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La semana política
Mejor el silencio
A última hora del día 11 de junio he borrado la columna de esta semana. No era un buen texto, de hecho era bastante malo.
Se trataba de una reflexión sobre lo que significa ser un hombre en esta sociedad. Un aspirante al triunfo, sea lo que sea eso, y una amenaza con patas. Y sobre por qué las dos cosas, el ser aspirante y el ser amenaza, son inseparables, no funcionan la una sin la otra. Y sobre el hecho de que esa dualidad amenazante funda y domina casi al completo lo que llaman patria y lo que seguimos llamando sociedad.
Se trataba de una reflexión sobre el beneficio que los hombres sacamos de ese estado de las cosas, de la ventaja de ser admirados y ser temidos al mismo tiempo.
El texto ponía como ejemplo la última victoria del tenor Plácido Domingo. Una apoteosis en Madrid, una ronda de aplausos con tintes macabros al acosador confeso.
Quería nombrar que el abuso, la amenaza, la violación, la trata, la muerte, solo explican a medias ese sistema de dominación, porque, como nos han dicho ya, violadores, acosadores, asesinos, son hijos sanos del patriarcado. Que hay una violencia que es la condición de partida para el triunfo. Violencia que no siempre es explícita pero que estalla un día en toda su crudeza, como ha estallado esta semana.
Eso era de lo que quería escribir, pero el texto no aportaba nada nuevo ni nada propio. Ninguna solución y pocas ideas; algún not all men de libro, como me ha dicho una compañera a la que le he pedido ayuda.
Ha sido difícil, aún así, sacudirse el ego y explicitar que lo mejor, que todo lo que podía hacer, era un not all men, y que para eso, mejor el silencio.
Desde 2003, el año en que se comenzó a contabilizar el dato, 1.096 mujeres han sido asesinadas por violencia machista.