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Guerra en Ucrania
Estación central de Varsovia: una parada en la huida
Varsovia Central (Warszawa Centralna en polaco), la principal estación ferroviaria de la capital de Polonia, es una escala obligada para muchos de los ucranianos que huyen de la guerra. Los trenes de larga distancia parten desde este punto. El que va a Berlín es uno de los destinos más demandados en estos días. También parten desde aquí los autobuses y furgonetas que en estos días están ayudando a evacuar a las personas hacia albergues en Varsovia y también hacia otros países de la Unión Europea. La espera no suele ser larga, las familias ucranianas encuentran acomodo en menos de 24 horas. La mayoría son mujeres y niños que han dejado atrás a los varones porque la Ley Marcial impide que los hombres de entre 18 y 60 años abandonen el país.
—¿Ukranian?
Es la primera palabra, a modo de pregunta, que sueltan los voluntarios que se han ofrecido en el Ayuntamiento de Varsovia para entregar su tiempo en esta operación humanitaria. Llevan chalecos reflectantes y la palabra “voluntario” escrita a mano y con prisas sobre sus espaldas.
—¿Soup?
Los voluntarios también sueltan esta palabra mientras recorren la estación y ofrecen a los refugiados una ración de sopa caliente en un envase plástico. Les señalan el sitio que identificado con un letrero de “free food” donde pueden tomar toda la comida que quieran. Hay sándwiches perfectamente empacados que los polacos llevan a la estación, frutas, galletas, chocolates, zumos, te, café, agua…
Los diálogos se reducen a conocer la ciudad de procedencia, la cantidad de bombardeos que sufrió su ciudad o la situación de otros familiares
La comunicación entre polacos y ucranianos es difícil. Aunque algunas palabras de un idioma se parecen al otro y aunque utilizan el inglés, la mayor parte de ucranianos solo habla ruso además de su lengua. Los diálogos se reducen a conocer la ciudad de procedencia, la cantidad de bombardeos que sufrió su ciudad, la situación de otros familiares, esposos, padres, abuelos, que no han podido salir por su edad o porque tienen que acudir al frente de batalla para pelear contra los rusos, y el país al que quieren ir.
La estación ferroviaria de Varsovia está rodeada de los rascacielos icónicos de la ciudad como el Palacio de la Cultura y la Ciencia, un regalo soviético de 237 metros de altura que en su día estuvo a punto de ser demolido. Algunas de estas inmensas torres tienen iluminadas sus partes más altas con los colores amarillo y azul de la bandera ucraniana, pero pocos ucranianos salen a ver esta señal de solidaridad. La mayoría prefiere quedarse dentro la estación. Se acomodan sobre los bancos o sobre el suelo de la estación con sus maletas, o cerca de los puntos para recargar sus móviles. Los que viajan en familia abrazan a los más pequeños y a los ancianos, no sonríen, no comentan nada entre ellos, solo esperan hasta que los lleven a algún albergue o a otro país.
La huida de los ucranianos ya ha sido calificado como el éxodo más rápido después de la segunda guerra mundial. Más de 1,5 millones de ucranianos dejaron su país en solo diez días, según el cálculo de Acnur hecho hasta el domingo pasado. La mitad de estas personas salió por alguno de los ocho puntos fronterizos que existen entre Ucrania y Polonia. Desde el inicio de los bombardeos en el país vecino, Polonia empezó a acoger a los familiares del millón de ucranianos que viven y trabajan en este país desde antes de la guerra. Sin embargo, el flujo de personas aumentó tras el anuncio hecho por el Consejo Europeo de que los ucranianos podrán permanecer legalmente en la Unión Europea hasta tres años, con derecho a trabajar y a tener la asistencia social que precisen.
El auxilio también llega de lugares tan lejanos como Portugal. Un convoy de 21 vehículos llegó a la estación de trenes de Varsovia el sábado pasado para recoger a gente que tiene familiares en ese país
Pero no todos los que se alejan de la guerra son ucranianos. También hay extranjeros que estaban haciendo sus carreras universitarias en ese país. En este grupo hay africanos y latinoamericanos que solo han conseguido visados de tránsito para entrar a Europa y volver a su sus países. Pero esa idea no es atractiva para todos.
El nigeriano Uzonwanne Kingsley estaba estudiando ciencias políticas en Járkov y no quiere volver a su país sin terminar sus estudios: “Mira, solo tengo mi mochila, yo también perdí todo, también somos víctimas de la guerra, no es justo”, dice. El grupo que lo acompaña se queja de que los apartan de las taquillas y no pueden conseguir un pasaje para ir a otro país.
En el grupo de varados también se distinguen los musulmanes, que se reúnen para hacer sus rezos diarios. Un iraní contó que fue agredido por la Policía polaca y por eso no quiere moverse por la estación, aunque no da más detalles sobre el episodio que denuncia. En general se muestran reacios a hablar. Permanecen junto a los retratos gigantes que narran la vida del compositor polaco Stanisław Moniuszko, uno de los personajes ilustres de Polonia, un país que de momento solo tiene espacio para “sus hermanos eslavos”. Esa es la expresión que usa una profesora universitaria, que acoge a una familia ucraniana en su casa. Nos dice que no quiere que su nombre aparezca en la prensa.
Las redes sociales están ayudando a canalizar la solidaridad entre eslavos. Hay muchas páginas de Facebook en Polonia desde las que se coordinan sobre todo el transporte para ayudar a que más gente salga de Ucrania. “Un amigo mío está buscando transporte de Lviv a Polonia para cinco personas. Cuatro personas mayores y una mujer. ¿Alguien puede ayudar?”, dice uno de los últimos mensajes de la página Pomoc dla Ukrainy (Ayuda para Ucrania).
El auxilio también llega de lugares tan lejanos como Portugal. Un convoy de 21 vehículos llegó a la estación de trenes de Varsovia el sábado pasado para recoger a gente que tiene familiares en ese país. Alrededor de 200 ucranianos se marcharon con ellos, mascotas incluidas porque la organización Intervención Rescate Animal (IRA), se sumó a esta operación espontánea de socorro. Los voluntarios que iban al volante de los coches de la caravana condujeron tres días sin parar para cubrir los más de 4.000 km que separan Portugal de Polonia y esperan llegar en otros tres días a su destino final. Pedro Fonseca, coordinador de esta operación transnacional explicó sus motivos. “Entendemos que Ucrania es un problema de nosotros, es un problema mío; tenemos que hacer algo sin depender de los gobiernos”.