Migración
Helena Maleno, una vida en muchas vidas

La periodista e investigadora ha presentado Mujer de frontera. Defender el derecho a la vida no es un delito, editado por Península, un libro que nace de las luchas y resistencias compartidas con las comunidades migrantes.

Las palabras de Helena Maleno Garzón (El Ejido, 1970) se han puesto durante años al servicio de los derechos de las personas migrantes, a través de informes, tuits o mensajes de apoyo a las familias. Ahora, la fundadora del colectivo Caminando Fronteras en Tánger, tiene necesidad de contar su propia historia, atravesada también por la frontera, por las vidas que ha acompañado y la acompañan a ella, con el hilo conductor del proceso judicial que la acusaba de tráfico ilegal de personas. Finalmente fue absuelta hace tan solo unos meses, en 2019.

La causa se sustanció ante la justicia marroquí, sin embargo, había sido impulsada en 2012 desde la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF Central) de la Policía Nacional española. En 2017 la investigación se trasladó al país vecino después de que la Audiencia Nacional rechazara cualquier relación con el crimen organizado.

Helena nos atiende en Madrid. El cierre fronterizo por la pandemia la encontró lejos de su hogar. Escucha cómo se habla de solidaridad, de auto-organización, de apoyo mutuo o conocerse entre vecinos, y reflexiona sobre quienes llevan estas prácticas en su ADN: las comunidades migrantes.

Al inicio del libro recuerdas tu primera visita a los asentamientos fronterizos y dices “allí la vida está por encima de todo”. Una paradoja frente a las violencias que se ejercen.

La vida se abre paso frente a la necropolítica y nosotras a veces no vemos lo que hay más allá de la violencia. Hay gente que la resiste, que sobrevive a ella, y sobrevivir no es solamente comer, sino también tener dignidad, atravesar la frontera y poder terminar el proyecto migratorio o empezar de nuevo en otro territorio. El libro está lleno todo el tiempo de dolor, de un dolor sanador, que enseña. La vida es un combate y ellos y ellas son soldados de vida que la están defendiendo en un territorio tan hostil.

Leyéndote uno descubre una mujer hecha de muchas vidas, que va configurando su identidad por esa suma de experiencias compartidas. ¿Es así?

Es verdad que mi cuerpo ha sido atravesado por la frontera, de forma física, con heridas físicas, y de forma comunitaria y terrible a través del proceso de criminalización. Pero también mi cuerpo ha sido acompañado por experiencias maravillosas, de construcciones de pensamiento tremendas, que son esos saberes migrantes del sur que no queremos escuchar, que no se les da voz. Al final soy una privilegiada. Cuando empecé a escribir una amiga guionista de cine, Blanca Andrés, me dijo “tienes que estar dos semanas colocando todo lo que quieras escribir en esto” y me da una cosa que ponía “la aventura, la llamada a la aventura”, que era así como se cuentan las historias. Me hizo ordenar todo lo que había ido aprendiendo. Y me dijo “piensa que la Helena de 2002 no es la misma de ahora, porque todas estas personas de las que tú quieres hablar te han acompañado y te han cambiado”.

Mi cuerpo ha sido acompañado por experiencias maravillosas, de construcciones de pensamiento tremendas, que son esos saberes migrantes del sur que no queremos escuchar

Entonces es verdad que el libro quiere contar también cómo yo me rompo, cómo me acerco a otros saberes y vuelvo a los míos. Porque date cuenta que a través de las compañeras y compañeros migrantes recuerdo de dónde vengo, recuerdo las luchas jornaleras de mi abuela y de mi madre, ese sufrimiento de mi barrio, esa resistencia. Creo que en el Estado español la política de no tener memoria nos ha arrebatado toda una serie de enseñanzas. Por eso es terrible que en la pandemia haya muerto esa gente de la que tanto deberíamos haber aprendido, de las que tenían aún memoria. A partir de los años 90 había que apostar por la modernidad y esa modernidad significaba no tener memoria, no tener ancestros, significaba muchas cosas. Y yo también fui víctima de eso.

Tienes dos móviles que no paran de sonar, tus “armas”. Adama, un chico que acababa de ser deportado al desierto en la frontera con Argelia te llama y dice: “Háblame para que no me muera”. ¿Cómo se sobrevive a esos mensajes?

