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Desobediencias
Itoiz y la cadena de la desobediencia
—¡Han cortado los cables arriba, macho!
—¡¿Que están cortando los cables?!
—¡Madre mía! ¿Los gordos gordos?
—¡¡¡Ha caído todo, todo, todo...!!!
Los guardias jurados del embalse de Itoiz miraban la escena a cientos de metros de distancia. Tardaron en entender qué estaba pasando. En un principio creían que se trataba de un ataque con cohetes. Pronto entendieron la dimensión de lo que acababa de suceder durante su guardia.
—¡La madre que me parió, la que han preparado!
Amanecía el 6 de abril de 1996 y ocho activistas acababan de cortar los cables de seis centímetros de ancho y 800 metros de largo que se utilizaban para verter hormigón en las obras de la presa. Apenas cuatro minutos duró una de las mayores y más ambiciosas acciones de desobediencia civil realizadas en el Estado español. Las consecuencias de ese acto pacífico, público y no violento que consiguió paralizar las obras durante nueve meses perduran, sin embargo, 28 años después.
“Cuando estábamos colgados de los cables, no podían trabajar y se paraban las obras. Entonces dijimos ‘joder, pues es que esos cables hay que cortarlos’”, explican uno de los ocho de Itoiz.
La preparación necesitó de meses de observación y planificación. Conocían muy bien el terreno. Solidarios con Itoiz ya había realizado otras acciones en la presa. En algunas de ellas se colgaron de esos mismos cables con pancartas, incluso con hamacas y allí, mientras esperaban que les desalojase la policía, empezaron a imaginar la acción definitiva, cuenta a El Salto Julio Villanueva, uno de los ocho de Itoiz. “Cuando estábamos encaramados a los cables, ellos no podían trabajar y se paraban automáticamente las obras. Eran el núcleo, el corazón de la obra. Entonces dijimos ‘joder, pues es que esos cables hay que cortarlos’”, relata después de volver de una jornada en el campo, donde se ha dedicado a recoger semillas forestales.
Motivaciones no les faltaban. El embalse de Itoiz iba a estrangular el río Irati, uno de los más emblemáticos de Navarra, inundaría pueblos y afectaría a tres reservas naturales protegidas y a dos zonas de especial protección de aves. Tenían de su parte, en teoría, a la Justicia. La Audiencia Nacional declaró ilegales las obras del embalse y ordenó la paralización de las obras en 1995. Pero había trampa: para llevar a cabo la sentencia les pedían abonar una fianza de 78 millones de euros. “Era una forma de decir que el embalse se iba a hacer de todas maneras. Nosotros decíamos en broma que éramos el brazo ejecutor de la Audiencia Nacional”, se ríe Villanueva.
Preparados, listos… corten
La preparación llevó meses. El principal escollo, además de averiguar cómo cortar unos cables tan gruesos sin salir heridos, era encontrar la forma de realizar la acción de forma pacífica. Para eso no debería haber guardias. Pero las obras estaban siempre vigiladas. Un mes antes de la acción, consiguieron intervenir las comunicaciones de la empresa de seguridad y encontraron lo que estaban buscando: el viernes de Semana Santa solo un guardia estaría custodiando los cables. El día señalado era el 6 de abril.
Todavía era de noche cuando ocho ‘solidarios’ atravesaron el monte vestidos con monos azules. Les acompañan seis periodistas. Durante horas esperan agazapados. Cuando faltan unos pocos minutos para el alba, empieza la acción: reducen al guardia, lo atan con una cuerda y tiran su pistola de calibre 38 al tejado de la garita.
En menos de cuatro minutos los cables cortados habían caído al embalse y la acción que había necesitado meses de preparación había terminado. Entonces, comenzó el calvario
En menos de cuatro minutos los cables cortados habían caído al embalse y la acción que había necesitado meses de preparación había terminado. Hasta ese momento todo salió exactamente como se había planeado. Pero entonces comenzó “el calvario”, dice Villanueva.
Los ocho de Itoiz esperaron con las sierras en la mano hasta que llegó la Guardia Civil, que los esposó y los tumbó en el suelo con las manos en la nuca. Lo que siguió fue “una sesión de 20 minutos de tortura”. Julio Villanueva se llevó la peor parte con una rotura de tímpano.
