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Opinión
Apuntes sobre la caída de Errejón: del ruido a la acción colectiva
Hace aproximadamente un año, circuló en Twitter un testimonio sobre comportamientos machistas y abusivos de Íñigo Errejón. Llegó a todos nuestros grupos de WhatsApp y resonó con todas las historias que escuchamos a diario, sin importar quién las protagonice. Ese testimonio generó un eco, sin sorpresas, que señalaba patrones de comportamiento bien conocidos en espacios de poder y liderazgo. Sin embargo, tras unos días, la historia se desvaneció. Como tantas otras.
Ahora, en medio del ruido mediático que rodea la caída de Íñigo Errejón, cabe preguntarse si su salida responde realmente a una denuncia anónima en redes como señala el consenso general, aunque la respuesta no parece tan simple. Tania Sánchez, que ha compartido con mayor o menor cercanía carrera política con el exdiputado de Sumar desde la universidad, confesaba en un plató de La Sexta que no había desconocimiento de sus actitudes, sino que “valía la pena porque no se puede negar que Iñigo Errejón era un gran valor político”.
La situación ha estallado ahora, y no entonces, porque la correlación de fuerzas dentro de su espacio político ha cambiado y porque las agresiones y comportamientos machistas se han puesto a disposición de la guerra interna. Lo que vemos desde fuera son apenas sombras: movimientos de poder y ajustes internos que han inclinado la balanza en su contra y este cambio de contexto es crucial para entender por qué ciertos abusos, tolerados o invisibilizados en su momento, se tornan insostenibles cuando los apoyos y las condiciones políticas varían. Pero el feminismo no puede ser una baza en disputas cainitas, sino una fuerza con un peso ético y político propios.
De la denuncia al espectáculo: el relato del abuso machista al servicio del morbo
En los últimos años, la denuncia ha cobrado visibilidad en los medios. Sin embargo, durante estos días, muchos medios que consideramos afines y presumen de ser conscientes han convertido los testimonios en un producto de consumo rápido: clics y morbo que recuerdan más al contenido propio de Ana Rosa o Susanna Griso que a un debate político feminista. Las historias de abuso machista se han transformado en una casquería mediática repetitiva, sin fondo. Las historias individuales son fundamentales cuando nos permiten hablar de una realidad colectiva, cuando trascienden lo anecdótico para visibilizar problemas estructurales. Sin embargo, cuando solo sirven para alimentar el escándalo y el juicio en todas las direcciones, pierden su valor político y se vuelven puro amarillismo.
Necesitamos organización y redes sólidas que sostengan una agenda feminista que enfrente las estructuras de poder y no se limite a reaccionar a la defensiva, sino que sea capaz de generar instituciones de contrapoder feminista
El problema de fondo es que este tipo de dinámicas no construyen nada. No crean conciencia colectiva ni dan herramientas para la transformación o la destrucción. Como feministas y como periodistas, queremos construir espacios para el debate, no un escenario para el señalamiento y la polarización vacía. Si nuestro objetivo es cuestionar el patriarcado y acabar con la impunidad de las violencias machistas, necesitamos algo más que un tablón de denuncias anónimas o un hashtag incendiario. La impunidad no se derrumba con un escándalo pasajero. Necesitamos organización y redes sólidas que sostengan una agenda feminista que enfrente las estructuras de poder y no se limite a reaccionar a la defensiva, sino que sea capaz de generar instituciones de contrapoder feminista.
La urgencia de lo colectivo, la única estrategia de construcción feminista
Muchas figuras públicas, como políticos, periodistas o profesores, han encarnado rumores en baños, pasillos y redes sociales mucho antes de que se hablara de Errejón. Y lo seguirán haciendo. Estos susurros son la forma en la que las mujeres nos alertamos las unas a las otras, una práctica que nace de la desprotección histórica y el miedo. Sin embargo, estas estrategias colectivas, que son nuestras, se vuelven frágiles y vulnerables cuando intentan ser capitalizadas a nivel individual, incluso si se hace con la mejor de las intenciones. Un claro ejemplo de esto es el reciente descrédito de la plataforma de Cristina Fallarás, que ha puesto en preventa un libro de tapa dura recopilando estos testimonios a 23,90 euros. Lo preocupante no es si esto es verdad o mentira, justo o injusto, sino que, al hacerlo, todas perdemos el valor estratégico de lo colectivo.
