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Memoria histórica
Agustín Cervantes, venturas y desventuras del primer internacional extremeño (II): en la boca del lobo
La última semana de 1872 llovió torrencialmente en la ciudad de Córdoba, hasta el punto de que la tradicional corrida de toros de Navidad, a la que solía asistir la flor y nata de la provincia, tuvo que ser suspendida y celebrada dos días después, cuando la lluvia dio una pequeña tregua.
Aparte del mal tiempo, la ciudad andaba agitada. Dos memorables acontecimientos acompañaron aquel fin de año. Uno de ellos fue el sorteo de la lotería nacional de Navidad, celebrado en Madrid el día 23 y cuyo segundo premio, agraciado con 500.000 pesetas, correspondió al número 10.059, vendido en Córdoba en la Administración de la calle Jesús María. El otro fue el III Congreso de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores, que dio comienzo público el 25 de diciembre en el Teatro Moratín y reunió a 50 delegados venidos de toda España.
El Congreso, previsto para abril de 1873 según los acuerdos adoptados en el último de Zaragoza, había sido adelantado por la FRE ante los rumores de un posible levantamiento de los republicanos federales. Desde verano de 1871 se había ido creando un núcleo de la Internacional en Córdoba cuyos principales protagonistas serían Rafael Suárez, José Navarro Prieto, Eugenio González, Francisco Barrado García y Agustín Cervantes del Castillo Valero. Estos cinco, en 1872, constituyeron primero la sección de oficios varios y luego la Federación local, encargándose de ser los preparadores y anfitriones del Congreso de la FRE de finales de año.
Los delegados fueron llegando a Córdoba los días 24 y 25 de diciembre. Muchos de ellos llegaron en ferrocarril. Como señal convenida para reconocerse se estableció que los cordobeses les esperaran en la estación leyendo un ejemplar de El Condenado, periódico aliancista. Algunos delegados llegaban desde la otra punta de la península. El coste de un viaje desde Badalona hasta Córdoba, en el tren que pasaba por Valencia, era de 400 reales ida y vuelta, más otros 200 que costaba el alojamiento en la capital andaluza. En caso de que alguna federación no pudiera asistir pero quisiera estar representada, debía pagar 50 o 60 reales en concepto de jornal a quien, perteneciente a la Federación de Córdoba, asumiera dicha representación frente al congreso por los siete días que debía durar. Como obligación debía respetar de modo estricto los acuerdos y propuestas de la federación originaria.
La llamada Partida de la porra aún andaba muy activa en la ciudad, grupos de furibundos individuos adeptos a la causa monárquica que prestaban servicio a ricos y a poderosos y acostumbraban a reventar mítines y reuniones con una violencia inusitada
El día 24 llegó también el regimiento de infantería de Gerona, tal vez en previsión de posibles altercados. La ciudad no solo se preparaba para acoger la reunión obrera, sino que además estaba inmersa en la disputa entre esclavistas y antiesclavistas, con motivo del debate que se estaba siguiendo en el Congreso de los Diputados, en Madrid, acerca de la cuestión de acabar con la esclavitud en las colonias españolas, sobre todo en Cuba y Puerto Rico. El día 27 por la mañana, a eso de las 12, los antiesclavistas dieron un multitudinario mitin en la calle del Gran Capitán, encabezado por el entonces diputado federal Ángel de Torres. Finalizado el mitin, una manifestación se dirigió por las calles de Córdoba al domicilio del Gobernador civil, a quien entregaron sus exigencias. Luego se disolvió, ufanos sus promotores de abogar por la manumisión en ultramar mientras hacían oídos sordos ante las reivindicaciones de quienes, trabajando para ellos en sus campos, minas y fábricas, reivindicaban algo parecido a este lado del Atlántico, en un teatro muy cercano.
Por último, la llamada Partida de la porra aún andaba muy activa en la ciudad, grupos de furibundos individuos adeptos a la causa monárquica que prestaban servicio a ricos y a poderosos y acostumbraban a reventar mítines y reuniones con una violencia inusitada, irrumpiendo armados con garrotes en cafés y otros establecimientos.
