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Culturas
¿Y ahora qué, 2021?
La aplicación inmediata del Estatuto del Artista y la construcción de una nueva normalidad en el sector con bases distintas a las que sustentaban la antigua —precariedad, elitismo, desigualdad— son dos aspiraciones compartidas por quienes trabajan en la cultura y la hacen posible.
Dos fotos simultáneas y contrapuestas se revelaron el 21 de diciembre para mostrar buena parte de lo sucedido en la cultura —ese invento del Gobierno— durante 2020. En una se ve al cantante Raphael actuando dos noches seguidas ante miles de personas en un espacio multiusos de titularidad pública y gestión privada, con aforo reducido a un tercio de su capacidad y gran polémica por la celebración de estos conciertos. En la otra, el Pavón Teatro Kamikaze, Premio Nacional de Teatro en 2017, anuncia que cerrará sus puertas definitivamente el 30 de enero de 2021, con gran consternación expresada en redes sociales por lo que se entiende como una pérdida irreparable y signo de los tiempos que vivimos.
La cancelación de eventos en directo y la consiguiente orientación del consumo cultural a lo virtual —se han celebrado online conferencias, conciertos, talleres, visitas a museos, presentaciones de libros y hasta fiestas— han dañado duramente un ecosistema que ya era muy frágil, con males endémicos que ahora se han hecho más visibles. Por detrás de los focos que alumbran los grandes lanzamientos promocionados, los estrenos cinematográficos de relumbrón o las exposiciones imprescindibles de cada temporada, la actividad artística y cultural en España lleva décadas siendo definida por la precariedad, la temporalidad y la irregularidad en las condiciones laborales de quienes se dedican profesionalmente a ella —en régimen de autónomos la gran mayoría, como dice Víctor Coyote en una de las canciones del año—, la limitada acción sindical, el impacto de la austeridad en los recortes presupuestarios, las variadas categorías profesionales que abarca, las dificultades de acceso a la financiación o las contradicciones en la regulación y aplicación de los derechos de propiedad intelectual.
Entre los meses de marzo y mayo, durante el confinamiento, se produjo un desarrollo “significativo y generalizado” de trabajos sin remunerar —uno de cada tres trabajadores culturales realizó trabajos sin cobrar— para su exposición y consumo online, según una encuesta de Econcult, la Unidad de Investigación en Economía de la Cultura de la Universitat de València, que estimaba pérdidas superiores al 75% en los ingresos de la mitad de los trabajadores culturales —quienes se dedican a patrimonio, artes escénicas, artes visuales, artesanía, literatura, audiovisuales y diseño, arquitectura y servicios creativos, siguiendo la definición de la Unesco— en el segundo semestre del año.
Otra encuesta, elaborada por la Plataforma SOS Sector Gráfico, señalaba que tres de cada cuatro trabajadores del sector gráfico (ilustración, diseño, fotografía) preveían que sus ingresos en 2020 acabarán por debajo del Salario Mínimo Interprofesional y hasta seis de cada diez podrían no superar el umbral de la pobreza (8.871 euros anuales).
En mayo, un manifiesto que pedía la implantación de una renta básica universal, “la mejor política cultural posible” según el texto, recabó la firma de varios millares de trabajadores de la cultura.
La situación agónica del sector de los espectáculos en directo salió a la calle el 17 de septiembre, con las concentraciones convocadas por Alerta Roja, un conglomerado de asociaciones empresariales y colectivos profesionales de este sector, sin participación de sindicatos, que exigía medidas al Gobierno para garantizar su supervivencia.
Culturas
La industria de la cultura en cuarentena
Movilizaciones, desigualdades y horizontes de un sector en busca de sentido.
“Quienes trabajan en la cultura, quienes la hacen posible, están en una situación muy grave”, resume Sofía Castañón, Secretaria de Cultura de Podemos y diputada de Unidas Podemos por Asturias. Ella echa la vista atrás para recordar que esto no es nuevo: “Ya vimos en 2008, con la crisis económica, cómo fue uno de los tejidos productivos que más sufrieron las consecuencias porque nadie pensó en ello y porque no existía entonces, y a día de hoy legislativamente tampoco, una comprensión de la actividad laboral dentro de su intermitencia, que sin duda es una de las cosas que más la define y que genera una situación de muchísima intemperie cuando se plantean ayudas que puedan permitir seguir adelante. Esto se ha reformulado, gracias a la movilización del sector cultural, a través de algunos reales decretos, pero sigue siendo insuficiente”.
