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México
El Bosque: cómo vivir después de que el mar borre tu casa del mapa
![El Bosque](/uploads/fotos/r2000/97159e96/El%20Bosque.jpg?v=63906069325)
“Entró un norte y el mar llegó hasta la orilla de mi casa”. Así es como comienza la historia de Yesenia del Socorro en el año 2007. Ella era entonces apenas una niña de seis años que vivía en una casita en una comunidad costera del estado de Tabasco, México, en la que el mar había comenzado a ganar cada vez más y más terreno a la playa. Entre 2005 y 2010, el avance de la erosión fue tan grande que algunas familias como la de Yesenia se vieron obligadas a moverse a otras zonas de la comunidad. “No nos quedó otra opción que salirnos de esa casita. Nos reubicamos nosotros mismos como quien dice. Nosotros y otras familias de esa misma hilera”, recuerda Yesenia.
El aumento de fenómenos meteorológicos como lluvias torrenciales, huracanes e inundaciones derivados del cambio climático, confluyó con la vulnerable situación geográfica de la comunidad de El Bosque, situada en la húmeda región de los Pantanos del Centla y muy próxima a los márgenes del río Grijalva, donde se unen el río Usumacita y otros cuerpos de agua. “Empezamos a notar cosas en 2007, sentíamos que el mar se estaba acercando cada vez más”, relata Guadalupe Cobos, vecina de la comunidad, al recordar todos los años “de no saber qué hacer y de no entender qué estaba pasando“, hasta que en 2019 el miedo comenzó a hacerse real cuando el mar se llevó la primera casa. ”Lo que sentíamos era impotencia, porque veíamos que no podíamos hacer nada“, cuenta ahora con la frustración que le da saber que la inacción durante años de las autoridades fue lo que sentenció a muerte a si comunidad. ”Los científicos nos lo han dicho, si el caso se hubiera atendido a tiempo, nuestra comunidad se habría salvado", afirma.
Tras la primera casa casa, se perdió el resto de las que estaban en esa línea de costa, y, cuando el mar llegó a la escuela, las autoridades se acercaron por primera vez a la comunidad. “Llegó Protección Civil del Estado de Tabasco para sugerirles que desalojaran la zona”, cuenta Juan Manuel Orozco, miembro de Conexiones Climáticas, organización que lleva desde inicios de 2021 dando seguimiento al caso. “Cuando nosotros llegamos se habían opuesto al desalojo, porque nadie les había explicado qué estaba pasando ni los riesgos que corrían quedándose allí”, relata Orozco.
"Con lo que sea, con un rompeolas, con barreras o con cualquier cosa, pero que mi territorio siga siendo nuestro. Así era como lo veíamos“, recuerda Guadalupe Cobos.
Cuando Conexiones Climáticas llegó a la zona junto con Greenpeace México y Nuestro Futuro, lo primero que hicieron fue organizar una visita de Lilia Gama a la comunidad. Gama es investigadora de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y especialista en erosión costera y fue la encargada explicar a la comunidad que podía esperar. El veredicto fue claro: el Bosque ya no tenía salvación.
“Fue un choque conocer la realidad, pero era necesario, que alguien nos hablase claramente y sin rodeos”, afirma Cobos que coincide con Juan Manuel Orozco al considerar que “solo teniendo una perspectiva clara se la situación iban a poder asumir la necesidad de irse y dejar todas sus vidas atrás”.
Tres años viviendo en una comunidad sentenciada
El 7 de noviembre de 2022, la comunidad de El Bosque dio una rueda de prensa contando lo que estaba pasando en su territorio. “Decidimos que la mejor manera de conseguir que el caso fuera atendido era hacer ruido así que armamos toda una estrategia de comunicación“, explica Juan Manuel Orozco. Sin embargo, aunque El Bosque apareció en diversos medios de comunicación internacionales y se consiguió que se iniciaran las gestiones para el proceso de reubicación, los avances fueron muy limitados. ”Fuimos muy transparentes desde el principio. No queríamos prometer nada porque fueron muchos muchos meses en los ninguno sabíamos si realmente íbamos a conseguir una reubicación“, asegura Orozco sobre un proceso que se prolongó durante tres años y que, más allá de la búsqueda de alternativas habitacionales, ”tuvo mucho que ver con el acompañamiento en la gestión de emociones y expectativas“.
