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Madrid
La cocina como puente hacia el camino profesional
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Desde las 9 de la mañana, los fogones se encienden en la Escuela de Hostelería de Casa de Campo en Madrid. Llegan los productos, el jefe de sala explica recetas y técnicas y se organiza el trabajo por grupos. Pero en esta cocina las cosas no son lo que aparentan, como sucede con el “solomillo” que prepararán hoy. Quienes visten gorros y delantales son jóvenes de entre 16 y 24 años que forman parte de la Escuela Gastronomix, un proyecto social que brinda segundas oportunidades a través de la cocina.
El programa, que cumple una década, ha acogido a más de 600 alumnos, en su mayoría jóvenes de entornos vulnerables o en riesgo de abandono educativo. Sus clases prácticas, cada sábado de noviembre a mayo, tienen como fin ayudarles a especializarse en hostelería, acceder a empleos de calidad y, en definitiva, motivarles para que no abandonen el camino de su educación y formación.
El programa, que cumple una década, ha acogido a más de 600 alumnos, en su mayoría jóvenes de entornos vulnerables o en riesgo de abandono educativo. Sus clases prácticas, cada sábado de noviembre a mayo, tienen como fin ayudarles a especializarse en hostelería, acceder a empleos de calidad y, en definitiva, motivarles para que no abandonen el camino de su educación y formación.
Sostenibilidad y valores
En la cocina todo está en marcha, las tablas se llenan de ingredientes troceados y las ollas se encienden. En la pizarra, el menú del día ofrece, como cada sábado, una opción tradicional y otra vegana. Hoy, los comensales podrán probar un ‘no-solomillo’ de berenjena con remolacha, ahumado para que parezca carne. La cocina vegetariana es un punto clave de la iniciativa, así como el aprovechamiento y los productos de proximidad y temporada en un sector en el que se desperdicia mucha comida.
“Te meten mucha base de golpe, no solo de cocina, de pastelería, conservación de alimentos…”, explica José, un alumno
Los alumnos reciben, además, clases de panadería, cocina asiática, coctelería y cafés. Entre ellos hay chicos y chicas migrantes o tutelados y jóvenes con discapacidad. José, uno de los alumnos, está aprovechando algunos tomates golpeados para hacer salsa que hoy decorará un risotto. Motivado por los programas de televisión, se apuntó a un FP de cocina y dice que este año está siendo duro: “Te meten mucha base de golpe, no solo de cocina, de pastelería, conservación de alimentos…” La semana pasada fue su primera vez sirviendo y le felicitó mucha gente, pero él espera que todo salga perfecto. “Me machaco mucho”, reconoce. El proyecto le ha ayudado a socializar y le está dando confianza para cuando empiece las prácticas en abril.
Abandono educativo
Aranzazu Ezpeleta, creadora del proyecto, describe al programa como un paso intermedio entre la teoría y el mundo laboral: “Muchos chavales llegan de la escuela, van a un restaurante, se asustan porque la hostelería es muy dura (son muchas horas, hay fogones, se cortan) y abandonan”, dice. El proyecto ofrece un ambiente algo más amable donde empezar a formarse, con el objetivo de que continúen su formación, especialmente aquellos provenientes de Formación Profesional Básica (ciclos formativos para personas que no han terminado la ESO), donde hay más fracaso escolar.

En España, el abandono educativo ha bajado al 13%, pero sigue siendo el segundo más alto de la Unión Europea, solo detrás de Rumanía. “Nosotros trabajamos con chavales que vienen de no terminar la ESO. Llegan a segundo, tercero, empiezan a repetir”, dice Ezpeleta. “Llegan chicos que dicen, no sé qué hacer con mi vida, soy malo en todo”. Reconoce lo difícil que es para un adolescente de 14 o 15 años elegir una profesión para toda la vida. “Intentamos primero que cojan cariño a la hostelería, e ir más allá de eso: que sepan que pueden hacer algo bien, que pueden conseguir algo”.
En Gastronomix han observado que las razones del abandono escolar son diversas: problemas de aprendizaje diagnosticados tarde, dificultades familiares, cuidado de hermanos, embarazos adolescentes o problemas de salud mental. También ha habido alumnas con trastornos alimenticios, que pedían cierta supervisión a la hora del almuerzo compartido: “Les solemos hermanar, les hacemos un control. Además, trabajando en hostelería en contacto con la comida, lo aprenden a llevar”, cuenta la creadora. Cada semana ve a los alumnos adquirir seguridad en ellos mismos y dejar los problemas atrás por un rato.
