República Dominicana
República Dominicana en disputa: Trujillo contra Bosch

El trujillismo, pilar del pequeño estado caribeño en su configuración contemporánea, es también fundamental para entender el origen de las políticas intervencionistas estadounidenses en América Latina.
Trujillo
El dictador Francisco Franco y Rafael Leónidas Trujillo, presidente de República Dominicana, durante una demostración. Año 1954. (CC0 )
22 nov 2024 06:00

En agosto de 2020, el rey emérito de España, Juan Carlos I de Borbón, iniciaba su exilio con una estancia en una villa de lujo propiedad de la familia Fanjul, magnates azucareros de República Dominicana. Un paraíso seccionado del país en donde está instalado por fuertes medidas de seguridad. Detrás de estas se extiende una nación de alrededor de 11.000.000 de personas con un 20% de su población bajo el umbral de la pobreza.

Desigualdad social, corrupción y polarización política, violencia generada por el narcotráfico, falta de infraestructuras y racismo estructural son solo algunos de los factores que hacen estériles los resultados macroeconómicos positivos. Mientras Punta Cana se erigía como meca del turismo internacional, 2.500.000 de dominicanos emigraban principalmente a Estados Unidos y España. Esa es la República Dominicana del siglo XXI.

Pero pudo ser diferente. La isla de la Española, llamada por su ubicación geográfica a ser decisiva en el continente americano, asistió a una refriega encarnizada entre dos formas antagónicas de comprender América Latina. Dos modos que tuvieron sendas encarnaciones: Rafael Leónidas Trujillo “El Chivo” y Juan Bosch. El resultado de esta confrontación dio forma a todo un continente.

La fiesta del Chivo

La llegada al poder de un personaje como Trujillo solo fue posible gracias a la implosión del sistema colonial que había regido la ínsula desde la llegada de Cristóbal Colón. La Revolución Francesa (1789-1799) tuvo su réplica en Haití, por entonces posesión del país galo. Allí, el esclavo afroamericano se sublevaría con éxito frente al amo blanco. Un “pecado” que Occidente no perdonaría jamás. Y, en el proceso represivo, París y el resto de potencias europeas generaría un caos perpetuo en la nación vecina.

La ocupación haitiana (1822-1844) fundamentó el terror de la clase terrateniente criolla a la pérdida de estatus. En respuesta generarían la identidad nacional dominicana alrededor del rechazo a Haití y a todo aquello asociado a la “negritud”. El dominicano debía ser la salvaguarda de Occidente frente a la barbarie africana. ¿Pero qué es ser occidental y dominicano?

Esa cuestión desmoronaba al incipiente proyecto nacional. Relegada a la marginalidad desde el descubrimiento de la América continental, la colonia de la Española era de facto un mosaico de monopolios, cuyos dueños y administradores no tenían más en común entre sí que la adhesión identitaria a Europa. Consecuentemente, las primeras décadas de independencia consistieron en un vaivén de caudillos que actuaban como proxys de una potencia occidental.

A las órdenes de la Doctrina Monroe, las tropas estadounidenses ocuparon el país y establecieron las bases del Estado dominicano

El desorden colocó a República Dominicana en el centro de un pulso geopolítico que sería tajantemente resuelto desde Washington. A las órdenes de la Doctrina Monroe, las tropas estadounidenses ocuparon el país y establecieron las bases del Estado dominicano. Fundamentos que servirían como catapulta política para Trujillo.

Mulato, pobre, inteligente, ávido de poder y de carácter problemático eran los adjetivos más empleados para describir al joven “generalísimo”, para quien la necesidad de ascenso social lo había conducido a ser el líder de una banda criminal. Con este perfil, el ascenso en la Guardia Nacional creada por los ocupantes resultó meteórico. Tan fulgurante fue el mismo que cuando las fuerzas estadounidenses se retiraron su ascenso a la presidencia solo necesitaba de una coyuntura favorable. Y esta llegó con la Gran Depresión.

