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Literatura
Bibiana Candia: “La literatura puede ayudar a dar luz a la memoria histórica”
La historia de la emigración gallega a América comenzó a mitad del siglo XIX. Antes de finalizar el siglo, el flujo migratorio había tomado tales dimensiones que Galicia llegó a proporcionar el 20% de los emigrantes españoles, a pesar de solo contar con el 10% de la población total del territorio español. La gran mayoría de estos primeros emigrantes se dirigieron al continente americano para trabajar en el sector primario. En 1853, como parte de esa primera ola migratoria, 1.744 emigrantes gallegos se embarcaron hacia Cuba para “hacer las Américas”. Sin embargo, al llegar a la otra orilla del Atlántico fueron vendidos como esclavos para trabajar en las plantaciones de caña.
Sobre este suceso escribe Bibiana Candia (A Coruña, 1977), autora de los poemarios La rueda del hámster y Las trapecistas no tenemos novio, así como del libro de relatos El pie de Kafka. Azucre (Pepitas de calabaza, 2021) es su primera novela.
¿Cómo empieza tu búsqueda para escribir Azucre? ¿Qué es lo primero que encuentras?
Me llega esta historia por una amiga que un día me preguntó: “¿Tú sabes la historia de los gallegos esclavos?”. Y yo le digo: “No, qué va. Eso no es posible”. Al principio yo era muy escéptica, pero ella insistió y me mandó el primer hilo documental del que tiré, que es un portal de internet que se llama xenealixia.org. Ahí están las listas de las personas que fueron en los barcos con dirección a Cuba para una compañía de Feijoó Sotomayor. A partir de ahí, empecé a tirar más. Encontré incluso un documental de la televisión española que habla de este caso. Es decir, hay muchísima documentación. No hace falta ser un documentalista acreditado ni un historiador. Esto fue justamente lo que me dejó más estupefacta. ¿Cómo es que con tantos datos al alcance de cualquiera, esta historia no fuese conocida?
Teniendo en cuenta la relevancia y la presencia de los estudios sobre la emigración gallega, ¿por qué piensas que esta historia no está presente en la memoria colectiva en Galicia?
Por un lado —esta es la razón por la cual nació Azucre—, porque no tuvimos acceso al testimonio de las personas que sufrieron ese crimen. El único testimonio real que tenemos son unas cartas que ellos enviaron a sus familiares. Este material se guarda en la biblioteca del Congreso bajo acceso restringido. A mí me parece que los datos oficiales y los artículos académicos están muy bien para los juicios y para las tesis doctorales, pero no para lograr que algo permanezca en la memoria colectiva. Lo que nos apela es el relato. Y de ahí nació Azucre, porque es una recreación de lo que hubiera sido el testimonio de estas personas, de cómo sería el relato popular si esta historia hubiese viajado a través de diferentes generaciones hasta llegar a nosotros.
En Galicia tenemos bastante presente la emigración, pero lo que más permanece son las historias de éxito: la figura del indiano que se fue arruinado, volvió millonario y luego compró medio pueblo. Pero era una vergüenza contar el suceso que relata Azucre
Pero hay otra cuestión que me parece importante, que es la vergüenza que supondría en aquel tiempo haber sido esclavizado. Porque sí, en Galicia tenemos bastante presente la emigración, pero lo que más permanece son las historias de éxito: la figura del indiano que se fue arruinado, volvió millonario y luego compró medio pueblo. Pero era una vergüenza contar el suceso que relata Azucre. De hecho, la vergüenza que implica marchar y no haber conseguido ser rico también está en la literatura. Está en Castelao, en Neira Vilas, en muchos autores previos. Entonces, en conclusión, se conjugan las dos cosas: tanto la vergüenza de haber sido engañados y esclavizados, como el hecho de que no pudimos acceder al testimonio de ellos. Esa es la parte buena de la literatura: que puede llegar a donde la realidad no llega. Y eso es lo que yo buscaba.
Desde tu perspectiva, ¿qué papel cumple la literatura en relación con la memoria histórica y con el suceso que narras en Azucre?
Yo creo que la literatura puede rellenar los huecos. Yo no creo en la literatura utilitarista porque se acaba convirtiendo en un panfleto y eso no me interesa. Pero sí es cierto que la literatura puede dar luz y puede equilibrar la memoria, la historia con mayúsculas. Porque aquello que llega a los libros de historia, en el 95% de los casos, son las historias de éxito, las grandes gestas o la historia de los ganadores. Pero, para tener otra perspectiva más madura, tenemos que conocer la historia de los antihéroes. Y ahí es donde la literatura tiene un campo fantástico para equilibrar, dar una amplitud de miras y entender mucho mejor que, evidentemente, ha habido grandes gestas en la Historia, pero que muchas veces se han hecho a costa de la vida y del sufrimiento de inocentes. Y eso es lo que yo creo que tendríamos que tener muy claro.