Barreras adicionales
El abandono educativo de los chavales extranjeros casi triplica, con datos de 2023, el de los autóctonos. En Gastronomix hay alumnos de Sudamérica, Senegal o Marruecos, a veces derivados de entidades sociales. “Algunos no tienen papeles y para las prácticas es problemático porque ahora piden alta en la seguridad social”, explican desde el proyecto, una situación muy frecuente. Destaca el conocimiento de algunos estudiantes de países africanos, adquirido de sus madres y abuelas: “Tienen un recorrido culinario, saben cómo limpiar, cómo hacer las cocciones, etcétera.”.
“Los compañeros son chicos de diferentes partes, de diferentes edades, eso también te da otro tipo de aprendizaje”, opina Lamin
Lamin Jaiteh es un ejemplo. Se interesó por la gastronomía viendo a su madre cocinar platos de su tierra, como el arroz benachin, el baseh nyebe o el pollo yassa al estilo gambiano. Ya en España, se esforzó en sacarse la ESO y estudiar cocina y, cuando la pandemia le dejó en paro, decidió sacarse el grado medio de hostelería. Allí le hablaron de Gastronomix. “Es un proyecto bastante bueno, da mucho aprendizaje de jóvenes que no tienen mucha experiencia”, dice. Le gustó conocer recetas y productos veganos, que le da más opciones laborales, y también el ambiente: “Los compañeros son chicos de diferentes partes, de diferentes edades, eso también te da otro tipo de aprendizaje”, opina.
Madrid
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Gracias a un convenio con el Basque Culinary Centre, Jaiteh hizo prácticas formativas y, tras un contrato de un año con el prestigioso centro, hoy trabaja en Bélgica como segundo de cocina en un restaurante, donde sigue aprendiendo y adapta las recetas que veía cocinar a su madre.
Comida y derechos laborales
Le mejor para motivar a los chicos y chicas es la práctica: se aprende haciendo. A la una y media se cantan las comandas y los platos viajan a la cantina, luminosa sala con media docena de mesas. Allí, los chicos y chicas ganan confianza sirviendo a los clientes y aprenden tanto cocina como atención en sala. Algunos comensales son regulares, como Eva y Antonio, que hoy ocupan una de las mesas y dicen estar intrigados por el ‘no-solomillo’: “Aquí hacen elaboraciones que no te las esperas, a veces son muy sorprendentes, tanto en sabor como en textura y presentación”, opina él. “Siempre hay alguna sorpresa. Los arroces son estupendos”. “Y los chicos son encantadores, están siempre pendientes”, añaden.
“Venir aquí me motivaba. Las prácticas te ayudan a definir mucho. Al salir al mundo laboral ves perfectamente lo que es”, dice Nicolás, un ex alumno de Gastronomix
También vienen a comer exalumnos, como Jessica, de 19 años, a quien le gustaba la cocina, pero “veía que el instituto normal no encajaba, no me gustaba”, dice. Nahuel, de 17 años, comenzó a cocinar en casa: “Me gustó. Tampoco tenía muy claro qué iba a hacer”, cuenta. A su compañero Nicolás, de 18, también le gustaba la cocina “pero nunca lo había visto como un trabajo. Un día estaba un poco perdido, no tenía muy claro qué quería hacer”, hasta que una amiga se lo recomendó. Los tres pasaron por Gastronomix, que les permitió conocer el trabajo real en un restaurante. “En primer curso nunca habíamos llegado a dar un servicio de verdad. Aquí como que te adelantabas, te tocaba cocina, hacer el plato completo”, dice Nicolás, que se levantaba cada sábado a las seis de la mañana para ir a las prácticas. “Venir aquí me motivaba. Las prácticas te ayudan a definir mucho. Al salir al mundo laboral ves perfectamente lo que es”. Hoy, los tres estudias grados medios vinculados al sector.

Pero no todo se queda en aprender cocina. En un sector con gran precariedad y en un panorama donde el número de jóvenes sindicados es bajo, los alumnos reciben charlas sobre sus derechos laborales, como la que dio la sección sindical de hostelería de CNT Madrid para explicar conceptos como convenio, estatuto de los trabajadores, horas extras o salario mínimo. Ahora, el décimo aniversario del programa coincide con la puesta en marcha del “Clan Gastronomix”, plataforma social de búsqueda de empleo digital. Esta pondrá en contacto a los jóvenes formados con establecimientos comprometidos con el empleo de calidad. Así, los chicos y chicas no solo aprenden a cocinar, sino a adentrarse en un futuro en el que se respeten sus derechos laborales.