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Feminismos
La hostilidad invisible
Un blog sobre ciencia y poder.
Hace unas semanas tuvo lugar el día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Muchas investigadoras desde distintos centros de toda España y del extranjero dedicaron su tiempo y esfuerzo a visibilizar el papel de la mujer en la ciencia a través de multitud de eventos, charlas, conferencias, escritos, etc. El día se convirtió en un espacio de visibilización donde los centros e instituciones se pusieron de acuerdo para destacar el rol femenino en la investigación. Hoy se celebra el 8M donde vuelven de nuevo las mismas dinámicas organizadas por Universidades y centros científicos.
Al día siguiente, como si no hubiese pasado nada.
Desde hace un tiempo se lleva observando una dinámica muy común conocida como “pero ya os dejamos vuestro espacio, ¿no?”, donde se concentran todas las charlas sobre mujeres, espacios feminizados y “fomentar las vocaciones de futuras científicas” en un solo día, nuestro día, dicen. Ese día muchas investigadoras reciben llamadas para organizar charlas, escribir entradas de blogs y hablar en seminarios empleando todo su tiempo y esfuerzo, en su mayoría sin remuneración alguna. Todo por visibilizar que la institución se preocupa por sus mujeres científicas. Un pinkwashing en toda regla. Por otro lado, el día resulta tan exhausto que muchas investigadoras al final acaban haciendo el doble de esfuerzo donde lo combinan con su trabajo de investigadora, ¿pero qué ocurre al día siguiente? La nada. El teléfono deja de sonar y las invitaciones a seminarios desaparecen. Vuelven de nuevo las ponencias organizadas en su mayoría por hombres investigadores. Vuelven las quejas y el “pero si ya os invitamos a una charla sobre mujer y ciencia”. Claro, porque nuestro espacio siempre ha sido el que ellos nos han dejado.
Esto no es nada nuevo. Cada año se vuelve a repetir las mismas dinámicas y muchas al final terminamos por conformarnos y adaptarnos porque no nos queda otra. No obstante, ¿qué ocurre después de celebrar seminarios sobre ciencia y mujer? ¿Es útil fomentar únicamente las vocaciones científicas de las mujeres si los mismos institutos o centros juegan con las mismas reglas de antaño? ¿Trabajamos en nuevos frentes con viejas herramientas? ¿Por qué cuando hablamos algunas instituciones evitan tocar ciertos temas como la discriminación, el acoso sexual o la conciliación?
Es por ello que, puede resultar posible ver cómo una institución celebra este día y que al día siguiente se invite a señores para hablar de algo de lo que no son expertos en su campo o se organicen conferencias donde la diversidad de ponentes sea casi inexistente. Donde también se sigan tapando sonados casos de acoso sexual o continúen ejerciendo todo tipo de discriminación laboral o de conciliación. Un ambiente donde se priman las estructuras de poder jerarquizadas, siendo posible encontrar un laboratorio lleno de mujeres investigadoras pero todavía con el clásico jefe varón.
Está claro que por mucho referente que conozcamos y muchos seminarios de empoderamiento, las investigadoras siguen viviendo bajo un ambiente de hostilidad invisible donde, por un lado, se crean espacios “seguros” pero, por otro, se mantienen estos espacios dependientes de estructuras todavía arcaicas y sin ningún signo de que vayan a cambiar.
Es más, el nivel ha mejorado ahora gracias al pinkwashing que usan algunas instituciones y que parece que si luces un rosa o morado en el logo, automáticamente los problemas feminizados ya no existen.
Con esto no se pretende decir que usar determinadas estrategias que promuevan la visibilidad femenina sea algo malo. Al contrario. Gracias a muchas científicas que han dedicado su esfuerzo y trabajo de forma totalmente altruista conocemos a más científicas que fueron olvidadas.
Sin embargo, a veces resulta más fácil hablar de Marie Curie como gran referente que de los verdaderos problemas estructurales que afectan a las investigadoras dentro de los espacios científicos.
Por otro lado, se puede caer en la trampa de promover un enfoque de brillantez basado en la excelencia, es decir, si [inserte aquí su investigadora brillante] ha podido tú también puedes pero, ¿por qué no nos dejan también ser mediocres? ¿Por qué si la academia está plagada de hombres mediocres solo son válidas las mujeres excelentes?
No es de extrañar que la campaña llevada a cabo por CREAF para el día de la Mujer y la Niña en la Ciencia no pasase desapercibida, con una serie de viñetas diseñadas por Javier Royo señalando de forma directa y excelente los problemas a los que se enfrentan las investigadoras diariamente.
Está claro que hemos avanzado en estos temas, pero ¿por qué siguen existiendo estas prácticas si cada vez la academia es más consciente de su importancia? Desde aquí señalamos varios puntos.
Una habitación propia pero sin llave
La conquista de espacios se ha alcanzado de forma paulatina, aunque todavía se sigue trabajando bajo un territorio hostil. Es hasta tal punto absurdo que cuando existen conferencias donde hay una mayoría aplastante femenina es porque se trata cualquier tema que tenga que ver con la Mujer y [ponga aquí el teclado predictivo] o porque “son nuestros días”. Aunque a veces no siempre. Esto ha llevado a la creación de espacios seguros donde las mujeres pueden hablar con naturalidad, pero que a la vez son apartadas de otros espacios por tenerlos.
