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Racismo
Capirotes blancos
La Hermandad de los Negritos de Sevilla fue la primera institución en toda Europa dirigida y sostenida por las propias víctimas de la esclavitud africana. También fue víctima de la apropiación cultural por parte del Ku Klux Klan, que basó su vestimenta blanca en el uniforme de la hermandad.
¿A ti no te daban miedo, en tu infancia, esas figuras togadas, con grandes capuchas apuntadas, que paseaban con cirios y cruces al son grave de una marcha funeraria? Ahora deja que te pregunte algo más íntimo ¿No te parecían a la vez, fascinantes, misteriosos, tan trágicos que era imposible no mirar? Y luego esas imágenes empezaban a superponerse con otras. El cine americano. Arde Mississippi. Humprey Bogart poniéndose y quitándose la capucha blanca en La Legión Negra, y una canción, “Strange Fruit” en la voz de Nina Simone.
El término “apropiación cultural” hoy se está popularizando. Todos tenemos ya una idea, más acertada o no, de este fenómeno en el que un colectivo oprimido es despojado de sus señas de identidad por quienes ostentan el poder. Pero tú y yo sabemos que ningún ensayo gana a una buena historia. Esta empieza hace mucho tiempo, en el año 1391. Imaginemos los puertos andaluces. Los barcos italianos traían pigmentos, piedras, sedas orientales… Y ratas infectadas. Fueron años de terribles sequías, y las hambrunas se vieron espoleadas por la peste bubónica.
La esclavitud de africanos era ya un negocio en auge. Nobles y religiosos se lucraban de la compra, venta y explotación de los cuerpos de los otros. Tanto que casi un cuarto de la población estaba compuesta por esclavos negros. Artículos de lujo vivos que, con la gran crisis, se hicieron prescindibles. Las familias adineradas, como primera medida de ahorro, empezaron a deshacerse de ellos a la primera muestra de debilidad o enfermedad, de los niños y de los ancianos. La supuesta libertad pasaba a ser una suerte de desgracia, condenándoles a mendigar los trabajos más penosos, a sobrevivir en la miseria más sangrante. Expulsados de las casas, eran también expulsados de las ciudades. El miedo al mestizaje se traducía en guetos extramuros y agresiones aleatorias.
Y entonces pasó algo inesperado. El Arzobispado de Sevilla estaba vacante y, no se sabe muy bien por qué ni cómo, don Gonzalo de Mena, ese traidor a su clase, consiguió calzarse el solideo púrpura. Decidió enfrentare a la pobreza, con el consejo y la ayuda de los pobres. Y nadie era más pobre en esos tiempos que un liberto africano analfabeto.
Les concedió el derecho a reunirse los domingos y otros días de fiesta, en torno a Santa María la Blanca. Y allí, entre danzas y reuniones, en murmullos bajo el repicar de los tambores, nació la solución a sus tragedias.
Fundaron un hospital y un hospicio, y empezaron a crecer en número los monjes y, sobre todo, las monjas y cofrades, que veían en el muro conventual, no una cárcel, sino una fortaleza, lejos de los agravios de la calle
Así surge, dos años más tarde, la Hermandad de los Negritos de Sevilla. Don Gonzalo hizo fácil el acceso al reglamento habitual entre los blancos. El derecho a ordenarse sacerdotes y, con ello, la dignidad arrebatada, la seguridad vitalicia de alimento, techo y cuidados hasta la vejez, la alfabetización se hizo posible. Se encomendaron a la Virgen de los Ángeles, se enfundaron el traje franciscano, blanco como la pureza mariana. Fundaron un hospital y un hospicio, y empezaron a crecer en número los monjes y, sobre todo, las monjas y cofrades, que veían en el muro conventual, no una cárcel, sino una fortaleza, lejos de los agravios de la calle.
