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Sistémico Madrid
José Lladó, todo viejo bajo el sol
El exministro José Lladó, pilar del añejo empresariado de la Transición, es la punta de lanza de los negocios españoles con la familia real saudí y uno de los terratenientes superpropietarios de Madrid, con al menos 12.700 hectáreas dedicadas a la caza.
Es 1976, año del dragón en China. Nace Apple, el Gobierno de Sudáfrica ordena ametrallar a 566 estudiantes, Videla y Pinochet campan a sus anchas, mueren Agatha Christie y Heidegger, y se estrenan Taxi Driver, Rocky y La fuga de Logan. En España, se inaugura el estadio de Vallecas pero, sobre todo, dimite Arias Navarro —“Españoles, Franco ha muerto”— y Adolfo Suárez recluta a cuatro abogados, cuatro militares y cuatro ingenieros para el primer Gobierno con el dictador bajo tierra.
De este último cuarteto participa José Lladó Fernández-Urrutia (Madrid, 1934), tecnócrata del régimen, químico y empresario, nieto de político e hijo del banquero Juan Lladó, que tomó parte en la redacción de la Constitución de 1931 y después presidió el Banco Urquijo. Pero nada de todo aquello importa ya, aunque lo que hoy es José Lladó se lo deba a todo aquello. Y a que se casó con la hija de un ministro de la dictadura y también banquero. Y a que el cuñado de su esposa fue un ministro de UCD, Marcelino Oreja, que le nombró embajador en Washington en 1978.
Ya nada importa, decía, porque José Lladó y su familia son ahora milmillonarios a secas y sus cinco hijos no nos quieren gobernar. Tampoco el delicado edificio del Paseo de la Castellana, 60, que blanquea su dinero, sus empresas, sus fincas de caza, sus obras de arte y su pingüe patrimonio inmobiliario se parece en nada a la mole sesentera de Arapiles, 13, cuartel de Técnicas Reunidas, icono español de la era del oro negro. La ingeniería fundada por él y su familia es el mayor contratista español de Aramco, la primera petrolera del mundo y principal fuente de ingresos de la familia real saudí y su poderoso dirigente Mohamed Bin Salmán.
Técnicas Reunidas se precia de haber diseñado y construido más de mil plantas de petróleo y gas en 50 países desde 1959. Eso es lo que importa. Lleva desde 2003 en Arabia Saudí de manera ininterrumpida, donde ha participado en 20 de las inversiones más relevantes del país. Está presente en las cuatro grandes refinerías saudíes y sus ingenieros rematan estos meses la planta de procesado de crudo en Jizan, a cien kilómetros de Yemen, país que Arabia bombardea desde 2015. Eso no importa. Técnicas firmó el último contrato con Aramco, valorado en 2.675 millones, en julio. José Lladó es uno de los empresarios más cercanos a Juan Carlos de Borbón. Juntos han viajado numerosas veces a Oriente Medio.
Además, para Técnicas Reunidas trabajan veteranos del establishment tan añosos como él, como el exdiplomático Manuel Alabart (exembajador en Arabia Saudí y también cómplice del rey emérito); Rodolfo Martín Villa (85 años), también ministro del primer gabinete Suárez, y su propio primo Álvaro García-Agulló Lladó (91 años), el ingeniero que dirigió la construcción del aeropuerto de Rota en los años 50. Todo viejo, viejísimo, bajo el sol.
Hubo, hay y habrá negocio en el petróleo. Técnicas estuvo en manos de los Lladó —solo tuvo un socio, el BBVA— hasta que entre 2006 y 2014 colocaron un 30% de sus títulos en la Bolsa. Con los casi 400 millones que obtuvieron se lanzaron a completar su cartera de inmuebles, de forma que hoy su holding Alartec SL controla un emporio de edificios en la capital solo superado por Amancio Ortega.
Otra de sus firmas de cabecera, Tejure SL, invierte en viviendas y locales en alquiler por todo Madrid, tiene terrenos en Leganés junto a la M-50 y villas y apartamentos en Sotogrande. Además, sus fincas en Piedrabuena (Ciudad Real), Talarrubias (Badajoz) y el Burgo de Osma (Soria) suman 12.750 hectáreas en explotaciones cinegéticas. Dos de sus filiales recogen subvenciones anuales de hasta 400.000 euros en 2017, la mitad de ellas otorgadas por la Comunidad de Madrid. Sin complejos.
Es conocida también su afición al coleccionismo y sus sociedades reconocen obras de arte valoradas en 38 millones “registradas por el coste de adquisición satisfecho”, desde Berruguete, El Greco o Juan de Flandes hasta los modernos Uslé, Millares, Canogar o Echevarría. Esta faceta le ha permitido codearse en los patronatos del Museo Reina Sofía y del Prado, y presidir el premio Príncipe de Asturias de las Artes. Pura elegancia añeja.