Trujillo, a lo largo de sus 30 años de gobierno, se erigirá como el máximo exponente de la fusión entre personalismo despótico, sociedad colonial y sumisión a Washington. República Dominicana dejó de ser un oligopolio para transformarse en un monopolio regido por “El Chivo”. Así, las decisiones de Estado se tomarían en relación con la subjetividad del mandatario. El “Jefe” hacía acopio de negocios y cargos públicos, de igual modo que coleccionaba compulsivamente mujeres y artículos de lujo.

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En el metabolismo político dominicano, todos los partidos del sistema compiten por presentarse cada uno como el más anti-haitiano, utilizando un populismo pseudonacionalista.

En su afán acumulador, el dictador implementaría una ambivalencia ética de la cual se derivó la longevidad de su poder y la persistencia de su legado. Por una parte, desarrolló económicamente el país y actuaba como un elemento estabilizador del mismo, por otra parte, su omnipresencia era lograda mediante la violencia indiscriminada del Servicio de Inteligencia Militar (SMI). Terror y desarrollo económico eran los pilares de su mandato.

Fundamentos que las élites criollas secundarían en calidad de socios menores. La intelectualidad se volcaría en la creación de una imagen sobredimensionada del líder, la curia eclesiástica dotaría de un aura de santidad a su causa y la asociación con la España de Francisco Franco reforzaría el relato nacional dominicano. Sin embargo, las claves de su régimen se definían en los pasillos, despachos y restaurantes de la capital estadounidense.

El “César del Caribe” debía su pervivencia a una relación ambivalente con las autoridades norteamericanas. Esta se desarrollaba en una constante tensión entre la corrupción y la necesidad de hegemonía en el Caribe, con las continuas voces que cuestionaban la moralidad del régimen de Trujillo. La polémica ética que generaba su gobierno entre sus socios permitió la proyección al exterior del mismo. Así, Santo Domingo lideraría la “América Latina de los caudillos” y trataría de imponer el modelo por la fuerza.

Con apenas 3.000.000 de habitantes, la República Dominicana proyectaba una sombra que engullía el Caribe y América Central

Con apenas 3.000.000 de habitantes, la República Dominicana proyectaba una sombra que engullía el Caribe y América Central. Desde ser un respaldo crucial a regímenes como el de Batista en Cuba o el de los Somoza en Nicaragua, a protagonizar un genocidio en verso de su país vecino, pasando por ordenar el asesinato del presidente de Venezuela, Rómulo Betancurt. No obstante, sería la internacionalización de su figura la que iniciaría su caída.

La oposición dominicana encontraría múltiples aliados en la región, quiénes, viendo su soberanía nacional amenazada, apoyarían la formación de la “Legión del Caribe”. Esta, pese a que fracasara, generaría el germen del Movimiento 26 de Julio, el cual supondría indirectamente el fin de Trujillo. Con una Cuba hostil, los excesos de la dictadura dominicana se transformarán en incómodos cuestionamientos sobre el papel de Estados Unidos en América. Y, ante ese dilema, en Washington se optaría por poner fin a su era.

Bosch, la esperanza dominicana

Una ráfaga de ametralladoras proporcionadas por la CIA puso fin a la vida y mandato de “El Chivo”, abriendo de este modo una ventana de oportunidad para el cambio. Los vientos de reforma regresaban con fuerza a la isla y amenazaban con disipar el legado del dictador. Con ellos brotará una nueva concepción de República Dominicana y de América Latina. Y, en el centro de este proceso, como un símbolo de esperanza, se encontraba Juan Bosch.

Bosch era la antítesis del proyecto nacional propuesto por el latifundio criollo. El exilio y la persecución homicida habían forjado un intelectual capaz de conectar con el sentir popular y de manejarse entre agudos esquemas internacionales. Su labor intelectual perfilaba una nueva identidad dominicana, cuya base era la armonía entre los elementos africanos y amerindios de la misma. Interpretaba el Caribe como el núcleo central del continente americano, contrariamente al rol de periferia que le había sido otorgado desde Occidente.

Esta era la “esperanza dominicana”. Apoyado por gran parte de Latinoamérica y tolerado por conveniencia desde el Despacho Oval, Bosch regresaría a su país para presentarse a las elecciones de 1962. En los comicios su victoria sería arrolladora. La frescura de sus ideales combinada con la claridad y sencillez de su discurso logró movilizar políticamente a las masas de antiguos esclavos. Su mandato sería breve pero intenso.

