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Salud mental
Heiko Elbira: “El neoliberalismo prefiere tener a la gente anulada, y eso es lo que consigue la medicación”
Heiko Elbira (1996, Madrid) es uno de los organizadores de la manifestación de carácter estatal del Orgullo Loco Radikal, que este año se celebrará por primera vez en Bilbao, el sábado 25 de mayo a las 12h en la plaza Unamuno. La iniciativa Orgullo Loco (Mad Pride) nació en 1993 en Toronto para reivindicar un nuevo paradigma en salud mental en el que la locura no sea ni patologizada ni castigada. Licenciado en Derecho y Políticas y militante de CNT Bilbao, en la adolescencia fue psiquiatriazado y, como tantas otras personas, Elbira no encontró solución en los fármacos y las prácticas psiquiatras, sino en la militancia que le permitió comprender que su malestar tenía raíces estructurales que necesitan de un cambio colectivo. “El neoliberalismo prefiere tener a la gente anulada, y eso es lo que hace la medicación: te anula”, advierte.
Sphera
Sphera Activismo loco, una lucha contra el estigma y la medicalización de la vida
Alertáis de que el País Vasco tiene la tasa más alta de aplicación de electroshock, 1,39 por cada 100.000 habitantes. No tenía ni idea.
A mucha gente le llama la atención porque le recuerda a las películas. Pero lo curioso es que los psiquiatras siente tanta impunidad con esta violencia psiquiátrica que abiertamente publican estudios en revistas científicas y reconocen su uso. De hecho, si vas al Hospital de Basurto, tienen máquinas de electroshock, pero no oftalmólogos de guardia, por ejemplo. El elevado grado de implantación en el País Vasco tiene que ver con su nivel de desarrollo económico, es una comunidad rica con un sistema neoliberal amplio, que repercute también en las violencias psiquiátricas.
Los psiquiatras, ¿para qué dicen que van bien?
La justificación de los electroshocks puede ser de varios tipos y los diagnósticos van por modas. Ahora se dice, por ejemplo, que puede servir para tratar la depresión. Pero no hay base científica que corrobore que eso funcione, al igual que las pastillas. De hecho, hay bases científicas que alertan precisamente de lo contrario, que son perjudiciales a largo plazo.
Denunciáis también la contención mecánica. Una práctica que tiene más eco social a raíz del caso de Andreas, una mujer de 26 años que falleció en 2017 en la unidad psiquiátrica del Hospital Central de Asturias.
Entró por meningitis, pensaron que era esquizofrenia y estuvo atada a la cama 75 horas, hasta que falleció. La mataron. Otro caso que ha saltado a los medios es el de Ivan de Arzúa, de 31 años. El año pasado le aplicaron en contra de su voluntad y la de su familia electroshock y contención mecánica en el Hospital Provincial de Conxo de Santiago.
La militancia loca ha sido mi salvación
Todo esto me recuerda al reciente caso de Astigarraga, un hombre de 36 años que murió el pasado 2 de febrero tras la intervención de la Ertzaintza y que las fotos de su cadáver sugieren que los ertzainas le redujeron con tásers. Su familia ha denunciado el caso ante el juzgado y el Ararteko.
Es la violencia del poder, tanto la de los cuerpos policiales como la Ertzaintza, como la Psiquiatría o la Psicología. Todo les vale contra las personas psiquiatrizadas. Te atan, te anulan a base de drogas psiquiátricas y te practican electroshock, te despojan de tus derechos más fundamentales de este sistema jurídico neoliberal. Un psiquiatra tiene más poder que la Ertzaintza o la Policía Nacional que, en general y teóricamente, deben regirse por una normativa. Si te detienen, te tienen que llevar a comisaría, donde tendrás un abogado y se regirán por criterios jurídicos y políticos para determinar tu libertad o prisión. Pero si un psiquiatra dice que te ingresa y te pones a la defensiva y exiges tu derecho a que no te ingresen, conforme al artículo 17 de la Constitución Española respecto a la libertad de movimiento, puedes acudir a un juzgado de guardia y, si no tienes dinero, te asignarán un abogado de oficio del turno penal, pero el juez probablemente escuchará la opinión experta, que es la del psiquiatra que te quiere encerrar. Y te encerrarán sin la comisión de ningún delito.