“Ahora los compañeros tienen que viajar para poder ir al mar a trabajar y poder comer”, explica Guadalupe Cobos, sobre una situación que está complicando y mucho el proceso de duelo y de adaptación a la nueva localización
Un año después, el riesgo que asumía la comunidad era cada vez mayor. En noviembre de 2023, el mar volvió a investir El Bosque y 84 personas tuvieron que ser evacuadas de urgencia, lo que evidenció la falta de atención al caso por parte del gobierno del Estado de Tabasco. Fue necesaria una interpelación directa al entonces todavía presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, durante su conferencia mañanera el 8 de diciembre, pocos días después de la evacuación, para conseguir un compromiso público que comenzase a cambiar las promesas por acciones. “Fue muy impresionante porque eso acciono al gobierno a todos los niveles y a partir de ahí se agilizó todo el proceso”, asegura Orozco.
Dos meses después, en febrero de 2023, el Congreso del Estado de Tabasco aprobó por unanimidad el dictamen que permitía la reubicación formal de la comunidad de El Bosque y su reconocimiento como la primera comunidad en México desplazada por motivos climáticos.
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Un nuevo comienzo
El 19 de noviembre de 2024, 51 familias recibieron las llaves de sus nuevos hogares en el terreno designado. “Lo más complejo fue que encontraran un terreno adecuado o lo más adecuado posible para la comunidad”, asegura Juan Manuel Orozco. La elección final fue una superficie de cerca de 150,000 metros cuadrados cedida por el Gobierno del Estado de Tabasco. “Desde luego, perfecto no es” lamenta Orozco quien destaca como gran inconveniente su ubicación a veinte minutos en coche de la ubicación original de la comunidad. “Había que buscar un lugar que no tuviera riesgo de volver a sufrir los efectos de la erosión”, añade cuestionado que para ello se buscara una opción tierra adentro cuando la actividad económica principal de la comunidad es la pesca.
“Toma la vivienda y espera por lo demás. Así fue la reubicación”, relata Cobos indignada con que dos meses después de la entrega de llaves sigan teniendo que negociar con Protección Civil para conseguir agua
“No se tomaron para nada en cuenta muchas cosas”, señala Yesenia del Socorro, pese a que la necesidad de preservar al máximo los medios de vida de la comunidad fue uno de los requisitos para la selección del terreno. “Ahora los compañeros tienen que viajar para poder ir al mar a trabajar y poder comer”, explica Guadalupe Cobos, sobre una situación que está complicando y mucho el proceso de duelo y de adaptación a la nueva localización. “Los que tienen para la gasolina, van la mar a por unos pescaditos y pueden comer, pero si no... ¿Cómo te mueves?”, critica Yesenia quien asegura que están, en todos los sentidos, “sobreviviendo”, pues ni siquiera los servicios básicos de agua y electricidad están garantizados en sus nuevas viviendas. “Decidimos pasar así por necesidad, pero las condiciones no son las que deberían ser”, asegura.
“Toma la vivienda y espera por lo demás. Así fue la reubicación”, relata Cobos indignada con que dos meses después de la entrega de llaves sigan teniendo que negociar con Protección Civil para conseguir agua. ”Ahora nos han dicho que tendremos 500 litros cada seis o siete días", dice conocedora de que se trata de una cantidad que es insuficiente para abastecer a las 51 familias realojadas.