La pregunta es qué estamos consiguiendo cuando convertimos la denuncia en un relato de sucesos, a quién beneficia este giro hacia el espectáculo y el morbo
Aquí está el punto central: las iniciativas de denuncia como #Cuéntalo llevan años existiendo y han tenido un impacto, pero para transformar los mecanismos que sostienen el abuso patriarcal necesitamos una estrategia de fondo, una fuerza colectiva que no se agote en el retuit, un esfuerzo por formarse y profundizar en debates a los que les ha llegado la hora. La pregunta es qué estamos consiguiendo cuando convertimos la denuncia en un relato de sucesos, a quién beneficia este giro hacia el espectáculo y el morbo. Porque, al final, quienes ganan son los mismos actores que explotan el juicio y capitalizan la atención. ¿Dónde están las propuestas políticas detrás de estos artículos? ¿Qué estamos logrando cuando el sufrimiento de alguien se convierte en el espectáculo del día y nada más?
La figura de Errejón se ha convertido durante estos días en símbolo de todo lo que está mal y lo que el arroyo público espera. Las dinámicas en redes sociales amplifican esta espiral, donde abunda el fervor por desmarcarse y exigir condenas sin matices entre gestos de autoafirmación y lavadas de manos, dejando poco espacio para la reflexión. Se demandan pronunciamientos inmediatos y unánimes, sin admitir posturas distintas o la posibilidad de cuestionar las narrativas dominantes. Así, la duda o el debate parecen imposibles, porque nadie quiere convertirse en el próximo blanco de la condena. Pero la realidad es que, allí donde nos encontramos, las feministas nos estamos haciendo preguntas.
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Ante la pregunta que se hacen las autoras se puede decir que hay artículos con propuestas políticas o al menos, de denuncias sobre el mal funcionamiento de las Instituciones. Creo que auditar públicamente a FFSS, fiscalías, tribunales de justicia, CCAA y Ayuntamientos acerca de cumplir con las Leyes que protegen a las mujeres contra el maltrato, acoso y violencia contra las mujeres es prioritario, además de poner en evidencia el acoso y maltrato que estos poderes han ejercido contra las mujeres, como por ejemplo, la violencia vicaria.
Según las autoras pareciera que Cristina Fallarás va a sacar tajada con la publicación del libro con una selección de testimonios que tantas mujeres han dejado en su cuenta de instagram. Acabo de leer que los derechos de autor que generen dicho libro los gestionará una asociación feminista. Quiero creer que las autoras desconocían esta información.
¿Y no puede ser que haya estallado ahora porque se hacía insostenible seguir ocultando algo que estaba desbocado?
¿Qué no crean conciencia colectiva? Ahora estamos todas atravesadas por la misma indignación y repugnancia
Necesitamos algo más que un tablón de anuncios… lo que necesitamos es que esta marea de indignación y repugnancia se aproveche y no se trate de acallar
Dejaros de lo anecdótico: libro, protagonista… y centraos en aprovechar el momento. Proponed estrategias reales y dejad de hablar de agendas que no dicen nada.
Vuestro artículo sirve para desinflar
Vamos, que esa plataforma de Fallarás NO debe de publicar nada. ¿Por que se escribe esta crónica si no? Y por dos personas ¿pensáis igual?
El daño provocado a todas las agredidas, (que él ha declarado). . . ¡Solo quedan los jueces!
Y el daño a la idea que tenía su partido Más Madrid del feminismo tan "cuqui" y del ecologismo. . . ¡Un trepa ególatra denigra a todas y cada una de las personas, partidos, compañeras con quién ha militado!