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Laura Terciado: “Ahora para mí la palabra lesbiana significa alegría, feminismo y política”
En la portada de La única lesbiana de Ávila (Aguilar, 2024) hay una imagen de Santa Teresa y varios angelitos tatuados con claras intenciones sexis, un diseño de Sergio González Pardo. “La iconografía cristiana es de todo el mundo y Santa Teresa representa Ávila igual que la muralla, ¿por qué no la íbamos a usar?”, dice Laura Terciado, autora de este libro en el que cuenta su infancia en Ávila, que incluye bullying en el colegio (aunque entonces ella no lo llamara así) y miedo al demonio (“te juro que hasta los 26 años me iba a poseer”), o sea, un señalamiento al papel destacado del nacionalcatolicismo en la promoción de la LGTBfobia.
Terciado es periodista, coautora del podcast Maldito Bollodrama en sus tres años de existencia, y creadora de contenido para redes sociales. También es lesbiana, pero no lesbiana en los términos en los que esa palabra entró en su vida en los años 90, cargada de connotaciones negativas, sino L-E-S-B-I-A-N-A, dicho despacio y con deleite, un L-E-S-B-I-A-N-A que “tiene algo de ASMR”, dice, donde ASMR son las siglas de Autonomous Sensory Meridian Response, que viene a ser una sensación de placer.
Entonces, ¿te gusta la portada de tu libro?
A mí me encanta y sé que llama la atención. Y sé que yo ahora mismo recibo esa atención en tono positivo, pero entiendo que cuando algo llama la atención la llama también de una manera negativa o regular.
En algún momento del libro hablas de tu miedo a estar expuesta… pero ahora estás súper expuesta.
Pero, cuando lo estás, tampoco eres consciente de que lo estás. Entonces yo sigo pensando que no lo estoy.
¿En serio?
Ya... no lo estoy pensando bien. [Risas]
Pensé que era aposta.
También me pregunto qué significa estar expuesta. Porque, con todas las burradas que llevo diciendo estos años, ¿de repente estoy más expuesta porque estoy hablando de la Iglesia? Es verdad que nunca he hablado tanto, pero siempre he hablado de esto. Con esta portada lo que pasa es que se está hablando del libro sin habérselo leído, interpretando lo que hay dentro por lo que es la portada, que son muchas interpretaciones.
¿Para quién es tu libro?
No es un libro de reflexiones en sí, sino un libro para que cada uno saque la reflexión que considere. Puede que sienta empatía si le ha pasado lo mismo, pero si no le ha pasado también puede sentirla. Yo no les estoy hablando a los católicos, igual que no le hablo a los señores cisheterosexuales —que, sí se lo quieran leer, estupendo—. Es para mí misma y sobre todo para gente LGTB, porque al final yo lo que quiero es que muchas personas que han pasado por lo mismo entiendan cosas.
¿Es para las lesbianas de Ávila?
Está dedicado a ellas, pero no es para ellas. No es solo para chicas. No es solo para las lesbianas.
Mi libro va de soledad, de resistencia a las ideologías políticas y religiosas y de saber perdonar… de saber perdonar muchas cosas pero sobre todo a una misma y al colectivo
¿De qué dirías que va tu libro en tres etiquetas?
Mi libro va de soledad, creo. También de resistencia a las ideologías políticas y religiosas. Eso un no sé si es un hashtag o es muy largo. Y de saber perdonar… saber perdonar muchas cosas pero sobre todo de perdonarse a una misma y al colectivo. Solo somos personitas, el universo es enorme, vamos a calmarnos un poco.
Diría que no se menciona en ningún momento del texto una palabra que creo que también serviría como etiqueta, que es “sexilio”. ¿Va de sexilio?
Sí, pero es que cuando hablamos de sexilio creo que solo estamos hablando de una parte, que es cuando te vas. Pero el sexilio es muy complejo, Enrique Aparicio acaba de hacer un libro [La mancha] de lo que es el volver, y de cómo hay veces que vuelves un montón de veces y bien para quedarte o bien para pasar un fin de semana... Hablar de ese sexilio merecería el libro entero. Para mí es simplemente una consecuencia y está ahí, aunque no se mencione. Pero no, no va de eso.
Pero tú te vas con 18 años de Ávila, a estudiar fuera, después de una etapa escolar en la que hay situaciones de bullying...
Sí, aunque yo no consideraba que fuera bullying.
Sabes que lo que describes son situaciones de bullying de manual, ¿verdad?