Se lleva llorando, siempre, hay que llorar porque como que no lloremos malamente. Y riendo, esa fuerza que son las propias estrategias de los compañeros. Yo me pregunto ¿cómo se sobrevive a la patera? ¿Cómo se sobrevive a once días en el mar y después a un centro de internamiento donde la policía en vez de preguntar y darte asistencia psicológica, constantemente te está interrogando para que digas quién era el capitán? Y tú le dices el capitán se ahogó, pero tienes que señalar a algún compañero. ¿Cómo se sobrevive a que después de ver ahogarse a tu hijo acabes en un calabozo?


Es duro, pero si has decidido estar con los compañeros y las compañeras, tienes que estar. Es muy terrible pero las conversaciones de después, las risas de después, o el ir incluso a enterrarlos, eso te compensa. Al final se sigue respondiendo al teléfono, sigues riendo, te sigues emocionando y llorando.

Gautier, Jenny, Faith, Josep… Y una frase: “Nos estábamos despidiendo para siempre, aunque ninguno de los dos sabíamos que sería la última”. En pocos lugares como en una frontera, está tan latente esa posibilidad del último saludo, ¿no?

Sí, eso lo digo con Josep, la primera Toy que nosotros tenemos reportada que desapareció en el estrecho. Yo me despedí con tanta gente que nunca más he vuelto a ver, con la que además había ya un vínculo emocional, de cariño, y eso es terrible, pero es el día a día.

La gente sabe que puede ser la última vez que esté hablando contigo y por eso esa necesidad de construir resortes de protección. De tener un teléfono o dejar tus cosas con alguien que pueda hacerlas llegar a tu familia, o de que si has desaparecido en el mar puedan reconstruir tu relato.

Un compañero me decía “yo te quería llamar, quería que tu sepas esto porque yo cuando estaba en medio del mar dije nos vamos a morir. Yo sé que tú vas a contar a mi familia estos últimos momentos”, porque él ya eso lo había vivido, había vivido cómo con otras familias habíamos reconstruido la muerte.

No solo se protegen para no morir, sino para reconstruir su memoria. Un duelo no terminado, una viuda que no es viuda, una herencia que no se puede repartir, un niño que no puede tener un apellido, es un impacto tanto legal como comunitario

No solo se protegen para no morir, sino para reconstruir su memoria. Un duelo no terminado, una viuda que no es viuda, una herencia que no se puede repartir, un niño que no puede tener un apellido, es un impacto tanto legal como comunitario, date cuenta que hay naufragios donde las personas vienen del mismo pueblo y desaparecen jóvenes.

El poco esfuerzo que hacen los Estados para dejar rastro es terrible, porque es negar la humanidad incluso en la muerte y eso es lo peor, negarle a las familias un proceso de reparación. Siempre pongo Tarajal como ejemplo, hemos cambiado de gobierno y sigo esperando la valentía de pedir perdón a las familias, el tener valor de darles visados para que vengan a ver las tumbas, sería un gesto político muy fácil que abriría un camino de reparación.

“Quien salva la vida, salva la humanidad”, te dicen con una sura del Corán. Con tus llamadas a Salvamento has podido salvar muchas y sin embargo te acusan de tráfico de personas. ¿Qué se siente ante una acusación así?

Durante todo el proceso judicial yo no podía contar lo que había en ese dosier policial español, porque sobre todo era un dosier con informes de la policía de control de fronteras europeas, Frontex, todo estaba bajo secreto de sumario. ¡Dios mío, la gente tiene que saber a qué se dedica la policía de nuestro Estado! Atacaba incluso mis relaciones sentimentales y sexuales. ¿Eso que tiene que ver con si soy traficante o no? Claro, si era puta a lo mejor era peor persona (ríe).

El libro expresa cómo se construye un proceso de criminalización. No solo en el Estado español, hablando con defensoras de otros lugares del mundo me di cuenta que las estrategias de criminalización de otros estados eran iguales que las de aquí. La gente tiene que comprender que en Europa se persigue a personas que defienden sus derechos. No solo por mí.

Migración
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Las personas migrantes, los jornaleros que ahora están trabajando y defienden su derecho a condiciones dignas son criminalizados diariamente a través de la Ley de Extranjería y su irregularidad. Los compañeros manteros están defendiendo su derecho al trabajo y ¡cuántas veces la policía ha dicho que eran mafias cuando simplemente les acogían y había redes de solidaridad!

Quienes hicieron ese dossier siguen trabajando en la policía, ¿estarán haciendo otros? Cuando a mí me dicen que soy inocente, cuando la Audiencia Nacional les dice que eso no es delito y en el procedimiento marroquí me absuelven, esperaba también que las autoridades españolas hicieran algo o al menos que buscaran si hay más dosieres como el de Helena. Por limpieza democrática.

