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Palestina
Una velada por Palestina con nombre de mujer
La XIX Velada de Música de Gibralfaro en Solidaridad con Palestina se hizo esperar, pero llegó. El mayor evento cultural de apoyo a la población palestina que organiza anualmente la Asociación Al-Quds de Solidaridad con los Pueblos del Mundo Árabe en Málaga tuvo que retrasarse por la pandemia y, finalmente, se realizó el pasado 2 de octubre.
Una bandera palestina de seis metros colgada de la muralla del Castillo de Gibralfaro daba la bienvenida a las más de 250 personas que subieron a pie (las menos) o en el autobús habilitado gratuitamente por la Empresa Malagueña de Transportes (EMT) para la ocasión. Poco a poco, el espacio al aire libre destinado para los actos y rodeado por pequeñas tiendas de venta de productos típicos y una barra, hacía los reencuentros aún más especiales.
“No sabíamos cómo ibais a reaccionar”, confesaba al público Eva Nieto, voluntaria de la asociación malagueña creada en 1999, “pero solo podemos daros las gracias por haber venido a este lugar de encuentro y reencuentro, y apoyar la causa palestina, después de estos dos años de problemas sanitarios, económicos y sociales”.
Reencuentros en octubre
Algunos tocándose el codo, otros con los puños y muchos entre abrazos, los asistentes normalizaban la primera velada en el castillo después del confinamiento, que fue utilizado por fenicios y romanos, y que el rey nazarita Yusuf I convirtió en fortaleza en 1340. Más prosaico, el miembro de AlQuds Eduardo Retamero bromeaba al inicio de la noche: “Esta es la primera velada con rebequita”, decía mientras el público reía por la alusión a la necesidad de abrigarse, dadas las temperaturas algo más frescas que en la fecha habitual del evento, en julio.
Tras la invitación para que el respetable comprase jabones o za’atar, una mezcla de especias típica de la cocina árabe del Oriente Próximo que la organización adquiría en Jerusalén, Nablus o a las mujeres palestinas de Galilea, cuyos beneficios se destinarán íntegramente a los distintos proyectos de la asociación en Territorios Palestinos Ocupados, Retamero daba paso al primer concierto, a cargo del grupo malagueño Wasabi Cru.
La Janis Joplin malagueña
En la presentación de Wasabi Cru se hizo referencia a la cantante estadounidense Janis Joplin, lo que provocó varias sonrisas de complicidad en las caras de un público, concienciado con la causa palestina, que quedó inmediatamente maravillado con la banda en su primer tema, “Keeping The Promise” y, sobre todo, con la voz de su cantante, Noe Sakura.
Junto a ella, Álex Molina al bajo, Fran Malpica al piano y Carlos Campos en la batería poseen un repertorio que recorre infinidad de estilos. Del rhythm & blues al jazz, pasando por el reggae o el funk, mayoritariamente en inglés, pero sin perder su acento malagueño en algunas canciones, como “El tiempo quema”, y también en las explicaciones entre pieza y pieza.
Cinco años después de su fundación, este cuarteto ganó recientemente el certamen de música joven MálagaCrea Rock del Área de Juventud del Ayuntamiento de Málaga. En su primer EP de tres canciones (“Shelter in your sense”, “Keeping the promise” y “Cosmic Cabriolet”) disponible en plataformas digitales, muestran canciones compuestas principalmente durante la pandemia. “Queremos completar de grabar el LP a final de año o principios del que viene”, afirma Campos, quien desvela que subirán material nuevo en breve.
Como guinda del pastel del primer concierto de la noche, Wasabi Cru deleitó al público con una versión muy especial de “Tell mama” de Joplin, en la que Sakura pasó de los susurros a todo su potencial vocal, gracias a una de las canciones de la estrella del rock and roll.
Dabke
Cinco mujeres inundaron de color el escenario tras la actuación de Wasabi Cru. Se trataba de las bailarinas de la Academia de Danza Oriental Esalim, una de las precursoras en Málaga de este tipo de estilos, desde que abrió sus puertas en 2007. “Dentro de la danza oriental lo más conocido es el belly dance o danza del vientre, pero hay muchas variantes”, explica Esther Alcántara, “Esalim”, fundadora de la academia.
Auxi Durán, Eva Fernández, Raquel Vidal, Cintia Damiano y la propia “Esalim” interpretaron haligi, una canción del Golfo Pérsico en la que los alegres movimientos de las túnicas, se articulaban al ritmo de los golpes en el pecho y los giros de cabeza, que permitían ondear el pelo de las bailarinas.
Tras esta canción festiva, las artistas se vistieron de negro para interpretar una pieza de dabke, el baile folklórico palestino, pero también de otros países como Líbano, Siria o Jordania. Sus kufiyyas, los tradicionales pañuelos de Oriente Medio y Arabia, sobre los hombros de las cinco componentes se agitaban al ritmo de “Ana dami falastini”, “mi sangre es palestina”. Con esta canción Mohammed Assaf ganó Arab Idol, un concurso de talentos similar a Operación Triunfo.