Ese sesgo del que usted me habla
El sesgo existe pero sigue sin admitirse desde el poder. La investigadora Margarita Salas decía que las cuotas no eran necesarias y que la mujer algún día llegaría a la igualdad con esfuerzo y con mucho trabajo. No sé cuántos años han pasado y el esfuerzo ha sido titánico pero ¿tenemos que esperar otros 50 años más como dicen los expertos? ¿Por qué sigue existiendo mayor abandono femenino a partir del doctorado? La falsa meritocracia de considerar que con muchísimo esfuerzo se puede llegar lejos sin llegar a tener en cuenta otros factores de discriminación no tan visibles sigue existiendo en los entornos científicos, incluso nosotras tenemos ese sesgo porque así nos han educado. Hablar de desigualdades dentro de la academia, teniendo una mirada interseccional es también tener en cuenta las opresiones de las investigadoras racializadas, trans, o con diversidad funcional. Además, es también poner sobre la mesa un panorama más honesto y socialmente justo, más que seguir disneyficando la academia con una falsa cultura de la meritocracia, del “tú puedes”.
“No hemos encontrado mujeres expertas”
¿Habéis escuchado alguna vez lo contrario? “No hemos encontrado hombres expertos?” ¿Entonces? ¿Qué pasa aquí? Creemos que es necesario replantearse este aspecto con detenimiento, ¿por qué resulta tan difícil encontrar mujeres para ser ponentes o supuestamente a optar por determinados puestos? Recordamos hace unos años el colectivo de Arqueológas feministas denunciaron precisamente la organización de unas conferencias donde no había ni una investigadora como ponente. La respuesta de algunos de los organizadores fue “no hemos encontrado mujeres especialistas del tema”, pero sin embargo tiempo después salieron muchas investigadoras a comentar que algunos investigadores que estuvieron en la ponencia tampoco lo eran. También se dieron algunos nombres que la organización ignoró, ¿entonces? Hoy en día resulta necesario tener en cuenta este aspecto porque cada vez más las mujeres investigadoras criticamos este aspecto que pasa con mucha asiduidad, incluso cuando hay una mayoría femenina en la disciplina. Si en el caso de no encontrar mujeres (porque puede pasar) que ¿podríamos hacer? Quizás buscar ayuda externa a través de redes sociales que funcionan bastante bien o dejarlo claro para tratar de evitar un posible conflicto. Otra cosa bastante importante es reflexionar sobre la crítica, que a veces molesta, pero es esencial conocer en qué se ha fallado y por qué esto ha pasado para evitar sesgos en un futuro. No hay nada malo en equivocarse. Hoy día, con una mayoría aplastante de investigadoras decir “no hemos encontrado mujeres” suena a comentario simplista y conviene recalcar, preguntarse por qué y abrirse a otras redes que puedan ayudar. No se puede seguir indicando este hecho como excusa.
Un ejemplo claro de esto se encuentra en el campo de las humanidades donde existe una paradoja curiosa sobre ello: a pesar de existir un porcentaje alto de mujeres, su representatividad en conferencias y seminarios parece mucho menor en determinados campos. Sobre todo, con respecto a ciertos temas mucho más masculinizados (guerra). Este sesgo es menos notorio cuando se tratan temas típicamente femeninos (historia de género, maternidad, etc.) que responde a una falta de interés por parte del público masculino tanto de ponentes como de asistentes.
El sesgo del cansancio
Se trata de un sesgo invisible del que no se habla. Lidiar prácticamente día sí y día no con situaciones de machismo, gaslighting, o situaciones que te invisibilizan suele resultar para una gran mayoría de las investigadoras agotador. Este sesgo está tan normalizado que muchas no nos damos cuenta hasta que no es evidente y esto hace que, por ejemplo, valoremos menos nuestro trabajo o nuestras intervenciones o participaciones. El peligro de este sesgo tan normalizado puede acarrear a la invisibilización del trabajo en las investigadoras, promovido por ellas mismas porque se entiende que para qué una va intervenir o hablar si va a ser constantemente juzgada en su trabajo.
Promover el autobombo en investigadoras puede ser una idea fantástica pero sin los canales y herramientas suficientes o un cambio de mentalidad dentro de la estructuras académicas el proceso seguirá siendo muy paulatino.
La conciliación y los cuidados
El tema más olvidado dentro y fuera del ambiente científico y el que quizás esté afectando más al abandono de las científicas junto con el acoso sexual.
El sistema académico se ha vuelto tan salvaje que no contempla el rol de la cuidadora, normalmente desempeñado por la mujer. Compaginar horas imposibles, tardes reuniones o estancias en el extranjero siendo cuidadora se ha convertido en una tarea titánica y que en su mayoría se contempla como algo invisible o sin importancia. Esto paradójicamente está cambiando con el auge de investigadores varones reclamando su rol también de cuidador.