El más reciente de estos reales decretos que menciona Castañón fue aprobado por el Consejo de Ministros el 22 de diciembre y propone la inclusión de un régimen de exención de requisitos generales para los artistas durante los periodos de inactividad en el Registro General de la Seguridad Social, la ampliación del plazo para la realización de gastos subvencionables por parte de las salas de exhibición, y la exención de los artistas en espectáculos públicos y los profesionales taurinos de acreditar el cumplimiento del requisito de haber prestado servicios con unas retribuciones mínimas y el de haber participado en un número determinado de espectáculos, con el objetivo de mantenerlos dentro del Régimen General de la Seguridad Social durante el año 2021.
Castañón considera que institucionalmente se está haciendo “lo que se hizo siempre”, que en su opinión consiste en “no dar una respuesta pensada ni específica sino hacer pequeños gestos de vez en cuando”. Según esta diputada, las administraciones públicas no están cumpliendo “en ninguno de los planos, ni municipal ni autonómico ni estatal”, y ella cree necesario que garanticen “dignidad, derechos laborales y futuro para quienes hacen posible la cultura”.
Culturas
¿Quién genera la cultura gratuita?
La gratuidad de los productos culturales repercute directamente en una exclusión de clase para la creación de esos productos culturales y en el monopolio de las grandes cadenas de producción, cuyos intereses tienen mucho más que ver con el capitalismo que con la cultura.
La inversión en política cultural y de deporte prevista en el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado (PGE) —aprobado definitivamente por el pleno del Senado el 22 de diciembre— en términos consolidados se cifra en 848 millones de euros, y alcanzará los 1.148 millones con la incorporación de los fondos extraordinarios aprobados por la Unión Europea para la recuperación por la pandemia del covid-19.
Para el ministro del ramo, José Manuel Rodríguez Uribes, con estos números el Gobierno muestra su compromiso con la cultura y el deporte al incluir entre las diez políticas palanca del Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que se financiará con esos fondos europeos, una línea específica para el impulso de las industrias culturales y deportivas, lo que supone dotarlas de 206 millones de euros adicionales.
“Esta inyección económica añadida o complementaria al presupuesto constituye un factor esencial para impulsar el proceso de transformación de nuestras industrias creativas y culturales hacia un nuevo modelo basado en la digitalización, la innovación, la calidad, la defensa de los derechos de los artistas y creadores, la igualdad de género y la sostenibilidad”, aseguró Rodríguez Uribes en su intervención parlamentaria en el debate sobre los Presupuestos el 2 de diciembre.
"La cultura y el deporte han sido objeto de un tratamiento relevante en la elaboración de los presupuestos de 2021", ha afirmado en @Congreso_Es el ministro @jmrdezuribes
— Ministerio de Cultura y Deporte (@culturagob) December 2, 2020
▶️ Vídeo de la comparecencia completa https://t.co/0vwvh1H54j
En los PGE de 2021, el Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música (INAEM) —“que incluye teatro, música, danza, circo y, por supuesto, nuestro flamenco”, según el ministro— aumenta su dotación un 34,5% con respecto al año anterior, lo que supone 53,15 millones de euros más.
El cine y el sector audiovisual —“el hub español que queremos construir”, en palabras de Rodríguez Uribes— se ven reforzados “de manera importante”, a través del presupuesto del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA), que incrementa en 34 millones su dotación, hasta llegar a 121,6 millones de euros.
También se mantiene el Fondo de Protección a la cinematografía, dotado con casi 70 millones de euros y del que depende la convocatoria de las líneas de ayuda habituales del ICAA a la producción de películas, así como ayudas a la distribución y a la participación en festivales y mercados audiovisuales, y a las salas de cine, a las que se destinan 17 millones de euros.
En el campo de las Industrias Culturales y Creativas, descritas por Rodríguez Uribes como “un sector estratégico de nuestra economía”, el presupuesto apoyará la adaptación de estas a la creciente demanda de cultura en formato digital, lo cual “debe actuar como un importante acelerador de su capacidad transformadora”. Entre los proyectos planteados se encuentran una nueva línea de ayudas para el desarrollo del videojuego y la creación digital, por importe de un millón de euros; 10 millones de euros para proyectos de digitalización de las entidades de gestión colectiva; ayudas para la digitalización de toda la cadena del libro (editores, distribuidores, libreros) por valor de 8,2 millones de euros; o 4,2 millones para análisis de datos sobre el sector audiovisual y para la digitalización del fondo documental de la Filmoteca Española.
Como novedad, los PGE destinan dos millones de euros para la puesta en marcha del Centro Nacional de Difusión de la Danza.