Lo sé, pero igual que la violencia en muchos de los entornos de mi vida, hay cosas que yo he dado por sentadas que eran así, que eran comunes para todo el mundo. Cuando tienes 12, 13, 14 o 15 años, piensas que no hay otra cosa más allá. Ahora sí veo eso y veo muchas cosas, entiendo que esto es maltrato psicológico o que lo otro es acoso sexual, pero yo no sabía identificar muchísimas de esas cosas. Yo veía que en colegio se hacía eso a mucha gente y era como: “Pues me ha tocado, ya está”. Había otros que estaban peor, a mí no me pegaban.
Le ha pasado a mucha gente. Que te críen unos boomers es un poco complejo. Creo que ha sido un problema que nos ha pasado a todas: “Eso son cosas de críos”. Le pasaba a mogollón de peña pero lo decías en casa y la respuesta era: “Pues pégale un puñetazo tú también”. Aprendes a defenderte, es la ley del más fuerte, y piensas “cómo va a ser esto bullying”. ¿Consideras que te hacen bullying por la calle todas las veces que te han llamado puta o que han ido detrás de tí?
La verdad es que nunca habría nombrado como violencia sexual que unos tíos se hicieran una paja delante de mí hasta hace bien poco…
Pues eso mismo. A mí me llamaban “chico” y me bajaban los pantalones, pero yo no lo consideraba bullying para nada. Hasta yo me he reído de esas cosas cuando no me tocaban a mí. Y ahora no se me ocurriría.
La palabra lesbiana está en la portada y seguramente sea la palabra que más aparece en el texto. ¿Has contado cuántas veces aparece? [Un dato: en esta entrevista la palabra lesbiana aparece 37 veces]
¡No lo he contado!
¿En qué momento aparece en tu vida the L word?
No sé exactamente. Pero sí sé que hay palabras que escuchas y que son neutras, y que hay palabras que por lo que sea tiene una carga positiva... y esa siempre fue negativa.
¿Qué era lesbiana en ese momento?
Una pregunta, una incógnita. Como la X en las matemáticas.
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Pero sabías que era algo negativo…
Sí, claro. Lo que pasa que tampoco sabía muy bien qué significaba. Y yo incluso pensaba: “Pues igual soy bisexual”. En ese momento, pensaba que ser bisexual significaba que en algún momento me encauzaría. Si eras homosexual, no tenías salvación. Y yo me decía a mí misma: “No soy lesbiana, no soy lesbiana”. Yo me daba besos con chicos, qué horror, y no me gustaba, pero como tampoco había probado con una chica, pensaba, a lo mejor tampoco me gusta eso.
Entendía que ser bisexual no era tan heavy, y muchas chavalitas decían que eran bis… Y yo decía: “Pues yo también”. Porque aunque había gente que me decía cosas en el colegio, también había gente abierta… Este libro no es para demonizar Ávila, en Ávila yo pude probar cosas y había gente con la que sí podía tener un espacio seguro.
Hablábamos de cómo aparece en algún momento la palabra lesbiana en tu vida. ¿Qué lesbianas conocías, había referentes?
Esto me lo pregunta todo el mundo y no lo sé. En mi infancia, en la adolescencia, no había. En el libro hablo de Ellen Degeneres, de EE UU, pero es que eso llegó hasta mí mucho más tarde. La primera vez que leí una cosa que dije vale, me identifico muchísimo, fue el libro de Middlesex [una novela de Jeffrey Eugenides], y fíjate que es una persona intersex, y no no soy una persona intersex, pero sentí que tenía algo en común. Creo que ese fue mi primer referente. También veía Queer as folk, lo veía más que la serie The L Word, que no lo considero referente porque no me sentía nada identificada. Yo en esa serie veía unas marcianas.
‘The L Word’ es como ‘Los Simpsons’ de las lesbianas: si no te gusta, tienes menos puntos en el carné… pero a mí no me gusta, yo en esa serie veía unas marcianas
Además la manera de relacionarse era marciana, todas eran muy guapas, ligaban… ¡cuando ahí no había ligado en mi vida! The L Word es como Los Simpsons de las lesbianas: si no te gusta, tienes menos puntos en el carné… pero a mí no me gusta. Luego ya llegaron las series de Netflix y también conocí gente a través del mundo Fotolog y todo eso.
Pero es que no ha habido referentes hasta hace nada y es que incluso hoy en día las figuras públicas no han salido del armario, estamos súper equivocadas. Yo todavía no he escuchado a nadie de una esfera pública más mainstream decir “soy lesbiana y me da igual”. Cariño, ¡que lo ha hecho hasta Pablo Alborán!
