Migración
Actualizando las “casas de Andalucía”

La creación de la Peña Andaluza La Gata en Madrid, una “casa de Andalucía” de la inmigración laboral actual, recupera la memoria de los exilios del siglo XX, que han llenado el mundo de comunidades andaluzas ahora gestionadas por segundas o terceras generaciones e intentan sobrevivir más allá del folclore.
Casa de Córdoba en Madrid
Patio de la Casa de Córdoba en Madrid David F. Sabadell

“De tablao nada, eso son tópicos. Al final lo de menos es el flamenco. La nuestra nació como un sitio donde los inmigrantes se juntaban a cantar y bailar, es verdad, pero al final es un centro de... cohesión social, serían las palabras”. Manuel Gil es presidente de la Casa Cultural Andaluza de Alcorcón y atiende a El Salto Andalucía por teléfono. “Damos clases de informática a personas mayores, organizamos romerías, durante el confinamiento tuvimos un concurso de poesía desde casa… y por supuesto, clases de baile o certamen de comparsas y chirigotas”.

“Yo, que nací en Andalucía pero me vine aquí con seis meses, me apunté hace 25 años porque era una de los pocos sitios de ocio donde podías ir con tus hijos”, cuenta Gil. “Ahora mis hijas son mayores y ven el pueblo como algo de los abuelos, ella ya son madrileñas. Quizás el mayor salto cultural con lo que ya es casi la cuarta generación es explicar que el andaluz no es el palmero de nadie”.

La de Alcorcón es una de los varios cientos de casas o peñas andaluzas repartidas más allá de Despeñaperros, por la geografía española y casi mundial. Algunas tan veteranas como para pasar el centenar de año y nacer en las primeras oleadas de migraciones al norte de España, otras surgidas por el exilio de la Guerra Civil y muchas de las aún activas herederas del éxodo rural de los 60 y 70. La mayoría son asociaciones culturales pequeñas, casi de barrio, pero fundamentales en la creación de comunidad en su entorno a finales del siglo pasado, que sobreviven hoy pese a unas segundas y terceras generaciones menos identificadas con el origen de sus abuelos.

La última vuelta de tuerca es una actualización que nació en el primer confinamiento, aunque se cocía desde antes y oficialmente se creó en Madrid hace menos de un año, el último 28 de febrero: la Peña La Gata; una “casa de Andalucía milenial” fundada por migrantes económicos pero de cuello blanco, nietos o primos lejanos de los del desarrollismo de los 60 que, en adecuada adaptación a los tiempos, la crearon virtualmente, a través de las redes sociales o grupos de WhatsApp o Telegram, antes de tener sede física. Eso sí, se mantiene la tradición del nombre de cantaora: La Gata es la poeta y rapera Gata Cattana, aunque en elipsis debido a que ya existía una asociación con nombre.

Literatura
Vivir no es solo respirar

Gata Cattana nos dejaba a principios de 2017 y pasaba a formar parte del imaginario colectivo de una generación que se abre paso entre las fracturas del desarrollo económico global y la homogeneización cultural. La publicación de No vine a ser carne (Aguilar, 2020) completa el legado literario de la polifacética creadora andaluza, tan unida siempre a la crítica y el compromiso social.

Manu Rodríguez, politólogo natural de Sevilla y residente en la villa y corte se sienta con El Salto Andalucía en la Plaza de Cascorro, en el centro de la capital, donde se sitúa normalmente el famoso mercadillo de El Rastro. “Madrid ciudad estupenda para vivir pero que te somete a retos: búsqueda de vivienda, trabajo, el ritmo de vida… De manera informal siempre ha existido una red cuando alguien de Andalucía llegaba aquí, en mi caso decía que en mi sofá siempre ha habido gente que acababa de llegar. La Peña nace para darle carta de naturaleza a esa red de apoyo mutuo, y a partir de ella trabajar cuestiones más culturales”, nos explica. El objetivo es acabar teniendo el reconocimiento de comunidad andaluza en el exterior por parte de la Junta de Andalucía y unirse al club de casas como la de Alcorcón, un proceso que puede tardar más de dos años.