En la emigración no solo sufre quien se va, quienes se quedan también son protagonistas del fenómeno de la emigración. Son personas que también quedan con la vida truncada
La voz narrativa cambia a lo largo de toda la novela. A veces dejas de seguir a los emigrantes para dar voz a quienes quedaban. O incluso, en un mismo párrafo, cambias de la segunda persona del singular a la primera o a la tercera del plural. ¿Qué buscas con estos cambios?
Como te decía, yo quería tratar de hacer, de cierto modo, una ingeniería inversa de lo que sería esta historia recreada a través de las voces de quienes la vivieron o de quienes la vieron. Lo que busqué fue una voz narrativa que fuese a veces individual, que a veces estuviese en primera, otras en segunda o en tercera; que todas esas voces se fuesen entrelazando entre ellas y nos contasen la historia. Y con respecto a lo que dices, de que a veces hablan las mujeres y la gente que se queda. Lo concebí de esa forma porque en la emigración no solo sufre quien se va, quienes se quedan también son protagonistas del fenómeno de la emigración. Son personas que también quedan con la vida truncada. Sobre todo, en aquellos años en que, cuando alguien se marchaba, experimentaba cierta muerte porque no sabías si lo ibas a volver a ver. Yo creo que no podemos olvidar que los que se quedan también son víctimas de esas emigraciones radicales, de cuando tu tierra te expulsa porque no tiene manera de sostenerte y tienes que ir a buscarte tu futuro en un lugar desconocido que a veces resulta hostil y violento. Yo buscaba aunar todas esas voces y crear esa especie de relato colectivo donde las voces pudiesen conversar entre ellas e incluso disentir, porque los relatos no son iguales, dependiendo quien los cuente.
¿Qué función ocupa la lengua gallega en tu texto?
Yo tenía claro que el gallego tenía que aparecer. Es más, cuando empecé a escribir la novela, me pregunté si no era necesario escribirla en gallego completamente. Luego llegué a la conclusión de que era mejor meter al gallego dentro del castellano, aunque sin obviar el hecho de que, evidentemente, estas personas hablarían en gallego y tendrían sus propios giros. De hecho, en el texto los personajes no hablan con tiempos compuestos porque los tiempos compuestos no existen en el gallego. Quienes somos bilingües tenemos muy claro lo que implican los cambios de idioma. No es simplemente un cambio de registro. A veces implica también un cambio de clase y de otras cosas mucho más sutiles. Por eso me pareció mucho más atractivo meter el gallego dentro del castellano y que todas las lectoras pudiesen entender esas sutilezas. Me da mucha satisfacción que lectoras que no están habituadas al gallego lo hayan admitido tan bien. Eso también nos hace entender que los idiomas no son una barrera, sino una riqueza.
Defines Azucre como una epopeya. ¿En qué sentido?
La primera vez que tomé conciencia de cómo había sucedido esta historia, cuando todavía ni siquiera sabía que iba a escribir un libro al respecto, me pareció literalmente una epopeya clásica: unos jóvenes que están en una tierra que no les da de comer y entonces inician una travesía a través del océano; llegan al otro lado del mundo, que es casi como irse a otro planeta —porque en aquellos años, viajar desde Galicia a Cuba era literalmente irse a otro planeta— y se encuentran en un lugar paradisiaco, que después se vuelve un infierno. Entonces parece en verdad una epopeya griega, una historia de un gran viaje del que no puedes volver siendo el mismo, que es la gran metáfora del viaje como aprendizaje, pero de una manera muy trágica. Me parece que es una epopeya moderna y que, además, sigue sucediendo. Nosotros seguimos asistiendo constantemente a esas epopeyas, a gente que huye de sus países de manera desesperada, que cruza océanos, que cruza mares, que camina miles de kilómetros… En realidad, pienso que esas son epopeyas modernas.
Hablando de las tragedias clásicas, Azucre tiene en común con ellas el hecho de que desde el inicio sabemos lo que va a pasar. No sólo porque conocemos la historia en la que se basa el libro, sino porque la narración y la propia estructura del texto van preparando el terreno con anticipación. ¿Qué te interesaba de esta estructura?
