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Tribuna
Una inteligencia artificial que pinta en rosa y azul
La legitimación política y parlamentaria de los discursos de odio tiene una traducción social asociada. Insultos que antes no se pronunciaban porque socialmente no eran admitidos han revivido y se han normalizado.
Muy seguramente las personas mayores que vuelven a manifestar el odio eran personas que habían dejado de hacerlo debido únicamente a la penalización social. Pero es que la penalización social es justamente la clave revulsiva de los delitos de odio. Una sociedad avanzada es una sociedad con baja incidencia delictiva. Y lo es no solo porque sus leyes penales sean más robustas, sino sobre todo porque construye sociedades plurales evitando, con ello, que determinadas personas entrenemos en situación de vulnerabilidad.
El retorno a la Casa Blanca de Donald Trump ha traído consigo el regreso de antiguas miradas reduccionistas de la realidad. Solo un único tipo de persona. Blanca, cisheteronormativa y con todas las capacidades mantenidas. Y solo un único modelo de familia. La compuesta por un hombre y una mujer con roles de género marcados y diferenciados. El hombre, el rol productivo en el espacio público. Y la mujer, el rol reproductivo en el espacio privado.
El retorno a la Casa Blanca de Donald Trump ha traído consigo el regreso de antiguas miradas, que ahora cuentan con una aliada que reproduce a la velocidad de la luz los discursos que bailan a su son
Y para ello, cuenta, además, con una poderosa aliada. Una aliada que reproduce a la velocidad de la luz los discursos que bailan a su son y acalla, sin titubear, cualquier muestra de diversidad. Su nombre es inteligencia artificial. Y su principal reproductor son compañías como Twitter, ahora X, o Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram, WhatssApp y Threads. Con ellas asistimos a la restitución del rosa y del azul en un universo bicolor, en el que las perfectas esposas “trad wife” o el juego “el que se mueva es gay” es el último grito.
Y ante esta situación de acorralamiento vital nos quedan dos herramientas: la Ley y la Educación. La primera es muy poderosa, pero es modificable y siempre precisa desarrollarse. Porque a toda buena norma le acompaña un gran reglamento y una mejor política pública. Y la segunda es más costosa, pero es absoluta y espléndidamente perdurable.
Redes sociales
Nuevas normas Meta abraza el discurso de odio y desafía la normativa anti discriminación
Y es que antes de la cachiporra siempre ha de situarse la formación. De hecho, las sociedades más destructivas comienzan deteriorando la educación. Porque si las personas no sabemos pensar somos manipulables. Y además somos unas personas manipulables tristes, que solo nos contentamos adquiriendo compulsivamente bienes materiales. Nos da igual hacer más ricos a los ricos y ser cada vez más pobres. Estamos obnubiladas con la creencia de que, si nos esforzamos mucho, conseguiremos ser ricas.
Y además estamos aisladas y peleadas entre nosotras. Creemos que nuestro trozo de tarta, que nunca existió, nos lo roba la persona migrante. Y que no existen valores porque las lesbianas, las personas bi, los maricones o las personas trans pervertimos la sociedad. Y las personas intersexuales también porque son un engendro, así que todas las personas LGTBI han de ocultarse. Porque tenemos que cumplir el sueño que nos prometieron por esforzarnos. Y nos hemos esforzado mucho y, por eso, nos frustramos tanto. Y ya no tenemos dinero para comprar cosas y la culpa es de las demás, de las diferentes, porque ellas hacen que esto no funcione.
El pensamiento crítico nos permitirá descubrir que la supresión de las medidas de igualdad y diversidad de algunas empresas no es otra cosa que un saludo al capitalismo salvaje de Donald Trump
Y esta narrativa se repite cual disco rayado por la inteligencia artificial. Hasta encorsetarnos con publicidad de marcas negligentes con los Derechos Humanos, pero respetuosas con el Capital. Y obedecemos hasta exprimir todos nuestros ahorros. Porque nosotras no pertenecemos a la clase trabajadora que necesita poner el despertador para pagar las facturas, la hipoteca, la comida, el colegio y, dentro de poco, también la sanidad. Nosotras llegaremos a ser ricas. Y así lo contamos en nuestras redes sociales, desde el anonimato de nuestras pantallas. Mostramos vidas impolutamente felices y odio implacable contra las minorías. Porque con esa creencia medular servimos fielmente al sistema. Hasta creer que podemos vivir con más dinero del que ganamos. Hasta dejarnos en carne y hueso. Sin nada más que nuestro individualismo y nuestra soledad.
Pero ante esta alineación podemos usar la muleta legal y, sobre todo, la medicina formativa. El pensamiento crítico nos permitirá descubrir que la supresión de las medidas de igualdad y diversidad de algunas empresas no es otra cosa que un saludo al capitalismo salvaje de Donald Trump. Leamos, analicemos, hablemos, compartamos, pero, sobre todo, juntémonos. Generemos alianzas Esa es la estrategia más poderosa. Por eso, el capitalismo fomenta el individualismo y el activismo el asociacionismo. Y ante este nuevo mundo rosa y azul no queda otra que usar nuestra mejor arma. Nos jugamos mucho porque estamos obligadas a ser más inteligentes que la propia inteligencia artificial.