Tras la paliza, llegaron los juicios, las condenas y los años de clandestinidad —siete en el caso de Villanueva— y, finalmente, la cárcel —tres meses en su caso—. Pero no fue todo. 28 años después, el Estado les exige el pago de dos millones de euros por la “responsabilidad civil” de la acción. Esta condena, cuenta Villanueva, le impide realizar trabajos estables y le obliga a una supervivencia precaria para evitar que el Estado le pase la factura por el corte de cables. “Es una forma de represión que durará hasta el resto de nuestros días”, resume Villanueva.
La semilla
“Siempre hemos dicho que valió la pena, que lo volveríamos a hacer”, afirma este activista. Pese a los retrasos y los sobrecostes, las obras del embalse concluyeron. Su construcción se había convertido “en un asunto de Estado”, argumenta, pero el movimiento de oposición a la presa, que llegó a realizar más de 60 acciones en la segunda mitad de los 90, los “había puesto en un brete”. Ese proyecto lo iban a terminar “sí o sí”, pero ahora el Gobierno “se piensa muy mucho” antes de hacer cualquier obra parecida, comentaba otro de los ‘solidarios’, Ibai Ederra, en Gara.
Según Ecologistas en Acción, tras el corte de cables y las protestas que llegaron a Londres, Roma y a las principales capitales vascas y españolas, hubo un replanteamiento del Plan Hidrológico Nacional
Según Ecologistas en Acción, tras el corte de cables y las protestas posteriores que llegaron a Londres, Roma y a las principales capitales vascas y españolas, hubo un replanteamiento del Plan Hidrológico Nacional. Cerca de 120 proyectos que estaban en la misma situación que Itoiz no se llegaron a hacer, contrapone Villanueva. “Nuestra acción y el trabajo de la Coordinadora de Itoiz puso al Estado entre la espada y la pared”, declaró en su momento.
Julio Villanueva habla de la cadena de la desobediencia civil, una cadena “que viene de muchos años atrás de diferentes colectivos, de diferentes personas individuales que a lo largo de toda la historia, en diferentes lugares del mundo, han dicho que no”. La desobediencia civil no la inventó Henry David Thoreau, el choque entre legalidad y legitimidad ha existido desde siempre, sostiene. “Nosotros sembramos en su día esa semilla, pero hay que seguir regándola para que florezca, para que de alguna manera la cadena de transmisión de la desobediencia no se corte nunca”, añade.
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Pocas personas se entregan desinteresadamente por salvar aquello que aman. Al contrario de aquellos representantes (como Miguel Sanz) que usaron la prevaricación haciendo rico a sus familiares, y él hoy está en AUDENSA (autopistas de Navarra S A).
Usaron esa presa como un ¡Ofertón! de agua para lo más seco de la comunidad y esas gentes del sector primario hicieron flaco favor, ya que con engaños, cambiaron "zepas", donde habitaban aves que siempre estuvieron allí.
Ahora esos labradores casi NO pueden pagar el agua, por que la "solidaridad" NO se puede comprar ¡Se tiene!
La lucha contra el estrangulamiento del río Itoitz es citada varias veces en la sentencia contra el estado suizo por su cooperación criminal con el desastre climático, pero el humus fértil del trabajo de desobediencia de Solidari@s fertiliza las luchas contra el Tav, las acciones "deseucaliptizadoras" en la cornisa cantábrica, las Sublevaciones de la Tierra de los vecinos del norte, las acampadas de resistencia conocidas como ZAD ( y que aquí se inauguraron en la oposición a la autovía de Leizarán) y todas esas acciones anónimas y silenciosas de boicot y sabotaje a las actividades de destrucción de la naturaleza ya sean estas: la caza, la agricultura de extinción, la ganadería Auschwitz, la.construcción de nuevas infraestructuras, la urbanización... No defendemos la naturaleza: somos naturaleza defendiéndose a sí misma. Gora Gaia!!!
Ídem. Hay más eslabones de la cadena, que vamos muy justos, y otro, DEP. Por y para todos, gracias.
Gracias por recordar lo de Itoiz, y por terminar el artículo con un mensaje empoderador.