“Desde el Ministerio de Cultura hacen falta respuestas más valientes que las que se están dando”, opina la diputada de Unidas Podemos Sofía Castañón
Castañón huye del triunfalismo al valorar estas cuentas y el incremento presupuestario destinado a cultura, ya que entiende que este ha de ser mayor y bajo otra perspectiva: “Hay legislatura para ello, para que se refleje la idea de que la cultura, además de ser un derecho, puede ser un sector económico estratégico”. Ella también diferencia entre las soluciones ofrecidas por los despachos ministeriales: “Desde el Ministerio de Trabajo se entiende, y esto es nuevo, que las personas que trabajan en la cultura son trabajadores y trabajadoras que tienen unas condiciones específicas para realizar su actividad. Esto es importante y se están dando respuestas en este sentido, tras escuchar y reunirse con el sector. Y desde el Ministerio de Cultura hacen falta respuestas más valientes que las que se están dando”.
Para Castañón, es “importantísimo” que se aplique de forma urgente una herramienta que se discutió en el Congreso a partir de febrero de 2017 y que podría ofrecer soluciones a algunas de las problemáticas relativas al trabajo cultural: el Estatuto del Artista y del Profesional de la Cultura. Ese mes se creó, a petición del grupo confederal de Unidos-Podemos, la Subcomisión de Cultura encargada de elaborar la propuesta de texto. Tras más de un año de trabajo, esta subcomisión redactó un borrador que puso de acuerdo a todos los grupos políticos y que fue aprobado, también por unanimidad, por la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados el 21 de junio de 2018. Ahí se quedó y desde entonces falta que ese Estatuto sea ley. “Fue un gran acuerdo a reivindicar en la XII legislatura —estima Castañón—, se hizo de manera unánime por parte de todos los grupos parlamentarios, algo a celebrar, y ahora hay que ponerlo dentro del marco legislativo, para no movernos en la excepcionalidad de los reales decretos”.
Culturas
La clase obrera de la cultura en la era Amazon
En el acto de entrega de la cartera, el ministro de Cultura saliente, José Guirao, le dijo a su sucesor en el cargo, José Manuel Rodríguez Uribes, que “los ministros, los concejales y los consejeros no hacemos la cultura, la hacen los creadores y los ciudadanos”. El problema es en qué condiciones se realiza en un mundo dominado por corporaciones gigantes que imponen sus normas, como Amazon y Google.
Para la reconstrucción que demanda el momento actual, la diputada asturiana entiende que la cultura ha de formar parte estratégica del modelo productivo y que es conveniente observar lo que ocurre en el entorno cercano: “Francia invierte más dinero público en cultura que en automoción. Hay países en los que los trabajadores de la cultura forman parte del funcionariado. Se trata de mirar y comprender qué valor tiene la cultura dentro del modelo productivo en otros países porque probablemente nos den estrategias mejores que las que estamos aplicando. Si nuestro modelo productivo es convertirnos en la ciudad temática de vacaciones de Europa, ya vimos lo poco sostenible que es. Si queremos realmente hablar de valor añadido, de ofrecer algo diferencial, la cultura juega ahí un papel fundamental, cumpliendo además con la Constitución, garantizando el acceso universal a la cultura, que llegue a toda la ciudadanía y lo haga de una manera diversa, porque si no es así lo que se facilita es una serie de discursos, los que determina el mercado”. Castañón subraya que garantizar el acceso a la cultura como derecho “hace que también mejoren los derechos de quienes hacen posible la creación cultural”.
Como nota novedosa y un brote verde de esperanza, ella apunta a algo que han originado las necesidades comunes: “Una cierta organización y cierta posibilidad de que exista una articulación de quienes trabajan en la cultura”.
Nuevos trajes y viejas incertidumbres
“Hemos recibido bastantes ayudas económicas públicas —estatales, autonómicas y locales— y creemos que, por ahora, sobreviviremos”, comentan desde el Teatro del Barrio, una sala de teatro cooperativa que opera en el mismo local de la calle Zurita en Madrid que durante años fuera sede de la histórica Sala Triángulo. La práctica totalidad de la plantilla del Teatro del Barrio entró en ERTE el 15 de marzo, prolongado durante seis meses. Con el telón bajado y con gran preocupación por sus trabajadores, y por las compañías a las que el cierre imposibilitaba el trabajo, esta sala participó en La CuBa, una despensa solidaria que les dio la oportunidad de hacer comunidad, recuerdan: “Fue muy duro y a la vez ilusionante poder formar parte de la creación de una red de ayuda mutua”.
