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Cine
Los cubanos que lucharon contra el fascismo en España renacen en el ensayo documental ‘Escuchar la sombra’
“En Cuba se canta ‘no te mueras sin ir a España’. Y yo me voy a España ahora a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo entero de los oprimidos, a ser arrastrado por el gran río de la revolución”. Cantaron y rieron, lucharon y murieron, y los vivos siguieron luchando por los muertos. Se estima que hasta 1.400 cubanos arribaron en España una vez comenzada la Guerra Civil en 1936, ni siquiera cuatro décadas después de haberse liberado del yugo colonial en la isla. Ahora, el cineasta Miguel G. Morales presenta Escuchar la sombra, un documental sonoro y gráfico que podrá verse por primera vez en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
En esta cinta de media hora de duración las personas sin nombre miran a una cámara colocada desde el futuro: “¿Cuáles son las emociones que una derrota puede generar? Hay que apropiarse de la memoria de los vencidos. Llevan consigo la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”, relata la voz de la actriz y dramaturga cubana Mariela Brito, hilo conductor de la película, la misma voz que abre este artículo.
El resultado de tres años de un olfateo cuidado al milímetro que ha llevado a Morales a investigar en ciudades como La Habana, Nueva York, Ámsterdam, Toulouse, Barcelona, Salamanca y París es una obra que trae consigo la historia del anonimato silenciado, el mismo que ahora el cineasta tinerfeño pretende desterrar para devolverle al lugar del que procede: la dignidad de un pueblo solidario contra el avance del fascismo.
“La idea surgió cuando me enteré de que La Pasionaria había visitado Cuba en 1963, ahí se activó esta película”, cuenta el director
A través del metraje, cuyo contenido es inédito en más de un 70%, Morales conjuga con exquisito criterio imágenes de Henri Cartier-Bresson, Kati Horna, Walter Reuter, Agustí Centelles, y recupera la obra de Belkis Vega, cineasta cubana. “La idea surgió cuando me enteré de que La Pasionaria había visitado Cuba en 1963, ahí se activó esta película”, cuenta el director. Morales se decantó construir el guion junto al escritor y dramaturgo Atilio Caballero siempre a la par de sus hallazgos investigatorios, lo mismo que sucedió con el diseño sonoro y musical, a cargo de Sara Sánchez y Fabián Yanes, del trabajo que ahora presenta.
La intelectualidad, con la resistencia
Para llegar a su fin, rastrearon los pasos de estos cubanos desde el principio. En su caso, comenzaron en septiembre de 1936, en el grupo Julio Antonio Mella, instalado en Nueva York. Más tarde, el que sería el Partido Comunista de Cuba inició un reclutamiento en la isla. Tenía que ser clandestino, así que viajaron con visado de turistas, con las maletas vacías, con la argucia de decir que iban a visitar la Exposición Universal de París. Así, unos 1.400 cubanos se adentraron en ese terror tan temido como la guerra, tan necesaria como la lucha por la supervivencia en libertad de todo un país.
Aunque Morales no ha querido recrearse en los nombres más conocidos de la intelectualidad cubana que apoyaron sin ambages al bando republicano, sí resuenan personajes como el poeta surrealista Juan Brea, el músico Julio Cueva o el pintor Wilfredo Land. Juan Marinelo, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén formarían parte de la delegación cubana convocada en el Congreso de la Alianza de Intelectuales Antifascistas celebrado en Valencia en 1937.
Pablo de la Torriente, uno de los primeros periodistas que informó de la contienda española en América, también está presente: “Después de conocer a Pasionaria y Miguel Hernández, en un momento dado decidió dejar de escribir para ir al frente, donde llegó a ser comisario político y donde le asesinaron”, cuenta Morales. El poeta de Orihuela le dedicó su segunda elegía, que comienza con estos versos: “Me quedaré en España, compañero”, / me dijiste con gesto enamorado. / Y al fin sin tu edificio trotante de guerrero / en la hierba de España te has quedado”. En definitiva, “el fusil para luchar y el libro para saber por qué luchamos”, como dice Brito en la película.
La guerra más allá de lo bélico
Cuba fue el país que más brigadistas aportó a la causa antifascista en relación con el número de habitantes totales de la isla. “En la Brigada Abraham Lincoln llegaron a estar más de 350 de ellos. La mayoría eran comunistas, pero en el archivo histórico de la CNT pude comprobar que hasta una decena de ellos comulgaban con el anarquismo”, enfatiza el cineasta. Para él, “lo más bonito de esta historia es que apenas estaban adscritos a un partido, sino unidos por la lucha a favor de la humanidad”.
A través de una sucesión de imágenes en las que no aparece absolutamente nada relacionado con lo meramente bélico, ni una trinchera, metralleta, bombardeo, ni siquiera un atisbo de muerte, Morales consigue ofrecer un recorrido en el que las mujeres tienen en la obra el mismo protagonismo que entonces. “Hemos intentado explicar en la narración cómo el papel de las mujeres estaba totalmente normalizado, tanto en la retaguardia como en el campo de batalla. Es una forma de romper los relatos de los propios archivos con los que hemos trabajado”, en sus propias palabras.
“A veces es posible hacer política a las puertas del infierno”, cuenta Brito. En otras tantas ocasiones, hasta la vida sonriente prevalece en las más pésimas de las condiciones. En Escuchar la sombra hay armónicas que suenan, cubanos convertidos en milicianos que bailan, se afeitan, fuman, comen, lavan sus ropas y descansan donde y como pueden. Blancos y negros, mestizos y mulatos, todos ellos uno, encontraron en España un espacio en el que hermanarse.
De los campos de concentración a otras revoluciones
La película también habla de su destino. “Encontré un microfilm ruso investigando en Nueva York en el que aparecían las fichas de salida de estos cubanos, que terminaron la mayoría en campos de concentración de Francia”, aclara el director. Morales comprobó cómo la Guerra Civil española solo había sido el punto de partida para otros tantos, quienes decidieron seguir combatiendo al fascismo en la Segunda Guerra Mundial y, más tarde, en la revolución de su propio país. Con las fichas en la mano, el cineasta vio que también la gran mayoría de ellos no eran militares, sino trabajadores de los oficios más variopintos, como conductores, mecánicos y carpinteros.
La imagen predomina la escena de este ensayo documental. Brito lo ilustra cuando dice que “la mirada clasifica y almacena, ordena, a su manera”. La mirada, por fin, gira el foco para centrarse en los rostros y andaduras de los sin nada en “un canto a la memoria de los llamados vencidos que nunca lo fueron, los que sacrificaron y pusieron el cuerpo en aras de un mundo mejor”, finaliza Morales.