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Perfiles con tiempo
Sandra Alonso, ciclista: “El miedo te da mucha fuerza”
Sandra Alonso fue una de las tres corredoras españolas que finalizaron el Tour de 2023. Ciclista profesional desde 2018, en la temporada 2022 fichó por el equipo alemán Ceratizit-WNT Pro Cycling, del que forma parte desde entonces.
Con 25 años y una carrera sólida y prometedora, en el primer trimestre de 2024 estuvo entrenando entre Torrevieja y el norte de la Comunidad de Madrid. Nos encontramos con ella una tarde de febrero en San Sebastián de los Reyes para conocer su historia. Al día siguiente, completamos el encuentro con las fotografías que acompañan este texto: instantáneas de la corredora en el collado de Quebrantaherraduras, una elevación de rampas acusadas que sirve de entrada natural a la formación granítica de la Pedriza.
Sandra Alonso nació en México, pero solo vivió allí sus seis primeros meses. Hija de padre mexicano y madre española, se trasladó con su familia a Torrevieja en 1999 y en esta ciudad ha transcurrido su infancia y juventud. En un aparcamiento de Torrevieja sitúa su primer recuerdo relacionado con una bicicleta: “Recuerdo el día en que me quitaron los ruedines: yo iba pedaleando y llegaba a un muro y le decía a mi mamá: ‘¿Pero cómo giro, cómo giro?’ Y mi mamá decía: ‘Nada, solo mueve el manillar’. Y yo muevo el manillar. Ese momento lo tengo grabado como si fuera ayer”.
De niña, muchos domingos recorría con sus padres y sus hermanos uno de los carriles bici de Torrevieja, diez kilómetros de ida y diez de vuelta. Le gustaba sin llegar a apasionarle. “A mí me gustaba mucho el fútbol. Yo quería ser futbolista de pequeña. Pero a mi madre no le hacía mucha gracia”. Entre los cinco y los ocho años practicó gimnasia rítmica: entrenamientos y exhibiciones. Pero descubrió que no era lo suyo. “No se me daba bien. Y, cuando iba a entrenar a gimnasia rítmica, al centro deportivo, justo pasábamos por donde entrenaban los de bici. Y cada vez que íbamos a entrenar yo miraba y me quedaba mirando y miraba… estos se lo están pasando muy bien (…). Al año siguiente les dije a mis padres que quería hacer bici, que parecía muy divertido”. Tenía entonces ocho años.
Comenzó a practicar ciclismo como modalidad deportiva en la Escuela de Torrevieja. Su primera bicicleta de carretera fue una BH azul y blanca. “Siempre he sido muy competitiva. Siempre me lo he tomado muy en serio todo”, apunta. Logró la victoria en la primera carrera popular que disputó. Y empezó a crecer poco a poco su motivación. “Corríamos con niños porque éramos muy pocas niñas, y no ganaba. Siempre, cuando ganas, es más atractivo, te llama más. Pero yo peleaba: ‘Venga, esta carrera, que no me doblen; a ver cuánto aguanto; a ver a cuántos niños gano”.
Hubo un período en el que corrió con niños un año menores y ganó casi todas las carreras. Pero, cuando se acercaba a la categoría cadete, le recomendaron que corriera en la misma categoría que los chicos: “Me acuerdo de que me ganaban. Quedaba, si no la última, la tercera por la cola, pero, bueno, yo me seguía esforzando”. En cadete el equipo femenino en el que corría Sandra Alonso lo componían solo cinco chicas. Esa situación ha cambiado a gran velocidad y hoy es frecuente encontrar numerosos equipos femeninos en la categoría cadete. En todo caso, Alonso se siente afortunada por el hecho de que su evolución en el ciclismo haya ido acompasada con el gran cambio que ha vivido el ciclismo femenino en los últimos años: “Justo cuando pasé a juveniles, justo cuando pasé a élite, justo cuando pasé a profesionales… fue cuando más se avanzó”.