“Las salas de teatro somos la bisagra entre comunidad artística y sociedad, y somos también la vía para trabajar y, por lo tanto, para conseguir ingresos, de estas compañías. La conciencia de esta responsabilidad está ahora en primer plano”, dicen desde el Teatro del Barrio
Entre sus pensamientos para el nuevo año figura ir dando pasos para volver a programar, abrir el bar —ahora cerrado para que quien entre al local no se quite la mascarilla en ningún momento— y volver a celebrar una asamblea presencial con las personas socias de la cooperativa. Reconocen que han relegado el proyecto artístico y que las prioridades son el cuidado de quienes hacen viable que exista una sala de teatro como esta: “El proyecto artístico —entendido como una programación diseñada bajo una suerte de dramaturgia de lenguajes y contenidos a lo largo de una temporada— lo dejamos en segundo plano. Al primer plano pasa la situación de las compañías, de nuestra comunidad de artistas, con quienes dialogamos fluidamente para conocer su situación y ver cómo podemos apoyarlas. Las salas de teatro somos la bisagra entre comunidad artística y sociedad, y somos también la vía para trabajar y, por lo tanto, para conseguir ingresos, de estas compañías. La conciencia de esta responsabilidad está ahora en primer plano. En lo prosaico, esto significa que programamos con menos tiempo —a unos dos-tres meses vista— y que tenemos la vista puesta en dar espacio a compañías afectadas por los meses de parada”.
En su caso, no han sentido desatención y han recibido ayudas públicas pero saben que estas no han llegado a todas las afectadas. “El sector teatral es vulnerable desde antes de esta pandemia y esta situación ha radicalizado su fragilidad. Creemos que se debe abordar esa vulnerabilidad desde la base para que el sector se fortalezca y pueda sobrevivir a situaciones adversas —apuntan—, es vital un gesto claro, contundente y duradero por parte de las administraciones de apoyo estable al tejido artístico y cultural”.
Traduciendo esa exigencia, lo que piden es que se deje de entender a artistas y agentes culturales como entidades económicas que operan en un mercado de competencia: “Su presencia y su desarrollo profesional han de protegerse establemente más allá de su capacidad para generar beneficio y viabilidad a sus proyectos. No debe entenderse a estas profesiones bajo lógicas económicas y de mercado, sino bajo lógicas de primera necesidad social y salud ciudadana”.
“La cultura es un sector un tanto esquizofrénico en el que vives una precariedad asfixiante pero con satisfacciones y beneficios simbólicos que otros mundos precarizados no viven”, considera María Mur Dean, directora de consonni
En 2021 la andadura de consonni alcanzará el cuarto de siglo. Todo un logro a celebrar, teniendo en cuenta que es una iniciativa que pisa varias disciplinas siempre arriesgadas —edición de ensayo, emisiones de radio, organización de residencias artísticas— y que conoce sobradamente el percal: “La cultura es un sector un tanto esquizofrénico en el que vives una precariedad asfixiante pero con satisfacciones y beneficios simbólicos que otros mundos precarizados no viven. consonni existe en un momento y en un lugar geopolítico más privilegiado. Y la pandemia no azota por igual en todos los lugares y contextos socioeconómicos. Así que procuraremos abordar el año con energía”, explica María Mur Dean, directora de un proyecto cultural con base en Bilbao y seis empleadas.
Durante este año, en consonni han tenido que experimentar mucho, aprender a hacer actividades online, gestionar papeleo de ERTE y endeudarse con créditos ICO, lidiar con el teletrabajo, cerrar su espacio al público, reducir su plan editorial y concentrar en el último trimestre las publicaciones —como una recopilación de relatos de Octavia Butler, la traducción al castellano de Jenisjoplin de Uxue Alberdi o el rescate de la novela de ciencia ficción Mujer al borde del tiempo, de Marge Piercy—, no hacerlo de forma escalonada como habían previsto.
Mur Dean confiesa que la incertidumbre, la cuerda floja, ha sido inherente a un trabajo como el suyo durante estos casi 25 años —“no es lo ideal ni lo decimos con orgullo, es un ejemplo de la precariedad a la que te acabas (mal)acostumbrando en la cultura”—, pero este momento excepcional y angustioso hace todo más complicado y marca, en su opinión, un punto y aparte: “No vamos a volver a las condiciones de antes así que es una oportunidad para imaginar nuevas condiciones juntas, para procurar poner la vida en el centro, que suena manido y que es realmente difícil aplicarlo pero muy deseable. Intentamos tomar decisiones en esa dirección, con todas nuestras fuerzas”.
La directora de consonni sostiene que la pandemia es consecuencia de una crisis de prioridades a la que hay que hacer frente, que las soluciones vendrán en colectivo y que ellas no quieren “volver a ese lugar de antes”. Por eso, explica, en su toma de decisiones se preguntan “qué merece la pena rescatar y qué debemos alterar, qué formatos culturales trabajar, qué voces amplificar, qué viajes merece la pena hacer, cómo desarrollar procesos sostenibles, cómo construir alternativas ante las grandes plataformas digitales, qué retorno generar a la comunidad, como crear complicidad de forma presencial y virtual, cómo abrazarnos a distancia”.
