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Laboral
Las altas temperaturas exponen a mayores riesgos a los colectivos precarizados
El verano de 2003 fue terrible. Pero oficialmente, y en ese momento, no fue para tanto: el entonces Ministerio de Sanidad de Ana Pastor (PP) anunció que solo habían muerto 141 personas debido a la ola de calor que asoló a Europa. El Centro Nacional de Epidemiología corrigió la cifra en 2004, elevándola a 6.500 muertes. Pero seguía siendo un dato poco creíble, comparándolo con el de países del entorno: más de 20.000 personas fallecidas por exceso de mortalidad en Italia. En Francia, más de 10.400 muertes, según los cálculos de las empresas funerarias. Finalmente, en 2005, los datos del INE revelaron que España tuvo aquel verano un exceso de mortalidad de casi 13.000 muertes, un 15% más que en 2002. Esos datos ya encajaban.
Aún sin reconocer toda la mortalidad, en 2004 España fue el primer país europeo en elaborar un plan, que desde entonces se actualiza anualmente, para adoptar “actuaciones preventivas de los efectos del exceso de temperaturas de la salud” orientado a poblaciones vulnerables, entendidas estas como personas mayores, niños y pacientes crónicos. “Ha tenido éxito”, resume la investigadora Claudia Narocki, “porque ha logrado romper la correlación que había entre mortalidad y calor, excepto en la franja de 18 a 44 años”, apunta la socióloga. Las causas del exceso de mortalidad en esa franja de edad no hay que buscarlas en la vulnerabilidad de sus cuerpos —no lo son, están fuertes—, sino en la exposición continuada al estrés térmico en horario laboral y la vulnerabilidad socioeconómica de las trabajadoras que más se exponen, apunta la experta. De esto, los ministerios competentes aún no han elaborado un plan y siguen dejando en manos de las empresas y, estas, en el privilegio del autocuidado la prevención de riesgos laborales en situaciones de temperaturas elevadas.
Del mismo modo que el PP trató de ocultar las cifras reales de muertes por calor en 2003, hoy se siguen omitiendo las de mortalidad y siniestralidad laboral por exceso de temperatura, tanto aquí como en Europa. Y a pesar de la crisis climática y de la certeza de que los episodios meteorológicos extremos aumentarán, como advierte el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés). Hay tres colectivos emergentes susceptibles a sufrir con más continuidad las altas temperaturas, que se añaden a los ya clásicos peones de la construcción, trabajadores del campo y camareros de terraza, indica la experta Claudia Narocki: riders, técnicos de mantenimiento de molinos de viento y trabajadores del campo que deben entrar en invernaderos ataviados con trajes EPI para protegerse de los productos químicos que se les echa a los cultivos.
“Ya está bien del cuídate, no todas las personas pueden optar por el autocuidado”, advierte Claudia Narocki, socióloga y autora del informe
Trabajar al lado de una estufa inmensa
Una vuelta de las aspas de un aerogenerador eólico son cien vueltas de la caja multiplicadora que hay en su interior. “Genera tanto calor que si pones la mano encima no aguantas más de cinco segundos seguidos, es como una estufa del tamaño de medio coche”, explica José García —nombre ficticio—, quien ha pasado diez años de su vida arreglando molinos de viento en Toledo y Ciudad Real. “Imagina los veranos”, añade antes de detallar qué otros cachivaches elevan la temperatura en el interior de un molino: los armarios que conducen la corriente que se inyecta en la red eléctrica. A las máquinas que desprenden calor hay que sumarle el esfuerzo físico de subir hasta la altura de las aspas sin ascensor y cargado con el equipo. “Es como subir de seguido 50 escaleras de aluminio de las que tenemos en casa”, compara para que una persona que no ha subido por el interior del palo del molino pueda entenderlo. En la mayoría, no hay sistemas de refrigeración.
“Gamesa es líder en aerogeneradores eólicos y si dice que hay que subir para reparar uno, subes, lo pones en marcha y pasas calor”, resume José García. Confirma que en materia laboral todo queda a expensas del autocuidado, tal y como alerta el estudio Los episodios de altas temperaturas como riesgo laboral; su impacto en la salud, la seguridad y el bienestar de la población trabajadora y en las desigualdades sociales, coordinado por Claudia Narocki para el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud de Comisiones Obreras.
“Te dan un curso de 60 horas de prevención y cada uno es responsable de sí mismo y del equipo”, continúa García
“Te dan un curso de 60 horas de prevención y cada uno es responsable de sí mismo y del equipo”, continúa García, quien desconocía el estudio publicado el lunes por CC OO y se ha prestado a detallar a El Salto sus diez años de trabajo en el sector de los aerogeneradores. Cuando Garcías notaba que iba a darle una lipotimia, “bajaba el ritmo, dejaba tareas sin hacer y pensaba ya le daré explicaciones al jefe, si Gamesa me quiere echar, que me eche, lo primero es mi vida”. A pesar de que su actitud era la correcta para su salud, la socióloga añade que “ya está bien del cuídate, no todas las personas pueden optar por el autocuidado”.
