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Tecnología
La supervivencia de los más ricos
En tu calidad de gurú tecnológico y de medios digitales, te trasladan por medio mundo hasta un misterioso y lujoso lugar del desierto. Te ponen delante de un reducido grupo de milmillonarios. Te pagan una pasta, claro. Si no, de qué. Todo para preguntarte…. bueno, pues si tienes alguna brillante idea para evitar que, tras el colapso, su equipo de seguridad no decida pegarles un empentón y hacerse con el poder. Por supuesto, se da por descontado tanto el colapso como el impulso saqueador de los congéneres expulsados al otro lado de cada valla.
Resulta que “Cómo demonios hemos llegado hasta aquí” es una premisa excelente para explorar en un libro. Y esa persona, convocada por los milillonarios a resolver el viejo problema de la movilidad de las relaciones de poder, a cerrar el juego eterno de la política como se parchea un bug, es Douglas Rushkoff. Y el libro en el que indaga cómo hemos llegado a esto La supervivencia de los más ricos: Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos (Capitán Swing, 2023). Como habrá adivinado, querido lector, estimada lectora, es, además, el libro que reseñamos en este capítulo.
Para referirse a esta forma segregacionista de ver el mundo —capaz de que a señores blancos de entre 40 y 60 años les parezca más verosímil instalarse en Marte que mejorar las relaciones con sus vecinos— Rushkoff acuña el término de la Mentalidad. Es verdad que, aunque hemos leído el libro con atención, nosotros no sabemos muy bien cuando esa Mentalidad es una creación específica de Silicon Valley y cuando la racionalidad capitalista instrumental de toda la vida ecualizada al modo California. En todo casó pensamos que lo primero es más interesante y permite al autor recorrer las ideas escapistas de los milmillonarios más locas y las formas más singularmente dañinas de leer el presente y diseñar nuestro futuro.
Oscilando entre una especie de survivalismo full luxury high-tech y el aceleracionismo místico, frente a esas ideas de colapso y guerra civil no hay —porque la Mentalidad no aprende ni propiamente piensa— una solución distinta a las mismas que se han aplicado hasta el colapso. Intensificar una solución desde la tecnología que disuelva el problema. Aplicarla en un campo nuevo de las relaciones sociales o el espacio-tiempo recién conquistado para que no exista competencia. Colonizar ese campo hasta que sea natural esa forma de entenderlo. Proteger esta metodología de las tendencias de la masa a querer ocuparse de estas cosas a partir de otros parámetros, como el parámetro democracia o el parámetro poder-respirar. Repetir el proceso.
Lo interesante es cuánto de esta forma de entender e intervenir sobre el mundo al modo de una charla TED ha invadido nuestros imaginarios políticos. La confianza en que una minoría de los mejores -véase también los expertos-, con una mayor capacidad para establecer prioridades y desenredar los nudos de las decisiones, va a adelantar soluciones de consenso capaces de resolver nuestros problemas es frecuente. Y todo ello al margen de la política, del conflicto, el esfuerzo de ponerse de acuerdo o implicar a la naturaleza obtusa de la masa y surfear la complejidad de los procesos sociales.
Como es obvio, la tecnopolítica no se agota aquí. Por una parte, lo digital tiene ya una participación tan alta en nuestra vida como lo familiar, lo estatal o lo propio de la economía de mercado, de modo que no puede extraerse de nuestros análisis ni herramientas. Por otra parte, los avances en cibernética o teoría de sistemas que dieron lugar al salto computacional y al predominio de lo digital, no tienen una única declinación en este modo abstracto, unidireccional y, en ese sentido, totalizante, de hacer, sino que son origen también de formas complejas, sostenibles y autorrecurrentes de completar ciclos, identificar patrones, enfrentar la entropía y conectarnos como parte de un sistema nervioso, mucho más que de un delirio individualizante que se sube al cohete de los elegidos. ¡Disfrutadlo!