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Opinión
La distancia que separa el Congreso de Vallecas
La realidad cambia cuando se introduce distancia, en este caso seis kilómetros. Hay seis kilómetros de separación entre la Carrera de San Jerónimo y la calle de Vallecas en la que el miércoles 22 desahuciaron a Mariano, un albañil de 56 años con problemas de salud. Pocas horas después de que el dispositivo policial arramblara con todo para llevar a cabo un desahucio ejecutado por una deuda de 45 euros, en el Congreso de los Diputados decaía uno de los decretazos del Gobierno de coalición y con ello se rompía el “escudo social” que, en varias ocasiones, ha sido presentado como el final de los desahucios.
Desalojos como el de Vallecas se producen todos los días, a todas horas: ningún escudo los ha parado. Hechos como los del Congreso del miércoles, menos graves, más comentados, no suceden siempre, pero son cada vez más habituales en una legislatura que, como se había anunciado desde las elecciones de julio de 2023 es accidentada y errática.
Partidos políticos
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Con ese escudo de latón, caía también la revalorización de las pensiones y el ingreso mínimo vital y las ayudas al transporte. Varios castigos en uno a la población que desde hace una semana mira el calendario con ansiedad para ver cuando llega el día de paga.
Con las pensiones no se juega en política, pero Junts no apela a quienes tienen la pensión mínima ni a quien coge el transporte público
La distancia que separa a Junts de la opinión pública española es enorme. A Miriam Nogueras y Carles Puigdemont les resbala lo que piensen de ellos en Vallecas —ya puestos, tampoco les importa demasiado lo que piensen de ellos en Nou Barris o en cualquier otro punto de la Barcelona de los curriquis. Con las pensiones no se juega en política, pero Junts no apela a quienes tienen la pensión mínima ni a quien coge el transporte público. Al PP sí le votan muchas personas que cobran la pensión mínima, pero la derecha española tiene las llaves del relato y de los medios de comunicación; pensar que su voto negativo del miércoles les penalizará en unas futuras elecciones generales es seguir en el autoengaño de que las ideas, o los hechos, confrontan en el mismo plano.
Pero sí, emitir mensajes como que la derechona acaba el “escudo social” tiene cierta utilidad. Aprieta las filas contra la derecha —del PP y de Junts, Vox juega en otra liga— y permite proyectar en lo distinto que sería un Gobierno sin las manos atadas por la aritmética. Pero es una utilidad limitada a una parte del electorado que ya está convencida, o al menos leída y formada. Un mensaje para la clase votante (o clase media votante), que sin duda es la que determina los relatos, pero que no será determinante en las próximas elecciones. Lo será la abstención. Hay una enorme distancia entre esos votantes ideales y la realidad de quienes no siguieron el pleno del miércoles, la mayoría, y sí, preocupados, el devenir de otro durísimo mes de enero con los precios por las nubes.
El Ejecutivo puede tomarse unos días para colocar donde pueda sus proclamas contra los partidos de la derecha, pero deberá lanzar de nuevo los decretos, por separado, si no quiere que su base real, y no solo la opinión pública, se ahogue de nuevo en los supermercados y las taquillas de metro.
La coalición PSOE-Sumar solo tiene una baza, que es que las personas que viven a kilómetros de distancia de la aritmética parlamentaria crean que realmente les iría peor económicamente con un Gobierno de derechas
Se trata de mantener la capa de barniz social que mantiene el Gobierno de coalición (a pesar de medidas como la del retraso voluntario de la jubilación) o entregarse y convocar elecciones en un clima poco propicio para que se repitan o mejoren los resultados de 2023. Con Donald Trump en la Casa Blanca encumbrado por los multimillonarios y un clima de normalización de la desigualdad y el castigo a la pobreza, la coalición PSOE-Sumar solo tiene una baza, que es que las personas que viven a kilómetros de distancia de la aritmética parlamentaria crean que realmente les iría peor económicamente con un Gobierno de derechas. Para eso no valen los escudos sociales de latón ni los ingresos mínimos vitales ruinosos. La alerta antifascista esta vez no será suficiente.