Sí, en cuanto sabes la sinopsis, ya no hay misterio. Todos sabemos que eso va a acabar mal. Por eso, lo que me interesaba era profundizar mucho más en el aspecto humano de los personajes: en cómo a ellos les afectaba, cuáles eran sus preocupaciones. Quise humanizarlos lo más posible porque la historia en sí, tal como se cuenta oficialmente, digamos: “1.700 jóvenes marcharon y fueron convertidos en esclavos”, es una historia terrible, pero al haber pasado hace tanto tiempo, no nos interpela directamente.
Sin embargo, escuchamos la historia tal como la cuenta Azucre y entendemos que aquellas personas no se diferencian en mucho de nosotros porque tenían los mismos miedos, las mismas ansias… Y sí, su época es muy distinta a la nuestra, pero humanamente no eran tan diferentes a nosotros. Eso es en lo que me interesaba profundizar porque, como dices, la trama no tiene misterio. La trama ya está contada desde el inicio y desde que coges el libro y lees la contraportada. No hay más vuelta, ya sabes qué va a pasar.
La corta edad, el desconocimiento de lo que hay más allá de los medios rurales, la diferencia lingüística, la precariedad y la falta de oportunidades. ¿Cómo te planteaste que todos estos factores no terminaran por revictimizar a los protagonistas de este suceso?
Me gusta que preguntes eso porque yo creo que en estos temas terribles es muy fácil caer en el gore, en regodearse en la crueldad. Yo no quería caer en ello, aunque tuviese que contar una historia tan tremenda. Y luego, por otra parte, yo también buscaba que, dentro de la crueldad y de lo terrible, fuese una historia lo más bella posible. Quería buscar una belleza en la narración, en las imágenes. Porque, además, construí y escribí esta novela como un modo de homenaje a aquellos que nos precedieron. Cuando estaba empezando a investigar caí en la cuenta de que muchos de esos jóvenes eran personas que no habían podido estudiar, que trabajaban en el campo y yo, en cierto modo, reconocí en ellos a mis generaciones anteriores, que tampoco habían podido estudiar, que trabajaban en el campo y que, en el fondo, lo único que los libró de irse en una expedición de esas, fue que habían nacido un par de generaciones más tarde. Por tanto, yo creo que es muy importante que sepamos quién nos ha precedido, porque nosotros somos el producto de las generaciones que vinieron antes y eso quiere decir que, sabiendo de dónde venimos, es mucho más fácil saber quiénes somos. Por eso quería humanizar a los personajes y hacerles un homenaje y, por lo tanto, no regodearme en lo cruel, sino en su humanidad. Darles rostro y darles forma para que quien leyese la novela no los viese como una masa sin rostro que un día tuvo la mala suerte de ser esclavizada en Cuba.
En la contraportada se menciona que este libro retrata un proceso de “colonización blanca”. ¿Consideras que el término “colonización” es adecuado para describir lo que tus personajes experimentaron?
Desde los años 40 del siglo XIX en Cuba había una preocupación muy grande porque había un desequilibrio en la población: la población blanca era muy baja. Hacía unos años hubo una insurrección en Haití y se temía que estallase una insurrección similar en Cuba donde se perdiese el control. Entonces sí había una intención de llevar a colonos blancos. De hecho, Urbano Feijóo Sotomayor, cuando escribe un artículo de motivación sobre por qué su empresa es interesante para el gobierno español, uno de los motivos que da es: vamos a llevar trabajadores blancos a la colonia y vamos a equilibrar la población porque empieza a ser peligroso. De hecho, desde los años 40, los hacendados, por miedo, empiezan a pedir que no se lleven más esclavos a Cuba y entonces el precio de los esclavos africanos empieza a subir. Hay que tener en cuenta que los gallegos estaban pasando una situación de necesidad por el hambre y el cólera. Todo esto se conjuga y Urbano Feijóo de Sotomayor se aprovecha de ello: crea una empresa y lleva trabajadores gallegos. De esa forma equilibraba la población, se producía azúcar y, además, los gallegos salían mucho más baratos de lo que salía en aquel momento un esclavo africano. No había ningún escrúpulo.
¿Cómo termina la historia de estos emigrantes esclavizados? Después del escándalo por las condiciones a las que fueron sometidos, ¿lograron regresar a Galicia?