Desde los años 80 la Junta ha mantenido un registro de Comunidades Andaluzas en el exterior que llegó a contar casi 1.800, aunque su número actual es difícil de precisar ya que muchas han ido dejando su actividad de forma silenciosa, sin darse de baja o anunciarlo. Actualmente el Registro Oficial de Comunidades Andaluzas depende de la Secretaría General de Acción Exterior y el reconocimiento, que no es automático, puede conllevar pequeñas ayudas a actividades culturales relacionadas con la identidad andaluza. Incluso existen agrupaciones como la FECACE (Federación de Comunidades Andaluzas del Centro de España) o la FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas de Catalunya).

“Hasta los años 50 del pasado siglo el Rincón servía como lugar de acogida para los migrantes, se ayudaban entre ellos a buscar trabajo, casa, hacer papeleo…”

Un caso en el extranjero es el de El Rincón Andaluz de Buenos Aires, que fundan en 1938 exiliados republicanos “como respuesta al Hogar Andaluz de Buenos Aires, que era el franquista”, explica Constanza Salgueiro, nieta de uno de aquellos y actual directiva del centro. En los 80 fueron el primer centro andaluz reconocido en el extranjero. “De los fundadores que nacieron en Andalucía quedan muy pocos”, comenta por videoconferencia. “El más joven tendrá 70. Hasta los años 50 del pasado siglo el Rincón servía como lugar de acogida para los migrantes, se ayudaban entre ellos a buscar trabajo, casa, hacer papeleo…”.

Rincón Familiar Andaluz Buenos Aires
Cena en el Rincón Familiar Andaluz de Buenos Aires (1940 aprox.) | Imagen de archivo

Cuando Argentina deja de ser país de acogida se convierte en centro cultural y hasta academia de baile, que llegó a tener su propio restaurante. Se diluyen las diferencias entre exiliados “franquistas” o “republicanos” y en los 80 se mudan de la calle Lima, donde estaban las casas culturales españolas —Casa de Valencia, Casa de Galicia— a su actual sede en el barrio de Boedo “con la curiosidad de que damos clase de flamenco en en la cuna del tango argentino”. Actualmente “todo es voluntario, solo tenemos una empleada que cobra, la administrativa. Somos más un club social y cultural que usa el flamenco como reclamo”.

Salgueiro, cuyas hijas se llaman Candela y Triana, solo ha visitado Andalucía una vez como adulta y constata que “la cultura que nosotros recibimos de nuestros abuelos fue la que ellos se llevaron de Andalucía cuando se marcharon hace casi un siglo. Personas andaluzas me han dicho que parecemos más tradicionales que la Andalucia actual. También es normal porque ya solo quedamos tercera o cuarta generación. Si ahora se muda un español es difícil que se una porque mantener el contacto con el lugar de origen es más fácil, es otro tipo de migrante y se suelen querer mezclar. Y unirse implica bajar al barro y estar aquí todos los días”.

Migración
La emigración andaluza, un relato vivo

El número de personas que abandona su residencia en Andalucía crece cada año. Una dinámica en ascenso casi ininterrumpido que culmina en las 127.035 del último registro.

Una de las comunidades más veteranas que sobrevive en Madrid es la Casa de Córdoba, fundada en 1955. Su presidente, Antonio Mora, nos atiende al teléfono y concluye que “los cordobeses que venían aquí en los 60 era para comer y ahora vienen a comerse Madrid, no es lo mismo”. Sus orígenes la distinguen de otras casas: nació con apoyo explícito del alcalde de Córdoba de la época, Antonio Cruz Conde, y con sede en una calle paralela a la Gran Vía. También llegaron a ocupar la antigua casa del presidente Niceto Alcalá Zamora, un palacete en la calle general Martínez Campos al que se mudaron en 1956. Desde los 80 su sede es más modesta, en la calle Víctor de la Serna, y en parte funcionan como restaurante.

