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Somos seres sociales y precisamos de una comunidad en la que adaptarnos, pero también necesitamos reivindicarnos como individuos. Esta premisa es la que obsesiona a Estíbaliz Urresola a la hora de crear obras audiovisuales. La directora de 20.000 especies de abejas, Cuerdas, Adri, Polvo somos y Voces de papel tiene claro que “el cine es una herramienta política y no debe quedar impasible ante las atrocidades que suceden”. La ganadora del premio Goya a Mejor Guion Original de este año vuelve a estar nominada en galardones internacionales por su primer largometraje, 20.000 especies de abejas, en el que trata sobre la infancia trans. En este caso, a los premios LUX del Parlamento Europeo, que buscan fomentar las temáticas sociales y el diálogo político entre el público y la política a través del cine.
En una fatigante jornada de atención a medios de comunicación en el Parlamento Europeo en Bruselas, Estíbaliz Urresola se sienta a dialogar con El Salto rodeada de banderas de la Unión Europea. ¿Qué significa que una institución como la UE seleccione su película entre las nominadas? “Todo empezó con la Berlinale, al haberla seleccionado en la sección oficial mostró una voluntad inicial. Estoy agradecida de que se coloque en general este tema dentro de la agenda. Ojalá sea una declaración de intenciones del Parlamento y ponga sobre la mesa temas sobre los que urge legislar y aterrizar medidas concretas para mejorar la democracia”, responde Urresola.
20.000 especies de abejas es una película con un claro trasfondo de transformación y concienciación. A través de Lucía —una niña trans interpretada por Sofía Otero que ganó el Oso de Plata en Berlín— Urresola busca demostrar que la identidad trans puede estar presente en la más tierna infancia. “En el imaginario colectivo creo que no existía referente que una niña pueda reivindicarse como tal pese a que el resto del mundo la identifique como chico al nacer”, explica. Y es que a Lucía la identifican como Aitor, lo que le supone a la pequeña una crisis de identidad constante y un conflicto con quienes la rodean. Ella sufre cómo sus padres, su familia y en el colegio siguen llamándola por su nombre anterior.
El conflicto por la reivindicación de la identidad en el filme de Urresola va más allá de la de la infancia trans. La película explora cómo las mujeres han sido coartadas y aplastadas por la sociedad y, en concreto, por los hombres. La madre de Lucía, hija de un conocido artista, se ve atrapada por la sombra de su padre o su abuela —más conservadora y religiosa— ,no escapa de lo que la sociedad le ha impuesto como “lo establecido”. “Son distintos personajes que enfrentan la pugna entre ser fieles a sí mismas y luchar por ello a la vez que quieren ser queridas o aceptadas por su entorno”, aclara Urresola al respecto. La tensión entre lo social y lo particular, de nuevo, fascina a Urresola: “Somos seres interdependientes e inevitablemente estamos sujetos a la mirada del otro y a los vínculos. Somos animales sociales. Nuestra lucha está entre pertenecer y reivindicarnos como individuos autónomos”.
“La mirada de un niño a estas cuestiones sociales, como en migración o en interculturalidad, tiene mucho más para enseñarnos de lo que nosotros, los adultos, nos creemos”, defiende la directora
Un detalle que sorprende de la película es que la primera persona en llamar a Lucía por su nombre es su hermano, Eneko. ¿Están más preparadas las nuevas generaciones para las diferentes orientaciones e identidades? “Creo que tiene que ver con la mirada infantil y la mirada adulta. Los más jóvenes vienen de un caldo de cultivo de luchas importantes y tienen referentes”, responde Urresola. “Son el cambio. La mirada de un niño a estas cuestiones sociales, como en migración o en interculturalidad, tiene mucho más para enseñarnos de lo que nosotros, los adultos, nos creemos”, defiende. Como anécdota, relata que en los procesos de casting trató con muchos niños y niñas. “lo tienen mucho más interiorizado si se les explica con naturalidad. Quien ve un problema en esto es la mirada adulta”, estipula.
La transformación social en la cultura
Los productos culturales inciden en nuestra forma de ver el mundo. Es uno de los objetivos para Urresola: “Intento que mi cine tenga trasfondo social. Incluso cuando hago una historia íntima creo que puede ser entendida como política, porque lo individual es político”. Para ella, la transformación empieza desde el momento en el que empezó a entrevistarse con familias con menores trans. “Al acercarme a la comunidad de familiares de menores trans, empiezo a establecer vínculos, se me abren un montón de experiencias y de posibilidades y de conflictos que yo no he experienciado en primera persona. Es como una bola de nieve que se hace cada vez más grande que nos ha transformado al equipo en su conjunto”.
Para Estíbaliz Urresola, el cine tiene una virtud concreta: “Conectarnos con las personas a través de los personajes. Nos vinculamos a un mundo emocional a través de unas historias. Se construye un puente entre el espectador y una experiencia de vida ajena”. Y ahí está la clave para la incidencia social: “Eso permite empatizar o identificarse con la historia”.
A principios de 2023 echó a andar la Ley Trans, la primera en la historia de la democracia que ampliaba derechos para el colectivo. ¿Cómo la valora Urresola? “Un año es pronto para tener conclusiones”, responde. Pero destaca “todo el trabajo para la creación de esta ley que “ha obligado a diferentes colectivos a entrar en diálogo y ha ido permeando a la sociedad. Creo que la sociedad estaba preparada para ver esta película, que era algo que podía darme miedo”. “Es gracias a todo ese trabajo previo hecho por el colectivo trans”, destaca.
Aprovechar los focos
Estíbaliz Urresola suele aprovechar los momentos en los que tiene un altavoz. Lo hizo en los premios Gaudí pidiendo el alto el fuego en Gaza y demandó detener “ya mismo” el comercio de armas con Israel. Ante el Parlamento Europeo no iba a ser menos.
Cuando Estíbaliz subió al atril, empezó a hablar en euskera. Los asistentes a los LUX European Audience Film Award 2024 cogieron sus cascos para poner el traductor y entenderla. Sin embargo, en el Parlamento Europeo no se traduce el idioma en el que hablaba. El público cruzaba entre ellos las miradas, incrédulos. “¿Por qué el euskera, el gallego, el catalán, el sardo o el corso no están en este parlamento?”, se cuestionó, ya en inglés, Urresola. “Debemos entender las diferencias entre nosotros como oportunidades de aprendizaje”, reivindicó.Finalmente, el galardón a mejor película se la llevó la película Sala de profesores, de Ilker Çatak, pero el discurso de la directora vasca hizo reflexionar a más de uno.
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