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Cine
Cosima Dannoritzer, cineasta: “Si denunciamos algo es para ver si podemos cambiarlo”
Este verano hemos tenido la oportunidad de charlar con la cineasta Cosima Dannoritzer. Sus documentales abordan cuestiones relacionadas con el medio ambiente, el consumo y la tecnología, a la vez que generan debate e incluso cambios políticos, como fue el caso de su película más conocida: Comprar, tirar, comprar.
Si no has visto el documental de Cosima Dannoritzer Comprar, tirar, comprar, ya estás tardando. Y después, La tragedia electrónica. No es una recomendación Saltamontes, es una insistencia muy fuerte. Dannoritzer es una cineasta galardonada y sus documentales –Comprar, tirar, comprar (2010), La tragedia electrónica (2014), Ladrones de tiempo (2018), Megaincendios (2019)– han sido proyectados en festivales internacionales y emitidos en numerosos territorios. Películas que han servido para provocar debates públicos y, también, influir en decisiones políticas. De su forma de entender el cine, el mundo que habitamos y su carrera, entre otras cosas, hemos charlado con ella.
Saltamontes: En la mayor parte de tus trabajos se abordan cuestiones relacionadas con el medio ambiente, el consumo, la tecnología o el capitalismo. ¿Qué te lleva a escoger esos temas? ¿Cuál es la motivación que tienes al realizar estos documentales?
Cosima Dannoritzer: Ahora mismo los grandes retos son estos: la economía, el medio ambiente, la tecnología; y la gente realmente quiere saber. Mi motivación personal es separar la ficción de los hechos, porque siempre hay muchas teorías de conspiración circulando, hay muchos rumores. Sobre la obsolescencia programada encuentras todo tipo de rumores en internet. Yo quiero separar hechos de ficción y facilitar pruebas para que podamos saber realmente si es verdad o no.
Con Comprar, tirar, comprar la pregunta era: ¿esto pasa o no?, ¿hay pruebas o no? Sí, hay testigos como en lo de las medias, la hija del ingeniero; hay documentos con lo de las bombillas; lo de la impresora lo puedes probar tú. Esa impresora la tengo todavía y cada vez el chip se bloquea y deja de funcionar, lo subes y va bien.
La idea es tener pruebas concretas y dejar al espectador ver con sus propios ojos, como el reciclaje muy informal en Ghana. La gente sabe que algo está mal o incluso no tiene idea, pero si pones imágenes y les llevas a un viaje pueden ver qué pasa. Luego, si entendemos los mecanismos que hay en la economía o en el sistema de reciclaje, entendemos qué historia tiene detrás. Espero que nos lleve al punto en que podamos decir esto es lo que está pasando, hay estas pruebas, qué queremos hacer. Mi trabajo de documentalista no es para difundir opiniones o teorías, sino que si digo algo tiene que tener pruebas, especialmente ahora que hay tantas fake news.
S.: ¿Hay activismo en tus documentales?
C.D.: Primero me veo como periodista porque quiero separar los hechos de la ficción y aportar pruebas. Pero hay un elemento de activismo porque quiero saber qué pasa, por ejemplo, con la obsolescencia programada, pero también quiero proponer soluciones. En la película aparecen personas que actúan, que están investigando y tienen las pruebas, que tienen proyectos nuevos y una manera de hacer muy diferente.
La idea no es deprimir al espectador diciéndole: es terrible todo; sino también, al mismo tiempo, decirle esto podemos hacer no ha sido siempre así, el modelo actual no es el único que funciona ni que existe. Abrir las posibilidades es el punto de partida para pensar o hacer un debate, y hacer algo.
Si denunciamos algo es para ver si podemos cambiarlo. Muchas veces pensamos esto no nos gusta, pero es así y cualquier otra cosa sería peor. Como con la obsolescencia programada, hay quien te dice ¿quieres volver a la Edad Media, sin tecnología moderna? O tenemos miedo de que haya mucho paro si no estamos produciendo continuamente.
Con la obsolescencia programada tenía miedo de que fuera todo teoría, pero luego encontré tantas historias que no me cabían en el documental. Ideas para producir de otra manera, hay mucha gente que quiere cambiar las cosas, que comparte información en internet sobre cómo puedes alargar la vida. Yo creo que es importante presentar ideas de lo que puede hacer, dar un poco de motivación.
