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Daniel (residente torrevejense) ve el mar, sin ningún ápice de esfuerzo, desde cualquier rincón de su piso. Su edificio parece una taza situada con cuidado sobre una bandeja de plata gigante. Está tan encima del mar que, desde cualquier ángulo, puede dar la impresión de que alguien ha tapado las ventanas desde fuera con una lona azul.
El domicilio de Daniel forma parte del muro de viviendas situadas en la Playa del Acequión, en Torrevieja. Estas vistas, que podrían ser impactantes y romantizables para casi cualquier ser humano del mundo, son algo bastante usual para quienes residen en el litoral de la provincia de Alicante. Sin embargo, casi todo tiene un pero, y en este caso hay uno que cada década cuesta más negar: las playas del mediterráneo están menguando. La costa sufre un incansable proceso de erosión.
“Cuando se construyó esto, en los años ochenta, no estaba el mar tan pegado, pero con el tiempo se ha ido acercando. El tema de las rocas es para evitar que el agua erosione las casas. El agua se las está comiendo” explica un viandante de la Playa de Babilonia, en Guardamar. Esta es una de las localizaciones más conocidas en la provincia por este fenómeno, pues la lengua marina alcanza ya las viviendas.
Según un estudio de la Universidad de Alicante, en 1929 la ribera del mar en este lugar se encontraba a una distancia de 96’4 metros de las dunas de esta playa (donde ahora hay casas). Para 2020, la distancia se había acortado a cero. Este informe también señala el caso de otras playas, como la de El Mojón o Las Villas, en Pilar de la Horadada, que han sufrido una regresión, respectivamente, de 98 y 165 metros.
Esta erosión generalizada en la zona se debe, principalmente, a dos factores: el aumento en la frecuencia y la intensidad de los temporales debido al cambio climático (como la borrasca Gloria, en 2020) y los estragos que causa la construcción de diques, puertos, presas y espigones, que también acaban modificando la superficie arenosa.
Jorge Olcina (geógrafo, catedrático, y uno de los autores del estudio) explica que otro factor a futuro será la subida del nivel del mar, pero que en la Costa Blanca ésta será casi inapreciable en comparación con lugares como la zona del Cantábrico o el Atlántico: “Las proyecciones para el período 2050-2100 estiman que, como mucho, podría subir 30 centímetros. 60, en el peor de los escenarios. Pero eso sería una subida, digamos, asumible”.
El 80% de las playas alicantinas tienen su línea interior urbanizada, según el informe de 2018 A toda costa de Greenpeace
El 80% de las playas alicantinas tienen su línea interior urbanizada, según el informe de 2018 A toda costa de Greenpeace. El litoral es una zona geográfica muy congestionada por usos del suelo. Y, desde los años ochenta, con mucha presión turística. La provincia se ha convertido en una zona muy deseada, sobre todo, por residentes extranjeros que quieren adquirir una vivienda, y eso ha motivado una transformación importante con la proliferación de edificaciones.
Este cambio en los usos del suelo también ha dañado los ecosistemas. “Construir en primera línea de playa lo que lleva es a destruir ecosistemas que son muy sensibles y que son únicos. A un kilómetro de la costa es diferente, pues es todo más homogéneo y urbanizar no tiene tanto impacto. Pero justo al nivel de la costa es donde tenemos los ambientes más sensibles. Toda la playa de San Juan fue un sistema dunar que poco tendría que envidiar al de Doñana, y ahora está bajo cemento”, explica Pablo Sánchez Jerez, biólogo marino y catedrático de la UA. “La fauna grande desaparece o se ve afectada. La biodiversidad no puede establecerse bien porque no tienen oportunidad de movimiento. Pero justo al nivel de la costa es donde tenemos los ambientes más sensibles. Hay toda una serie de procesos, desde lo más geológico hasta lo más puramente faunístico y de biodiversidad que, cuando se aglomera tanta gente en el litoral, se rompen”, añade Sánchez Jerez.
Este catedrático es una de las personas que están tratando de hacer presión para detener la urbanización de Cala Mosca, el último tramo de costa “virgen” que queda en Orihuela. Ha formalizado una denuncia al SEPRONA alegando que allí hay poblaciones de especies en peligro de extinción.
El proyecto de urbanización de Cala Mosca se planteó a finales de la década de 1990, pero se ha ido paralizando en varias ocasiones desde entonces por las diferentes protestas. Aquellos que invertían en esta clase de terrenos en esos años se imaginaban que iban a vivir en un escenario de calma y belleza.
