible el campo de juego literario pero sí me pregunto qué quiero hacer con la literatura. ¿Por qué escribir algo de una manera concreta? ¿Por qué publicarlo en una editorial o en otra?

De tu anterior novela dijiste que era un artefacto, una bomba, para colarse en el mercado y trabajar contra el trabajo desde dentro, ¿esta qué es?
Esta es un juego.

Hay un proyecto literario derivado de tu formación teórica. No sé si se puede separar esto, pero no sé si experimentas tensiones entre una forma de escribir más orgánica, visceral, emocional, intuitiva, instintiva (o ligada a otros aspectos que no tengan que ver con el campo literario) y otra derivada exclusivamente del posicionamiento que quieres tener tras un análisis del campo de juego literario.
Intento que me preocupe lo menos posible el campo de juego literario pero sí me pregunto qué quiero hacer con la literatura. ¿Por qué escribir algo de una manera concreta? ¿Por qué publicarlo en una editorial o en otra? Para mí, son preguntas más de militancia literaria que de posicionamiento en el campo, si es que se pueden separar esas dos cosas. Pero sí que vengo haciendo un esfuerzo por alejarme de la teoría académica, no de la teoría porque de la teoría no creo ni que sea deseable ni posible alejarse. El que afirme que escribe sin teoría simplemente desconoce la teoría desde la que escribe, que probablemente sea la dominante.

También me he alejado en mi vida personal. Me he alejado de la universidad. He dejado de leer textos académicos. Pero no he dejado de leer teoría. Creo que en El árbol viene la teoría es más orgánica que en Cosas Vivas, que estaba un poco más metida con calzador. Y en la novela sobre Gonzalo, que es la última que he escrito, está metida de forma mucho más orgánica. Lo veo como un proceso de maduración literaria en la que todavía estoy y no sé si se llega a alguna parte.

¿Es cierto que rindes una suerte de culto secreto a la figura de Borges a la que le pones velas? ¿Cuánto de tu éxito se lo debes a estos rituales?
[Risas] Lo peor de todo es que la gente se va a creer que esto no es verdad. Y si solo fueran velas. Lo que hemos hecho con los retratos de Borges no se puede desvelar porque roza la ilegalidad. Ya que cada uno se imagine lo que quiera. Pero sí, sí. Yo tengo una foto de Borges a la que le pongo velas. Mañana tengo la presentación del libro aquí en Granada y le pondré una velita. Tengo una foto de Borges y otra de Camarón. Claramente todo mi éxito literario se lo debo a esto.

¿Existe la magia?
Es una pregunta muy personal y te debería responder con sí o no. Pero es que estoy atrapado en esto que hacemos mucho los occidentales, que es parte de la concepción del mundo de Occidente. Cuando surge algo que podríamos llamar magia, lo dejamos de considerar magia y pasamos a considerarlo otras cuestiones como pueden ser ciencia. Pero sí. Si no te miento, soy bastante escéptico pero sí que creo en la magia en alguna dimensión.

Volvamos a la novela. El Quijote de Cervantes es una traducción de unos manuscritos en mozárabe encontrados en un mercadillo, firmados por un tal señor Berenjena. Parte de tu texto es una traducción del mulai a nuestra lengua hecha por parte del arqueológo. Igual que la literatura de Torrente Malvido, la traducción es un arte que nace de la aceptación del fracaso, de emprender una tarea que uno sabe (porque es más consciente que nadie) que va a estar mal, ¿qué le ha enseñado dedicarte a la traducción a tu faceta literaria?
Que siempre traducimos, lo que pasa es que a veces no conocemos el original. Siempre hay un subtexto. Y eso a la vez te ayuda a abrazar el fracaso que conlleva toda traducción y por lo tanto toda escritura.

Esta novela la acabas en China, ¿cuánto hay de China y de tu aprendizaje del chino en ella?
Un montón, pero es muy inconsciente. El propio título viene de un malentendido en chino. En la novela no hay tanto chino. Aparecen cuatro palabras. Aparece la palabra 发, que si la buscas en el diccionario te da, no sé, treinta y ocho significados. Son como partículas que hasta que no se ponen en relación con otras no significan nada. Sobre todo en el lenguaje de los mulai ha influido. No tanto el chino en sí, sino de mi proceso de aprendizaje del chino. Esa idea de que lo simultáneo precede a lo sucesivo sobre todo.