S.: En tu opinión, ¿cuál es la clave para abordar estos temas y para que enganchen a las y los espectadores?
C.D.: Yo trabajé en Inglaterra, en la BBC. Allí tienen un sistema que dice que hay que informar, educar y entretener. Me gusta mucho esta combinación porque muchas veces pensamos que no es compatible entretenerse con aprender e informar, o que si es divertido, no son hechos. Yo creo que no es así. Se pueden presentar los hechos de una manera clara, pero puedes hacerlo usando imágenes atractivas, puedes llevar al espectador en un viaje, usar la música o mostrar un documento escondido en los archivos para que la gente lo vea. Al final hay que contar una buena historia. Si lo empaquetas bien es más fácil seguirla, exponer los hechos y lo que quieres contar. Solo porque sea un tema serio no tiene por qué ser aburrido.
Otro elemento muy importante son los protagonistas que actúan, que sufren las consecuencias. Te puedes poner en su piel; te cuentan algo de primera mano y ayudan a pensar sobre qué se puede hacer o lo que no deberíamos hacer. Todo esto te da una buena historia, como un thriller, pero es verdad. Los documentos y las pruebas y lo que queremos contar esta todo ahí.
S.: Las personas que aparecen en tus documentales no solo son expertas en la materia, sino que también aparecen otras que lo han vivido de primera mano, que les afecta directamente.
C.S.: Sí, muchos son expertos que han escrito libros y artículos, pero también es la manera en la que haces el rodaje. Les llevas al sitio y te enseñan dónde lo han encontrado y cómo lo han encontrado. Ya tienes un viaje, una pequeña historia, en vez de entrevistar a alguien en su oficina en la universidad. Si tienen tiempo, que vengan al viaje para contar algo. Es un estilo muy anglosajón y a mi me gusta. Cada uno tiene su mini historia y así descubrimos con ellos. Funciona bien y también he tenido la suerte de que han tenido tiempo para ello.
S.: Volviendo la vista atrás, al momento en que ruedas Comprar, tirar, comprar o La tragedia electrónica, ¿cómo crees que está la situación actual comparando con lo que se cuenta en esos documentales?
C.D.: Hay cosas buenas y cosas malas. La montaña de residuos no ha parado de crecer, como dicen: “la única cosa que crece en nuestra economía son los residuos”. Seguimos en esta economía de consumo pero también veo que algunas cosas se han empezado a mover por ejemplo, después de Comprar, tirar, comprar en Francia han cambiado las leyes, como la nueva ley de energía que declara ilegal la obsolescencia programada. Se ha fundado una asociación de abogados que está llevando empresas a los tribunales y también hay debate en Bruselas.
Hemos avanzado en el sentido de que con el documental, para empezar, se le ha dado un nombre. No se sabía que existía la obsolescencia programada, aunque mucha gente lo sospechaba. El documental ha sido la confirmación. Esto sí que pasa, hay pruebas de que es parte del sistema económico.
Hay más conciencia y es un primer paso muy importante. Pero por ejemplo, en relación al reciclaje, en Bruselas actualizan las leyes, pero tarda en llegar a cada país. Bruselas pone la meta: hay que reciclar tal porcentaje, y luego cada país tiene que añadirlo a la ley para que se pueda llegar a esa meta. Eso tarda muchos años y como la cantidad de residuos crece es muy difícil de vigilar. Es imposible abrir cada contenedor y vigilar cada punto verde cada día; o abrir cada container y ver qué se manda fuera. Al mismo tiempo ha cambiado el diseño, hay más chismes electrónicos y ahora son más difíciles que antes de reciclar.
Hay pasos adelante y hay pasos atrás. Cada vez que hay crisis, se quiere arrancar primero y luego ya se verá lo del medio ambiente. Ahora pasa lo mismo. Con el Covid quieren aumentar el consumo porque todo el mundo ha estado en casa unos meses. Pero el problema es que hay que cambiar el sistema entero, en vez de mirar solo si pones los chismes en el contenedor con el color correcto. Se trata de cambiar la conciencia, comprar menos, usar lo que sea más fácil de reciclar, intercambiar más. Ahora mismo es muy difícil hacerse oír, porque todo el mundo tiene tanto miedo. Podría ser un buen momento para cambiar algo pero hay mucho miedo y vamos a ver cómo sale.
