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Panamá
Los hombres de Trump vuelven a Panamá para presionar con la toma de control del Canal

Está previsto que hoy, 8 de abril, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth se reúna con el presidente panameño José Raúl Mulino. Hegseth llega esta semana para seguir presionando con el discurso de la excesiva influencia china sobre la vía interoceánica de 82 kilómetros que atraviesa este país centroamericano y que aglutina el 6% de todo el tráfico marítimo mundial. Hegseth es el tercero de los hombres de Trump que visita oficialmente Panamá en este mandato. El primero en llegar fue el secretario de Estado, Marco Rubio, quien debutó en el cargo con una gira por Centroamérica. De esa gira sacó en limpio un comunicado en el que se aseguraba que “el gobierno de Panamá ha acordado no cobrar más tarifas a los buques del gobierno de EEUU por transitar el Canal”. Todo un logro para una primera visita, de no ser porque era mentira.
Tras la visita de Rubio, el presidente panameño, José Raúl Mulino, se vio obligado a desmentir que los barcos estadounidenses fueran a pasar gratis por el canal, dado que ni él, como autoridad del país, ni la Autoridad del Canal de Panamá, dependiente de un Ministerio creado a tal efecto, tienen capacidad para exonerar de cuotas a ningún país.
Pese a que, como la autoridad del canal ha subrayado, las cuotas que Estados Unidos paga por el paso de sus barcos por el Canal no llegan ni a diez millones de euros anuales, esta infraestructura es el leit motiv de una campaña victimista por parte del Gobierno de Trump, que se refirió a esto en su primer discurso, el 20 de enero de este año: “El Canal de Panamá (...) se le ha otorgado insensatamente a Panamá después de que Estados Unidos gastara más dinero que nunca en un proyecto y perdiera 38.000 vidas en la construcción del Canal de Panamá. Hemos sido tratados muy mal con este regalo insensato que nunca debió haberse hecho, y la promesa que Panamá nos hizo se ha roto (...) Los buques estadounidenses están pagando precios muy excesivos y no reciben un trato justo de ninguna manera. Y eso incluye a la Armada de Estados Unidos. Y, sobre todo, China está operando el Canal de Panamá. Y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo estamos recuperando”.
La recuperación para Estados Unidos del Canal de Panamá se enarbola bajo el pretexto de un aprovechamiento por parte de China —Trump ha dicho que el canal está cayendo “en las manos equivocadas”— que no se corresponde con la realidad de esa infraestructura y, dada esa competencia con el Gobierno de Pekín, no es casual que el tema se retome unos días después del arancelazo con el que la Casa Blanca ha puesto patas arriba la economía mundial.
El 13 de marzo, Trump daba la orden de “aumentar” la presencia de tropas estadounidenses en Panamá, un mensaje inquietante, dado que las tropas estadounidenses abandonaron oficialmente el país el 31 de diciembre de 1999 como consecuencia de los acuerdos firmados por los presidentes Jimmy Carter y Omar Torrijos. Trump ha declarado que “lo que Panamá ha hecho es terrible para la seguridad financiera de esta parte del mundo” y que si no lo recuperan “algo poderoso va a suceder”.
El 13 de marzo, NBC News publicaba informaciones sobre el desarrollo de distintos planes por parte del Comando Sur de EEUU para varios escenarios, incluido el control militar de la vía interoceánica: “El uso de la fuerza militar, añadieron, depende del grado de acuerdo de las fuerzas de seguridad panameñas en colaborar con Estados Unidos”, citaba este medio a funcionarios estadounidenses.
No se trata solo de una bravata de Trump. En los primeros compases de su mandato, Centroamérica está siendo el eje geográfico clave de una piñata de sorpresas que ha quedado marcada por el anuncio de la imposición de aranceles que ha sacudido las bolsas y ha aumentado las amenazas de recesión global. Panamá, por la cuestión del Canal, y El Salvador, como destino preferente para la expulsión indiscriminada de personas, han ocupado parte de la agenda gubernamental de las últimas horas.