De cara a 2021, en su agenda aparecen varios libros en euskera de autoras jóvenes “que vemos imprescindible traducir”, continuar con la línea de ciencia ficción feminista, la crítica cultural y la producción de podcasts. “Es un momento para imaginar —afirma Mur Dean— y hay voces que nos están recordando que la utopía no es una huida de la realidad sino un grito para cambiar lo que tan dolorosamente sufrimos para transformarlo. Si no somos capaces de imaginar un mundo con más sentido, difícilmente lo alcanzaremos. Leíamos hace poco a Yayo Herrero que necesitamos soñar para alcanzar un futuro comunitario”.
Con respecto a las medidas que deberían implantar las administraciones públicas, ella habla de “escuchar, que es un superpoder maravilloso, podría ser una exigencia o una sugerencia”, y eleva una crítica para que tome nota quien corresponda: “Se echa de menos construir fórmulas más empáticas de la gestión de lo público. Organizar asambleas ciudadanas, consultas o equipos de trabajo remunerados para ver cómo organizar mejor esta crisis en el ámbito de la cultura y en general. Se nota la falta de conocimiento sobre el sector cultural así que hay ayudas y acciones que, aun bien intencionadas, en el mejor de los casos, no son eficaces. También en general, se ha mentido, se han ocultado datos y se han manipulado informaciones en pro de una supuesta economía. Pero la economía no va a sobrevivir con cuerpos débiles y tristes. Deberíamos pensar en modos más colectivos de gestionar el bien común y lo social. Hay demasiado empeño por mantener un sistema productivo excesivo que nos ha llevado a esta situación”.
“La verdad es que hace mucho que uno no le pide nada a las administraciones públicas”, dice Julián Lacalle, editor de Pepitas de Calabaza
“La verdad es que hace mucho que uno no le pide nada a las administraciones públicas”, dice Julián Lacalle, editor de Pepitas de Calabaza, que en 2020 ha conseguido poner en las librerías una treintena de títulos, entre reediciones y novedades como El peón, de Paco Cerdà, el mejor libro publicado en España este año. “Hemos alterado mucho nuestros planes y vamos un poco al día. No se puede hacer de otro modo. Tenemos muchos proyectos en marcha que ahora hay que ir realizando con cuentagotas”, resume la situación de esta editorial domiciliada en Logroño.
Literatura
Traducción literaria: el trabajo de llevar a otro idioma las páginas de una novela
Las bajas tarifas y los plazos de entrega imposibles presiden el día a día de quienes se dedican profesionalmente a la traducción literaria. Su trabajo, esencial para disfrutar de la lectura y parada fundamental en el viaje de una novela, es poco conocido y aún menos reconocido. Pero se trata de mucho más que pasar palabras de una lengua a otra.
En los PGE, según desgranó el ministro Rodríguez Uribes, la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura aumenta su partida presupuestaria en algo más del 30%. Un incremento vinculado al Plan de Fomento de la Lectura 2020-24, del que el ministro destacó la dotación de fondos a las bibliotecas públicas mediante la compra a librerías y editoriales, por importe de 1,8 millones de euros, y las ayudas a la creación literaria, con un montante de 200.000 euros.
Museos llenos de mujeres
La Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV) presentó en noviembre su Herramienta de Autodiagnóstico para medir la Igualdad en Museos y Centros de Arte, un proyecto importante para este colectivo que cuenta con más de 600 asociadas, entre artistas, comisarias, investigadoras, críticas de arte, directoras de museos, gestoras, docentes o directoras de galerías de arte. La presentación se hizo online, al igual que la asamblea bianual de la asociación, en abril, o la III Bienal de Mujeres en las Artes Visuales, durante todo el año, de la que han surgido once proyectos como el Estudio sobre desigualdad de género en el Sistema del Arte en España, lanzado en diciembre.
Una actividad fértil que en 2021 quieren continuar, con la difusión y aplicación de la Herramienta de Autodiagnóstico para medir la Igualdad en Museos y Centros de Arte, ya que cuentan con el compromiso por parte de la Subdirección General de Museos Estatales de utilizarla en la red de 16 museos que dependen directamente del Ministerio de Cultura. Algunas pinacotecas ya han probado este método, como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, el Centro Atlántico de Arte Moderno, en Las Palmas de Gran Canaria, el Museo Nacional de Artes Decorativas, el Museu d' Art Contemporani Vicente Aguilera Cerni (en Vilafamés, Castellón) o el CA2M de Móstoles. “Esperamos poder llegar al mayor número de museos para acompañarlos en este proceso ya irreversible con el fin de que la desigualdad desaparezca de sus programaciones y que la sociedad se sienta representada y atendida en su diversidad y pluralidad”, desean desde MAV. Su propósito es auspiciar una especie de red creada por la suma de museos y centros de arte que se comprometan con estos valores capitaneados por la igualdad, la diversidad y la equidad.
