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Medios de comunicación
2.500 palabras contra el mito del Cuarto Poder
Estando como está Podemos, si yo fuera responsable de sus campañas, lo último que se me ocurriría es pelearme con los medios de comunicación. A esa batalla llegan tarde ya que con un apoyo social en declive es muy difícil empezar a hacer pedagogía sobre los intereses privados de los medios, sus vinculaciones con el poder y toda esa retahíla que los periodistas estudian en segundo o tercer curso para luego ya guardarlo en el cajón y no recordarlo jamás.
Esta batalla habría que haberla dado al principio, cuando el régimen agudizaba en su crisis y todas las instituciones (los medios tradicionales también) intentaban aún sacudirse el descrédito. Entonces Podemos optó por la estrategia opuesta: hacer amiguitos dentro de las redacciones aprovechando sus comienzos en el estrellato y gestionar con los directores y jefes de redacción los conflictos que tenían. Muchos medios no tenían ningún interés en hablar con Podemos pero eso al partido de Iglesias le importaba más bien poco cuando las cosas iban bien. Claro, ahora que vienen mal dadas es demasiado tarde para empezar una guerra sobre la credibilidad del otro si la tuya está más que en entredicho por tus propios méritos y errores y tras un profundo desgaste después de años y años de campañas orquestadas en tu contra.
Pero Podemos tiene razón. Peco habitualmente de dar las batallas perdidas y esta ocasión no iba a ser diferente. Si políticamente me bajé del barco de Podemos de los primeros cuando aún estaba de moda, ahora que casi nadie les defiende me arremango y voy yo a ello. Siempre he creído que hay que defender lo que uno piensa, ya tengo claro que ningún medio me va a contratar y no voy a ejercer la autocensura tan típica en un sector que es adalid de la libertad de expresión. Eso se lo dejo a mis queridos compañeros del gremio que tienen que morderse la lengua en redes sociales no vaya a ser que les echen.
Podemos tiene razón por varias cosas. La principal, porque los medios de comunicación no son entes que sobrevuelan el bien y el mal como en sus sueños más oníricos se ven a sí mismos
Podemos tiene razón por varias cosas. La principal, porque los medios de comunicación no son entes que sobrevuelan el bien y el mal como en sus sueños más oníricos se ven a sí mismos. El mito fundacional del periodismo es aquél donde el poder, a un lado, y la ciudadanía, al otro, tienen a un ser supremo que vigila a los primeros y vela por los segundos, de forma un tanto paternalista. Nada más lejos de la realidad, los medios de comunicación son sujetos activos en la vida y la política. Otro más. Como los partidos, los sindicatos, las asociaciones de empresarios, la banca o los voceros del Ibex 35. Un sujeto más, con particularidades, pero sujeto al fin y al cabo. Y como sujetos que son, tienen intereses marcados por los jefes del medio que hoy día son grandes grupos empresariales, bancos y otros fondos de inversión. Y en tanto que se dedican a criticar, ¿por qué no pueden ser ellos criticados? ¿por qué un medio puede decir lo que le plazca sobre quién le plazca sin casi ninguna consecuencia en caso de estar equivocados o mentir descaradamente pero no pueden soportar ni un breve comentario negativo sobre su trabajo?
Los medios hablan de la ropa de las ministras, de si van peinadas o no, pueden insinuar que los diputados de Podemos son unos hippies que no se duchan, pueden anunciar a bombo y platillo conexiones con maquiavélicos regímenes autoritarios de otros continentes sin aportar ni una sola prueba. Dan voz a opiniones machistas, profundamente malsonantes, lavan la cara a fascistas en sus tabloides… pero que nadie tenga el santo valor de decir que algo que hacen no está bien, que estará cometiendo perjurio contra la democracia.
