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Opinión
“Solo sí es sí”, pero para el PSOE no
Ayer, después de la aprobación de la Ley Solo Sí es Sí con las enmiendas del PP y PSOE, hablaba con mi madre y ella lo resumía de la mejor manera: “Hija, nos cuesta mucho conquistar derechos en un mundo dominado por hombres”. La ley de Libertad Sexual supuso un cambio radical sobre la manera de considerar las agresiones sexuales, un cambio de paradigma, que aunó dos delitos distintos en uno solo.
Los votos del ala conservadora del hemiciclo y sus cómplices del PSOE han propiciado que se dejen de lado las exigencias del convenio de Estambul que protegen a las mujeres y que aseguran que todo lo que no sea consentimiento tiene que ser agresión. El Convenio obliga a los países miembros a juzgar los casos de violencia sexual en base al consentimiento, sin aplicar otros baremos como la fuerza o la intimidación que se ejerce sobre la víctima. El PSOE ha preferido desoír este instrumento jurídico internacional y hacernos retroceder en derechos a cambio de machacar (una vez más) al partido morado.
Las ministras Ione Belarra e Irene Montero, de un morado simbólico, se abrazaban con gesto agridulce, de gran esfuerzo realizado, pero también de impotencia y rabia
El PP aplaudía en pie su ataque al feminismo, mientras el PSOE trataba de esconder su vergüenza (sí es que le queda) bajo los sillones del Congreso. Mientras, las ministras Ione Belarra e Irene Montero, de un morado simbólico, se abrazaban con gesto agridulce, de gran esfuerzo realizado, pero también de impotencia y rabia. El aplauso de la bancada conservadora frente a las dos ministras unidas ilustraba a la perfección al patriarcado frente a la víctima sola. “Y así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso”.
La ley nos creía, por fin, no necesitábamos ir con señales de violencia para probar que habíamos sido agredidas, como sí decía la ministra Pilar Llop. Y ese era el problema, que por una vez se nos creía, se nos daba el lugar y el respeto que merecíamos. Demasiado para el patriarcado.
Ahora nos llevan de vuelta al Código Penal de La Manada y eso es un retroceso que hará que muchas mujeres sufran y vivan las agresiones en silencio porque una vez más no serán creídas y pasarán por el tormento que tuvo que pasar la víctima de Pamplona para que se haga justicia.
PP y PSOE han vuelto a mirar a sus propios intereses partidistas y nos dejan, una vez más, sin protección a las mujeres. Por su parte, toda la maquinaria mediática y política conservadora ha hecho su trabajo durante meses para seguir disciplinando la libertad y los cuerpos de las mujeres.
Por suerte, el feminismo sabe también cómo revertir los retrocesos y cómo responder a los ataques conservadores. Desde el feminismo sabemos, también, que el camino hacia la igualdad y hacia el fin de la opresión nunca ha sido fácil ni lo será, pero eso no nos amedrantará, porque nunca lo ha hecho. Seguiremos luchando, unidas hasta el día en que ninguna mujer sea agredida por el hecho de serlo.
Decía Pepe Mujica, alguien que conoció muy de cerca las derrotas, pero también la victoria, que “lo imposible cuesta un poco más, y derrotados son solo aquellos que bajan los brazos y se entregan”. No es nuestro caso, el camino de las feministas es arduo, lleno de obstáculos, lo sabemos desde que nacemos, pero nada nos parará hasta conseguir la igualdad y la seguridad para todas.
Las feministas conocemos muy de cerca lo que significa caerse y volverse a levantar una vez más para luchar contra las garras del patriarcado, un sistema que nos oprime por el simple hecho de ser mujeres.
Necesitan más dolor para escucharnos, porque en realidad nunca se nos ha creído, porque la culpa era nuestra por cómo vestíamos o con quién íbamos, la culpa era de llevar la falda demasiada corta o andar hasta altas horas de la madrugada
Ayer retrocedimos en derechos, pero avanzamos en dignidad. La dignidad de una ministra y su equipo que, contra viento y marea, con toda la maquinaria en contra, han hecho lo imposible para redactar una ley que pusiera el consentimiento en el centro. No ha podido ser porque los grandes poderes, los señores de traje y corbata bien arreglados y aseados, como le gusta al señor Abascal, pero también las señoras de clase alta, feministas liberales, han decidido una vez más que nuestra palabra no es creída si no va acompañada del dolor suficiente, de las heridas suficientes, de los desgarros suficientes. Necesitan más dolor para escucharnos, porque en realidad nunca se nos ha creído, porque la culpa era nuestra por cómo vestíamos o con quién íbamos, la culpa era de llevar la falda demasiada corta o andar hasta altas horas de la madrugada o dejar entrar a tu casa a ese tío que acababas de conocer. La culpa siempre es nuestra y las enmiendas han querido dejarlo claro; ellos pueden seguir haciendo lo que quieran, y nosotras debemos seguir tomando todas las precauciones habidas y por haber, salir con miedo de noche y, por supuesto, no llegar ni sola ni borracha a casa, que eso solo les pertenece a ellos y es así como debe seguir siendo para mantener el statu quo del patriarcado.
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Igualmente repulsivas han sido las sentencias de esos jueces que han aprovechado el menor resquicio en la interpretación de la ley de forma que amparándose en la ambigüedad de la jurisprudencia, han traicionado su espiritu y dado rienda suelta al rencor y la aversión acumulados. Y es que nuestra justicia tiene difícil erradicar las conductas mafiosas de su cúpula.
Lo más repugnante de todo este asunto ha sido comprobar cómo y por qué los dos partidos del Régimen se alían para abrir de nuevo la veda de derecho de pernada sobre el cuerpo alienado de la mujer. Estos cotos de caza no están en lugares exóticos o marginales sino en todas y cada una de los hogares y las calles de los pueblos y ciudades del país. Se viola porque el sistema lo permite no sucede de forma esporádica o extraordinaria, se viola porque se consiente, se permite, se protege, se incentiva y se puede.