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Masculinidades
Las nuevas masculinidades se abren paso en el mundo rural
El debate está animado en el bar de Albendiego, un pequeño pueblo de apenas 50 habitantes ubicado en la Sierra Norte de Guadalajara. Hace solo unos minutos que ha terminado la última sesión del taller de masculinidades en el que participan varios de los vecinos, pero todos ellos se han quedado con ganas de hablar y compartir sus puntos de vista con unas cervezas. Como siempre, hay disparidad de opiniones sobre el tema abordado hoy: el consentimiento en las relaciones sexuales. En las cinco jornadas anteriores, asuntos como los privilegios, los distintos tipos de masculinidad o la violencia y sus formas diversas han centrado las sesiones del taller, de unas tres horas de duración cada una..
“Acudí al taller porque, de entrada y tratándose de un entorno rural, me pareció curioso”, dice a El Salto Manolo, de 57 años, quien ha venido desde una localidad cercana a Albendiego, La Miñosa, que cuenta con menos vecinos aún: apenas diez durante el invierno. “Siendo tan pocos, siempre es interesante apoyar este tipo de propuestas, pues no son muy habituales”, lamenta. También han venido hombres desde municipios como Ujados, Rienda, Cañamares o Bustares.
Una vez concluido el taller, Manolo lo tiene claro. “No ha sido lo que me esperaba: ha sido mucho, muchísimo más. He de reconocer que partía de un cierto escepticismo inicial, pero gracias a la aportación y la implicación de todos lo participantes, así como de las propuestas del formador, se han ido recolectando determinadas cosas y planteado otras. Para mí este no es un taller de aprendizaje, sino de reflexión sobre determinadas circunstancias vitales de cada uno y cómo se entroncan en la definición de masculinidad”.
“Debo decir que me he llevado grandísimas sorpresas en cuanto a los procesos de cambio verbalizados por algunos hombres con los he compartido estos momentos de reflexión colectiva”, cuenta Joselu
Lo cierto es que, como a todos los demás, el taller ha hecho pensar a Manolo. “Echas la vista atrás y te encuentras con cosas sonrojantes”, reconoce. “Creo que todos los hombres deberían participar en un taller como este, pero creo que a un gran porcentaje de ellos les produce, en primera instancia, risa. Piensan que es una mariconada, hablando claro. Y no se sentirían cómodos, evidentemente, como yo mismo no me he sentido cómodo a la hora de abordar determinados aspectos de mí mismo. Pero es precisamente esa incomodidad lo que ayuda a replantearme muchísimas cosas respecto a mi masculinidad y a la relación que he tenido a lo largo de mi vida con las mujeres, ya sean parejas, amigas, hijas, madres o compañeras de trabajo”.
Reflexión compartida
Joselu es el formador que ha estado al frente del taller. Un joven venido de El Berrueco, en Madrid, que cuenta con una dilatada experiencia con jóvenes en situación de riesgo o vulnerabilidad social pero que, cada vez más, trabaja también con adultos. En el caso del taller de Albendiego, con edades que oscilan entre los 40 y los 70 años.
“Estos talleres pretenden ser un espacio de reflexión compartida entre hombres”, explica. “Aunque a priori puedan establecerse algunas líneas o ideas para la reflexión, es desde las necesidades, inquietudes o demandas del propio grupo desde donde se estructuran y se abordan los temas”. Todo ello, partiendo de una serie de premisas sencillas: “El respeto a los procesos personales y a la opinión contraria o no compartida, la confidencialidad y la creación y ensayo de modelos no violentos de comunicación y relación entre nosotros”, enumera Joselu. “Desde aquí, y solo desde este planteamiento previo, podemos abordar diversos temas al nivel de profundidad que cada grupo vaya demandando”.
Con decirte que todos los participantes se han propuesto continuar como grupo una vez finalizado el curso, te lo digo todo”, indica Teresa, impulsora del proyecto
Efectivamente: cada grupo de hombres es un mundo. Y, sin embargo, existe una serie de temas recurrentes: las masculinidades y sus derivadas, los privilegios, la gestión emocional, la violencia hacia las mujeres, la paternidad, los cuidados, los corresponsabilidad… “Los talleres no pretenden ser grupos terapéuticos ni nada por el estilo”, aclara Joselu, “sino más bien ejercicios de reflexión compartida en los que, desde las vivencias personales previas, se aporte un cambio en la mirada sobre cada tema a abordar. Creo que el trabajo individual es indispensable, pero sin su vertiente colectiva el poder de transformación se difumina y se escapa por el sumidero. De ahí la conveniencia, a mi entender, de propiciar espacios y grupos de estas características”, apunta Joselu.
El camino no siempre es fácil: a menudo surgen resistencias. “Es muy frecuente encontrar personas que no se identifican con lo que se plantea, o que creen que ya lo tienen todo claro y aprendido. También están los indiferentes, que sienten que en cierto modo han sido obligados a venir. Pero, por lo general, hay mucho interés. En cualquier caso, debo decir que me he llevado grandísimas sorpresas en cuanto a los procesos de cambio verbalizados por algunos hombres con los he compartido estos momentos de reflexión colectiva. En la mayoría de los casos, lo que más han manifestado como elemento de cambio e impacto al finalizar y evaluar los talleres ha sido la introducción del elemento de la masculinidad y sus implicaciones”.
Avanzando en igualdad
Teresa trabaja como educadora social en el Centro de la Mujer de Sigüenza, la localidad más grande de la comarca. “Quisimos apostar por involucrar a los hombres que quisieran a deconstruirse al respecto de todos los roles y estereotipos que también ellos cargan a sus espaldas, de cara a que reflexionaran sobre la importancia de la lucha feminista y todo lo que tienen que cambiar para conseguir una verdadera igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres”, explica a El Salto sobre el objetivo del taller.
Aunque Teresa conocía a bastantes hombres en la zona “con mucha sensibilidad feminista”, la idea tuvo más éxito de lo esperado. “Ha sido increíble”, reconoce. “Sobre todo, porque a medida que avanzaba el curso se han ido sumando a él más hombres que se han ido enterando, y eso me alegra muchísimo. Con decirte que todos los participantes se han propuesto continuar como grupo una vez finalizado el curso, te lo digo todo”.
“Creo que todos los hombres deberían participar en un taller como este, pero creo que a un gran porcentaje de ellos les produce, en primera instancia, risa. Piensan que es una mariconada, hablando claro”, dice Manolo
La impulsora del taller de masculinidades tiene clara la utilidad del proyecto. “Creo que ha sido algo muy potente en las vidas de estos hombres. Algo que les está enriqueciendo y haciéndoles crecer como personas. Creo que en los pueblos, en líneas generales, los roles de género están muy instaurados. Las mujeres se siguen encargando casi en exclusiva de los cuidados de menores y mayores, acceden a trabajos menos remunerados y peor valorados. La violencia de género se sigue viendo cómo algo que concierne al ámbito privado. A esto se une que en los pueblos existe un fuerte control social. Es verdad que, si echamos la vista atrás, hemos ido avanzando en materia de igualdad, pero aún queda mucho por luchar”.
“Aunque parezca mentira, en los pueblos hay personas viviendo”, ironiza Joselu a modo de conclusión. “A mí me parece que este motivo es más que suficiente para entender la importancia de llevar este tipo de iniciativas al entorno rural, tanto como puede serlo en el medio urbano. Si las propuestas de reflexión, de crecimiento individual y colectivo, de creación y transformación hacia un mundo más justo y pacífico no se gestan en todos los lugares, entonces hay algo que no estamos haciendo del todo bien”.