Sobre la propiedad de los medios de comunicación escribió el catedrático Ramon Reig un libro maravilloso que analizaba al dedillo los grandes grupos mediáticos y sus conexiones con la banca y las más infames industrias y empresas punteras del capitalismo tardío. Aunque Ramon Reig se haya convertido ya en una caricatura del señoro de izquierdas que todos los 8M tiene que pasear su ranciedad criticando al feminismo, os recomiendo encarecidamente sus obras a respecto como Los dueños del periodismo. Claves de la estructura mediática mundial y de España (Gedisa, 2011). Ahí se desgrana punto por punto a quienes pertenece verdaderamente las ondas y las letras de los periodistas de este país.
En la piel fina de los medios para recibir críticas está su gran contradicción. ¿Cómo pueden ser adalides de la libertad y luego estar visceralmente en contra de que otros opinen en tu contra? A Voltaire se le atribuye la frase “No estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo” y a más de un ofendidito por los tuits críticos de Podemos contra la prensa le haría bien en aplicársela. Liberales de marca blanca.
Una amiga me decía que a ella no le parecía bien que Podemos se dedicara a “señalar” a periodistas que no son de su cuerda. Hagamos un poco de análisis del discurso. ¿Qué palabra o idea dirían ustedes que es la primera que se le atribuye directamente a Podemos cuando piensan en ellos? Venga, tómense unos segundos para pensar… Yo lo tengo claro. Diría, sin dudar, “Venezuela”. Esa comparación con los gobiernos de Chavez primero y de Maduro después ha sido el soniquete con el que han intentado vincular a Podemos con el país latinoamericano desde el primer día de su nacimiento. Y sigamos, ¿qué palabra identifican en primer lugar cuando piensan en Venezuela? Exacto: dictadura, autoritarismo. En un sencillo ejercicio de dos pasos, Podemos es igual a autoritarismo. Por eso Podemos tiene que tener un cuidado extremo cuando habla o propone algo en relación a medidas de control o recorte de “libertades” para todo lo que el sistema considera que debe ser libre: el dinero o las mercancías. Esta vinculación, como decía, no es casual, y la cual por cierto es producto y responsabilidad también los medios de comunicación que llevaron a cabo una campaña brillante para lograrlo. Entonces, la idea de que Podemos “señala” no es más que otro ejercicio de mostrarlo como un partido dictatorial. Porque las dictaduras señalan para ejecutar después. Eso esconde el mensaje de “Podemos señala” y no otra cosa.
Que todos conozcamos el nombre de esta nazi es porque la actualidad periodística lo reclama. Que nadie sepa el nombre del señor que agredieron unos policías nacionales en Linares deben ser anomalías democráticas de esas
Lo que sí que me parece que es señalar, por cierto, es publicar dónde viven Iglesias y Montero, cómo es su cocina y la casa del jardín y dónde se limpia el culo el conserje. Pero eso está amparado por la libertad de expresión. Llamar zorra a Montero también es algo muy libre, las Asociaciones del a Prensa todavía no han dicho nada al respecto. Hablar de que una neonazi es la musa de nosequién y difundir al dedillo sus comentarios y sus ideas sin objetarlas es un ejercicio claro de libertad de expresión. Que todos conozcamos el nombre de esta nazi es porque la actualidad periodística lo reclama. Que nadie sepa el nombre del señor que agredieron unos policías nacionales en Linares deben ser anomalías democráticas de esas. ¿Que no ha salido en Antena 3 los infinitos y “casuales” incendios en chabolas de Almería o Huelva? Bueno claro, es que en la libertad de prensa está la de cerrar el pico no se vayan a enfadar los terratenientes andaluces que luego pagan su publicidad. Como han cerrado el pico absolutamente todos los medios gordos andaluces durante años con las condiciones esclavas de las personas migrantes que trabajan en los invernaderos. Luego llega la BBC a contarlo y se hacen los sorprendidos. Y que a ningún político de Podemos se le ocurra hablar de que los medios ocultan deliberadamente informaciones que van en contra de sus intereses empresariales y de los de sus anunciantes pese a lo relevante de la noticia, porque entonces son unos castristas bolivarianos etarras. Cuanto menos.
Medios de comunicación
Ana Rosa, o por qué necesitamos una ley de prensa
No se debería permitir que mercantilicen con nuestros miedos. No se debería tolerar que un medio de comunicación cree una alarma social sobre problemas que no existen.
