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Gas fósil
Europa triplica en dos años la importación de gas de EE UU a pesar de las prohibiciones sobre el fracking
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
La Guerra de Ucrania ha modificado la geopolítica energética global, y uno de los grandes ganadores de ese cambio es Estados Unidos. Si la guerra comercial por el gran pastel de las importaciones europeas de gas fósil llevaba años gestándose entre EE UU, Rusia, Qatar y otros grandes exportadores de este combustible fósil con alto poder de efecto invernadero —es principalmente metano, un gas con un potencial de calentamiento de la atmósfera hasta 80 veces superior al CO2—, la reducción de las importaciones de gas ruso ha multiplicado las opciones de su rival.
Un informe publicado este jueves por la ONG Food and Water Watch y publicado en España por la red Gas no es solución, una coalición de más de una veintena de organizaciones independientes contrarias al uso y fomento de este combustible fósil, alerta de que entre 2021 y 2023 las importaciones de gas natural licuado (GNL) procedente de Estados Unidos por parte de la UE se han triplicado, llegando a 64.000 millones de metros cúbicos el pasado año.
El documento, titulado Europa, presa del fracking, denuncia los costes ambientales de este proceso creciente, que tiene una triple problemática medioambiental: al efecto invernadero del uso del gas se unen tanto las consecuencias de la licuefacción, transporte en buques metaneros y regasificación del GNL, como el hecho de que la inmensa mayoría del gas fósil procedente de Estados Unidos se obtiene mediante fracking —o fractura hidráulica—, una práctica prohibida en media docena de países europeos importadores de gas, incluida España.
Si bien el gas estadounidense representa casi la mitad de las importaciones totales de GNL de los 27 —realmente son trece los Estados miembro que lo compran—, Países Bajos, España y Francia son los principales importadores, con 38.000 millones de metros cúbicos en conjunto en 2023, más de un 60% del total. Se trata de tres países que tienen prohibida actualmente la exploración mediante fracking en su territorio, como también hacen Alemania, Italia o Croacia, por motivos medioambientales.
Aquí no, en EE UU sí
El análisis de Food and Water Watch enfatiza en que “la abrumadora mayoría del gas ‘natural’ licuado importado a Europa desde Estados Unidos en 2023 procede de operaciones de fracking”. Los datos del Departamento de Energía estadounidense recalcan que el 88% del gas fósil extraído por la primera economía del mundo se obtiene mediante esta técnica.
“Aplicando este porcentaje al volumen total de las importaciones estadounidenses de GNL en la UE, el gas estadounidense obtenido mediante fracturación hidráulica satisfizo más del 17% de la demanda total de gas en la UE de los 27 en 2023”, denuncian desde la red Gas no es solución.
El fracking, que fue prohibido en España por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética de 2021, consiste en la obtención de este combustible fósil mediante la inyección de agua y arena con aditivos químicos a gran profundidad para fracturar la roca y obtener gas de esquisto. Está considerada como una técnica altamente contaminante, pues supone la inyección de químicos en los acuíferos, que se contaminan asimismo por la fractura de la roca para obtener el gas, y genera grandes cantidades de aguas tóxicas residuales. También es una técnica que amplifica la crisis climática, pues las fugas de metano son habituales, algo que también ocurre en el proceso de licuefacción, transporte y regasificación del GNL.
Impactos locales
Desde las organizaciones responsables del informe denuncian además que las actividades de fracking y gestión del gas se cobran un alto precio en las llamadas “comunidades de primera línea”, los grupos de personas que viven a diario diferentes impactos climáticos específicos de su región y que residen cerca de los emplazamientos de fracking y de las terminales de GNL.
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“El voraz apetito de la UE por el GNL tiene un grave coste para los derechos humanos, perpetúa la degradación medioambiental y exacerba las desigualdades sociales”, señala Enrico Donda, responsable de la campaña de gas de Food & Water Action Europe. “Al encerrarnos en contratos de GNL a largo plazo e invertir en nuevas infraestructuras de gas, traicionamos tanto nuestros compromisos climáticos como el imperativo de abandonar los combustibles fósiles”.
Desde estas redes, aunque califican de paso adelante la decisión de la administración demócrata de Joe Biden de pausar nuevos proyectos de exportación de GNL debido a la crisis climática, denuncian que esta pausa “no detendrá la construcción [de infraestructuras] en curso ni reducirá la capacidad actual de exportación de GNL”.
Plan a largo plazo
El importante aumento de la importación de GNL estadounidense coincide con los esfuerzos hechos desde el lobby de los combustibles fósiles y sectores conservadores de la UE para potenciar el gas fósil. En apenas dos meses se cumplirán dos años de la declaración por parte del Parlamento Europeo del gas fósil y la energía nuclear como energías “verdes”, lo que atajó el camino para la obtención de financiación pública para la construcción de infraestructuras de tratamiento, gestión y transporte de gas.
No obstante, existe en algunas zonas de Europa —particularmente en España— una sobrecapacidad para gestionar GNL. Como denuncian desde Gas no es solución “en 2023, las tasas de utilización de las terminales de GNL de la UE estaban por debajo del 60%”.
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Para los colectivos que integran el movimiento por el clima, la construcción de estas infraestructuras supone una asimismo hipoteca climática, pues su amortización supone aumentar los años en los que Europa buscará seguir quemando gas fósil. “Necesitamos alejarnos de los combustibles fósiles de forma rápida, justa y para siempre con el fin de lograr la justicia climática y social. Y especialmente los países europeos que prohíben la extracción de gas mediante fracking en sus territorios, como el Estado español, deben prohibir las importaciones de este gas desde terceros países, para no externalizar sus graves impactos”, concluía Marina Gros Breto, coordinadora del Área de Energía de Ecologistas en Acción y activista de la red Gas No es Solución.