Se refiere a las trabajadoras precarizadas, las que no tienen representación sindical y las socioeconómicamente vulnerables. Corren muchos más riesgos que quien puede decidir disminuir el ritmo y parar a echar un trago de agua. “Efectivamente, lo colectivo debería primar sobre lo individual”, señala al respecto el técnico de mantenimiento de molinos, en concordancia con la socióloga. Y añade que ni siquiera su sector está adecuadamente protegido en comparación con otros países. “En Francia no te dejan subir más de 100 metros al día por el tubo. Tienen convenio propio, como en Alemania y Estados Unidos, nosotros nos acogemos al del metal, que no está mal, pero dime tú qué tiene que ver con esta profesión”. A pesar de trabajar colgados de un arnés en las aspas y estar expuestos a cables por los que pasan, como mínimo, 20.000 voltios, no cobran plus de altura ni de riesgo eléctrico.
Cuando notaba que iba a darle una lipotimia, “bajaba el ritmo, dejaba tareas sin hacer y pensaba ya le daré explicaciones al jefe, si Gamesa me quiere echar, que me eche, lo primero es mi vida”
Dejación pública
Claudia Narocki indica que ha visitado invernaderos en los que no hay condiciones mínimas para asegurar la salud, como una caseta con ducha colocada en los aledaños para poder refrescarse y bajar la temperatura corporal. “Si así se trabaja donde podemos llegar desde Comisiones Obreras, imagina donde no hay sindicatos”, advierte sobre el recorrido que ha conseguido la negociación colectiva para afrontar los cambios que requieren fenómenos como las altas temperaturas. Recuerda que Inspección de Trabajo realizó el pasado año una campaña dirigida a la construcción y la agricultura, una acción que considera positiva pero insuficiente. “Las instituciones públicas deben mandar un mensaje claro a los empresarios en materia de prevención laboral, no solo decirle al trabajador cuídate”, repite.
Considera que con la normativa actual se puede actuar —según prevención de riesgos, el empresario debe preveer todas las situaciones que pongan la integridad del trabajador en peligro— pero, dada la inacción empresarial, deberían ser las autoridades quienes se manifiesten respecto a las obligaciones de los empresarios. “No puede ser que inventemos todo tipo de riesgos laborales y no pensemos en añadir los paliativos adecuados”, razona la investigadora sobre la ausencia de aire acondicionado en las bases de los molinos y una simple ducha al lado de los invernaderos.
Dada la inacción de las empresas, deberían ser las autoridades quienes se manifiesten respecto a las obligaciones de los empresarios
El estudio concluye que, a pesar de que “son escasos los datos que reflejan la exposición laboral al calor ambiental, hay suficientes pruebas para afirmar que, durante los episodios de altas temperaturas, hay trabajadores que sufren exposiciones a estrés térmico que supera los niveles críticos repetidamente”, una situación que tiene efectos perjudiciales a largo plazo y que empeoran cuando se combinan con otros tipos de exposiciones, como los agentes químicos y los riesgos de seguridad. Caídas, laceraciones y quemaduras son sus consecuencias, “que quedan mayormente ocultas en las estadísticas oficiales”.
Hay tres factores que influyen en el estrés térmico: el ambiental —la temperatura del aire, la humedad y el calor radiante, que puede ser del sol o de los equipos de trabajo, como una cocina—, la ropa de trabajo que impide una normal transpiración —como las EPI— y el trabajo físico —a más esfuerzo, más calor corporal—. Obviarlas es una decisión política, económica y social. A ellas, añade el estudio, se suma el contexto en el que los trabajadores más precarios viven en su día a día: en viviendas más pequeñas, en barrios más hacinados y sin zonas verdes a su alrededor, por lo que incluso resulta difícil dormir durante las olas de calor. Y, además, el desplazamiento hasta el lugar de trabajo es más frecuente a pie o en transporte colectivo, donde es más difícil refrescarse.
El plan de adaptación al cambio climático del Ministerio de Transición, publicado en 2021, incluye un epígrafe para realizar un plan adaptado a la población trabajadora, recordó en la presentación del informe Mariano Sanz, responsable de salud laboral en CC OO. En la presentación participaron también el director de Estudios Fundación 1 de Mayo, Pedro J. Linares, y el Director General European Trade Union Institute (ETUI), Phillipe Poche.
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Les condicions de treball són conegudes però les xifres de mortalitat per calor no tant, i són brutals. Interessant article, gràcies.
Les condicions de treball són conegudes, les xifres no tant, i són brutals. Interessant article, gràcies.