“El sector de las artes visuales no importa o no se le da la importancia que merece, quizás porque no se entienden claramente las implicaciones sociales y económicas que acarrea su debacle”, lamentan en la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales
También elevan la voz para que “se complete y se ponga en marcha ya el Estatuto del Artista en cuanto a la legislación y reformas que tienen que ver con Hacienda, Trabajo, Educación, entre otros ministerios, para que la cultura se vea y se sienta como una profesión necesaria y esencial, que tiene mucho que aportar a la sociedad y a la economía de este país”. Y lamentan que, según su experiencia, “el sector de las artes visuales no importa o no se le da la importancia que merece, quizás porque no se entienden claramente las implicaciones sociales y económicas que acarrea su debacle, y por tanto no preocupa tanto a nivel institucional ni mediático, en comparación con otras industrias culturales que tienen mayor visibilidad, véanse la música o el cine”.
Uno de los museos que ha experimentado la herramienta para medir la igualdad desarrollada por MAV es el Reina Sofía, que en octubre celebró el trigésimo aniversario de su apertura. La institución, dirigida por Manuel Borja-Villel desde 2008, permaneció cerrada desde marzo a junio. “El personal que ha podido ha teletrabajado y el que no, no. En cualquier caso, se ha percibido el sueldo de manera íntegra”, apuntan desde el comité de empresa, que critica por precipitada la incorporación del personal que realiza su labor de manera presencial: “No se han realizado pruebas PCR ni se toma la temperatura, esto por prohibición expresa de la Subsecretaría de Cultura. Tampoco se ha adecuado la oferta expositiva a la nueva situación, con un 75% menos de público”.
En el museo, este año ha habido menos contratación de personal temporal de sala y la plantilla, sumando el personal laboral fijo y el funcionario de carrera, es de unas 400 personas. El comité de empresa representa al personal laboral, unos 270 trabajadores. El personal funcionario tiene su propio órgano de representación, la junta de personal. En ambos, el sindicato con mayor presencia es UGT.
El comité de empresa del Reina Sofía lamenta que la capacidad de negociación de los representantes legales de las plantillas sea muy limitada por la manera en que está organizada la negociación colectiva en la Administración General del Estado: “Los asuntos se dirimen en grupos de trabajo de subcomisión delegada, en los temas de personal laboral, y mesa delegada en los temas que afectan también al personal funcionario”.
Para 2021, el presupuesto del Reina Sofía se incrementa en 11 millones de euros, según los PGE.
Demasiada pantalla, poca vida
En la cooperativa de trabajo asociado ZEMOS98, que ofrece servicios de mediación, producción cultural y procesos de aprendizaje, terminan el año con cierto hartazgo de las palabras “zoom” y “jitsi”. La adaptación de su trabajo a lo virtual les ha dado dolores de cabeza y les ha hecho replantear parte de su filosofía como colectivo que participa en los procesos culturales desde la intersección entre lo laboral y el activismo. “El brutal aumento de actividades digitales genera una evidente fatiga generalizada. Ya pasamos muchas horas delante de pantallas como para seguir delante de ellas cuando no hay necesidad. Imaginamos un futuro en el que la participación digital y la física se combinarán de una manera más orgánica y equilibrada”, reconocen.
Evaluando el daño causado por la pandemia, indican que, en su caso, ha acentuado “las inercias derivadas de la precariedad que experimentamos desde siempre en diferentes grados de intensidad. La ausencia de apoyo institucional a la conciliación familiar y laboral se ha llevado por delante aquellos espacios que, en apariencia, son más prescindibles. Hemos llevado adelante con dificultad lo exclusivamente productivo, que eran sobre todo compromisos adquiridos previos a la pandemia y readaptados al contexto online. Hemos tenido que dejar en pausa todos esos espacios que construyen un deseo colectivo en torno a objetivos culturales o políticos compartidos”. Por el camino, también, se ha quedado la oficina en Sevilla en la que trabajaban antes de marzo.
El frágil equilibrio con el que proyectos como ZEMOS98 cuadran los balances depende en muchas ocasiones de trabajos de larga duración que posibilitan un sostenimiento a duras penas estable. En 2020 han terminado dos de los que aportaban esa viabilidad a ZEMOS98 y ahora la cooperativa carece de la certidumbre de que en los próximos años pueda involucrarse en otros equivalentes. “Es difícil compatibilizar esta necesidad con una intervención en el tejido social y cultural marcada por prioridades propias. Corremos el riesgo de arrojarnos a ciertas derivas en la búsqueda de la sostenibilidad económica, de desviarnos de lo que consideramos importante cultural y políticamente en los próximos meses y años”, advierten.