Era común por entonces, en los oficios litúrgicos, representar el Vía crucis, con mayor o menor fortuna dependiendo del talento de los miembros de los gremios. El camino de Cristo hacia el calvario dio lugar a las primeras procesiones en las que el fervor penitente excedía en flagelos y crucifixiones. Siglos después, un temblor dividió Europa. Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en Wittenberg y la cristiandad se partió en dos. A la Reforma le siguió la Contrarreforma, y, entonces, al arrullo del barroco, nacieron los pasos procesionales. Los protestantes habían despenalizado la riqueza, secularizado el poder, y a los católicos les quedaban pocos argumentos convincentes, así que decidieron apelar a la emoción, conscientes de que solo un sentimiento es irrefutable. En el suelo itálico, el mármol blanco se prodiga generoso, blanco y sin vetas, tierno al bailarín, presto al cincel. Pero la península ibérica es de granito y el poco mármol que da es de color azufre, rosa, negro… Y veteado. Imposible trabajarlo con detalle sin que se le abran las venas y se parta. Así que algo menos noble y más posible encarnó la tragedia y el misterio. La imaginería policromada, mas liviana y, por tanto ‘paseable’, llegó a cotas de belleza abrumadoras: vírgenes que lloraban lágrimas de cristal puro, con sus cabellos trenzados, tan realistas que eran ciertas; Cristo doliente, Cristo traicionado, Cristo muerto, con un cuerpo perfectamente humano, un dolor obscenamente hermoso y, sobre todo, una carne abierta indubitable.
Penitentes y cofrades imitaban la pasión de Cristo para expiar pecados, agradecer dones o solicitar auxilio a la divinidad, y utilizaban rasgos de las penitencias inquisitoriales para realizar sus expiaciones. El más común (por ser el más inocuo) es el sambenito, un escapulario de tela y la coroza; un capirote que en un principio se usaba a cara descubierta para escarnio público de pecadores y delincuentes de baja estofa, pero que, al ser recogido como elemento devocional, pasó a convertirse en un capuchón bajo la premisa de la humildad cristiana —procesionar a cara descubierta se consideraba un acto de vulgaridad mediante el cual el penitente buscaba más el ser visto y reconocido socialmente que una verdadera comunión con Dios—. El color, tanto de la coroza como del resto de la vestimenta, corresponde a la advocación de cada cofradía, siendo la de la Hermandad de los Negritos blanca, como la Ascensión. Y así desfilaban, solemnes, entre cirios y saetas, entre cruces y tambores, cargando el peso de la fe a cada paso descalzo. Más adelante surgirían otras, como La Hermandad de los Negros de Triana y la de los Mulatos de San Ildefonso, pero ya nunca serían la primera.
William J. Simmons, ministro metodista de Atlanta y vendedor de retales, descubrió la Hermandad de los Negritos. Buscaba algo solemne, medieval y que le permitiese intimidar, en un burdo y perverso juego de máscaras
Otro tiempo, otro continente. Los confederados habían perdido la guerra, pero se negaban a perder la batalla. Hermanos de odio, se reunían para linchar a los pocos afroamericanos que habían conseguido un pedazo de tierra, o un trabajo, o un poco de paz, o una vivienda. Actuaban a cara descubierta, con impunidad y hasta reconocimiento, con el apoyo de asociaciones y políticos. Empezaron a asociarse en hermandades, legiones negras, círculos… Y clanes. Las tres K del horror se hicieron símbolo. Argumentaban siempre sus acciones en supuestas violaciones de mujeres blancas. Pero entonces lincharon a una negra, una mujer que estaba embarazada, extraño fruto colgando de las ramas del árbol del odio que sembraron. El vientre abierto, quemada, acribillada a golpes, puñaladas… No se sostenía más su relato, pero decidieron mover la maquinaria. Una novela y el cine, como único espectáculo, se ocuparon de la propaganda. Un tal William J. Simmons, ministro metodista de Atlanta y vendedor de retales, obsesionado con las sociedades secretas medievales, descubrió la Hermandad de los Negritos. Buscaba algo solemne, medieval y, por supuesto, que le permitiese a la vez intimidar, en un burdo y perverso juego de máscaras. Creó tres tipos de uniformes para estratificar a los miembros y en un año vendió más de cien mil. El anonimato los hizo aún más peligrosos.
