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Redes sociales
Retuits y fusiles
¿Qué pasa si hoy abres Twitter y estás de acuerdo con el artículo, opinión o vídeo que es objeto de linchamiento?
Te has imaginado sosteniendo un fusil entre tus manos. Fantaseas con ello de tarde en tarde. Una parte de ti te está preparando para cuando llegue ese día, con resignación y certeza. Otra te prepara porque desea que ocurra. Has pensado en cómo será llevar a la espalda fardos con provisiones, mientras caminas a paso decidido por el monte. Vas cargando en las manos una carabina que aprendiste a manejar con destreza y seriedad. Será duro, correrás muchos riesgos, dormirás al raso. Puede que tus acciones años después te dejen a solas observando esos mismos montes con mirada de mil metros, recordando a los camaradas que perdiste allí mismo... pero lo harás.
Serás un guerrillero leal y comprometido, no te amedrentarás ante el fuego cruzado si tu compañera está herida y desamparada; si es necesario, la sostendrás entre tus brazos para que no sienta miedo a la cercana oscuridad. Le cerrarás los ojos con pena, pero sin dejar de continuar el combate: ella lo querría así. De hecho, hará tiempo que sabrás que mañana puedes ser tú el que te estés desangrando y perdiendo la vida allí mismo, pero no dudarías en dar tu sangre por ello. La causa lo merece. La revolución lo merece.
Cuando abres los ojos, entras en Twitter. Cierras un momento, porque vas a abrir el Spotify, y te pones a escuchar la última de los Chikos del Maíz. Te la tienes que aprender. Vuelves a abrir Twitter y le echas un ojo a los trending topics para ver la polémica de hoy. Con suerte será alguna movida en la que nadie en su sano juicio izquierdista opine de forma dispar. Pero a lo mejor la polémica la protagoniza alguien del rollo, y ha puesto sobre la mesa un concepto o debate que todavía no es hegemónico, o que no tiene suficiente fuerza contracultural para que sea lícito su cuestionamiento.
En otras palabras, los referentes de Twitter se lo están merendando y las hordas de haters están atacando sin cuartel a las cuentas que se han atrevido a difundirlo. Con fortuna, estarás de acuerdo con los argumentos de los tuitstars, les retuitearás y hasta se te ocurre algo ingenioso e incendiario con lo que apoyar la opinión hegemónica. Quién sabe, ¿y si el Nega le da a Me Gusta?
En cambio, si sale cruz, abres el Twitter y en el linchamiento de hoy resulta que estás de acuerdo con la opinión, artículo, vídeo, comentario o chiste que va a ser la diana de odio esta mañana. Puede que ni siquiera estés de acuerdo, puede que solo te parezca que no es ninguna locura cuestionárselo, o que simplemente te parezca una gilipollez como un camión de grande montar un pifostio por esa puta mierda.
El caso es que te planteas escribir 280 caracteres expresando lo que piensas, pero algo te frena. “Qué estupidez —te dices—, somos personas, y es imposible que todo el movimiento (incluso dentro del movimiento del pensamiento de la corriente de la escisión de la plataforma) pensemos todas igual, no pasa nada, opinar en esto distinto no me hace menos revolucionario”. Pero estás acojonado. De pronto, te encuentras con un tuit con el que te identificas porque dice exactamente lo que tú opinas de esto. Le miras los comentarios y, por supuesto, ya ha sido objeto de bastante crítica. Te piensas en darle RT, pero claro, la gente que me sigue (y los que no) sabrán que le he dado a RT, incluso si le he dado a Me Gusta... Mira, mejor hoy no tuiteo nada.
Es curioso, cogería un fusil pero no haría un retuit. Qué se le va a hacer.