Aún así, el congreso se pudo celebrar en un ambiente de libertad, tranquilidad y entusiasmo compartido. Como narró Díaz del Moral, la pacífica ciudad de los Abderramanes vio turbado durante ocho o nueve días su habitual sosiego por aquellos turbulentos y entusiastas congresistas, que en grupos numerosos iban y venían, llenaban cafés, fondas y casas de huéspedes, y pronunciaban, mañana, tarde y noche, fogosos discursos en el Teatro Moratín.
A pesar de su entregada dedicación a la preparación del Congreso, Agustín Cervantes no pudo asistir. Había asumido como delegado la representación de Solana, municipio de Ciudad Real, cuya Federación local fue constituida en septiembre de 1872, tras una huelga de panaderos. Agustín faltó a aquella cita por razones de fuerza mayor, cuyo motivo no hemos podido averiguar pero que intuimos fue una recaída en la enfermedad que siempre le acompañó y que a tan largas convalecencias le obligó, tal y como se desprende de sus expedientes académicos y del testimonio de alumnos que le conocieron. Hasta el 14 de diciembre su dirección en Córdoba (Agustín Cervantes, calle Pérez de Castro, nº 8) consta como sede del Consejo federal. Sin embargo, a partir del 18 de diciembre y durante el resto del Congreso, se dará la dirección de Francisco Barrado, uno de los cinco cordobeses de La Internacional, en la Calle del Liceo, nº 33, como lugar al que dirigir consultas, comunicaciones y adhesiones.
De haber asistido, Agustín Cervantes hubiera recibido in situ los parabienes por su folleto Tres discursos socialistas, que poco antes había glosado favorablemente el periódico ácrata El Condenado y elogiado el burgués Diario de Córdoba, recomendando su adquisición. A pesar de su ausencia, pasado el encuentro el mismo Cervantes se encargó de comunicar vivamente su adhesión a los acuerdos adoptados, para lo cual hizo llegar la siguiente nota a algunos periódicos, con intención de que no hubiera dudas acerca de sus ideas: “El compañero Agustín Cervantes, delegado por Solana al Congreso de Córdoba, manifiesta que se adhiere a los radicales y revolucionarios acuerdos tomados por el citado Congreso, al que por circunstancias especiales no pudo asistir”.
El impulso tomado por la FRE en el Congreso de Córdoba debió de asustar a la sociedad cordobesa, reflejo de lo que en breve iba a suceder en toda la nación. Los ecos de la Comuna de París no se habían apagado y los sucesos de Alcoy estaban a las puertas.
El impulso tomado por la FRE en el Congreso de Córdoba debió de asustar a la sociedad cordobesa, reflejo de lo que en breve iba a suceder en toda la nación. Los ecos de la Comuna de París no se habían apagado y los sucesos de Alcoy estaban a las puertas. La Internacional tomaba fuerza, sumida en una lucha ideológica en el seno de sí misma. Esta lucha, que siempre fue tenida por el enfrentamiento entre el bakuninismo y el marxismo, iba más allá de los postulados de ambos activistas y pensadores. Más bien se trató, como afirman Francisco Madrid y otros, de un enfrentamiento abierto entre republicanismo y anarquismo.
Nada más pasar el Congreso, Agustín Cervantes se vio sumido en una maraña de falsedades, intrigas y demás artimañas contra su persona que le llegaron desde su mismo entorno familiar, académico y social. Hay que tener en cuenta que fue el único académico en un congreso integrado por delegados cuyas profesiones eran de carácter fabril o agrícola. La convivencia con su suegro, el padre de su esposa Julia, no debió de ser fácil. Fernando Valdivia, hermano del Maestrante de la Real de Ronda, había suscrito en diciembre de 1872 un manifiesto a favor de mantener la esclavitud en las colonias, con tintes muy patrióticos, en defensa de la monarquía y muy crítico con el incipiente movimiento obrero, al que se calificaba de estar inspirado por “doctrinas y predicaciones disolventes de escuelas cosmopolitas”.
El folleto de Cervantes, Tres discursos socialistas, debió de ser piedra de escándalo en su círculo más cercano. Si entre los obreros de La Internacional había sido motivo de elogio, para los burgueses liberales de Córdoba lo fue de repudio.