A mí sí me parece que ahora de repente hay un montón de referentes, Maldito Bollodrama es un ejemplo de cómo hablar de cosas de lesbianas puede llegar a mucha gente. ¡Y hasta RTVE ha hecho un programa!
Tenemos Está el horno para bollos en Playz, vale. Está Bimboficadas… Pero eso ha ocurrido de tres años para acá. Aquí no había nada, por eso surgió Maldito Bollodrama hace tres años, y nos costó dios y ayuda conseguir que nos compraran. ¿Te imaginas presentar en la FNAC un libro con la palabra lesbiana hace cinco años”. Yo no me lo hubiese imaginado. No porque sea un estigma sino porque a nadie le interesaba,
Lo que pasa es que cada vez hay más gente que somos conscientes de lo que somos, estamos fuera del armario, queremos leer esas cosas y necesitamos más referentes.
Lo que cuentas en el libro no es algo exclusivo de Ávila, ¿podría pasar en cualquier sitio?
Creo que a lo mejor no en cualquier ciudad de cualquier provincia, pero incluso en barrios de Madrid pasa. Soy consciente de que también pasa en familias de izquierdas, no es que sea consciente, es que lo he visto. A mí lo que me impacta es que pase ahora, yo he hecho esto precisamente por eso, porque yo hablaba de esto en pasado, y de repente a mí se me conoce y me empieza a escribir mucha gente, y a decirme: “Estoy sola, me pasa lo mismo”.
Cuentas que en tu colegio había profesores que hacían el saludo fascista…
No es que mi colegio fuera fascista, pero había un señor que ya era Matusalén, y en ciertos espacios quedan reductos, digamos. Ávila es un sitio donde el bar Eladio sigue ahí y siempre está lleno. Pero en Madrid también hay fachas.
Claro, muchísimos… ¿Cuánta responsabilidad tiene el catolicismo en todo esto?
Pues yo creo que, de verdad, creo que el nacionalcatolicismo tiene toda. No creo que todas las religiones sean iguales, no creo que todas las creencias dentro del cristianismo tengan la misma culpa. Pero la forma en la que se ha aplicado la ideología cristiana en los últimos años tiene mucha culpa. Entiendo que hay congregaciones donde hay gente LGTB, vale, not all católicos. Pero bueno, vamos a ir viendo si es verdad que os vais separando de la raíz. Hay personas que supeditan su vida al horóscopo y no nos parece peligrosa, pues un creyente tampoco te tiene por qué parecer peligroso.
Como tu registro es el humor, a veces no entiendo muy bien el límite de la realidad en las cosas que cuentas en tu libro. Porque, ¿de verdad tenías miedo al demonio?
¡Hasta los 26 años te juro que pensé que me iba poseer el demonio, me daba miedo que te cagas! A mí me encanta el cine de terror, son las pelis que más veo, o sea, es que me relaja, me hace reír, me lo paso bien, a veces me acojono y también disfruto de la emoción fuerte... pero los exorcismos no los llevo bien. Volví a ver Stigmata para escribir el libro y.. ¡buah, qué chungo! A mí me la pusieron de cría, ¡que no se la pongan a los críos! La pasión de cristo nos llevaron a verla al cine. No nos llevaban al cine a ver prácticamente nada, pues eso sí.
Se supone que [los católicos practicantes] no son muchos, pero cuando tú te metes con la iglesia se entera todo el mundo. Más allá de lo LGTB, tenemos a un montón de niños que piensan que se les va a caer el pito, ya no por ser maricones, sino simplemente por masturbarse. A las niñas nos han hecho creer que masturbarse es un pecado y un montón de cosas con nuestro cuerpo. ¿Eso crees que no es una influencia cristiana? ¿El sentimiento de culpa que tenemos no es por influencia católica?
Esta semana ha sido el Día de la Salud Mental y hemos visto cifras de cómo el colectivo LGTBIQA+ sufre de manera específica ansiedad, miedo y depresión. De alguna manera hablas también de salud mental en el libro… ¿Era tu intención?
Sí, porque creo que es una de las cosas a las que yo me he agarrado mucho para encontrar espacios comunes e identificar muchas cosas. Porque yo pensaba, bueno a lo mejor es que todo el mundo le pasa esto y todo el mundo vive disociado y no se acuerda de absolutamente nada de lo que tiene eso atrás. Uno de los motivos por los que me ha costado mucho escribir este libro es que hay muchas cosas que no recuerdo bien.