Nueva York, 1927. Arturo Alfonso Schomburg, padre de la Historia Negra, escribía en la revista Opportunity: “Basta echar un vistazo a las prendas de la Hermandad de los Negritos para observar la similitud con las túnicas y capuchas blancas usadas por el Ku Klux Klan en nuestro país. A todas las apariencias, la organización estadounidense copió la vestimenta de aquellos creyentes cristianos. Ni siquiera en prendas, al parecer, es original la orden estadounidense. Evidentemente, copian fielmente a una hermandad muy sagrada cuya devoción les granjeó el amor de los españoles, desde el rey al campesino, desde el pontífice al creyente”.
La Hermandad de los Negritos fue la primera institución en toda Europa dirigida y sostenida por las propias víctimas de la esclavitud africana
No existía entonces ese término, apropiación cultural, y, sin embargo, hay una rabia en Schomburg primigenia, que quiere ponerle nombre a aquel expolio. La Hermandad de los Negritos fue la primera institución en toda Europa dirigida y sostenida por las propias víctimas de la esclavitud africana. Era un símbolo de libertad y de justicia, degradado por los monstruos de las sogas a emblema del horror, el crimen y el abuso.
Setecientos años más tarde, blanca es, dentro y fuera de la toga, casi la totalidad de la Hermandad de los Negritos, aunque Antonio Machín fuera cofrade honorífico en su tiempo. No sé qué hacer con las caperuzas blancas, desde mi ateísmo absoluto y displicente, pero, al menos, si alguien nos pregunta por qué se parecen tanto aquellos trajes, está bien saber que hubo unos hombres y unas mujeres antes, mucho antes, que los vistieron como símbolo inequívoco de lucha, de emancipación y de progreso.
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Este artículo es una reducción muy reducida de un trabajo original que ocupaba varias páginas más, mucho más aburridas, con más datos, fechas, enlaces y concatenaciones de hechos., tratsando de darle una pátina más literaria y profundizando en una idea que puede perderse en los detalles.
Sin embargo, como veo que si está generando cierta polémica y se cuestiona las fuentes documentales que omití (porque aún así este texto ya supera con creces el límite de palabras que cabían en un artículode opinión) voy a dejar por aquí unas cuantas referencias y a destacar las que aparecen mientras recuerdo que en este diario estupendo, los subrayados en amarillos son enlaces directos a otras páginas. En este caso concreto, remiten directamente a la página de la Hermandad de los Negritos y a la del Catedrático Emérito de Antropología de la Universidad de Sevilla Isidoro Moreno.
Respecto a la minusvaloración que veo de la cita literal de Arthur Alfonso Schomburg, unica con fecha, lugar de publicación y medio, quiero hacer incapié en la trascendencia del historiador que encarna el comienzo de la Historiografía Afroamericana, que ha trascendido a la historia, no soo como el que le dio nombre a la Biblioteca más importante de Harlem, sino como el Padre de la Historia Negra Americana.
Solo con esa cita hubiera sido suficiente, si supiéramos de quien estamos hablando,
(Por cierto, gran parte de su textos están colgados de manera gratuita en Proyecto Guttemberg.)
