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Diputada por Alicante de Unidas- Podemos. Candidata a las primarias de Podemos al Congreso de los Diputados. Equipo de Pablo, Sí se puede.
Politóloga. Responsable de Migraciones de Podemos Comunidad de Madrid
Ante la denominada Fiesta Nacional, hoy es una exigencia democrática tomar la palabra, levantar la voz y cambiar el rumbo de la historia. En el momento actual es indispensable interpelar política y culturalmente el sentido histórico del 12 de octubre. La coyuntura anuncia una profunda sacudida de la unidad territorial de España y la tregua que año atrás año resguardaba a la Fiesta Nacional enfrenta una fragilidad difícil de sostener ante una crisis de Estado como la actual.
El tiempo se niega a detenerse y España cambia. El viraje en el relato está en marcha. Nuestras voces provienen de una mujer afrodescendiente y una mujer arabe-Amazigh. Ambas somos mujeres con un origen en África y con ciudadanía española. Somos esa realidad constitutiva de una nueva España, una España fraternal, que pelea por reconocer la diversidad como parte de su riqueza frente a esa España que quiere construirse e imaginarse excluyendola. A dos voces intentaremos situar, desde nuestra condición de sujetos protagonistas del cambio, los elementos transformadores que afronta la celebración del 12 de octubre. ¿A quién interpela hoy la Fiesta Nacional?
Que el cambio de época contribuya al horizonte de la 'ruptura del régimen del 78' y que el marco de rupturas que se vienen operando en los distintos órdenes de lo social, lo político y lo cultural no termine en una transformación excluyente dependerá en gran medida de como leamos nuestra identidad como país. Por ello, entendemos que se trata de reformular el campo de lucha alterando los significantes dominantes. El principal de ellos radica en interpelar los significantes coloniales en lo simbólico y en lo legal que construyen el 12 de octubre. Imposible negar que los acontecimientos recientes están forjando un momento transformador de corte radical, en el que se pone en juego la emergencia de otras complejidades, esto es, las múltiples identidades autóctonas y decoloniales que se van abriendo paso, como oportunidad política, para asumir un rol protagonista con el objetivo de alterar y volver a darle significado a los múltiples sentidos e imaginarios entorno a lo que representa la Fiesta Nacional.
El 12 de octubre simboliza –según el orden normativo de la actual monarquía parlamentaria– la trayectoria colonial que culmina con la construcción del actual Estado español. La culminación de este proceso da como resultado el reconocimiento de “la pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma Monarquía”1. Este devenir estará cifrado en la proyección que asuma tal pluralidad, según la ley, “por vía de lo lingüístico y lo cultural más allá de los límites europeos”. Esta visión no refleja actualmente lo que es España, un país de países, un país plurinacional, territorial y culturalmente. Un país diverso, plural y fraternal.
En consecuencia, estamos a las puertas de una oleada de tensiones, pero a la vez, nos encontramos ya en un nuevo campo de disputa. El régimen del 78 enfrenta múltiples fracturas provocadas por las distintas rupturas provenientes de las exigencias de democratización que abrió el 15M. Ahora es tiempo de ir al corazón de la pervivencia de aquellos rasgos de colonialidad que se encuentran en la fiesta del 12 de octubre, rasgos que son el cemento del Estado español y parte intrínseca de la identidad nacional forjada por el franquismo. Este trabajo de descolonización es una tarea en común, compartida, de interpelación desde las coincidencias y diferencias entre las identidades autóctonas y las identidades decoloniales.
En síntesis proponemos un conjunto de líneas de debate para interpelar los sentidos coloniales de la Fiesta Nacional:
Primera. La situación política actual de emergencia nacional, exige desplazar y desbordar los marcos y los saberes que se fundan en la exclusión motivada por la xenofobia, el racismo, la colonialidad y el patriarcado. Exige abrir canales, irrumpir con otros cauces que permitan pensar España desde la articulación de las múltiples identidades culturales –las autóctonas y las decoloniales– y de los componentes territoriales que la integran.
Segunda. Nuestras identidades proceden de territorios que fueron colonizados y explotados, donde nuestros antepasados fueron sujetos a brutalidades, asesinatos y a trabajos forzados. Con esta carga histórica nos enfrentamos a constantes conflictos y tensiones con la identidad oficial del Estado y de la propia concepción de España.