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Presión por tierra y mar
La realidad es que Balboa y Cristóbal, dos de los cinco puertos en los extremos del canal —en el Atlántico y el Pacífico— son controlados por la compañía CK Hutchison, con sede en Hong Kong, que opera con la lógica del mercado sobre esos puertos y no tiene ninguna relación con la gestión pura del canal ni de las tasas de paso. Las amenazas de Trump llevaron a un consorcio dirigido por BlackRock a postularse para la compra de ambos puertos. El 4 de marzo se llegó a un principio de acuerdo por 22.800 millones de dólares, pero el Gobierno de Xi Jinping ha paralizado la venta y examina los riesgos sobre las leyes de seguridad nacional y seguridad de datos de una posible venta.
Pero la periodista Darma Zambrana recuerda que el control de esos dos puertos no implica el control del Canal: “Al manejo del Canal China ni se ha asomado”, explica rotunda esta periodista independiente. Es el mensaje que repiten una y otra vez las autoridades de Pekín: “China nunca ha participado en la administración y la operación del Canal ni ha interferido en los asuntos del Canal”, expresó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Jian.
Para Zambrana, aunque desde el discurso de Trump se especula con una posible intervención militar para la toma del Canal, esto no es una opción “ni siquiera para alguien tan desubicado como él”
No obstante, la estrategia está teniendo éxito, en cuanto la primera visita de Rubio a Panamá llevó al Gobierno centroamericano a anunciar que no renovará el acuerdo de entendimiento con China sobre la llamada Nueva Ruta de la Seda. La iniciativa fue firmada por el Gobierno de Xi Jinping y el del presidente Juan Carlos Varela (2014-2019) en el año 2017, y se basa en el intercambio de bienes, tecnología, capital y personal.
“Trump está empecinado en sacar a China del juego a pesar de que, al menos en Panamá, la única presencia china se traduce en la comercial a través de la Hutchison Ports que maneja los dos puertos en los extremos del canal en el Atlántico y el Pacífico, un tímido apoyo en la formación militar de efectivos policiales panameños en China (Panamá no tiene ejército), presencia logística y la antigua y ya con varias generaciones nacidas en el istmo, colonia china”, señala Zambrana.
Para esta periodista, aunque desde el discurso de Trump se especula con una posible intervención militar para la toma del Canal, esto no es una opción “ni siquiera para alguien tan desubicado como él”. El presidente Mulino también ha tratado de tranquilizar a la población, asegurando que “no percibe una amenaza real contra el tratado ni el uso de la fuerza militar”.
Pero el Canal no es el único asunto sobre el que la nueva administración estadounidense está apretando a Panamá. La frontera que separa Colombia de Panamá es una de las más peligrosas del continente americano. En ella se encuentra el Tapón del Darién, que es el nombre de una selva impenetrable en la que, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en los últimos nueve años han muerto al menos 536 personas migrantes. Desde comienzos de año se ha reportado una caída drástica del paso de personas por esa selva, como consecuencia de la política de militarización de fronteras del Gobierno de José Raúl Mulino y las devoluciones en vuelos pagados por EEUU. El acuerdo para incrementar estas políticas de mano dura en la única frontera terrestre entre Sudamérica y Centroamérica se remonta a 2024, durante la administración de Joe Biden.
Una historia de imposición y rebeldía
La historia de Panamá ha estado ligada a la de Estados Unidos desde su inicio. “Recordemos”, señala Zambrana, “que después de haberse independizado de España se unió a Colombia quedando como una provincia rezagada frente el centralismo de Bogotá y en 1903, con el apoyo de Estados Unidos precisamente, se separó del país vecino para pasar a ser una república independiente que fue creciendo a la sombra de su nuevo ‘socio’".
El Canal fue inaugurado en 1914 y los estadounidenses tuvieron un centro de operaciones en Panamá hasta 1999, año en el que, en cumplimiento de los tratados Torrijos Carter, la infraestructura pasó a estar bajo el mando soberano del país centroamericano. “Hoy los ingresos que genera el Canal a Panamá son la principal fuente de divisas del país”, señala Zambrana, “con 5.000 millones de dólares anuales que es casi el triple de lo que generaba durante la administración estadounidense”, señala esta periodista.
Como recuerda Zambrana, en el año 1964, el Gobierno panameño de Roberto Chiari se constituyó como el primero de toda Latinoamérica que pronunciaba una ruptura de relaciones con Estados Unidos. Lo hacía como respuesta al asesinato de 21 jóvenes que se habían atrevido a reclamar la soberanía sobre el Canal, en aquel momento administrado por Estados Unidos.