A la hora de destacar cuáles han sido sus principales apoyos desde los comienzos hasta las carreras internacionales, tiene muy claro el papel esencial de su familia: “Siempre han estado ahí y eso es lo más importante. Al final, si tienes eso en casa, qué más necesitas”. Y cita también a su entrenador, Juan Francisco Andreu, con el que comenzó en 2015, cuando aún era juvenil, y con el que continúa en la actualidad. “Ahora es mi amigo, no solo mi entrenador. Tenemos muy buena amistad y él me ha apoyado mucho siempre”. Un momento clave en esta relación tuvo lugar durante la pandemia: “Supimos mantener la calma. Supo entrenarme para que no estallara, para que siguiera en forma. Me acuerdo de que salí fortísima. El primer día que salí en carretera igual no tanto, pero el segundo es que tenía mucha forma. No parecía que había estado tres meses en casa”.
De las ocho carreras que disputó el año de la pandemia (2020), ganó seis. Ahí sitúa Alonso el punto de inflexión, el momento en el que pensó que su compromiso con el ciclismo podía permitirle desarrollar una carrera en la élite. Cierto es que ya había ofrecido destellos de su talento —octava en el Mundial de Qatar 2016, séptima en una etapa del Giro, octava en una etapa de la Vuelta— y que desde 2018 corría como profesional en el Bizkaia-Durango, pero la pandemia supuso un antes y un después. Cree que salió reforzada. Si 2018 y 2019 fueron años de adaptación, 2020 fue el año de afianzarse y 2021, “un muy buen año” en el que se fijó en ella un equipo extranjero: el Ceratizit-WNT Pro Cycling. Con el fichaje por este conjunto alemán llegó también el reconocimiento económico y la posibilidad de dedicarse plenamente al ciclismo. “Tenemos todo lo que un equipo World Tour tiene”, resume para explicar cómo las retransmisiones por televisión o el lanzamiento en 2022 de la versión femenina del Tour han provocado un gran cambio en el ciclismo femenino profesional en muy poco tiempo.
Para ubicar su participación en ese gran cambio, conviene detenerse en dos momentos de una prueba histórica. París-Roubaix 2022. Hasta la semana anterior no supo si iba a poder correr. Había sufrido una caída y tuvieron que darle puntos en la rodilla. Estuvo cinco días parada y preparó la prueba en apenas doce días. Solo pudo entrenar dos horas y media en los primeros tramos de pavés. “Siempre digo que el miedo te da mucha fuerza. El ir a una carrera con miedo te hace estar mucho más pendiente de todo, en mi caso por lo menos”. El día de la prueba sobrevivió al momento más peligroso que recuerda: los últimos kilómetros antes de llegar al primer tramo de pavés, y luego al primer tramo del temido pavés: pinchazo aquí, caída allá, tener que esquivar, levantarse rápido… Y, al final, llegó el momento de plenitud a la salida del tramo 12: “Quedábamos igual 15 o 20 corredoras y yo estaba allí”. París-Roubaix 2023. “Como es una carrera que me gusta y veo que puedo hacerlo bien, la preparé muy bien. Dos meses antes fui a reconocerlo. Tengo grabados todos los tramos para ver todas las curvas. Tengo en el bloc de notas por dónde se hace mejor cada tramo, qué tipo de pavés, si es mejor, si es peor. Para ver las cubiertas, las presiones… Me lo preparé muchísimo y no llegué”. Sufrió una caída y se rompió la clavícula.
Para 2024, la París-Roubaix —disputada en abril— se encuentra entre sus prioridades. Busca su revancha particular. También quiere rendir al máximo en el Tour de Francia: “Creo que puedo destacar. Obviamente, no en la general, pero el año pasado me quedé con la miel en los labios en una etapa en la que casi llego en la fuga”. Otro de sus objetivos es el Campeonato de España: “¡Quiero el maillot!”. Para lograr cada una de sus metas, entrena cada mañana en solitario o con compañeros de la zona, realiza trabajo específico —intervalos, series— y repite rutinas. Por las tardes procura descansar y dedicar tiempo a sus estudios de Arquitectura Técnica. Y su mirada, mientras comparte recuerdos y objetivos, parece contemplar las competiciones de primavera y verano: la llegada al velódromo de Roubaix, una etapa del Tour. Sí, una etapa del Tour.
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Esperemos que todo salga bien en el Tour. Alpe d’Huez espera a las más grandes del pelotón. Aúpa Sandra!!!