En realidad, no lo sabemos. Lo que pasó fue lo siguiente: un diputado gallego, Ramón de la Sagra, presentó ante las Cortes una solicitud para que se investigasen los contratos bajo los que habían sido contratados estos gallegos que llevaron a Cuba, ya que había constantes insurrecciones. Los gallegos no se avenían a trabajar en condiciones de esclavitud. Entonces ese escándalo llega a la prensa española y las Cortes deciden investigar este asunto. Además, a esta solicitud presentada por Ramón de la Sagra se adjuntan una serie de cartas que han llegado a los familiares de los que fueron esclavizados, en las que estos últimos piden ayuda. Después de meses de discusión, se llega a la conclusión que estas personas firmaron un contrato con unas condiciones abusivas porque, además, muchos de ellos no sabían leer y esto no podía ser legal. Por lo tanto, la empresa de Urbano Feijóo Sotomayor se disuelve, pero, como era diputado, no tuvo que responder pues tiene inmunidad. Así, los gallegos quedan libres para volver a Galicia o seguir trabajando en Cuba como trabajadores libres. Pero realmente no sabemos si volvieron o no. Y como esas cartas se quedaron en el expediente en la Biblioteca del Congreso, no hemos sabido nada más.
Pero el escándalo en su momento fue tan grande que, mientras se estaba discutiendo este asunto en las Cortes, en la prensa española se publicó una carta de solidaridad firmada por los gallegos que estaban emigrados en Nueva York. Hasta este punto la historia viajó. Cuando me enteré, me sorprendí mucho del alcance que tuvo el caso. No había internet y aun así fue una historia global.
Pero, en realidad, había indignación general por las condiciones de esclavitud porque se trataba específicamente de gallegos. Es decir, de hombres blancos.
Claro. La cuestión era: no se puede esclavizar a los compatriotas. Es verdad que el escándalo estalló porque se estaba esclavizando a blancos. Pero después, cuando la discusión avanza en las Cortes, se llega a la discusión de si se debe esclavizar a las personas en general. Es una discusión bastante interesante para la época porque los bandos no están tan claros: hay liberales que defienden la esclavitud y conservadores que pugnan por la abolición. No había una polarización tan clara sobre cuál era el lado correcto de la historia.
No solo es una historia importante para nuestra memoria, sino que coloca sobre la mesa cuestiones serias que todavía podemos seguir discutiendo, como las condiciones laborales o la deslocalización de la producción
Es decir que, de cierta forma, este suceso inició una discusión en la península sobre la abolición de la esclavitud.
Exacto. Puso sobre la mesa una cuestión importante. Porque si tú dices que no debes esclavizar a tus compatriotas, ¿por qué va a estar bien que esclavices a otros? Y por eso me gustó tanto esta historia: en el fondo crea una especie de microcosmos porque, dentro de lo que supuso el imperio, de repente ves a muchos grupos políticos e intelectuales discutiendo acerca de lo que se puede hacer o no. No solo es una historia importante para nuestra memoria, sino que coloca sobre la mesa cuestiones serias que todavía podemos seguir discutiendo, como las condiciones laborales o la deslocalización de la producción.
Esta es tu primera novela, pero has publicado dos libros de poesía. ¿Cómo se refleja ese trabajo previo en Azucre?
Azucre tiene una carga lírica bastante grande. Yo he escrito artículos y poesía, pero tenía claro que quería entrar al terreno de la novela. Mi vocación es puramente literaria. Escribo artículos y colaboro en medios porque tengo vocación literaria y no al revés. Entonces, para mí, llegar a esta novela era un paso más allá hacia lo que quería construir como obra literaria. En el fondo, tengo la sensación de que haber escrito relatos cortos y poesía me ha entrenado para escribir esta novela, que también está escrita en capítulos cortos y tiene una carga lírica importante. Porque, además, cuando me planteaba cómo sería esta historia si hubiese viajado hasta nuestro tiempo de forma oral, pensaba que el relato sucede justo cuando Rosalía de Castro está en pleno esplendor, cuando hay una explosión de poesía gallega. Eso me confirmaba que este libro tenía que tener una carga lírica.
¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?
Sí, estoy trabajando en la siguiente novela. Tengo otros intereses literariamente hablando, pero después de Azucre me di cuenta de que he abierto la puerta a un universo muy particular sobre el que me gustaría profundizar un poco más y actualmente he estado trabajando en una siguiente novela que va a ser, en cierto modo, hermana de Azucre; que muestra otra historia que creo que va a resultar muy estimulante y que va a aportar nueva luz a lo que supone esta primera novela.