Tercera. La Fiesta Nacional es el marco desde el cual se construye la identidad colonial de España. A este marco se suman los 14 monumentos a Colón o el lema 'Plus Ultra', y diversos símbolos nacionales que se articulan en la reivindicación de un pasado colonial e imperialista.
Cuarta. Vincular la Fiesta Nacional con el inicio del proceso de colonización representa un sentido del mundo y la civilización característico de la España imperial. Lo alarmante de este hecho es que tal ideario formó parte de la construcción de la nueva identidad española que se estaba forjando en los primeros años de la democracia, en 1987. La apuesta por volver a 1492 nace de un planteamiento que no cuestiona un pasado colonial violento, sino que, por el contrario, es narrado desde las instituciones de la siguiente manera:
de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y
política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía inicia un período
de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos.
Sexta. Nuestras realidades cotidianas son golpeadas con la reproducción de este tipo de actos y con las consecuencias que derivan de él, ya sean discursivas, legislativas, simbólicas y territoriales. Esta celebración supone una sobre exposición de nuestros cuerpos racializados en el espacio público, imponiéndonos un alto coste simbólico de exclusión, que nos indica que, si logramos formar parte de la sociedad, será replicando la lógica colonial que nos condena a la negación de una parte de nosotras mismas.
Este conjunto de líneas de debate tienen una vocación transformadora, reivindicando la fraternidad y la solidaridad como discurso integrador. Debemos trabajar para resignificar la Fiesta Nacional a partir de las historias de resistencia anticolonial, es decir, que la centralidad la asuma la lucha de los pueblos indígenas, árabes, imazighen, africanos y afrodescendientes, y la de toda comunidad que ha sufrido el colonialismo.
Estamos convencidas que dos campos de lucha se tendrán que ir acompañando en la continuidad del proceso de transformaciones. La fractura del régimen del 78 seguirá profundizándose, por lo tanto, debemos trabajar en común para construir una identidad que refleje la diversidad étnico/racial de la nueva realidad social y estatal. Una identidad nacional en la que nos veamos representadas todas desde nuestras diferencias.
Todo este ejercicio se puede concebir como un primer posicionamiento pensando en una colectividad donde la colonialidad, el racismo, la xenofobia y el patriarcado no tenga cabida. Seguiremos peleando y trabajando en esta línea dentro y fuera de las instituciones, sin renunciar a la construcción de un país plurinacional donde quepa todo el mundo, independientemente de nuestro origen, raza o identidad. Porque España somos todas.
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Comparto el fondo de lo que dicen las autoras del artículo, pero estoy en desacuerdo con su ideología de la "identidad", que es, para mi, el mal que origina su reivindicación.
La identidad plurinacional es un conjunto de identidades nacionalidades. Rechazo las dos identidades porque son el mismo concepto, una ideología negativa que ensalza la diferencia, el predominio, la superioridad, el poder, la propiedad, etc.
Las identidades, naciones, estados, patrias,... van contra el ser humano, contra los derechos naturales de las personas, de los más vulnerables, de los desatendidos, de los pobres, de los analfabetos. El derecho al agua, al alimento, a la casa, a la familia, a la vida.
La promoción de la "identidad" colapsa las sociedades, como pasa ahora, en todos los niveles, en España y Cataluña, y, en general, en el mundo.
Gracias
Deberíamos preguntarnos qué sentido tiene siquiera celebrar una "fiesta nacional". El tribalismo subyacente a este tipo de celebraciones denota un escasísimo nivel de desarrollo de la conciencia.
Deberíamos seguir cuestionando el mito de la autoctonía; aunque quizá esta es una tarea que debiéramos comenzar los considerados "autóctonos"
Un análisis con muchas verdades, sí, pero pregunto a las autoras: ¿desde un feminismo humanitarista que ignore o reuya la existencia de las clases sociales, una de ellas oprimida por la otra, enagenada, desclasada, desposeída, embaucada en parte por el señuelo electoralista o sin ilusiones, la otra, la propietaria de los medios de producción, ensalzada en la lucha que impone la Ley de la Jungla, llamada "libertad de los mercados", lucha sin piedad entre peces gordos, medianos y pequeños, en la que los imperios económicos imponen sus guerras de rapiña y chocan entre sí, sin que lo ético y lo humanitario intervengan en sus sueños de grandeza o sus cálculos multimillonarios...¿Se debe razonar, con la mejor intención del mundo, sin apelar a la necesidad de construir conciencia de clase y organización de clase, única manera de conseguir la emancipación de la clase explotada?