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Carro de combate
Un mundo adicto al plástico
Hace ya unas décadas, la proliferación de diferentes tipos de plásticos comenzó a cambiar nuestras vidas. La aparición de este material trajo algunos beneficios tanto para las personas como para la industria, facilitando el acceso a numerosos productos. Sin embargo, su uso y abuso se ha convertido en un problema de ingentes dimensiones que ni Gobiernos ni organismos internacionales saben bien cómo abordar. En la actualidad se producen unas 430 millones de toneladas de plásticos al año, según Naciones Unidas, y se trata de un material que tarda entre cien y mil años en descomponerse, dependiendo de su composición química.
El problema es que los plásticos son la línea de flotación de un sistema que se basa en el usar y tirar y que tiene un impacto ambiental de primera magnitud. Ya sea en los desiertos más áridos, en las profundidades marinas o en el pico más alto del mundo; allí donde ha llegado el ser humano ha llegado el plástico, inundándolo todo en forma de bolsas, residuos o cualquier tipo de utensilio desechable.
El resultado se puede ver en las enormes islas de plástico que proliferan en los océanos, en los grandes vertederos al aire libre, en la acumulación de microplásticos y en los animales marinos que mueren ahogados al ingerir residuos plásticos. Se estima que cada año se vierten al océano al menos 1,5 millones de toneladas de plásticos —aunque otros estudios elevan la cifra hasta al menos 4,7—, ya sea directamente o a través de los ríos. Una vez llegan al mar, estos residuos se van descomponiendo en miles de trozos más pequeños que se canalizan a través de las mareas marinas y terminan provocando esas enormes concentraciones que llamamos “islas de plástico” y de las que se han identificado hasta siete. La mayor de ellas es la que se sitúa en el Pacífico y su tamaño es tres veces mayor que toda Francia.
Relación con la pobreza
Un estudio de WaterAid y otras organizaciones calculaba en 2019 que hasta un millón de personas podrían morir al año en los países en desarrollo por vivir en zonas contaminadas. La relación de los plásticos con la pobreza es clave, pues en los territorios más empobrecidos se están produciendo dos fenómenos simultáneos. Por un lado, un brutal desembarco de plásticos en forma de productos vendidos en monodosis —desde bebidas alcohólicas a minúsculas bolsas de frutos secos—, lo que facilita la adquisición de los productos a quienes tienen un menor nivel económico. A la vez, esto provoca la generación de numerosas basuras en un entorno en el que no existen apenas servicios de recogida de residuos. Además, existe un inmenso circuito de comercio internacional, entre legal e ilegal, que no para de crecer —según señala la propia Interpol— por el cual los países más ricos, Europa incluida, envían sus residuos plásticos a otros lugares, como Turquía, donde ya se han registrado casos de trabajo infantil en el sector.
El problema es que los plásticos son la línea de flotación de un sistema que se basa en el usar y tirar y que tiene un impacto ambiental de primera magnitud
Todo esto provoca la acumulación de residuos en cualquier lugar, conformando basureros al aire libre que, o bien se perpetúan durante años, o terminan siendo incinerados, con el consiguiente peligro para la población y el medio ambiente. En ambos casos, el proceso supone la emisión de millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, que se suman a las registradas por las industrias plástica y petroquímica. Según el informe Plastic & Climate: The Hidden Costs of a Plastic Planet, si ambas industrias continúan su trayectoria de crecimiento actual, para 2030 sus emisiones alcanzarán las 1,34 gigatoneladas por año, lo que equivale a más de 295 plantas de carbón de 500 megavatios.
Mientras, a pesar de algunas prohibiciones, tanto en Europa como en España los plásticos de un solo uso siguen formando parte del día a día en forma de recipientes (vasos, tapas, tápers para llevar), bolsas y envoltorios de todo tipo, cada vez más demandados por el comercio a domicilio. El problema, sin embargo, es que no se reduce su uso sino que, simplemente, se van sustituyendo —muy poco a poco—, por otros materiales que, si bien pueden ser más aceptables para el medio ambiente, siguen suponiendo un enorme problema de gestión de residuos.
Plástico
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La magnitud del problema es tal que, en febrero de 2022, Naciones Unidas comenzó un proceso para poner en marcha un tratado internacional —que en principio debía ser de carácter vinculante— para reducir la contaminación por plásticos. El último de los encuentros de este proceso tuvo lugar a principios de diciembre en Busan (República de Corea). Lamentablemente, entre presiones de la industria y de diferentes Gobiernos, acabó en fracaso. El Tratado Global de Plásticos tendrá que esperar.