Tener acceso a la salud mental es un privilegio muy tocho, y yo he tenido el privilegio de tener un psicólogo LGTB que me cobraba una mierda porque yo en esos momentos no tenía dinero
Llevamos muy poco tiempo hablando de salud mental, súper mega poco. Tener acceso a la salud mental es un privilegio muy tocho, y yo he tenido el privilegio de tener un psicólogo LGTB que me cobraba una mierda porque yo en esos momentos no tenía dinero. Si no hubiese tenido acceso a eso, lo mismo no estaba ahora hablando de esto.
No sabía lo que era tricotilomanía (la reacción nerviosa de arrancarse el propio cabello de manera recurrente).
No mucha gente lo sabe. Y, ¿sabes a la cantidad de gente que le pasa? Es una reacción nerviosa, se supone que es cosa infantil y que lo vas perdiendo, pero suele ser también postraumático.
Es un psicólogo quien te aconseja “abrir el grifo”. ¿Qué es para ti abrir el grifo?
Hablar, pero no solo en público. Es hablar de que soy lesbiana, no solo en el nivel personal, intentar abrir espacios, escribir el libro, hacer artículos, hablar con activistas, intentar hacer todo lo que pueda para expresar lo que me ha pasado. Y al mismo tiempo no decir: “Ser lesbiana es esto que me ha pasado a mí”. No. Hay gente que es lesbiana que es católica, y que es nacionalista, y hay gente que es lesbiana que es una persona de mierda, las lesbianas no son seres de luz. Abrir el grifo creo que es desahogarme, y hacerlo de una manera que no sea tóxica. Es algo que me sirve a mí, pero que espero que sirva también a otras personas.
Hablábamos al principio de cómo la palabra lesbiana llega a ti como negativa. ¿Qué es ahora ser lesbiana para ti?
Lesbiana es una palabra que ahora me gusta decir. Además, tiene algo de ASMR... L-E-S-B-I-A-N-A. Me sonaba fatal y ahora me suena muy guay... L-E-S-B-I-A-N-A. Ahora las connotaciones son positivas. Cada vez que oigo: “Está todo lleno de lesbianas”... antes era algo malo, ahora es como “‘¡bien!”. Creo que significa muchas cosas: alegría, feminismo, política en muchos casos. Creo que significa también algo personal: una superación de muchas cosas. Y en lo social también, me encanta que la gente utilice esa palabra para designarse a sí misma incluso no siendo una mujer lesbiana: “Ay, qué lesbiana soy”. Me gusta.
Bollera en cambio no me gusta nada. No sé, es como no sé, “lesbiana” es bonita hasta el la parte radical, en el origen, porque viene de la isla de Lesbos.
Tú ahora vas presentándote así: “Hola, soy Laura Terciado y soy lesbiana”.
¡Y periodista! Sí, es una palabra que ya no da miedo y que ya no significa estar saliendo del armario. Ahora decir “soy lesbiana” no es una justificación.
Tengo 35 años y salgo del armario todos los días; mientras sea algo de lo que la gente se tenga que enterar, se sale del armario todo el rato
“Salir del armario supone decir otra vez que lo eres y poner tus fuerzas en demostrarlo”, dices. No se sale del armario sólo una vez. ¿Cuántas veces has salido del armario?
No lo sé, porque tengo 35 años y salgo del armario todo el rato, todos los días.
¿Cientos?
Cientos y cientos. Sales del armario todos los putos días, cada vez que traspasas la puerta de casa con una chica, cuando tus vecinos se enteran por fin… Mientras sea algo de lo que la gente se tenga que enterar, aunque la reacción sea positiva, se sale del armario todo el rato. Hay gente de mi familia que todavía no sabe que soy lesbiana, ¿hola?
Igual te sorprende que te lo diga la lesbiana más fuera del armario de toda España. Pero es verdad. Y creo que salir del armario también es hablar con naturalidad de esas cosas. Todavía a día de hoy hay personas que dicen “mi pareja” para que la gente no se entere. Hablar de “mi novia” creo que es salir del armario también.
Las personas heterosexuales si hablan de su novio o novia no están saliendo del armario, no hay una reacción, aunque sea positiva. Yo he escrito eso y me han dicho “qué valiente”. Como dice Chenta Tsai: “No soy valiente, literalmente soy un putochino maricón”. Pues es un poco así: solo soy lesbiana, no soy valiente. Al final es un poco intentar poner las cosas en común: no se trata de salir del armario todo el rato para demostrar que hay una diferencia, sino todo lo contrario, para demostrar que no hay diferencia.