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Se sabe desde hace años que la clase social está asociada a la esperanza de vida: a menor estatus socioeconómico, menos años de vida. Y sabemos también que algunos problemas de salud relacionados con la edad aparecen antes en personas de clases sociales más depauperadas. Pertenecer a una clase social excluida es tan perjudicial que, cuando un enorme equipo científico analizó los datos de 1,7 millones de personas, encontraron que ese factor –la precariedad social–, aislado de otros hábitos y condicionantes, predecía la muerte prematura —dos años menos de vida— con la misma puntería que el tabaquismo, el sedentarismo, la obesidad, el alcoholismo o la hipertensión.
Una explicación recurrente es que las personas pobres tienen peores hábitos de salud por diversas influencias sociales o culturales externas —ya hemos hablado de esto—. Sin embargo, parece que los condicionantes ambientales no bastan para explicar todo el efecto del estatus socioeconómico en la salud y algunos equipos académicos buscan el mecanismo biológico que explique cómo y por qué las personas pobres muestran antes de tiempo los achaques de la edad. Este es el objeto de estudio del proyecto europeo Lifepath. El Salto ha hablado con dos de las científicas que participan en el programa: Silvia Polidoro, bióloga molecular del Instituto Italiano de Medicina Genómica, y Michelle Kelly-Irving, epidemióloga en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia.
El estrés psicosocial del último puesto
“Es bien sabido en la comunidad científica que un menor estatus socioeconómico está asociado con menos años de vida sin enfermedad”, señala Polidoro. Es decir, la gente pobre no solo vive menos años, sino que su cuerpo se debilita antes. ¿Por qué las personas pobres muestran los achaques de la edad más pronto que las ricas? Algunas indagaciones han buscado una respuesta en la inflamación sistémica o en la respuesta inmunológica al estrés psicosocial.Así, por ejemplo, un estudio reciente con macacos comprobó que, cuando un individuo llegaba a un grupo en último lugar, lo que lo relegaba a una menor posición social en la manada, sus genes se expresaban peor y mostraban peores indicadores de metilación, el proceso por el cual algunos genes “buenos” son silenciados y no logran transmitir su función protectora.
Existen varios sistemas para estimar la edad biológica de diferentes tejidos y compararla con los años que figuran en nuestro carné de identidad. Se trata de mediciones en la metilación del ADN o en el porcentaje de glóbulos blancos a lo largo de los años, uno de los mejores ‘relojes epigenéticos’ para saber si una persona está experimentando o no un cierto envejecimiento acelerado.
La edad del ADN o la edad del DNI
Ahora, un equipo internacional, con personal de Italia, Irlanda y Australia, se ha centrado en indagar si el envejecimiento biológico prematuro, algo así como la diferencia entre nuestra edad cronológica y la edad que aparentan nuestros genes, puede mostrar cómo la precariedad social se contagia a nuestra salud.El equipo que ha realizado este estudio, recién publicado en la revista Nature y del que forma parte Polidoro, estimó el estatus socioeconómico de más de 5.000 personas y lo cotejó con su envejecimiento acelerado, su evolución social en diferentes momentos de la vida y el posible papel de otros factores de riesgo para la salud.
Un año de vejez por la pobreza
¿El resultado? Un estatus socioeconómico más bajo apareció asociado a un envejecimiento epigenético más acelerado. Y, cómo no, un estatus social más elevado se relacionaba con menor envejecimiento epigenético. Para entendernos, las personas más desfavorecidas eran biológica o epigenéticamente un año más viejas que las más afortunadas. Es algo que se sospechaba, pero, como resalta Polidoro, “estos resultados lo hacen más real, puedes medir el efecto en las células y ver que incluso cuando eres joven, tus células están empezando a ser más viejas que tu edad cronológica”.La injusticia social perjudica la salud
Kelly-Irving resalta que lo importante de este estudio es que “explora la transición de lo social a lo biológico: esto significa que el entorno socioeconómico provoca procesos biológicos, lo que explica algunas de las diferencias de salud socialmente distribuidas en la población. En definitiva, es una cuestión de justicia social que la gente debería conocer: la desventaja social es nociva para la biología humana y conduce a desigualdades en la salud”.Para Silvia Polidoro, “lo que es relevante en este estudio es que la asociación entre un bajo estatus socioeconómico y el envejecimiento acelerado a nivel celular ofrece una posible explicación sobre cómo nacer y vivir en una peor posición social afecta realmente a nuestro cuerpo”.