“No es momento de más burocracia, es momento de distribuir el dinero de la manera más expansiva posible”, valora el colectivo ZEMOS98
ZEMOS98 considera que las medidas a adoptar por parte de las administraciones son tres “y muy claras”. La primera es convertir en norma el dictamen de la subcomisión del Estatuto del Artista —“cada día que pasa en el que esto no se aprueba es tirar un trabajo que se ha hecho desde todos los sectores para avanzar”—; la segunda, establecer legalmente qué significa la declaración institucional fechada en septiembre por la que el Senado animó al Gobierno a declarar la cultura como bien esencial; y la tercera es garantizar las rentas, ya que entienden que “no es momento de más burocracia, es momento de distribuir el dinero de la manera más expansiva posible”.
La resituación
Entre los propósitos de año nuevo con los que el músico asturiano Nacho Vegas estrenaba enero se encontraba grabar un nuevo disco a finales de 2020. Hoy, cruzando los dedos para que la crisis sanitaria se solvente, espera que esa grabación tenga lugar en algún momento de 2021 ya que quiere aportar su granito de arena para que “la crisis social, que seguramente persistirá de forma salvaje durante el año que viene, no provoque —además de todo el sufrimiento para las clases populares— una mayor deriva elitista de la música popular, algo que ya venía ocurriendo desde la crisis de 2008, en la que las giras estén orientadas a un público que pueda pagar 30 o 40 euros, o lo que sea, por ver una actuación nacional, creando con ello un evidente sesgo de clase entre el público de pago”.
Vegas considera que su experiencia este año ha sido “relativamente afortunada” si la compara con la de la mayoría de sus colegas de oficio. Ha publicado un disco recopilatorio de canciones no incluidas en sus trabajos de la última década y lo ha presentado en tres conciertos, en los que no pudo contar con el guitarrista Joseba Irazoki, positivo en PCR un día antes de comenzar los ensayos. “Me preocupan compañeros que dependen de mis decisiones —afirma—, por eso y aunque me ha costado ponerme las pilas ya estoy dándole forma a un repertorio con el que estoy especialmente ilusionado y creo que, en general, no hablo ya solo por mí mismo, esto puede dar lugar a una nueva sensibilidad musical”.
“No basta con decir eso de que hay que reinventarse, como si eso se pudiera hacer de la noche a la mañana y como si no supiéramos que el mercado siempre va un paso por delante, sin miramientos”, comenta Nacho Vegas
En su opinión, la pandemia no es un golpe irreversible para el mundo de la música, aunque el vaso está más vacío que lleno. “Sigue y seguirá habiendo música y actuaciones en directo —vaticina—, pero la sensación que me llega por parte de compañeros, tour mánagers, personal técnico, pequeñas promotoras, es incierta; se cree que la escena de la música en vivo tal y como la conocíamos no volverá, y la pregunta del millón es si entre todas conseguiremos reconfigurarla para crear un escenario mejor, en el que desaparezcan los cachés inflados, la supremacía de los macroeventos en recintos cerrados, las entradas abusivas. Pero el ambiente es ciertamente pesimista, no basta con decir eso de que hay que reinventarse, como si eso se pudiera hacer de la noche a la mañana y como si no supiéramos que el mercado siempre va un paso por delante, sin miramientos, a la hora de enriquecer a unos pocos a costa de la precariedad de muchas”.
Vegas encuentra una respuesta a cómo puede ser la música que se cree en los próximos meses, la música postcovid: “Todo se ha retrasado no ya por las restricciones, sino porque esta bofetada de realidad nos ha dejado aturdidos y ha provocado un bloqueo creativo que nos ha afectado a la mayoría de los autores y autoras. ¿Quién puede hablar de amor o revolución en tiempos de pandemia? No quiero decir que el amor, y en especial los cuidados, no se hayan revelado más necesarios si cabe que nunca, pero para escribir sobre ello en medio de esta crisis brutal hace falta tomar perspectiva, así que es lógico que hayamos retrasado los calendarios”.
Como horizonte a conquistar, este músico piensa en procesos democratizadores de la música en directo, “aprovechando espacios públicos, con entradas más populares, con una redistribución de los cachés, con una garantía auténtica del acceso a la cultura popular de toda la población y, por supuesto, con una conquista de derechos laborales para los músicos y otras trabajadoras del sector que se han venido escamoteando durante décadas, lo que ha provocado una indefensión total de los trabajadores y trabajadoras en situaciones de mayor vulnerabilidad”. En este sentido, opina que es fundamental el creciente asociacionismo de los últimos años, “del que la mayor parte del Estado español adolecía, sobre todo en el sector de la música popular”. Y habla desde la primera persona, con la propuesta del colectivo Caja de Músicos en Gijón en mente: “Tratamos de defender los derechos de todas, pero falta músculo e implicación para crear un sindicato, por eso todos los colectivos que afrontamos este reto desde el activismo cultural y con perspectiva de clase estamos en estrecho contacto. Queda aún un largo camino por recorrer, pero el tiempo apremia”.