La nómina actual de socios es de 280 “familias, más que socios, ya que solo se permite una persona por familia, por una cuestión tradicional de los 50 el cabeza de familia, el padre, aunque ya hay muchas más mujeres”. Son menos de los 3.000 miembros que contaban en los 60. “La sensación vital de nostalgia era más propia de aquellas generaciones donde pasábamos muchísimo tiempo sin poder volver a tu tierra ni hablar de forma habitual con tus familiares. Ahora es muy diferente, aunque quizás se lleva todavía con más orgullo las raíces”.

Ante la misma pregunta del número de socios, Manuel Gil, de Alcorcón, nos apunta que la actual Casa Cultural Andaluza que él preside mantiene 400, bastantes menos que cuando se fundó por la fusión hace 34 años de la Casa de Andalucía de Alcorcón y el Centro Cultural Andaluz. Un caso similar nos comenta Javier, de la Casa Andaluza de Sestao, creada en 1984: “aquí vinieron muchos andaluces a buscarse la vida por la industria y una vez ya asentados y con sus vidas hechas buscaron un sitio donde reunirse y charlar. Celebraban el Día de Andalucía, El Rocío, la Feria de Abril…”. Ahora “también, pero de otra manera, la relación es más sentimental. De diez actividades al mes hemos pasado a dos. Hay un grupo de baile y poco más. No va a desaparecer mañana, pero quizás en un futuro de 10 a 15 años”.

“La experiencia de un andaluz en Madrid no es muy diferente a la de uno de Murcia o de Valladolid, pero hay otro componente que tiene más que ver con el desarraigo o reconstruir ciertos rituales que vas perdiendo”

De vuelta a Cascorro y el Rastro, Manu Rodríguez nos recuerda que para fundar La Gata en Madrid, cuyo epicentro actual es el grupo de Telegram con más de 120 miembros, estudiaron el fenómenos de las peñas y casas. Han aprovechado la última Semana Santa para hablar de género, organizado concurso de comparsas y comparten actividades gastronómicas y agenda cultural. “La experiencia de un andaluz en Madrid no es muy diferente a la de uno de Murcia o de Valladolid, pero hay otro componente que tiene más que ver con el desarraigo o reconstruir ciertos rituales que vas perdiendo”. Fundamental en el nacimiento de La Gata fue el concierto de Califato ¾ post-confinamiento en Madrid “que parecía un congreso del PA en el exterior. Son cosas que valoras con la nostalgia. Mi familia es muy capillita pero yo nunca lo viví con tanta intensidad como estando aquí. Llevas años un par de años fuera y te encuentras un Martes Santo viendo por internet la salida de La Bofetá”.

Inevitable siendo el entrevistado y varios de los fundadores de La Peña politólogos es relacionar su creación con el llamado “Andalucismo 3.0”. Rodríguez opina “que sí, quizás no en clave superidentitaria, pero si en una reivindicación de cuestiones culturales por la vía de lo POP: Malacara, las folclóricas, Bandolero en Canal Sur… El CIS desde hace años señala que hay un poso culturalista o identitario en Andalucía”. También “fenómenos de andalufobia soft que a veces ocurren en esta ciudad, como que te señalen la manera de hablar, el acento”. Preguntado por si realmente la misma andalufobia existe o es clasismo, lo zanja con que “es un falso dilema. La andalufobia tiene mucho de clasismo. Hay estudios que sugieren que cuando a la gente le molesta que hablen en andaluz en la tele es porque era la forma de hablar del servicio”.

“Si estamos haciendo patria de alguna manera tiene que ver con las cosas cotidianas que echamos de menos”

“No es que vayamos a quedar a desayunar pan con aceite... aunque por supuesto que también lo vamos a hacer”, explica. “Si estamos haciendo patria de alguna manera tiene que ver con las cosas cotidianas que echamos de menos. Aunque aquí tengamos buenas vidas y estemos bien, echamos de menos nuestras familias, nuestros pueblos, estamos obligados a beber Mahou… y queremos reivindicar de los oficios, fiestas populares, los cuidados de nuestras madres y abuelas”. La base de La Gata es “el respeto a los derechos humanos, feminismo, organización democrático, sostenibilidad. Luego mucha gente con tradiciones políticas diferentes. Participar es tan fácil como entrar en la web y rellenar un formulario. Hay mucho talento andaluz joven en Madrid y queremos unirlo”.

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