Otra de las grandes preocupaciones de Yesenia del Socorro es la educación de sus hijos, que no han podido acudir de forma regular a la escuela desde que el mar destruyese la de la comunidad hace ya cuatro años. “Desde que todo esto empezó ha sido muy difícil que puedan recibir clases”, asegura Yesenia, que confiaba en que esa situación terminase al ser realojados. “No sabemos cuando podrán tener una escuela a la que ir. Por el momento, están con la maestra dando clases a la intemperie. Cuando el sol está fuerte tienen que parar y si hace viento pues se cancelan las lecciones”, cuenta ansiando el día en que sus hijos y el resto de niñas y niños de El Bosque puedan retomar su rutina escolar.
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Una victoria agridulce
Pese a que el terreno preveía la construcción de 60 viviendas, lo que sería suficiente para realojar a toda la comunidad, el censo de habitantes realizado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) dejó fuera a varias familias. “Si me preguntan, los censos se hicieron con bastante desorden”, afirma Juan Manuel Orozco, quien denuncia la falta de comprensión de las circunstancias y del contexto a la hora de proceder al recuento. Había familias que, al perder sus viviendas, se encontraban desplazadas fuera de la comunidad en casas de familiares en el momento del levantamiento de los datos y que, por lo tanto, no fueron tenidas en cuenta; otras, simplemente habían perdido la documentación que les requerían durante las inundaciones.
“Tú tenías que demostrar que vivías en El Bosque, pero fue una investigación atropellada la que hicieron y gente que sí vivía ahí, que sus hijos iban a la escuela allí y todo, pues ellos dijeron que no era suficiente“, explica Guadalupe Cobos, quien continúa viviendo en El Bosque para dar apoyo a las cinco familias que no consiguieron entrar en el censo y que, al no tener otro lugar a donde ir, siguen viviendo allí. ”Siempre en un barco dicen que el capitán es el último que se tiene que bajar, no es que yo pienso que soy capitán, pero creo que voy a ser la última en salir de aquí“, dice entre risas y añade: ”Llevo demasiado tiempo luchando porque todos estemos a salvo y siento que no puedo irme así". Con la suya son seis las familias que siguen en la zona de riesgo.
En el caso de Yesenia, aunque logró ser reubicada, tuvo que atravesar un proceso complicado para demostrar que vivía en la comunidad, porque el terreno sobre el que estaba construida su casa era en realidad de su madre. “No lo teníamos en propiedad y no podíamos demostrar que era nuestro”, cuenta Yesenia quien asegura que fue muy duro convivir durante meses con la incertidumbre de saber si iban a poder ser reubicados o no.
Los censos comenzaron a realizarse en marzo del año 2023, pero pasó casi un año, hasta febrero de 2024 hasta que se asignó el terreno y las familias supieron que iban a tener una vivienda asignada. “Fue muy frustrante porque de algún modo te están cuestionando. Puede que no tuviera un papel de que esa casa era mía, pero lo era. Es donde hemos vivido, donde hemos sufrido las inclemencias del tiempo, de donde tuvimos que salir corriendo con los niños cuando llegó el agua”, recuerda.
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Sentar precedente
Centrar los esfuerzos en desarrollar una campaña de comunicación que diese a conocer lo que estaba sucediendo en esta pequeña comunidad del estado de Tabasco, tenía además un doble objetivo, pues las tres organizaciones que se implicaron en el acompañamiento de El Bosque, Conexiones Climáticas, Greenpeace y Nuestro Futuro, son buenas conocedoras de que este no es un caso aislado y de que casos como este son cada vez más frecuentes en todo el mundo. “Habrá más familias, más comunidades que tengan que abandonar sus territorios como consecuencia del cambio climático”, asegura Juan Manuel Orozco, recordando la importancia de tomar conciencia y de accionar, por un lado, “para tratar de reducir los efectos de la crisis climática que vivimos” y, por otro, para crear protocolos de actuación ante fenómenos meteorológicos que “cada vez son y seguirán siendo más frecuentes”.
“Obviamente nuestro objetivo es conseguir que todas las familias logremos ser reubicadas y en las mejores condiciones”, explica Guadalupe Cobos pero añade que espera que su experiencia siente precedente y que las próximas comunidades que tengan que enfrentar la erosión “no tengan que estar ya sentenciadas para ser atendidas”.