De las condiciones que atraviesan el trabajo cultural y las dinámicas en las que se genera la creación trató ampliamente Remedios Zafra en su alabado ensayo El entusiasmo (Anagrama, 2017). La doctora en Arte, actualmente científica titular en el Instituto de Filosofía del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), hace una lectura ambivalente de la situación derivada de la pandemia, que califica como muy poliédrica.
“La cultura no puede anteceder lo que pasará sino narrar lo que nos vaya ocurriendo, incluso o especialmente cuando esté en el límite de lo narrable”, afirma Remedios Zafra
Por un lado, analiza, se encuentra el riesgo de “reforzar y normalizar la vulnerabilidad de un sector ya muy precarizado y atado a trabajos temporales y colaboraciones especialmente sostenidas por el capital simbólico, justo cuando vivíamos un proceso de reivindicación de derechos y de revalorización del sector”. Por otro, a Zafra le llama la atención que este tiempo de crisis “haya sido para muchos trabajadores culturales una oportunidad de concentración, recuperación de lecturas y profundización en su trabajo frente a la cultura ansiosa caracterizada por los desplazamientos y la hiperproducción de antes”, aunque precisa que posiblemente esta lectura positiva “se haya dado en aquellos trabajadores que tenían un suelo económico y laboral que les ha permitido frenar, asunto que no caracteriza a la mayoría de trabajadores creativos”.
Laboral
Remedios Zafra: “La precariedad en los trabajos creativos funciona como forma de domesticación”
También presentan muchas caras los aspectos formales y los mensajes que se vehicularán mediante la cultura en los próximos tiempos. Según el pronóstico de esta especialista, “habrá lugar para todo tipo de mensajes y estados que lleven a la sociedad a oscilar en altibajos anímicos, atendiendo a cómo funcionen las vacunas y a los más o menos lentos procesos de socialización que impliquen. La cultura no puede anteceder lo que pasará sino narrar lo que nos vaya ocurriendo, incluso o especialmente cuando esté en el límite de lo narrable”.
Con respecto al porvenir tras la pandemia, Zafra opina que la mayor esperanza “no sería recuperar lo de antes, muy mejorable, sino haber aprendido cosas y no olvidarlas aunque resulten dolorosas”. Para ella, no hay transformación real que no comience con desazón, “y esto no supone enfrentarse con desesperanza al futuro”. La desesperanza, añade, es otra cosa, “inmovilizadora y resignada, se vale del miedo y se opone a que busquemos cambios reales y no solo vestirnos de fiesta para volver después a lo mismo”. Como corolario, Remedios Zafra apunta que es necesario “huir de la simplificación de la polarización tan propia de la época y proyectar, construir, futuros en el gradiente de complejidad que la situación requiere, con esperanza pero también con exigencia crítica”.
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EN EL NUEVO AÑO ESPAÑA TENDRA POR FIN UNA III REPUBLICA Y SERA UNA REPUBLICA NO COMO LAS DE FRANCIA Y ALEMANIA SI NO COMO LAS DE SUDAMERICA Y CENTROAMERICA Y EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA SERÁ PABLO CASADO EL PRIMER MINISTRO SERÁ SANTIAGO ABASCAL ,MARIO CONDE SERÁ SIMULTANEAMENTE MINISTRO DE HACIENDA Y ECONOMIA Y EL MINISTRO DE INTERIOR SERÁ JAVIER ORTEGA SMITH Y LOS DE EL SALTO CULPARAN AL PSOE,LA CADENA SER Y EL DIARIO EL PAIS.
La gente paga en cultura para lo que considera que merece la pena el gasto, Extremoduro agoto en minutos todas las entradas de su gira, star wars consigue colas en la puerta de los cines, los libros de juego de tronos se venden de forma continuada. No es que nos obliguen a gustarnos, es que suele gustar al gran publico en mayor o menor medida y por eso pagamos. Si algo se tiene que subvencionar es que no funciona, la gente no esta dispuesta a pagar por ello y mantener algo porque si pues no es muy lógico. Es la realidad y no por verla se es mas o menos de izquierdas, al contrario si no estas cegado y lo ves antes te adaptaras con alternativas que funcionen y no suvenciones
Así es, hay artistas que pretenden vivir de subvenciones toda la vida, haciendo cosas que no tienen interés alguno y que sólo existen porque las financia el Estado a fondo perdido, o por mera especulación y lavado de dinero, fíjese el vertedero que es ARCO.
Si regalo un cuadro pintado por mi es una obra de arte que el obsequiado te agradecerá hasta el infinito y lo colgará en la entrada de su casa... Ese mismo cuadro con horas de trabajo desde la esperiencia vendido ya no mola tanto.