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Cine
Festival L’Alternativa: 25 años de hermanamiento entre vanguardia formal y sensibilidad política
Los responsables del certamen de cine L’Alternativa, en Barcelona, llevan más de dos décadas abriendo ventanas a un cine aventurero y agitador de conciencias. A lo largo del camino han resistido a unos duros recortes presupuestarios que la presunta recuperación económica no ha revertido.
En una ciudad como Barcelona se hace difícil calificar un festival cinematográfico con uno de esos adjetivos de los que tanto abusa el periodismo cultural infiltrado por el lenguaje publicitario: “Necesario”. Al fin y al cabo, el tejido de los certámenes cinematográficos de la ciudad es relativamente amplio y está en perpetuo movimiento. Se echa en falta a los que ya no están, como la Muestra Internacional de Cine Europeo Contemporáneo impulsada por el desaparecido Domènec Font, pero aparecen nuevos proyectos que cubren carencias parecidas u otras nuevas.
Entre todas estas idas y venidas, L’Alternativa, Festival de Cine Independiente de Barcelona, representa la resistencia. Cumple nada menos que 25 años ofreciendo una ventana a lo que podríamos denominar, desde perspectivas múltiples, otros cines: aquellos que no emanan de los grandes centros de producción del audiovisual global, que experimentan con el lenguaje del cine narrativo o documental. Porque la mezcla es un eje de este festival que cuida tanto las imágenes formalmente experimentales como las imágenes políticamente agitadas y agitadoras, a menudo coincidentes en la misma propuesta.
A lo largo de estos años, su equipo ha abierto ventanas para conocer espacios olvidados por el cine mainstream (hemos podido escrutar la gentrificación en Estambul, las vidas familiares en Bulgaria o las heridas de antiguas colonias francesas, entre mil temas más). También ha ofrecido un espacio de acceso a autorías quizá demasiado radicales para acceder a la distribución comercial normalizada. Y ha reservado un lugar para el indie estadounidense más alejado de sus formulaciones hollywoodienses.
La nueva edición del festival, la vigésimoquinta, se celebra en diversos espacios de la ciudad de Barcelona hasta el próximo día 18 de noviembre. Dentro de la programación encontramos una proyección especial de Idrissa, crònica d'una mort qualsevol, un nuevo documental firmado por los muy politizados realizadores de Ciutat morta. Tanto la sección oficial como la sección paralela Panorama, dedicada a la producción estatal, ofrecen las correspondientes selecciones de ese “cine especial” que los programadores quieren cuidar.
Entre las películas a competición, encontramos un documental sobre el panorama mediático ruso y un cierto periodo de fascinación hacia Donald Trump (Our new president), un filme sobre las huellas familiares del conflicto norirlandés (The image you missed) o un exponente de ese cine íntimo que también forma parte del mapeado del festival (América). En Panorama, según palabras de la codirectora Tess Renaudo, “hay mucho cine militante, quizá porque en España hay mucha necesidad de abordar temas como el acceso a la vivienda, pero no olvidamos dar cabida a los experimentos con el lenguaje cinematográfico”. No falta el espacio para los cortometrajes, tanto en sesiones de pago como en proyecciones gratuitas.
Barcelona no era una fiesta
La financiación institucional de L’Alternativa sufrió severos recortes con la llegada de las políticas de austeridad. Entre 2007 y 2011, el presupuesto disminuyó desde unos 300.000 euros a 157.000. Diez años después del inicio del tijeretazo, como tantos otros sectores de la ciudadanía, la organización sigue esperando los efectos de una presunta recuperación económica que, básicamente, ha servido para parar la caída vertiginosa, pero no para recuperar el terreno perdido. “Parece que, cuando las instituciones ven qué puedes hacer con la mitad de presupuesto, ya no se plantean volver atrás. Entonces nos pusimos en clave de supervivencia, pensando que había que sobrevivir y que llegarían mejores días. Y llevamos desde 2008 en este modo de crisis”, explica Renaudo.
Durante todos estos años, el equipo directivo se ha mantenido bastante estable: “Ha habido gente que se ha marchado por cambios de vida o por jubilaciones, pero hace ya más de 15 años que Cristina Riera, Marc Vaíllo y yo llevamos trabajando juntos, compartiendo responsabilidades y diversificando la mirada”, explica la programadora. A pesar de todo, esta organización que ha querido cuidar el factor humano (a lo largo de la entrevista con Renaudo surgen conceptos como “espacio agradable”, “trato personalizado”, “punto de encuentro”) y ha tenido que afrontar los costes personales de las estrecheces económicas. Parte de la permanencia del equipo “viene de la dedicación, de coger vacaciones de otros trabajos para poder estar con nosotros, y es absurdo”.
La incertidumbre es parte de la ecuación. A menudo, los responsables de L’Alternativa han declarado que cada festival es un nuevo inicio. No solo tienen lugar las deseables reuniones reuniones para reevaluar el proyecto, buscar nuevas ideas y nuevos vínculos con la ciudad, el público y sus profesionales. Renaudo lamenta que “no solo hay que ver los filmes y montar la programación, sino que hay que repetir año tras año toda la búsqueda de financiación. Trabajamos desde la hipótesis, y así es muy difícil fidelizar y dar buenas condiciones al equipo. La excepción es el ICEC (Institut Català de les Empreses Culturals), que nos pudo conceder un convenio de tres años”.
Complicidades entre la escasez
Entre los paisajes áridos de la Europa de la austeridad, la organización ha buscado colaboraciones y aliados. El Centro de Cultura Contemporánea es el hogar histórico y pilar del certamen. La Filmoteca de Catalunya también se ha consolidado como colaboradora habitual. Más allá de las instituciones públicas, también se ha desarrollado una sintonía natural con la sala ZumZeig. Perteneciente al barrio de Sants, este proyecto también ofrece cine de vanguardia desde una cierta sensibilidad política. Y cuida sus relaciones con un mundo cooperativo que a menudo nace desde los movimientos sociales.
Otro nuevo fichaje es la sala Nook, del Poble Sec, que ha acogido dos sesiones previas con las que calentar motores y paliar que, hace ya una década, L’Alternativa tuvo que recortar días de programación y perdió un fin de semana. De la necesidad surge algo positivo: “El mapa del festival se amplía a otros barrios, y esta expansión se añade a las colaboraciones que mantenemos con otros festivales a lo largo del año”.
Un año más, L’Alternativa mantiene su colaboración con la plataforma online Filmin. Gracias a ello, el festival gozará de una segunda vida en los ordenadores de los internautas que lo deseen. Además de recuperar títulos de años anteriores, se podrá ver una gran parte de la sección oficial a partir del día 19 de noviembre.