¿La generación Z está ayudando a derrumbar estigmas sobre las enfermedades mentales?
Yo aboliría la palabra estigma, sobre todo porque no existe la enfermedad mental. Para que algo se considere enfermedad debe haber una alteración química o cambios orgánicos en tu cerebro. Vivimos en un momento tan neoliberal que está muy metido el discurso de la salud mental. Pero, ¿eso ayuda a derribar estigmas? Creo que no. De hecho, me parece bastante perjudicial. Cuando empecé a militar en los movimientos sociales con 16 años, el movimiento feminista nos recordaba que los maltratadores no son enfermos mentales, sino hijos sanos del patriarcado. En cambio, ahora parece que la solución es que vayan al psicólogo, dando una solución individual a un problema colectivo.
Salud mental
Opinión Frente al silencio, Orgullo Loco
Entonces, ¿cómo debemos mirar la salud mental y los malestares?
Los malestares son reales: estás hecha un cuadro, vale. Pero no son una cosa individual que se arreglan en terapia, con una consulta al psiquiatra y con pastillas. No puedes mirarte al ombligo y quedarte en cosas superfluas cuando hay mayores dramas en la vida, como la falta de dinero, trabajo o vivienda. Por ejemplo, no se puede relegar a las mujeres víctimas de violencia machista a que acaben en recursos de salud mental. ¿Por qué no se les da dinero, se les busca una casa, se les ayuda a encontrar un trabajo y a cuidar de los niños? No se hace eso, se les atiborra de pastillas y se les manda a terapia feminista, como mucho. La medicación a largo plazo es contraproducente porque cronifica y la mirada a la atención del malestar debe ser estructural. Pero claro, cuando la mirada es estructural, lo que toca hacer es cambiar el modelo económico. Igual no deberíamos trabajar tanto y las asambleas vecinales deberían ser más grandes. Pero el neoliberalismo prefiere tener a la gente anulada, y eso es lo que hace la medicación: te anula.
El ritmo económico no te deja parar y hace falta parar, sindicarse y colectivizarse
¿Cuánto tiempo lleváis preparando el orgullo loco?
Alrededor de cinco meses. Es la primera vez que se hace a nivel estatal y se ha decido hacerlo en Bilbao, porque vamos a descentralizarlo de Madrid. Tenemos fuerza y gente, vendrá gente de Madrid, Barcelona, Londres, París, etc.
¿Bilbao es una ciudad consciente de los malestares?
Sí, diría que incluso es más combativa que nunca.
¿Cómo sustituimos las pastillas para no medicalizar el malestar?
No tengo una varita mágica, pero el modelo no funciona y podríamos ir descubriéndolo juntas. El trabajo es una piedra en el camino, una rémora que nos impide participar en política, y las mujeres tienen doble jornada laboral, con el trabajo fuera y dentro de casa. Te dan las pastillas porque estás hecha un cuadro con la vida, más allá de que tengas un accidente o te ocurra algo como estar mustio porque se ha muerto alguien. El ritmo económico no te deja parar y hace falta parar, sindicarse y colectivizarse.
¿Haces tuya la famosa frase de no necesitas un psicólogo, necesitas un sindicato?
Sí, ni un psicólogo, ni un psiquiatra.
¿A qué sindicato perteneces?
A la CNT de Bilbao.
¿Qué has encontrado en la vida política que te ha aportado bienestar?
Me psiquiatrizaron con 17 años y me dijeron que sería para toda la vida, atiborrándome de pastillas y, como no me lo creía, empecé a conocer gente, hasta que conocí la militancia de supervivientes de la psiquiatría y me dije “es por aquí”. Yo iba a peor, es lo que tiene la medicación y las violencias psiquiátricas, por ello para mí la militancia loca ha sido la salvación. Ahora cuando me ven, no se le creen.
¿Hay esperanza entonces?
Sí, claro. Pero no es la que el sistema te ofrece. Especialmente porque en el sistema de salud el paciente, o el cliente, no eres tú, es el propio sistema económico. La clase trabajadora acude al sistema de salud para recuperarse y ponerse en marcha, pero el cliente no somos nosotros, por mucho que haya profesionales con muy buena voluntad. Y de la buena voluntad no se vive.