Canción proletaria
La noche concluyó con acento latinoamericano, corazón palestino y “canción proletaria”, como se autodefinen los tres componentes del grupo Rojo Cancionero. Salvador Amor, Gabriel Ortega y David Díaz recitaron versos de Víctor Jara o Violeta Parra como colofón de la décimo novena Velada de Música de Gibralfaro en Solidaridad con Palestina.
“El repertorio que hemos elegido está compuesto de canciones nuestras y de otros artistas, pero todos comprometidos con la causa social”, argumenta Salvador Amor. “Es un espectáculo que nació, en principio, para hacer un homenaje a mi padre, Rafael Amor, y al padre de mi compañero Gabi Ortega, Pepe Ortega, que era poeta de Córdoba y también un luchador”.
Amor recuerda como su padre y el de su amigo se conocieron en un “corte de ruta, pidiendo una línea de autobús que conectase Fuenlabrada y Móstoles, para que la gente pudiese ir a trabajar” y, concluye: “de esta historia nace Rojo Cancionero, que luego ha ido buscando padres y madres de la canción y la necesidad de cantar nuestras propias canciones denunciando la problemática social de hoy”.
“Lo que cambió ayer, tendrá que cambiar mañana, así como cambio yo, en esta tierra lejana”, fue una de las estrofas de la conocida canción interpretada por la argentina Mercedes Sosa en 1984 que hizo vibrar al público, quien demandó tras ella una última pieza del trío formado en 2010, que les hizo cantar y bailar, para deleite de los asistentes, respetando las medidas de seguridad.
Al grito de “Viva Palestina libre”, Rojo Cancionero volvió a incidir en la denuncia a las vulneraciones de los derechos humanos que sufre la población palestina y a la que se hizo referencia en los primeros momentos de la función, tanto por personas voluntarias de la asociación organizadora, como por la periodista Teresa Aranguren.
Seis meses detenida
La asociación AlQuds denunció en diversas ocasiones el encarcelamiento de la cooperante española Juana Ruiz Sánchez hace seis meses y las irregularidades que se están produciendo desde su detención la madrugada del 13 de abril por una veintena de soldados en su casa, donde vive desde 1985, según explicó el presidente de la asociación, Javier Barquín.
“Exigimos la liberación inmediata de Juana Ruiz, quien es responsable de muchos de los proyectos socio-sanitarios que venimos desarrollando en Palestina y en los que respetan todos y cada uno de los criterios de la cooperación española y andaluza, como no podría ser de otro modo”, afirmó Barquín, mostrando la disconformidad no solo con la privación de libertad de la trabajadora de los Comités de Trabajo para la Salud en Palestina (HWC), sino por lo que denominó “una clara estrategia de criminalización de la cooperación internacional en Palestina”.
Palestina
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Aranguren, la voz de la experiencia
En la misma línea, la experimentada periodista y escritora Teresa Aranguren, quien también participó en acto de solidaridad, argumentó que “existe una clara estrategia de deslegitimación de la cooperación europea en Palestina, unida a una búsqueda de eliminación de testigos, que puedan denunciar las vulneraciones de derechos humanos en Territorios Palestinos Ocupados”.
Aranguren, quién fue una de las más ovacionadas durante el recital en Gibralfaro, contó cómo la resistencia palestina no es nueva, sino que en sus coberturas periodísticas desde su primer contacto en el Beirut cercado por las tropas israelíes de 1982, ya se manifestaba un aumento de la violencia del ejército israelí contra la población civil palestina, corroborado en un campo de refugiados en Jenín en 2002 donde, “pudimos observar un claro componente femenino en las mujeres a las que acababan de destruir sus casas, pero que se seguían sintiendo anfitrionas en su tierra”, explicaba al público.
A través de historias de la cotidianidad, la especialista en Oriente Próximo y los Balcanes concienció a los asistentes sobre las dificultades que sufre la población palestina al tener que atravesar puestos de control del ejército israelí para sus quehaceres diarios o la importancia del tejido de redes de cuidados frente a la impunidad de los crímenes acontecidos tanto en Gaza como en Cisjordania.
Eran casi las doce de la noche y la organización avisaba de la finalización del evento. Poco a poco, los asistentes abandonaban el castillo, conscientes de la importancia del reencuentro y de haber estrechado lazos entre las dos orillas del Mediterráneo. Esperando a la vigésima edición de la Velada de Música de Gibralfaro en Solidaridad con Palestina el año que viene y la libertad inmediata de Juana Ruiz, según se comentaba en los últimos grupos de personas que esperaban el autobús de la EMT para abandonar la edificación del siglo XIV.