Memoria histórica
Agustín Cervantes, venturas y desventuras del primer Internacional extremeño
Este folleto fue respondido por otro de apenas ocho páginas, Consejos a un amigo adicto a la Internacional de Trabajadores, escrito por un colega muy cercano y uno de los pocos que no le volvió la espalda, Antonio Fernández de Molina, Preceptor de Latinidad y Humanidades, director de un colegio privado de segunda enseñanza en la calle Fiteros, nº 3, y sustituto ocasional de Agustín Cervantes en el Instituto provincial cuando faltaba por causa de enfermedad.
Fernández de Molina pretendía, como dijo Díaz del Moral, encarrilar a la oveja descarriada. En su folleto, publicado de forma casi anónima (utilizó las siglas A. F. de M. como autoría) criticaba el disgusto que don Agustín había dado a su propia madre al adherirse a la Internacional y refutaba sus ideas acerca de la desigualdad, que consideraba propia del designio divino. Corregía al extremeño diciendo que este último “aconseja, en vez del trabajo, la huelga; en vez de la bondad, la resistencia; en vez de la justicia, la rebelión social; queriendo dorar este proceder con las frases de efecto ¡Pobres! ¡Desvalidos! ¡Pacientes! en contraposición de los irritantes calificativos ¡Tiranos! ¡Opresores! ¡Inicuos! con que apellidan a todos, sin exceptuar si quiera a los que algo tienen, adquirido a costa del Trabajo, de las Privaciones, y de la Economía, Constancia, Virtud, Honradez, circunstancias todas que pocos reunirán entre tan famosos propagandistas”.
Pero el mayor escándalo surgiría nada más comenzar el curso. Agustín Cervantes impartía en la recién creada Universidad libre la asignatura de Derecho Canónico, para la cual no había recomendado texto ninguno, siguiendo su alumnado únicamente sus explicaciones. Merece la pena leer el fragmento donde Díaz del Moral narra la causa de este incidente: “Al comenzar el curso del 73 al 74, irritado probablemente por el ambiente hostil y por la enérgica represión del gobierno Castelar, se atrevió un día a exponer en la cátedra doctrinas notoriamente anticatólicas. ¡Para qué lo hizo! Los chicos gritaron y se declararon en huelga; el escándalo fue tremendo; la buena sociedad cordobesa se estremeció de indignación: ¡aquello era insoportable!, ¡aquello no se podía consentir! Y don Ángel Torres y Gómez, diputado federal intransigente entonces, y ministro poco después de la República, uno de cuyos hijos era alumno de don Agustín, reclamó del rector que se formara expediente al impío, pues, como él decía, encomendar los niños a este profesor es lo mismo que entregar inocentes corderos a la boca del lobo”.
Arreciaban los embates contra los impulsores y miembros de la Federación local de Córdoba. En marzo ocho tejedores de paño habían sido despedidos de la fábrica del burgués Jaime Aparicio e hijos, por el simple hecho de ser internacionalistas. Un obrero es preso e incomunicado en Córdoba solo por gritar “¡Viva la República federal intransigente!”. Las autoridades cercan cada vez más a La Internacional de la capital cordobesa, mientras el movimiento se extiende, imparable, por el resto de la provincia.
Cervantes era uno de aquellos propagandistas que llevaron la Idea por los pueblos de las provincias españolas. En marzo de 1873, una vez proclamada la República, viajaría por varios pueblos de la provincia de Cáceres para constituir Federaciones locales, según el periódico La Federación, donde se dice de él que “confía también en obtener buenos resultados en la provincia de Badajoz”[18]. Poco después, en abril, en un breve de mismo periódico se anuncia la intención de la Federación de Córdoba de emprender “la publicación de un periódico que sustentará las ideas de anarquía, colectivismo y ateísmo; será semanal y su coste 4 rs. el trimestre. El encargado de servir las suscripciones es: Agustín Cervantes, Pérez de Castro, 9”.
En mayo interviene en un debate público organizado por la Liga de contribuyentes, acerca de un proyecto en el que se establece quién debe quedar exento de pagar las contribuciones. Agustín critica abiertamente uno de los artículos del proyecto elaborado por considerarlo “un conato hacia el socialismo, en el cual se revela una extremada timidez”.