Hace un tiempo publicamos en un artículo en El Salto que existen estudios donde se afirma que la carrera de una investigadora experimenta su freno durante la maternidad. Esto también se ha visto en recientes investigaciones donde las tijeras se han convertido en unas pinzas, curiosamente cuando finaliza la etapa predoctoral. Asimismo, también existen estudios donde se identificó que casi la mitad de las mujeres estadounidenses cambiaron su contrato a jornada parcial después de dar a luz. Este factor aumentó con el nacimiento de un segundo hijo, mientras que en el caso de los investigadores masculinos el porcentaje no llegó al 23%. Otro estudio identificó que tanto mujeres como hombres tiene una productividad e impacto equivalentes en academia, no obstante las tasas de abandono de las mujeres investigadoras con el paso del tiempo eran mucho mayores. Este tema ha empeorado durante la pandemia donde las tareas de cuidados han sido ejercidas mayoritariamente por el sector femenino.
El resultado es que una mayoría de mujeres investigadoras acaban por abandonar su carrera profesional por ejercer los cuidados, lo que ha beneficiado en parte a los investigadores a ocupar altos cargos de responsabilidad dentro de la academia. Si esto no se frena poniendo medios accesibles a la conciliación por parte de las Instituciones (acceso a guarderías, salas de maternidad, cuidados, reuniones en horario de conciliar, políticas de discriminación, conferencias híbridas) el acceso de la mujer en la ciencia será cada vez más dificil dentro de un sistema científico cada vez más depredador y desigualitario.
El autobombo y Los bros
Llamamos bros a la priorización absoluta del colegueo en academia que siempre suele ser en detrimento de la participación femenina en ellas. Imaginemos que se organiza una conferencia y los organizadores/as tienen que elegir a los ponentes. Si hay una mayoría de los organizadores que pretenden tirar de agenda o invitar a algún conocido/amigo “experto en el tema”, este mayormente será un investigador masculino. Lo mismo ocurre con posibles colaboraciones o artículos. A veces se organizan grupos en torno al género masculino, entre ellos el jefe, que acaban por acaparar determinadas tareas de mando que, por supuesto, quedas excluida, también de los méritos. Como el club no Homer Simpson.
El tema del nepotismo es algo que se sigue priorizando en la academia y en este caso las mujeres investigadoras quedamos totalmente al margen y excluidas de este grupo de bros, a excepción de cuando se tratan temas de género o femeninos por proximidad y por escaso interés de los investigadores varones que nos “ceden su espacio”.
A las mujeres normalmente se les excluye muy sibilinamente de estas redes clientelares porque estas se suelen tejer fuera del ámbito académico donde es poco probable que la investigadora pueda acceder. Esto, en cierta forma, puede acabar con la invisibilización del trabajo de la investigadora en un mundo donde la visibilidad es muy importante para poder destacar dentro de un entramado lleno de desigualdades.
El acoso
El libro de Ángela Bernardo sobre acoso sexual en la ciencia (‘Acoso: #MeToo en la ciencia española) ha sacado a la luz todo el engranaje que sigue permitiendo que todavía exista el acoso sexual dentro de la academia y que, en muchos casos, sea impune y una cuestión de status jerárquico donde el acosador ejerce un poder sobre su víctima.
El aislamiento que sufre la víctima, tanto por parte de sus compañeros/as, como el proceso por el que tienen que pasar de larga espera y de revictimización hacen que, aunque cuenten con protocolos redactados por expertos, todavía existan mujeres que no se atrevan a denunciar. Por otra parte, también se hace necesario revisar esos protocolos para conocer si se están siguiendo o si son visibles. Además, extender estos protocolos a otros ámbitos como los trabajos de campo donde las investigadoras también pueden sufrir este tipo de acoso sin saber qué hacer con el condicionante de que se encuentra en un lugar que no es una institución.
Estas líneas no pretenden dibujar un panorama desolador.
Celebrar tanto el 8M como el día de la Mujer y Niña en la Ciencia es algo primordial si se quiere seguir fomentando las vocaciones científicas. Seguir trabajando para visibilizar a mujeres científicas que fueron totalmente excluidas y discriminadas es hacer política a favor de señalar las estructuras y condiciones a las que se vieron inmersas para poder ser lo que ellas quisieron ser. No obstante, hablar de ellas sin hablar de conciliación, discriminación o acoso es promover un discurso vacío de contenido o un lavado de cara de la institución de turno.
El avance sigue existiendo aunque muy paulatino pero firme. Cada vez más mujeres junto con otros colectivos históricamente marginados de dentro de la academia señalan las dificultades existentes y las discriminaciones a las que se ven expuestas. Otras han sabido detectarlo gracias a su visibilización. Hablar en voz alta y exponer estas problemáticas, no solo “nuestros días” sino también todos los días, es contribuir a mejorar y hacer llegar nuestro poder para poder cambiar las instituciones. Para eso somos la mitad.
Adaptación de la publicación de La Hostilidad invisible en Medium