En una entrevista de trabajo en un medio de comunicación libre, independiente y comprometido con la verdad pueden no contratarte claramente aludiendo a tus comentarios personales en redes sociales (esto ya ha pasado, pasa y seguirá pasando), pero porque son muy libres ellos. Mis compañeros periodistas no pueden hacer comentarios negativos sobre su gremio en redes sociales porque serian linchados por otros compinches del sector. Ademas, ¿qué medio va a contratarte luego si eres capaz de decir que algo no te gusta? Da igual que cierren redacciones, paguen sueldos de mierda y no te den las vacaciones que te correspondan. Todos callando y a apechugar, bien calladitos y sumisos a ver si con un poco de suerte un ministro o un consejero te lleva a su gabinete y puedes pegarte la vidorra padre después de años de miseria en la redacción.
A ti, compañero/a periodista que me estás leyendo y que trabajas en un medio-empresa, tengo algo que decirte. No eres libre. En el fondo nadie lo es en este sistema pero tú lo eres menos que ninguno
A ti, compañero/a periodista que me estás leyendo y que trabajas en un medio-empresa, tengo algo que decirte. No eres libre. En el fondo nadie lo es en este sistema pero tú lo eres menos que ninguno. Tú, que te autocensuras en tus redes personales porque tienes miedo a que te echen. Tú, que compartes las publicaciones en redes de los periodistas que sufren un ERE hablando de #Periodigno o de los problemas del sector mientras cobras el salario mínimo y tienes que llorar para que no se salten tus vacaciones. Tú, que no puedes más que guardar silencio cuando otro compañero, ya hasta el papo, denuncia sus condiciones de miseria en público porque las tuyas son las mismas o peores. La única forma de que no te autocensures es que tu opinión sea tan absolutamente dócil que no haga ni falta. Willy Toledo, del que en otro análisis del discurso sencillito podréis ver que en los últimos años ha sufrido un proceso de conversión a loco o payaso, lo explicó a la perfección discutiendo con Risto Mejide en su programa. Willy le dijo a Risto que seguía el discurso oficial, a lo que Risto le respondió algo así como que a él nadie le dice lo que tiene que decir: “Esto es porque tu discurso coincide con el oficial”, le respondió hábilmente Willy Toledo. Por eso los propietarios de los medios colocan como principales voceros a defensores a ultranza del régimen y del statu quo. No le tienen que pasar argumentario, no hace falta: su opinión coincide con la del poder. Si no, sería demasiada casualidad que no hubiera ningún periodista mínimamente antisistema en la televisión, ¿no os parece? Ni a Ana Rosa Quintana, ni a Susana Griso, Bertín Osborne, Pablo Motos, Carlos Herrera… ni a tantos otros periodistas ilustres de este país les tienen que pasar un argumentario desde el Ibex cada mañana: son de derechas y con su cabeza van tirando. Pero tú, querido periodista que me estás leyendo, sí que habrás tenido que autocensurarte y pensártelo dos veces antes de publicar algo en tus redes, no vaya a ser que te echen o no te contraten. Recuerdo que al terminar la carrera muchos de mis compañeros se hicieron redes sociales nuevas para que nadie viera sus opiniones reales sobre la política. Sin que nadie les exigiera que se censuraran, ellos lo hicieron por su cuenta. Porque si quieres currar en un medio de comunicación no puedes decir ciertas cosas ni defender algunas ideas.
