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Ayuntamiento de Madrid
Una cuadrilla de demolición en el Ayuntamiento
Sabiendo que la derecha iba a entrar quemando los muebles, qué lindo hubiese sido perseverar en conquistas más radicales, de las que se apropiara la gente.
Todo pasa muy rápido en Madrid y en todas partes. No se llevan ya en ningún sitio los desarrollos lentos, somos más de tramas trepidantes: un día tienes un Ayuntamiento del cambio que, cada vez, está dispuesto a cambiar menos cosas; al otro, unas elecciones municipales que se acercan. Se suceden los movimientos estratégicos, las apuestas personales de unas y las piruetas oportunistas de otros. A la derecha: una customización de la oferta orientada a diversos nichos de mercado. En la izquierda: un duelo entre posibilistas sonrientes y gente encariñada con agendas políticas más rupturistas.
Luego un sprint final, la no llegada ni del sector posibilista, el show posterior del triunvirato diestro. La traducción de la amenaza en lo concreto: movimientos siniestros, como amagar con darle (al menos) la Junta de Usera a Vox, un distrito poblado en gran medida por migrantes donde la formación ultra obtuvo apenas un 6% de votos. Y después del amago, sugerir que mejor no, que mejor darles la dirección de alguna empresa pública, que ya tienen experiencia en vivir de ellas.
Lo que se viene, claro está, trasciende las caras y siglas e implica profundizar en un proyecto de ciudad. Un proyecto que incluye los desarrollos urbanísticos que el ayuntamiento de Carmena decidió alentar en su progresión presidencialista proempresa. Llevar esta apuesta por las empresas y el branding de ciudad hasta su paroxismo, resucitando el sueño olímpico, ese que tan lucrativo ha sido siempre para los bolsillos privados y tan costoso para los fondos públicos. Al apetito especulativo sobre la ciudad, toca añadirle el mantra que los tres partidos han coreado al unísono, tan sexy y tan insostenible: la bajada de impuestos.
Al tiempo que van planificando el saqueo, nos tienen entretenidas con bofetadas simbólicas, mamporros en el campo ideológico que dejan sus víctimas: del cierre de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria a la cancelación de un festival de apoyo a los refugiados en la Guindalera. De la intensificación de la persecución contra los manteros al retiro de las pancartas contra la violencia de género. De la vuelta de lo coches a áreas peatonalizadas como la calle Galileo, a la ineludible macrobandera de España sobre la fachada de Cibeles. Y así, hasta el previsible futuro desalojo de la Ingobernable, una estocada efectista que no tardarán en ejecutar.
Como tremendo golpe de efecto, el ataque contra Madrid Central, una medida tan comunista y revolucionaria que la exige la Comisión Europea y la avalan hasta los empresarios que inicialmente se daban por perjudicados. Hasta eso nos vemos obligadas a defender, superadas por tantos frentes abiertos. Sabiendo que la derecha iba a entrar quemando los muebles, qué lindo hubiese sido perseverar en conquistas más radicales, de las que se apropiara la gente, ponérselo más difícil a la cuadrilla ruidosa de demolición que es este nuevo Ayuntamiento.
Mientras, en la grisura de la Comunidad de Madrid, esa administración tan emocionalmente lejana cuyas decisiones nos tocan tan materialmente cerca, se sigue profundizando en el modelo privatizador de la educación y la sanidad, en planes urbanísticos segregadores y, en definitiva, en el sistema de acumulación por desposesión que es el único horizonte que la agenda neoliberal maneja.
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Es una historia que se ha escrito una y mil veces: desde el momento en que entras a formar parte del juego institucional tienes las cartas marcadas. No hay partido, por "radical" que se autoproclame, que mantenga sus propuestas una vez entra a formar parte del juego: tal es así que una vez asegurados sus asientos en las cámaras, los programas son rapidamente esquilados para caber, las proclamas, antes incendiarias, se suavizan, los puñetazos en el tablero se convierten en genuflexiones y fotos. Todo para encajar en ese puzzle que supone el marco institucional.
Y entonces el electorado cae en que ese cambio de paradigma que decían traer es tan solo un maquillaje de lo de siempre. La supuesta "refundación" de los partidos de izquierda se desvela años después como lo que es: un lavado de cara en pos de capitalizar el creciente descontento de la gente de a pie, de apacaciguar la verdadera amenaza que supone la gente en las calles consciente de su verdadero poder: sin partidos, sin personalismos baratos ni lideres de ninguna clase. La verdadera amenaza.
Los cambios radicales por los que aboga el texto, nunca se han producido dentro del marco de legalidad impuesto ni nunca nacerán de ningún partido político: Rosa Parks fue considerada una dinamitadora de la "paz social" por no ceder su asiento en el autobús, ¿quién puede negar que ese gesto cambió la sociedad americana para siempre? y sin embargo tuvo que ser una persona de a pie, un "ejército de una persona" que dirían, quien la llevase a cabo, infringiendo marcos legales impuestos y una supuesta "paz social" defendida por el marco institucional.
Creo que el cambio no va de exigir que un partido haga cambios "radicales": la izquierda institucional, por otra parte, siempre ha sido más tímida a la hora de la verdad, menos rupturista de lo que dice ser, mientras que la derecha, siempre se ha mostrado como lo que es, facha y sin miramientos a la hora de hacer reformas.
Ya va siendo hora de dejar de creer que politicastrxs, que aumentan de manera exponencial su modus vivendi al entrar a formar parte del teatro institucional, van a saber solucionar nuestros problemas. Lejos de ser la solución, son parte del problema.
Lxs Pablo Iglesias de hoy, serán lxs Felipe Gonzalez del mañana, y ya deberíamos saberlo.
"...las conquistas mas radicales..."
jajajajajajajaja, a tomar por el culo, socialdemócratas fascistas de mierda. Madrid ES la cuna del fascismo.
has entendido el artículo? entiendes algo más allá de consignas desarticuladas?