Pero ahora, en un contexto de crisis climática, el panorama es mucho más complejo, pues en este siglo se espera un incremento significativo en la frecuencia e intensidad de los temporales debido a las cifras récord que se están alcanzando en la temperatura de mares y océanos. El calentamiento de los mares aumenta la energía y la humedad en la atmósfera, lo que favorece la formación de temporales marítimos más frecuentes e intensos. Temporales que, como la borrasca Gloria, se comen, a su paso, muchas zonas de la costa. Este proceso de erosión también afectará al turismo, un sector predominante en esta zona de Alicante, pues muchas playas se verán mermadas casi por completo.
Tramos de costa de Guardamar o Santa Pola, la zona de El Pinet de Elche, la Playa de San Juan y de Muchavista o la zona de Les Marines o Les Deveses de Dénia, son algunos de los lugares de alto riesgo frente a los temporales
Según Jorge Olcina, los lugares más vulnerables en este sentido son aquellos que “ya en los últimos años o décadas hayan sufrido un temporal y ya el agua haya llegado a meterse dentro de su casa. Eso es una señal de que esa ubicación no es la mejor posible y habría que buscar o pensar otras ubicaciones”. Tramos de costa de Guardamar o Santa Pola, la zona de El Pinet de Elche, la Playa de San Juan y de Muchavista o la zona de Les Marines o Les Deveses de Dénia, son algunos de los lugares de alto riesgo frente a los temporales.
“En general toda la parte sur de la provincia desde la desembocadura del Segura hasta Pilar de la Horadada son espacios costeros altamente vulnerables” asegura el geógrafo. En cuanto a las soluciones, cada sector de la costa hay que estudiarlo de forma individualizada, explica Olcina, pero el criterio fundamental es la vida humana: “Si ante un temporal tú no puedes proteger la vida humana porque es tal el efecto que provoca y la energía que mueven estos temporales y la destrucción que causan, enseguida hay que articular políticas para liberar ese espacio. ¿En otros casos? Pues si a lo mejor el efecto no es tan radical, tan catastrófico, sí que se pueden arbitrar medidas de organización de la franja costera, algunas obras de infraestructura, algunos diques de protección y demás”.
En algunos lugares no quedará otra solución que desocupar las viviendas de primera línea. “Los temporales de olas de más de dos metros están aumentando y cada vez son más potentes“, explica Sánchez Jerez.
Sánchez Jerez, por su parte, coincide en que en algunos lugares no quedará otra solución que desocupar las viviendas de primera línea. “Los temporales de olas de más de dos metros están aumentando y cada vez son más potentes. Eso va a generar una erosión que por mucha obra dura que hagas, mucho espigón que pongas… ¿Qué pasa? Que la gente que vive en primera línea pues lo de retranquear lo ven como una agresión a sus derechos. Normalmente es gente con cierto poder económico, y gente que se está movilizando para que lo que haya sea una obra dura (planten espigones, echen arena…) en algo que, irremediablemente, se va a tragar el mar.” , explica.
“La gente sabe que tiene una propiedad de alto valor económico y no la quiere perder. Ahí tienen que estar las políticas públicas. Es decir: las administraciones, a través de las normativas, las leyes de costas, o de protección del cambio climático y demás, son las que tienen que establecer esa garantía”, asegura Olcina.
Sin embargo, pese a existir leyes de cambio climático tanto a nivel autonómico como estatal que pretenden regular y encauzar estas cuestiones, los expertos aseguran que de momento no se aprecia en la zona ningún resultado práctico de las mismas. Hay varios obstáculos que interfieren en su plena aplicación: la Ley de Costas, redactada en el año 88, y los planes urbanísticos de los municipios (la mayoría también redactados en el siglo pasado).
Ángel Giménez, abogado torrevejense, subraya que estos planes no sólo no se adaptan a las exigencias actuales, sino que, además, son objeto de “centenares de modificaciones parciales” para “convertir el planeamiento de dichos municipios en lo que se ha venido a denominar un verdadero ’urbanismo a la carta’ susceptible de todo tipo de arbitrariedades e irregularidades”. Por otro lado, asegura Jorge Olcina, sin planes individualizados de adaptación al cambio climático para cada municipio, poco se puede avanzar. Tan solo Benidorm y Calpe han hecho los deberes en este sentido, a pesar de que todos están llamados a ello. A pesar de que el mar no espera.
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La gente cree que tiene una propiedad de alto valor económico, pero eso era antes. El destino de esos edificios, es desaparecer. Y conforme nos vayamos haciendo conscientes, su valor se irá hundiendo. Toda inversión conlleva un riesgo.