En China están mucho más demandados los profesores de España que tienen un castellano septentrional o pueden forzarlo que los profesores latinoamericanos. Se pone en las ofertas de trabajo. Yo odio y odiaba eso y en el libro me permito sacar esa rabia contra la norma lingüística


En lengua mulai no se puede hablar mal, o más bien solo se puede hablar mal, a veces hemos comentado que aprender chino es asumir que uno nunca en la vida lo va a hablar bien del todo cuando se viene desde nuestras lenguas. Esa tensión aparece también cuando enseñamos castellano. ¿Hay algo de esto en la novela?
Cuando uno enseña castellano se enfrenta muchas veces a esa cosa tan violenta. Que parece que muchas veces es una entelequia, pero por ejemplo surge la andaluzofobia, que se pone tan de manifiesto cuando vas a enseñar castellano a una escuela en Granada. A mí no me decían nada pero a mis compas andaluces les decían que tenían que adaptar su castellano. O que en China están mucho más demandados los profesores de España que tienen un castellano septentrional o pueden forzarlo que los profesores latinoamericanos. Se pone en las ofertas de trabajo. Yo odio y odiaba eso y en el libro me permito sacar esa rabia contra la norma lingüística, que es algo que eliminaría de raíz.

Retomando el peso de la oralidad, ¿dónde está la literatura oral hoy en día?
Te lo relaciono con lo de la magia. Una vez una amiga china, Jessy, me contó que paseando al perro se había tropezado y se empezó a sentir mal. Fue a un maestro de feng shui y el maestro le contó que había perdido su sombra cuando se tropezó y que tenía que hacer una serie de cosas para recuperarla. Pero, claro, a mí me lo contaba con una seriedad absoluta. Y es una persona que trabaja en una multinacional estadounidense y habla inglés. Es decir, no es una persona de esta idea que tenemos preconcebida del rural. Y a mí me pareció que ahí estaba un poco la literatura oral. O en el horóscopo. A mí me encanta que me echen las cartas o me lean la carta astral, no ya porque me hablen de mí, sino que me parece una manera extremadamente literaria de hablar de algo.

Alguna vez has comentado que una profesora tuya insistió en llamarte Antonio en lugar de Munir porque “esto es España”. ¿Qué imagen guardas de tu colegio e instituto, que era concertado? No se suele preguntar a los artistas por ello pero nos definen más de lo que pensamos. A ti te han preguntado más por tu origen argelino.
Pasa con muchas de estas experiencias de opresión. A mí esa profesora me decía “en tu país te llamarás como quieras, aquí te llamas Antonio”. O decía en clase “bueno, como Antonio no come cerdo”, por la puta cara, porque yo nunca he sido musulmán. Son cosas que de pequeño no te das cuenta.

Publicar la novela Cosas Vivas y que se me empiece a leer como autor argelino es otro ejemplo. Esto es un lugar de mercado al final. Yo me llamo Munir Hachemi de casualidad. Si mi madre hubiese sido la argelina y yo hubiera elegido Antonio, sería Antonio Guerrero y me preguntarían mucho menos por el detalle estúpido del nombre. Eso ha sido una experiencia de racialización y me ha hecho mirar atrás. Y mirar al instituto. Y darme cuenta de que no me juntaba con la gente de mi curso por experiencias similares. Me empecé a juntar con vosotros que erais los de un año menos.

Y el instituto lo recuerdo como una tortura y una experiencia de opresión bastante fuerte en la que iba cayendo gente por el camino. Se sabía clara y explícitamente por qué. Por orígenes de clase, por capacitismo o simplemente gente que era más liante y por no abordar el problema se les expulsaba.

Sé que te las sabes de memoria, de todas las preguntas que le hicieron a Borges a lo largo de su carrera literaria, ¿cuál te gustaría que te hicieran a ti?
Sé cuál no quiero que me hagan nunca. La de recitar poemas en otras lenguas porque yo creo que no me sé ninguno ni en castellano. Y sobre la que me gustaría, no lo sé la verdad. Me gustaría más bien su capacidad para responder de forma rápida y con retorta. Muchas veces le decían “señor Borges, soy escritor” y él respondía “qué casualidad, yo también”.

¿Quién te gustaría mucho que leyese esta novela?
[Risas] Noam Chomsky. O Bnet, que es un freestyler de Madrid.

¿Qué banda sonora tiene?
Esa es una muy buena pregunta. Yo quiero hacer música mulai, pero no soy capaz. Tendría una banda sonora que no sería disonante, ni dodecafónica ni nada así, pero sí sonaría extraña. Extraña para nosotros, claro. Con esa especie de cellos que se atan al cuerpo los mulai. Sería música coral intergaláctica.

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