Subí un hilo a Twitter a respecto de este tema hace poco y ninguno de mis amigos periodistas me respondió a él en publico, ya sea a favor o en contra, ni me pudo hacer ni un mísero like. Muchos, sin embargo, me escribieron por privado para compartir su opinión. “¿Por qué no lo haces por Twitter?”, le pregunté a un amigo: “porque tengo que comer todos los días”, me dijo. Y ese es el quid de la cuestión, los medios son empresas, no son entes responsables de impartir justicia y democracia. Son empresas, como otras muchas. Y los periodistas, trabajadores. El interés de la empresa es generar beneficios y pagar dividendos y para eso se alían con quien antes se lo pueda conseguir. ¿O por qué no publican dónde vive Amancio Ortega o Mariano Rajoy de la misma forma que hicieron con el chalet de Galapagar? Los medios son empresas y los periodistas necesitan sindicatos, no Asociaciones de la Prensa ultra corporativistas que defienden la melodía de la democracia hacia afuera pero que no son capaces de criticar que en los medios se paga poco y se les recorta las horas de trabajo pero no la carga. ¿Esto no va en contra de la libertad de prensa? ¿Que cuatro curritos hagan el 90% de los contenidos de un medio digital es bueno para la democracia? ¿Que con la excusa de la pandemia un medio le quite horas de trabajo a sus periodistas es positivo para el trabajo informativo?
Sean más progres o menos progres, todos son iguales: no publicarán lo que les joda al bolsillo, pagaran al currela lo menos posible mientras le exigen horas extras gratuitas en nombre del periodismo independiente
Yo os animo a vosotros, compañeros periodistas, a que salgáis de la lógica de palmeros de la profesión. Es difícil, claro que es difícil, pero seréis más libres. Y en lugar de aplaudir la medalla que le concede el Presidente de la Junta a Europa Press para seguir comprando su trabajo dócil (porque ya lo hacen con subvenciones de cada organismo público) y la emisión de propaganda. Y los periodistas aplaudiendo, en lo que no sé si es un ejercicio de ignorancia o uno de absoluta sumisión. Los periodistas de Europa Press Andalucía (en este caso) valen muchísimo más que su empresa y que una medalla de mierda que sirve para que el jefe de la Agencia y el señor presidente sigan de pasteleo, como antes hacían con Susana Díaz y como harán con cualquiera que se siente en el trono del poder. Porque así vigilan los medios-empresa a los poderosos: aceptando medallitas y poniendo la otra mejilla. Sean más progres o menos progres, todos son iguales: no publicarán lo que les joda al bolsillo, pagaran al currela lo menos posible mientras le exigen horas extras gratuitas en nombre del periodismo independiente. Basura.
Los medios no pueden decir quién es el propietario de las fábricas textiles que se caen a pedazos en Bangladesh o que Mercadona es responsable de despidos infames que vulneran los derechos de los trabajadores más básicos. Todos cuentan luego, a bombo y platillo, que Amancio Ortega ha donado nosecuantas máquinas contra el cáncer que están cogiendo polvo en alguna sala porque no hay personal suficiente para usarlas porque –oh sorpresa– empresarios como Amancio Ortega no pagan los impuestos que deben en España que son los que de verdad costean la lucha contra el cáncer. Pero eso no te lo cuentan los medios porque seria morder la mano que da de comer. Los medios te hablan del éxito empresarial de Mercadona que no necesita ni hacer publicidad pero luego, 4 artículos más abajo, “la ultima novedad de Hacendado que va a revolucionar tu cocina”. Y no te han contado como a Juan Roig le tuvieron que salvar el culo desde la Comunidad Valenciana cuando su modelo de negocio (basado en explotar trabajadores y extorisionar a proveedores para que acepten tus condiciones) aún no funcionaba. Y otra noticia de que Mercadona ha donado nosecuantos kilos de arroz al Banco de Alimentos. Y te tienes que creer al cuarto poder y su tamaña libertad. Bazofia. Me rio yo del cuarto poder.
Los únicos medios en los que creo son los formados por cooperativas, que huyen de la lógica de empresa a la que irremediablemente te arrastra el sistema si conformas una. Cooperativas que no aceptan publicidad ni de Iberdrola ni del Corte Inglés. Que nunca venderán sus portadas al Santander. Que no aceptarán que una llamadita a la redacción del político de turno les cambie un titular o una noticia completa. Yo estoy suscrito a dos estando en el puñetero paro y me seguiré suscribiendo a medios que son cooperativas aunque me falte el pan para comer porque es el único método para tener periodismo libre e independiente. Y que no nos coman la tostá. Espabilad, leches.
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