En julio se presenta a las elecciones municipales de Córdoba en una lista encabezada por su amigo y compañero internacional Francisco Barrado, quien sería elegido concejal y se convertiría en cabeza del obrerismo en Córdoba hasta principios de 1874, cuando sería deportado a Alicante. La candidatura de Agustín Cervantes apenas obtendría 50 votos.
Entre el 9 y el 23 de julio se produce la insurrección de Alcoy. Pi y Margall, a quien Agustín Cervantes había dedicado su folleto Tres discursos, renuncia a la presidencia de la República. Después de Salmerón y los alzamientos cantonalistas, asume la presidencia de la República Emilio Castelar, cuyo mandato va unido a un serio resquebrajamiento social, con la suspensión de algunas garantías constitucionales. Los huelguistas son amenazados con armas de fuego si rehúsan volver al trabajo, los centros obreros fueron clausurados y los internacionales de mayor actividad encarcelados. Francisco Barrado, director del periódico El Orden y uno de los cinco de la comisión preparadora del Congreso de Córdoba, es detenido sin motivo alguno el 1 de octubre y no es puesto en libertad hasta 14 días después.
1874 comienza con el pronunciamiento del general Pavía y el consecuente decreto dictatorial de Serrano declarando a la AIT fuera de la ley, de tal modo que la FRE pasa a la clandestinidad. A partir de ese momento arrecia el rechazo y las persecuciones contra los internacionales. En el mes de abril, después de varias semanas de dura persecución, la sección cordobesa desapareció completamente como grupo organizado.
Se le presentó a mediados de 1874 una ocasión que no dejaría pasar: la permuta de su plaza en el Instituto provincial de Córdoba con otra del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Badajoz
Hastiado de su vida en la capital cordobesa, perteneciente a una clase social que le era hostil y adepto a otra cuya categoría obrera distaba de su condición académica, perseguido en su labor propagandística y con algunos de sus compañeros internacionales presos, deportados o exiliados, se le presentó a mediados de 1874 una ocasión que no dejaría pasar: la permuta de su plaza en el Instituto provincial de Córdoba con otra del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Badajoz.
Dicha permuta se produce el 15 de octubre con D. Ramón Cobos y Sampedro, catedrático también de Latín, nacido en Andújar, que acabaría siendo director del Instituto provincial de Córdoba. Agustín Cervantes comparte docencia en el Instituto de Badajoz (entonces situado donde actualmente está la Diputación) con otros catedráticos numerarios, entre quienes se encuentran Tomás Romero de Castilla, catedrático de Psicología, Lógica y Ética y a la sazón vicedirector del Instituto, introductor del krausismo en Extremadura, Carlos Botello del Castillo, catedrático de Matemáticas y autor de sendos compendios de Aritmética premiados en la exposición universal de Barcelona, Manuel María Saá Maldonado, catedrático de Retórica y Poética, traductor y poeta, Carlos Soler Arqués, catedrático de Lengua Francesa, traductor de Os Luisiadas.
Contigo empezó todo
Fanelli, el apóstol que no hablaba castellano
Así se hizo, reuniéndonos todos el día convenido, menos Morago, que también tuvo sueño y no pudo recobrar la voluntad de despertarse.
Cervantes recibe una cordial bienvenida por parte de sus compañeros, según se desprende de las palabras de Juan Epalza Guerrero, encargado de redactar el Resumen del estado del instituto del año académico 1874 a 1875. En este resumen se da noticia de las ausencias de Agustín a causa de su enfermedad, mediante licencia concedida entre el 14 de enero y el 14 de marzo de 1872 primero y a partir del 15 de septiembre después, señal de sus constantes recaídas.
Apenas un año después, el 23 de enero de 1876, vuelve a permutar, en esta ocasión con el instituto de Cáceres, intercambiando su plaza con D. Francisco Franco Lozano, también catedrático de Latín. En el Resumen de estado del Instituto de Badajoz de 1875 a 1876, Carlos Soler y Arqués, su redactor, se despide de Agustín Cervantes en nombre del claustro diciendo de él que fue “un Profesor de una ilustración poco común y caballerosidad ejemplar”.