S.: No hemos podido evitar relacionar Ladrones de tiempo con lo que hemos vivido en los últimos meses con la Covid-19 y el confinamiento, ¿si hubieras realizado el documental en la actualidad, hubieras planteado alguna cuestión de forma diferente? ¿Te ha surgido alguna reflexión nueva?
C.D.: La pandemia ha agudizado muchas cosas y enfocado otras. Si hiciera ahora Ladrones de tiempo igual pondría alguna secuencia más. He visto la presión que sentimos de que tenemos que ser productivos o la idea de que tenemos que hacer algo útil o lucrativo con el tiempo. No podemos perder el tiempo y, si no podemos salir, eso es más difícil.
Es curioso ver cómo hemos vivido ese proceso, nos hemos relajado y disfrutado de que no había tanta presión en las dos primeras semanas y luego han empezado en internet un montón de actividades: arreglar el baño, pintar paredes, aprender a hacer pan. Había una necesidad de decir a todos: mira no he perdido mi tiempo, mira el pan que he hecho. Poca gente ha conseguido decir: hay que desconectar.
Todos hemos reflexionado sobre nuestro tiempo y sobre lo que nos gustaría estar haciendo si hubiéramos podido salir. Algo bueno saldrá de todas estas reflexiones. El tiempo pasa y hay seres queridos que ahora están lejos, eso también ha cambiado la forma de ver las cosas. En este contexto me ha gustado mucho que después de las primeras semanas ha habido un convento de monjas que ha compartido sus consejos para aprovechar el día, sacar un sentido, sin ser lucrativo y útil, ha habido un intercambio de ideas que ha sido muy interesante.
S.: En tus documentales planteas las posibilidades que tenemos como consumidores/as para revertir ciertas tendencias y a la vez analizas las causas más profundas y sistémicas de la obsolescencia programada o de la gran cantidad de residuos que enviamos fuera de nuestras fronteras. ¿Cómo se compaginan ambos enfoques?
C.D.: Lo primero es saber qué pasa. Y de esto no nos podemos librar. Es decir, que a veces nos gusta vernos mucho de víctimas de un gran sistema y de las grandes empresas, pero no podemos librarnos de la responsabilidad de intentar enterarnos. Es difícil porque hay mucha información pero creo que debemos intentar saber qué es lo que está pasando. No tenemos excusa. Cuando pasó lo del cártel de las bombillas, en los años veinte, no había leyes antimonopolio, no se protegía al consumidor. Pero hoy en día tenemos más leyes y mucho más acceso a información. No debemos ser perezosos, es lo que quiero decir.
También creo que no hay que olvidar que no somos la gran empresa, pero somos muchos. Si algún producto no nos gusta, no compramos. También ellos nos necesitan. A veces pienso que lo hacemos demasiado fácil. Pensamos que tenemos derecho a muchas cosas, pero que lo hagan bien con las leyes y los productores, que nos lo van a arreglar todo. Creo que siempre hay que vigilar qué pasa. Ahora hay posibilidades de hacerlo.
También hay que pensar a más largo plazo. No hace falta ser el primero en comprar algo. O si es más caro, pero tiene mejor calidad, a largo plazo va a salir mejor. Si es caro igual lo puedes compartir con alguien. Es decir, que somos muy del momento ¿qué es lo más barato ahora? Pero quizá si algo dura más, después de dos años te sale más barato.
También pienso que hay que quejarse mucho más. Si algo se puede arreglar, preguntar porque no hay piezas de recambio. Si todo el mundo se queja de que algo no se puede arreglar o porque no hay recambios, igual empiezan a escuchar.
A primera vista nuestro poder como consumidor individual es cuando compramos, pero también hay otras actividades más allá. Por ejemplo, cómo voy a votar, qué partido tiene un buen programa de defensa del consumidor o del medio ambiente. O asistir a un debate, compartir información. En Comprar, tirar, comprar pasó con la impresora. Es un software gratis que había desarrollado un ruso y había empezado a compartirlo en internet y recomendar a sus colegas. Tenemos posibilidades de defendernos.