En aproximadamente medio año, el nuevo presidente promulgó leyes que suponían la laicización del Estado, el desmantelamiento del sistema latifundista, una fuerte expansión de las prestaciones sociales y la diversificación de los socios internacionales. Estas medidas fueron contrarrestadas desde la oligarquía criolla y la Iglesia Católica mediante la expansión de una narrativa que equiparaba a Bosch con el nuevo gobierno en La Habana.

República Dominicana
El lado oscuro de los Fanjul, los anfitriones del rey emérito

La familia Fanjul tiene un largo historial en el control del azúcar de caña en el Caribe. Alfonso Fanjul es presidente de Central Romana Corporation, que fue acusada del desalojo forzoso de decenas de familias.

Fueron a estos últimos informes a los que la administración Kennedy prestó atención. Consecuentemente, en un movimiento dirigido a “contener el comunismo”, Washington dio luz verde a una oleada de golpes de Estado militares en todo el continente. Y la República Dominicana no iba a ser la excepción. Allí, el coronel Elías Wessin y Wessin, ferviente anticomunista, mandaría a Juan Bosch de retorno al exilio. Sin embargo, un golpe de Estado no iba a ser suficiente.

El pronunciamiento militar fue respondido por otro. El general Francisco Caamaño, en coordinación con el expresidente efectuaron su réplica armada con éxito. Santo Domingo, la capital, se sublevó en favor de los “constitucionalistas” y repelió los intentos de retomar la urbe. El paulatino derrumbe de las fuerzas “leales” condujo a que el presidente Lyndon B Johnson autorizase el envío de 42.000 marines a la isla con el objetivo de reconducir sus intereses. Estados Unidos, bajo la apariencia de intervención internacional, abortó el nacimiento de una nueva República Dominicana.

La sociologización del trujillismo

Tras 6.000 muertos y una ocupación extranjera, Joaquín Balaguer ascendió al poder. Quien antaño fuera uno de los intelectuales que elevaban la figura del “Chivo” anunciaba un nuevo proyecto nacional, que se mantendría equidistante de las anteriores propuestas. Paradójicamente, el balance iba a ser torpedeado por el propio dirigente. Sus 22 años de gobierno, a caballo entre la democracia y la dictadura, darían como producto la sociologización del trujillismo.

Trujillo está presente. Presente en la dependencia económica de las industrias agroalimentaria y turística, en el abismo que separa el centro de Santo Domingo de su periferia, en las recurrentes crisis fronterizas con Haití, en la omnipresencia de la corrupción política y el narcotráfico y en la política exterior sumisa con respecto a los actores hegemónicos en América. Ese es el legado del “Chivo” y el coste del ostracismo de Bosch.

La sociologización del trujillismo garantiza que el Caribe sea un “lago estadounidense” y la isla de la Española una plataforma de proyección regional para la Casa Blanca

Este es el marco conceptual hegemónico en República Dominicana. La sublimación de las doctrinas defendidas por Trujillo ha hecho de estas mismas la espina dorsal de la política nacional. Políticos y partidos de todas las ideologías parten de ella en sus planteamientos. Balaguer se agenció las prácticas clientelistas y el empleo del terrorismo de Estado. El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) contribuyó mediante el neoliberalismo a la mantención de la división de clases racial y al alineamiento con Washington. Finalmente, los planteamientos “boschianos” del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) serían transformados en la aspiración inocua de convertirse en el “Singapur del Caribe”.

Hoy, la sociologización del trujillismo garantiza que el Caribe sea un “lago estadounidense” y la isla de la Española una plataforma de proyección regional para la Casa Blanca. Salvaguarda los intereses del latifundio criollo y asegura la pobreza y la migración para las masas afroamericanas. Cerciorándose en el proceso de que turistas y exiliados occidentales no se vean importunados por las vicisitudes que genera el neocolonialismo.

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
22/11/2024 15:09

No podéis imaginar lo interesantes que son estos textos historico-polticos.
Me encantaría un artículo sobre el general popular Caamaño.

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