Agustín Cervantes y Julia Valdivia regresan a Cáceres, la ciudad donde el primero comenzó su vida académica y donde ambos pasaron la luna de miel nada más casarse, cuatro años antes. Residieron en la calle Santo Domingo, nº 1, junto al desaparecido convento de la Concepción, ahora convertido en una plaza elevada que aún perdura. Cáceres era entonces una ciudad pequeña, bastante aislada, que contaba con un instituto cuyo director era Indalecio Gómez Santana, quien después sería alcalde de la ciudad, entre 1877 y 1879. Allí había desarrollado también Agustín Cervantes su labor como propagandista de La Internacional, tal y como se desprende de las Actas y de la cartas y circulares del Consejo y Comisión federal de la FRE entre 1870 y 1874.
Los pasos de la I Internacional en Extremadura fueron estudiados por Fernando Sánchez Marroyo en su libro Movimientos populares y reforma agraria, esencial para conocer la génesis del movimiento obrero extremeño. En dicho estudio se dan referencias del temor que en sectores acomodados de la ciudad de Badajoz generó la posible presencia de propagandistas de La Internacional, o de la falsa noticia acerca de la presencia de Guillermina Rojas en Zafra, dada en el periódico El Lusitano de Mérida, desmentido por esta misma revolucionaria. También se menciona la labor de Agustín Cervantes, siguiendo lo aportado por Díaz del Moral, y la existencia de núcleos iniciales en la región, según la información extraída de las actas y circulares del Consejo y Comisión federal de la Región Española (1870-1874).
La labor de Agustín Cervantes durante los años de su renovada estancia en Cáceres nos es desconocida, si bien intuimos que debió de estar caracterizada por constantes convalecencias a causa del mal que le aquejaba.
La labor de Agustín Cervantes durante los años de su renovada estancia en Cáceres nos es desconocida, si bien intuimos que debió de estar caracterizada por constantes convalecencias a causa del mal que le aquejaba. Finalmente, fallece en Cáceres el 8 de abril de 1880, con solo 40 años de edad.
Su esposa Julia regresó a Córdoba, su ciudad, donde se volvería a casar en 1885, con Salvador Bassy y Piqueras, Jefe de Telégrafos, propietario de minas, con quien tuvo cuatro hijos. Durante varios años, hasta bien entrada la última década del siglo XIX, pagó las misas de aniversario de su primer marido, tanto en Córdoba como en la iglesia de Santo Domingo de Cáceres, aledaña a su lugar de residencia en esta ciudad. Julia Valdivia y Ruiz de Valenzuela siempre fue reconocida como una dama muy caritativa entre la sociedad cordobesa. Falleció en Córdoba el 12 de mayo de 1912.
La presencia de la I Internacional en Extremadura y de sus propagandistas precisa aún de un estudio exhaustivo, que indague en sus inicios, desarrollo, influencia, modos de acción y organización. No somos de la opinión de quienes señalan que dicha presencia fue únicamente testimonial y estuvo caracterizada por cierto primitivismo, falto de plan y organización, ideas latentes en la historiografía sobre el anarquismo desde los clásicos trabajos de Tuñón de Lara, Josep Termes o Gerald Brenan. Desde el primer momento de sus pasos en España estuvo claro el sentido de organización y de propaganda mediante la acción, que incluía la instrucción mutua. En un escrito firmado por Tomás González Morago, de ocupación grabador, publicado en el periódico La Solidaridad, nº 4, de 5 de febrero de 1870, dirigido a los futuros internacionales de provincias, quien fuera miembro del primer núcleo de propaganda madrileño recomendaba: “Reúnanse los obreros de una misma localidad que se propongan trabajar con desinterés en la destrucción del parasitismo; formen un núcleo de individuos que se reúnan todas las noches si es posible; ocúpense en estudiar y discutir las aspiraciones de La Internacional y los medios prácticos de realizarlas; lean con detenimiento La Federación de Barcelona, El Obrero de Palma y La Solidaridad de Madrid. Analicen con minuciosa atención los estatutos generales que nos sirven de base; nombren de su seno un comité que se encargue por parte (sic) de la administración, de la correspondencia y de la propaganda”.
Agustín Cervantes del Castillo Valero, nacido en Llerena en 1840 y muerto en Cáceres en 1880, fue uno de aquellos internacionales.