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Medio ambiente
La destrucción del Parque de Comillas
Dos novelas de pandillas, entre las mejores, son Rebeldes y La ley de la calle, de la escritora estadounidense S.E. Hinton, adaptadas al cine por Coppola en 1983. Al verlas es inevitable recordar nuestras bandas adolescentes y las peleas que se sucedían en nuestros barrios a finales de los 60 y hasta mediados de los 70, cuando metieron la heroína hasta en la sopa. Si consideramos, eso sí, el aroma celtibérico de nuestra tierra, sus gentes y peculiaridades.
Ignorábamos entonces el componente de clase que tenían estas manifestaciones. Las andanzas de Ponyboy Curtis, el niño de E.T., C. Thomas Howell; su amigo Johnny Cade, Ralph Macchio; el malote Dalllas Winston, Matt Dillon. Cherry Valance, Diane Lane y Marcia su amiga, Michelle Meyrink interpretan el punto de vista femenino, sin duda el de la propia Susan E. Hinton, en la cruda historia. Brillante y hermoso Patrick Swaize en el papel de Darrell, hermano mayor sobrepasado.
Peleábamos por un lugar en el mundo, por una inexistente escalera social, en un mundo gris donde solo brillaban Stairway to Heaven de Jimmy Page y los Led Zeppelin, nuestros pantalones campanas manchados de barro y de tarde en tarde las navajas. En aquellos años saltamos muchos peldaños de aquella resbaladiza escalera, escalones que están ahora blindados y erizados de alambre de espino y concertinas.
Algunos supervivientes, grasientos, de aquellos años 60 y 70 nos hemos dado cita en las protestas callejeras contra las talas en Madrid y contra los dandis, encarnados en una presidenta y alcalde pijos
Algunos supervivientes, grasientos, de aquellos años nos hemos dado cita en las protestas callejeras contra las talas en Madrid y contra los dandis, encarnados en una presidenta y alcalde pijos, socs, aunque imposten de arrabaleros. Propietarios de jardines de miles de metros cuadrados, que se permiten arrasar los comunes, en un alarde de soberbia y desprecio por los barrios y sus gentes grasientas, greasers.
Estos días el movimiento vecinal de Madrid anda indignado. En diferentes barrios de la ciudad se suceden manifestaciones, concentraciones, encadenamientos a los árboles…
La Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la ciudad, como cómplice necesario, están destruyendo diferentes parques y zonas verdes de la ciudad, talando centenares de árboles con la excusa de la construcción de la línea 11 de Metro, ya que existen alternativas que minimizarían el brutal impacto de las obras evitando las talas masivas.
Uno de los parques que se están destruyendo es el de Comillas, apeando más de 200 árboles adultos, nombre que procede de Antonio López, Marqués de Comillas antiguo propietario de los terrenos en los que se asienta el parque, una de las escasas zonas verdes de este barrio de 23.000 habitantes, del distrito de Carabanchel. De 3,5 Has, creado en 1979.
La existencia del parque de Comillas se debe a la fuerza de las asociaciones de vecinos, una de cuyas reivindicaciones en aquellos momentos, era la creación de zonas verdes que dieran calidad de vida a los vecinos.
Como otros tantos parques de la ciudad que se construyeron en los años 70, su existencia se debe a la fuerza de las asociaciones de vecinos, una de cuyas reivindicaciones en aquellos momentos, era la creación de zonas verdes que dieran calidad de vida a los vecinos.
Diferentes eventos históricos se han dado cita en el lugar que hoy ocupa el parque. En 1935 un mitin republicano de Manuel Azaña reunió alrededor de 400.000 personas en el Campo de Comillas; sufrió durante los cruentos combates de la Guerra Civil, siendo frente desde 1936 a 1939; durante la posguerra fue campo concentración de prisioneros republicanos que con trabajo esclavo construyeron el barrio. Más tarde, barracones de realojo y chabolas ocuparon, en parte, este espacio.
Los comilleros eran los duros entre los duros en las refriegas de pandillas en todo Carabanchel y Usera. Incluso los del Tercio Terol o Caño Roto los respetaban y no nos metíamos fácilmente en su territorio.
Estos días de templado invierno, en blanco y negro, añoramos al Chico de la Moto, Mickey Rourke, que traía esperanza a los barrios. Esperanza que asesinan periódicamente los lacayos de los poderosos. Tarea inútil, ya que resistiremos creciendo entre los árboles arrasados y los montones de escombros. Seguiremos siendo dorados como Ponyboy Curtis.