La criminalización no termina nunca y por esto tengo que seguir protegiéndome, siempre estás en la picota. Hicieron un procedimiento ejemplarizante para que los compañeros y compañeras tuvieran miedo, pero al final ganamos cuando nadie se lo esperaba, y eso tampoco se perdona tan fácilmente. Fue un triunfo colectivo.

Construir un malo, muy malo, sin nada de humanidad con la que poder empatizar.

Mi trabajo más importante como investigadora ha sido en temas de trata. Y siempre dije que la UCRIF no puede ser la misma que protege a las víctimas de trata, porque su sesgo de control migratorio vincula a la trata con las migraciones y el movimiento, y la trata es un delito mucho más amplio que eso.

Además eso les ha servido para presentarla como la salvadora de las víctimas de trata cuando hay muchas sombras en los procesos de control de movimiento y de violación de los derechos humanos. Las propias compañeras que ejercían en la calle la prostitución, me llamaban en un procedimiento y me decían que ellas habían pedido ayuda porque tenían muchos problemas también con la UCRIF.

O que nos quitan el trabajo, se ha visto con la pandemia cuántos españoles con banderitas han hecho fila para recoger la fresa o la manzana en Lérida, pues nadie. ¿Cuántos han estado cuidando como internos a personas mayores?

El libro expresa cómo se construye un proceso de criminalización. La gente tiene que comprender que en Europa se persigue a personas que defienden sus derechos. No solo por mí

Es muy importante salir de ese maniqueísmo, entender que efecto llamada no hay, que hay un efecto salida, efecto de expulsión de los territorios y hay un derecho a no migrar, que está violentado. Son falacias detrás de las cuales hay un sistema racista y explotador que gana mucho dinero con el control del movimiento.

Claro que hay redes criminales muy malas, nosotras lo sabemos mejor que nadie porque las defensoras y las personas migrantes, somos quienes sufrimos su persecución y la de los Estados. Y esas grandes redes se han reforzado, son más grandes y más fuertes cada día. Que hagan bien su trabajo, que respeten los derechos de las personas que se mueven y persiga los verdaderos delitos.

Junto a la demanda judicial, te denegaron la renovación de la residencia. Y dices “No soy extranjera en mi casa, por más que los papeles digan lo contrario”.

¡A cuantas personas migrantes en este país le pasa lo mismo! Huy que me pongo a llorar… Cuando me dan ese papel el policía me mira hasta con pena. Bajo, empiezo a llorar y digo ¡Dios mío! Mi casa, mis hijos, el colegio, ¿sabes? Mi familia de aquí. De repente dices, con tantas historias que hemos escuchado de familias que han ido a recoger a sus hijos y se han visto en un CIE, privadas de libertad, que las mandan a un territorio lejos de su casa. Qué dolor más grande, ¿quién tiene derecho a decir si soy de aquí o de allí? Serán mis vecinos, mi familia, será lo que he construido lo que tiene derecho a decirlo.

Y dije vale, ya los entiendo, estáis usando conmigo todos los elementos de tortura que los compañeros y compañeras llevan sufriendo hace mucho tiempo. Pero ahí encontré la resistencia también. No me vas a decir a mí de dónde soy o a dónde pertenezco, porque no tienes derecho. Marruecos es mi país también. Esto me ha enseñado tanto.

Esto me estaba pasando a mí, ojo, con todos mis privilegios. Por la posición que tengo en la vida, por el tipo de pasaporte que tengo, el impacto de ese dolor lo he podido sustentar sobre una serie de derechos que tengo reconocidos y otras compañeras no, pero a pesar de eso en ese sistema de tortura, en ese momento, era cuando los compañeros y las compañeras me acompañaban a mí, estaban ahí y comprendían lo que estaba sintiendo.

El libro nos deja una duda, en un momento Olomo te pregunta si eres valiente o eres inconsciente. Y la respuesta no queda clara.

50 y 50. La valentía tiene un poco de inconsciencia, no de no saber lo que quieres o donde estás, sino la inconciencia de decir no quiero ser consciente de tu sistema, tus normas no me valen, no quiero estar ahí. Es verdad que yo me he ido construyendo la valentía, he tenido ejemplos de valentía maravillosos que me han hecho ser valiente y a través de ellos tiras para adelante. Y al final sigo siendo inconsciente y soy un poco más valiente.

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