S.: ¿Qué temas te gustaría abordar en la actualidad en tus documentales? ¿Tienes algún proyecto nuevo en marcha del que quieras hablarnos?
C.D.: Estoy siempre con varias cosas a la vez, para ver qué sale. Me sigue interesando el medio ambiente y la tecnología. También estoy mirando proyectos de economía porque está muy relacionado con el medio ambiente.
Estoy ahora con un proyecto para ver por qué se están multiplicando los casos de alergia. Hay como siete veces más alergias que hace una o dos generaciones. Yo pensaba que era un tema de salud, pero al final siempre hay una parte del problema que tiene que ver con nuestra vida moderna, con la destrucción del medio ambiente y con nuestra expectativa de que podemos vivir según lo hacemos ahora sin cambiar nada. Y el medio ambiente no se si va a acompañarnos, va a llegar un punto en el que nos va a afectar en la salud. Por eso, ahora es un momento en el que hay que reflexionar porque no podemos seguir igual.
S.: Saltamontes es un blog que trata temas con perspectiva ecofeminista, ¿qué te aporta esta mirada en tus proyectos audiovisuales?
C.D.: Hay mucha inspiración en muchos sitios y creo que es muy importante que seamos democráticos y plurales; e incluir a las mujeres, a las familias, pero también a gente de todo el mundo. y de todas las culturas. Por ejemplo, ahora se habla mucho de que gran parte de la tecnología está diseñada por hombres jóvenes que no tienen familia y que no se tiene en cuenta ni a las mujeres o las familias, ni al medio ambiente. Para dar soluciones hay que involucrar a todas. Si hubiera más mujeres trabajando en profesiones que todavía se consideran tradicionalmente más masculinas como la ingeniería, darían una perspectiva diferente.
En Ladrones de tiempo hablé con Fabián Mohedano. Él quiere organizar el día de forma diferente para que la gente vuelva más temprano del trabajo y tenga más tiempo al final del día. Esto de aquí a mi, como alemana, no me encaja mucho. A partir de las cinco, en Alemania, la gente vuelve a casa y hay una franja de tiempo que puedes dedicar a la familia, los deportes o a las actividades políticas. Creo que aquí hay actividades que faltan porque no se tiene el tiempo, y como dice Fabián esto tiene que ver con la democracia. Si no tenemos tiempo libre no podemos ser ciudadanos activos.
Esto es importante para todos pero afecta más a las mujeres. Si no hay tiempo para ir una reunión o para leer el diario y enterarse de que está pasando, para hacer un proyecto con el barrio y cambiar algo, esas cosas se van a hacer mucho más lentas. Hasta Ladrones de tiempo no había pensado que el tiempo libre tenía tanto que ver con la democracia. No es solo para relajarse, que es otro tema, claro. También es un tema de la sociedad: necesitamos una franja de tiempo en la que estemos todos libres para ver qué sociedad queremos.
Nuestro tiempo está limitado, para las mujeres todavía más. Es una cuestión de participación y de perspectiva, si no no está todo representado. No es que los hombres no quieran pensar en la familia, pero si no hay nadie en la reunión que tenga familia o con hijos, es difícil que puedan tener esa mirada.
S.: ¿Podrías recomendarnos algún documental?
C.D.: Hay tantos documentales buenos… pero, hay dos documentales que me han inspirado mucho. El primero es La corporación (J. Abbott y M. Achbar, 2005). Explica la economía de consumo y cómo se explota a la gente en las fábricas alrededor del mundo. Se puede decir que es un clásico porque es el primero de esta ola de documentales de economía y consumo que vemos ahora.
El otro es El siglo del individualismo (A. Curtis, 2002). Es la historia de un siglo de publicidad, de cómo se han vinculado los productos a nuestra identidad. Cómo han evolucionado los anuncios y se han vinculado a nuestros miedos, al “quiero ser más feliz”, “más guapo”, “tener más amigos” y la idea de que si tengo más objetos alcanzaré esos ideales que me venden. Sin este miedo e inseguridad se venderían muchas menos cosas.