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Personas refugiadas
La pequeña gran victoria de abrir clases dominicales para migrantes y refugiados en Atenas
Un grupo de 200 personas, entre profesores, vecinos y militantes antifascistas se han reunido a las puertas de la escuela elemental 144 de Atenas para hacer efectivo el comienzo de las escuela dominical de lengua, tras ser frustrado dos semanas atrás.
En 1963, una multitud se congregó para tratar de impedir la entrada de dos estudiantes negros a la Universidad de Alabama, un hecho con el que se ponía fin a la segregación racial legal en las instituciones educativas de ese estado. Salvando las distancias, la escena acontecida este domingo en la Escuela Elemental 144 de Atenas ha sido diametralmente opuesta: un pasillo formado por decenas de personas que flanqueaba la entrada de niños, niñas y madres de origen pakistaní a esta escuela y que ha hecho sonar un aplauso para celebrar que, esta vez sí, pudieran entrar a comenzar sus clases de inmersión lingüística, como elemento fundamental de integración en la sociedad helena.
“Preparamos a los refugiados para ir a la escuela y preparamos a los griegos para que den la bienvenida a los refugiados a las escuelas”
Para agradecer este recibimiento, integrantes de la comunidad pakistaní repartieron dulces entre quienes asistieron a la concentración de bienvenida. Para la ocasión, el patio de la escuela había tomado forma de un salón de actos. Sentadas en sillas plegables, las madres, junto a sus hijos e hijas, escuchaban por voz de portavoces de la comunidad educativa que las clases se iban a celebrar y, por la afluencia de gente que se encontraban en la puerta, no se verían en esta ocasión interrumpidas. Para las madres, generalmente con pocos recursos, resulta una gran oportunidad para aprender griego; para niños y niñas, de recibir en la escuela clases de urdu, su lengua materna.
Acoso racista
El motivo de esta concentración, convertida en celebración, tiene su origen hace dos semanas. Entonces, un grupo de la extrema derecha llegó a esta escuela situada en el barrio de Kolonos “para intentar persuadir a los padres de los alumnos para que no aceptasen a los niños pakistaníes”, cuenta Thanasis Kourkoulas, profesor en esta escuela dominical. “Gritaron a madres e hijos, provocaron el miedo entre ellos y no se pudieron celebrar las clases” recuerda Stella Protonotariou, electa del Consejo Municipal por la lista de Anikti Poli.
Estos problemas de racismo en las escuelas no son nuevos y ella misma tuvo que afrontar una denuncia cuando era directora de la Escuela 132, una de las más grandes de Atenas, por iniciar un programa similar de inmersión lingüística para la comunidad albanesa. Era el año 2002 y, tras el juicio consiguiente, resultó absuelta.
Alexandra Adrousu, coordinadora del grupo de trabajo de gestión y monitorización de educación de refugiados dentro del ministerio de Educación, también acudió a esta bienvenida para ser testigo de que en la 144 también se iniciaban las clases. Según ella, los problemas como el ocurrido aquí hace dos semanas suponen “una minoría”, tras abrir el año pasado clases de este tipo en “más de cien escuelas”; un “reto” para una sociedad en crisis y con la existencia activa de grupos fascistas.
“Fue un año preparatorio para nosotras, para los niños en la escuela y para la sociedad griega en general”, señala Alexandra Adrousu, sin dejar de ser tajante en que “el proceso de integración ha comenzado y ha de ser de doble sentido. Preparamos a los refugiados para ir a la escuela y preparamos a los griegos para que den la bienvenida a los refugiados a las escuelas”.
Además de la comunidad educativa, también se han movilizado grupos de solidaridad con la comunidad pakistaní. Nikolas, vecino y estudiante universitario, ha acudido a esta concentración para “darles la bienvenida”, junto a otras personas que integran un grupo vecinal de Kolonos. “Va a haber clases cada domingo para la gente de Pakistán”, asegura y extiende esta voluntad a la de “evitar que la ultraderecha extienda el odio en Atenas”.
La solidaridad también han llegado de fuera del barrio, con la presencia de cuatro organizaciones políticas y sociales que han secundado el llamamiento. Una de ellas es la Organización de Militantes Antifascistas, ORMA. Según uno de sus integrantes, están aquí “para que los fascistas no vengan, para proteger a los niños y que puedan seguir sus clases y para dar confianza a la comunidad pakistaní”.