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Techo y comida es una de las pocas películas que ha retratado la emergencia social de la última década. Rodada en Jerez –ciudad que comparte con Parla el título de más endeudada de España–, muestra la imparable cuesta abajo por la que se desploma una madre soltera: sin trabajo, sin ayudas, sin dinero, sin luz, sin agua y finalmente sin casa. La película de Juan Miguel del Castillo se cerraba con una pregunta en pantalla, sobre el fundido en negro: tras cifrar los datos del rescate bancario, terminaba interpelando al espectador: “¿Y a ti quién te rescata?” .
Muchas echamos entonces de menos una segunda parte, un Techo y comida 2, donde la protagonista dejase de estar sola, se quitase el miedo y la culpa, tras ir a una asamblea del grupo local de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Ahí tendría la respuesta a la pregunta ¿y a ti quién te rescata? Tú misma te rescatas. Pero no sola, sino juntas.
Esa sigue siendo la respuesta para muchas familias: el auto-rescate colectivo, sumar fuerzas con otras afectadas para detener sus desahucios, encontrar vivienda, negociar con bancos, o evitar cortes de suministro. PAH, Stop Desahucios, Asambleas 15M de Vivienda. Colectivos que tienen fuerza no solo para detener desahucios, sino para al mismo tiempo levantar una “obra social”, presionar a los gobiernos, hacer propuestas legislativas y reunir firmas para ILP. Ahora bien, ¿hasta cuándo van a tener que seguir rescatándose las familias a sí mismas?
Quien conozca desde dentro la lucha por el derecho a la vivienda, quien haya participado en acciones y asambleas, sabe el enorme esfuerzo que supone cada pequeña victoria. Paralizar un desahucio, hacer un acompañamiento en el banco, abrir y acondicionar un bloque de pisos vacíos, exige una cantidad de tiempo, trabajo, inteligencia y desgaste emocional que las activistas no escatiman, pero que no se puede mantener indefinidamente. Apagar un incendio forestal con una cadena de cubos de agua es hermoso, pero también frustrante cuando sabes que el Gobierno podría traer un hidroavión y no quiere, mientras el incendio sigue activo en otros frentes y no deja de añadir nuevos focos.
Contra la opinión general, los desahucios no son cosa del pasado. Los ochenta anuales de Parla son solo una parte pequeña –la más visible y ruidosa por resistente– del total de familias que pierden su vivienda en el municipio. Y pueden ser más en próximos años. Pasado el primer momento de ejecuciones hipotecarias a mansalva, quedan millones de familias a medio rescatar, vulnerables, a merced de nuevos desahucios de alquiler o de ocupación.
Pero además, la falta de una política pública de vivienda ha seguido alimentando una bomba de relojería a corto plazo: moratorias hipotecarias que son pan para hoy y hambre para mañana, viviendas sociales en manos de fondos buitre, la nueva burbuja del alquiler que está disparando los precios en las grandes ciudades, y una gran masa de trabajadores precarios que hoy pueden pagar, mañana ya veremos.
Millones de personas que se siguen haciendo la pregunta: “¿Y a ti quién te rescata?” Necesitamos un Techo y comida 3, donde tras la amargura de la primera, y la esperanza activista de la imaginada segunda parte, en la tercera por fin los gobiernos (locales, autonómicos y central) asuman la emergencia y emprendan el rescate con todos los medios a su alcance. En esa lucha política están también los colectivos antidesahucios, pero necesitan refuerzos. Vamos.