Respecto a las dicotomías, y las ambigüedades, efectivamente existe una controversia. Aunque en la misma pagina del Klan, que no se ha enlazado (por razones evidentes de eludir el propagandismo a esta institución perversa y atávica) refieren a los penitentes españoles, no concretan y aluden un "nosotros no sabemos como ha podido ser". La extrema derecha racista americana sostiene actualmente que es mera coincidencia, pero es una casualidad demasiado parecida, y como también justifican "eticamente" un pasado en el que se colgaban personas de los árboles hemos decidido no darle demasiada credibilidad a sus palabras. AL fin y al cabo, las fases principales de la apropiación cultural son:
-La usurpación de un bien cultural, tradicional de una clase oprimida por una clase opresora. (Lo tenemos)
-La explotación económica de ese bien cultural (a parte de como lobby de presión, no olvidemos que fue invento de un fabricante de ropa y que hizo bastante dinero vendiendo sus "uniformes)
-La negación del grupo creador en el origen del producto cultural (no es tan raro de creer que supremacistas blancos sin sentido del humor solo sepan recurrir al negacionismo como gato panza arriba con algo tan evidente).
Existe una referencia somera a la novela "The Clansman" de Thomas J. Wixon y "El nacimiento de una nación" sin citar los titulos para eludir la propaganada racista, pero sin esquivar su existencia. Mientras que en el libro solo se habla de máscara, es importante destacar la labor de las ilustraciones de Arthur I. Keller en su primera edición que se inspiraban en los caballeros templarios a los que ponía capuchas de verdugo, pero es en la película cuando se opta por la imagen "fantasmagórica" de la caperuza alzada. El diseño de vestuario lo realiza Clare West, quien conoce la existencia de la Semana Santa española, por su interés por las vestimentas tanto tradicionales como modernas, europeas. Sin enbargo, no es hasta que Simmons decide monetizar su negocio y sus creencias en forma de catálogo de trajes para tropelías, que se busca el patrón directo de los cofrades españoles.
En el resto de los datos, las fuentes son el libro "The KKK: Th birth of the Klan during the Reconstruction" de la historiadora Elaine Frantz Parsons, la tesis doctoral y el libro "Hoods" de Alys Kinney, el libro "Pagan Spain" de Richard Wrigth, y algunos articulos periodisticos de Elon Gilad, o Michael W. Twitty.
Espero que con esto, quienes de verdad tengan curiosidad en profundizar en este tema, tengan acceso a una bibliografía especializada que les pueda ser útil.
Este artículo está lleno de falsedades. Simmons se inspiró en la vestimenta utilizada por Griffith en El nacimiento de una nación. El párrafo en el que pasa del Strange Fruit a la película es un total despropósito.
El autor debería citar fuentes, para que se viera que no hay ni una válida. Si es que no se ha imaginado esto.
Qué broma de texto.
¿Por qué te molesta este artículo? ¿No te parecen fuentes decentes el padre de la Historia Negra ni Isidoro Moreno, catedrático Emérito de Antropología de la Universidad de Sevilla?
No has leído bien. En el artículo no se afirma la autoría de Strange Fruit por Nina Simone, sino que la autora del artículo la oyó en la voz de esa cantante.
Maravilloso artículo. Sólo un dato que he visto erróneo. La canción Strange Fruit es de la cantante Billie Holiday, no de Nina Simone.
Increible: despues de toda la vida escuchando q no había relación entre ambas vestimentas, q encima los asesinos se apropiaran de las vestimentas religiosas de sus victimas !!!
Interesante, pero la forma de escribir hace difícil seguir el hilo.
Sería deseable acompañar el artículo citando las fuentes a pie de página. En cualquier caso, interesante.
Estan citadas. En el salto, cuando bajo una palabra aparece una linea amarilla, es un enlace a la fuente original.
Recomiendo pinchar en el primer enlace y leer los artículos del Catedrático emérito de Antropologia en la Universidad de Sevilla, Don Isidoro Moreno.
Gracias por este artículo. Hay que rescatar la memoria y reconcer a cada uno lo suyo.
Estupendo el artículo, pero por hacer una puntualización, " Strange fruit " La escribió y popularizó en 1939 Billie Holliday. Después sí la cantó Nina Simone en su lucha por los derechos civiles, así como otras más. Gracias por la información.