Desigualdad reversible
El estudio también arrojó un resultado que, con los astros alineados, podría dejar pasar un rayo de esperanza: el efecto puede cambiar a lo largo de los años, para bien y para mal. La edad epigenética mejoraba cuando el ascensor social subía a lo largo de la vida para unas personas, y empeoraba para otras cuando bajaba. Sin embargo, el efecto era más leve en aquellas personas que habían nacido en una clase social más elevada y a lo largo de su vida descendieron a un estatus menor, lo que concuerda con otros estudios que muestran la enorme influencia de los primeros años de vida, e incluso del periodo intrauterino, en la edad biológica de nuestras células. Tal como explica Polidoro, “los cambios que observamos en el ADN de las células eran cambios epigenéticos —ver cuadro—, lo que significa que no eran cambios en la secuencia de genes y que eran, en cierta medida, reversibles”. Precisamente, añade, “uno de los propósitos de nuestro proyecto es entender mejor cómo las trayectorias del envejecimiento pueden ser modificadas y esperamos que esto pueda arrojar luz y atraer la atención de las instituciones sobre la oportunidad de hacer cambios que mejoren la vida de las personas en peor situación social”.Otra vejez es posible
Kelly-Irving opina que “los efectos de los factores socioeconómicos sobre la salud son altamente subestimados por los políticos”. Según ella, “esto se debe en parte a que suelen ser anteriores a otros factores de riesgo, como fumar, por ejemplo, por lo que parecen más débiles, sin embargo determinan fuertemente la salud”. Y concluye: “nuestra población está envejeciendo y sabemos que la gente de grupos socioeconómicos más altos experimentan mejor salud durante la madurez: esto significa que un envejecimiento saludable es posible también para el resto de la población”.
Para entender qué es el envejecimiento epigenético, antes debemos aclarar qué es la epigenética. El ADN es depositario de la información genética, que es escrita usando un código de cuatro bases. El código es traducido a una secuencia de aminoácidos que constituye una proteína. Si la secuencia cambia, es probable que la proteína también cambie. No todas las proteínas codificadas por el ADN son traducidas al mismo tiempo o/ni al mismo tipo de célula, sino que la célula tiene muchas y complejas formas de regular lo que se traduce en proteína en un determinado momento: uno de esas formas es la denominada metilación del ADN.
La metilación del ADN ocurre principalmente en las citosinas (una de las cuatro bases del código) que son seguidas de guaninas. Estas parejas son llamadas CpG y están desigualmente distribuidas en el genoma. Los pares CpG tienden a concentrarse en áreas próximas al principio de los genes y que llamamos Islas CpG. El nivel de metilación del CpG en un área específica influencia la traducción en proteína del gen cercano. La metilación del ADN funciona como una especie de interruptor epigenético.
Los cambios epigenéticos son la forma que tiene la célula de reaccionar a los cambios en el entorno y, lo más interesante es que son, al menos en parte, reversibles.
Así, la edad epigenética es estimada usando el nivel de metilación del ADN en un grupo específico de islas CpG relacionadas con la edad. La diferencia entre la edad epigenética y la edad cronológica es el envejecimiento epigenético acelerado.
Lo que hemos encontrado es que el EEA era mayor en personas que nacieron y vivieron en los niveles socioeconómicos más bajos y mostraron un envejecimiento acelerado más rápido comparado con el de aquellas personas nacidas y crecidas en los niveles socioeconómicos más altos.
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